Demasiada espontaneidad
Naturales s¨ª, pero tambi¨¦n nobles y emp¨¢ticos. Bajo la frase ¡°yo soy as¨ª¡± no cabe todo. Debemos mostrarnos aut¨¦nticos, pero teniendo en cuenta a los dem¨¢s.
Existe un malentendido cuando nos referimos a la espontaneidad como acto de sinceridad o autenticidad. Tambi¨¦n lo espont¨¢neo puede ser reactivo, desmesurado e irrespetuoso. Algunos ejemplos pueden contextualizar la idea de que lo espont¨¢neo no es igual a lo aut¨¦ntico. Hay quienes suelen jactarse de decirles a los dem¨¢s a la cara lo que opinan. Se vanaglorian de no tener inconveniente alguno en soltar sus juicios, como quien arroja presuntas verdades sin atender al contexto, el momento y la relaci¨®n que mantienen con el otro. Lo sueltan y se quedan tan anchos. Preguntas: ¡°?Acaso tuviste en cuenta a la otra persona?¡±. Y responden: ¡°Me da igual¡, yo soy as¨ª¡, digo lo que siento¡±.
Hay otros ejemplos m¨¢s cotidianos: aquellas personas que hacen la broma en el momento inoportuno; las que insisten cuando se les dice basta; las que hablan sin dejar hablar; las que gesticulan histri¨®nicamente y no mesuran los prejuicios de sus muecas; las que r¨ªen o se enfadan fuera de tono; las que vuelven a preguntar lo que ya se les dijo; las que quieren discutir en medio de un restaurante; las que no les importa que les oiga todo el mundo; las que no pueden esperar; las que precipitan besos y abrazos embarazosos. En general, todas aquellas personas que sufren la maldita impulsividad. No saben, o no quieren, aprender a gestionarla.
Lejos de tales extremos, algunos individuos espont¨¢neos gozan del valor a?adido de la nobleza. Son tal cual, sin enga?os, ni medias tintas, ni filtros interesados. Son lo que son, un espejo de su alma. Por eso gustan y son queridos, aunque suelen aborrecer de s¨ª mismos. Esa excesiva franca naturalidad les acaba metiendo en todo tipo de malentendidos, que les obliga a justificarse muy a menudo. Van tan de cara que son los primeros en recibir las tortas.
Nadie que conf¨ªa en s¨ª envidia la virtud del otro¡±
Cicer¨®n
Lo curioso del fen¨®meno es que estas personas creen que cuanto m¨¢s ¡°naturales¡±, m¨¢s aut¨¦nticas y m¨¢s sinceras. A?¨¢dase, incluso, que la espontaneidad puede ser un aspecto visible del bien, de ser alguien bueno, por no tener filtro alguno, con lo cual no importa el arrebato, sino la honestidad del mismo. No importa ser un salvaje si se entiende como un ser aut¨¦ntico. Si en un extremo lo protocolario aparenta rigidez y fingimiento, en el otro se encuentra la arrogancia de lo espont¨¢neo como signo de naturalidad, cosa que ahora se lleva mucho. Cuanta m¨¢s exhibici¨®n de lo propio, m¨¢s autenticidad. Solo que tiene que ser a costa de los dem¨¢s, que, pacientes, soportan la supuesta honrosa virtud de lo que por encima de todo es as¨ª porque lo es y no puede ser de otra manera.
Recuerdo al que fuera mi maestro Oriol Pujol Borotau, un exjesuita residente en India, que sol¨ªa hablar de las dos columnas de la confianza y la seguridad personal. La primera es darse a conocer tal como uno es. Decir abiertamente lo que se piensa, lo que se siente, mostrarse aut¨¦ntico.
Sin embargo, la segunda columna consiste en tener en cuenta a los dem¨¢s. ?Son personas dignas de confianza? ?Quieren escucharnos? ?Es prudente decir lo que queremos decir en este momento? ?Atendemos al momento por el que pasa la relaci¨®n? ?Estamos atrapados en sentimientos que pueden malherir al otro? ?Muestran inter¨¦s por lo que podamos decir?
Todas las pasiones son buenas mientras uno es due?o de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan¡±
Rousseau
Cuando se es muy capaz de sostener la primera columna, pero poco o nada la segunda, el edificio de la seguridad se derrumba, actuamos impulsivamente. No ganamos en confianza, sino que la perdemos. Mostramos una espontaneidad que roza la reactividad. No se trata de morderse la lengua, sino de saber encontrar el momento oportuno o, por lo menos, ser capaces de pedir permiso al otro y gestionar juntos la situaci¨®n. Ah¨ª es donde se pone en juego la seguridad. El que conf¨ªa ¡°responde¡±. El inseguro ¡°reacciona¡±.
La pura espontaneidad pertenece a la ni?ez. Los estadios infantiles son particularmente espont¨¢neos tanto para dar muestras positivas (proactividad) como desafiantes y negativistas, v¨¦anse las cl¨¢sicas rabietas (reactividad). Se supone as¨ª que los procesos de educaci¨®n, aprendizaje y maduraci¨®n conllevan la capacidad de dominar la impulsividad, es decir, procurar comportamientos proactivos, ser capaces de negociar y expresar el desacuerdo e incluso el enfado de forma asertiva, sin reactividad. Mostrarse indignado, por ejemplo, no tiene por qu¨¦ significar mostrarse agresivo. No hay que confundir firmeza con atropello.
No obstante, todo cae en saco roto si, adem¨¢s de no haber madurado lo suficiente, se convive en una cultura que aplaude a las personas arrojadas, pasionales o imp¨²dicas, mientras se menosprecia a las c¨ªvicas, templadas o asertivas. Esas resultan ¡°estiradas¡±; les falta sangre en las venas, son ¡°carcas¡± o aburridas. Para colmo, todo queda justificado por nuestros or¨ªgenes sure?os o latinos, por ser de sangre ¡°caliente¡±. Rasgos o vestigios de unos tiempos en los que lo honroso se asociaba con la capacidad de ¡°marcar paquete¡±.
Otro ejemplo de los nuevos usos de la espontaneidad son los correos electr¨®nicos y, sobre todo, los mensajes v¨ªa Twitter. ?Asistimos at¨®nitos a la capacidad de soltar sandeces, primeras impresiones, prejuicios de g¨¦nero, racistas o intolerantes, sin mediar un m¨ªnimo razonamiento de los efectos que pueden causar una palabras que, por mucho que se borren posteriormente, son la llama que ya no puede evitar la devastaci¨®n emocional de personas muchas veces ¨Cincluso la mayor¨ªa de ellas¨C inocentes. De nuevo la impulsividad se convierte en gobernadora de conciencias atrapadas bajo la incontinencia de pulsiones b¨¢sicas.
La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de s¨ª mismo¡±
Montaigne
Si la pasi¨®n, si la locura no pasaran alguna vez por las almas¡ ?Qu¨¦ valdr¨ªa la vida?, dec¨ªa ?Jacinto Benavente. En efecto, a menudo desear¨ªamos soltar amarras y vivir espont¨¢neamente. Sin filtros, sin miedos, sin verg¨¹enza, sin tener en cuenta nada ni a nadie. Como dice el dramaturgo, alguna vez¡, pero no a todas horas. Otro ilustre de mi oficio, Carl Jung, sosten¨ªa que el hombre que no ha pasado a trav¨¦s del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca. Por ah¨ª se puede entrever c¨®mo la espontaneidad, a menudo, es la presencia de nuestra ni?ez en sus m¨²ltiples manifestaciones tanto proactivas como reactivas. Y nadie supera en deseo a los ni?os.
Sin embargo, pretendemos conquistar la mayor libertad interior posible. Somos seres para la libertad, solo que caemos en el espejismo de una libertad que lo deja de ser condicionada por sus propios deseos. No hay libertad sin responsabilidad. No hay responsabilidad sin compromiso. Y el primer compromiso hacia nosotros mismos es hacernos aut¨¦nticos, que no es lo mismo que naturales. Algunas personas han logrado un aire disfrazadamente natural a costa de perder su autenticidad.
Para saber m¨¢s
Libro
Nada por obligaci¨®n, todo con ilusi¨®n
Oriol Pujol Borotau
(Amat Editorial)
Ser aut¨¦ntico es ser uno mismo, desde su sinceridad interior. No precisar del fingimiento, ni de la mentira, ni de la manipulaci¨®n, ni de la instrumentalizaci¨®n de los dem¨¢s. Cierto que siempre hay cierta m¨¢scara o papel. Cierto que no se va por la vida a coraz¨®n abierto. No obstante, a veces hay que quitarse la coraza y mostrarse tal como se es. Ser aut¨¦ntico es ser confiable. Es la espontaneidad del que no tiene nada que ocultar ni nada de lo que defenderse. Es hacerse cargo, responsablemente, de las consecuencias de las franquezas propias. No es que no deban existir. Es simplemente responder con confianza ante ellas. Esa es la nobleza.
No hay tarea tan comprometida como conquistarse a uno mismo. El primer paso podr¨ªa consistir en aprender a gestionar una desmedida espontaneidad. De no ser as¨ª, se acaba viviendo en una esclavitud sin fin. Mejor vivir en una espont¨¢nea felicidad fruto de abrazar con libertad nuestro espacio interior.
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