El amigo del Duce
Gini no hab¨ªa cumplido los 30 cuando hizo su gran aporte: el coeficiente que salvar¨ªa su nombre
La desigualdad se ha vuelto ¨Cya era hora¨C un asunto de moda. A nadie le importaba mucho hace bastante poco, cuando todos ten¨ªan tanto; ahora que todos tienen menos y los que menos tienen tocan fondo, la desigualdad est¨¢ en todas las bocas. As¨ª que manadas de funcionarios, pol¨ªticos, acad¨¦micos y asimilados varios que jam¨¢s querr¨ªan la igualdad se preocupan porque la desigualdad es excesiva: no es buena para los negocios, te perjudica en alguna elecci¨®n, queda fea, solivianta. Y esa preocupaci¨®n ha puesto en el candelero una palabra: Gini ¨Ccomo en el coeficiente.
El coeficiente de Gini existe desde hace m¨¢s de un siglo
Parece nuevo, pero no: el coeficiente de Gini existe desde hace m¨¢s de un siglo. El coeficiente de Gini mide la desigualdad de un pa¨ªs en una escala de cero a uno (aunque permite evaluar cualquier otra forma de distribuci¨®n desigual). Su principio es simple: si toda la riqueza del mundo estuviera en manos de una sola persona, el mundo tendr¨ªa un coeficiente igual a 1; si toda la riqueza del mundo estuviera repartida en partes iguales, el coeficiente dar¨ªa 0. La realidad est¨¢, t¨ªmida, oportunista, en alg¨²n sitio entre uno y otro. Pero, en s¨ªntesis: cuanto m¨¢s alto es el coeficiente, m¨¢s alto el nivel de concentraci¨®n de la riqueza ¨Cde injusticia econ¨®mica¨C de una sociedad. Y eso permite muchas medidas, mucho juego y, como habla de desigualdad, suena bien progre.
Usamos nombres que dejan de ser nombres. Decimos gilette o diesel o ?mcdonald sin pensar en que hubo hombres que pusieron sus nombres a esas cosas. Gini, modestamente, es uno de ellos. Corrado Gini naci¨® en el V¨¦neto en 1884, hijo de campesinos ricos, peque?o genio que entr¨® muy joven a la Universidad de Bolonia, estudi¨® derecho y matem¨¢ticas y se licenci¨®, a sus 20, con una tesis sobre El sexo desde un punto de vista estad¨ªstico. Despu¨¦s ense?¨® derecho constitucional, biometr¨ªa, demograf¨ªa, econom¨ªa pol¨ªtica, sociolog¨ªa y estad¨ªstica. Gini era un hombre bajito e irritable, seguro de su valor y preocupado porque todos lo notaran, superior implacable, inferior obsequioso, que no hab¨ªa cumplido 30 a?os cuando hizo su gran aporte: el coeficiente que salvar¨ªa su nombre. Corr¨ªa 1912; pronto vendr¨ªa la primera guerra ¨Cde la que lograr¨ªa escabullirse¨C y un matrimonio pasablemente desdichado y, ya en los veinte, el renacimiento: un tal Benito Mussolini le devolvi¨® las esperanzas en la grandeza de su patria.
Durante los a?os triunfantes del fascismo Gini sigui¨® siendo un estudioso serio
En 1926, el Duce en persona le encarg¨® la direcci¨®n del Instituto Nacional de Estad¨ªstica. Gini acept¨®, emocionado por su encuentro con el gran hombre, y en su discurso inaugural habl¨® de otra de sus preocupaciones: la hegemon¨ªa de la raza blanca que, dijo, estaba amenazada. ¡°Despu¨¦s del maravilloso desarrollo del siglo pasado, ahora estamos en un momento estacionario¡±. Hab¨ªa que fomentar el nacimiento de los beb¨¦s adecuados: blancos, sanos, legales, muy cristianos. La disciplina se llamaba eugenesia, y nazis y fascistas la abrazaron con ansia; Gini fue su l¨ªder en Italia.
Durante los a?os triunfantes del fascismo Gini sigui¨® siendo un estudioso serio y aplicado que formaba parte de la ¨¦lite cultural del r¨¦gimen: participaba en actos, firmaba manifiestos, dirig¨ªa revistas, acomodaba amigos, asesoraba al Duce. Su ca¨ªda no lo afect¨® m¨¢s de lo necesario: fue juzgado pero al fin conserv¨® su c¨¢tedra en la Universidad de Roma. Para limpiar su nombre se uni¨® al Partido Unionista, que propon¨ªa anexar Italia a Estados Unidos. Y, ahora, por esas raras vueltas de la historia, su nombre y su concepto denuncian las injusticias m¨¢s tajantes.
?Qu¨¦ hacer con las vidas horribles de los que hacen cosas necesarias? O, incluso: ?qu¨¦ hacer con las cosas necesarias de los que viven vidas horribles? Lo discuten, en su mesa del para¨ªso parad¨®jico, C¨¦line, Pound, Keynes, Einstein. A veces, incluso, si se aburren, invitan a un muchacho Jesucristo.
elpaissemanal@elpais.es
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