El viejo zorro
Piensen lo que piensen, decido que no va a importarme. La bestia calienta tan fielmente mi sufrido pecho, que estoy dispuesta a defenderle ante cualquier ataque
![Un modelo posa con un abrigo de Silver Fox.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QEBT5ACQUPTFPOIFKR6VHO2HSU.jpg?auth=039c0d780d5e2d0723e507e3162f162bfc39d371cfbf6b938315fa24dab713c6&width=414)
En mi casa amparo a un bell¨ªsimo zorro plateado. Es una maravilla salvaje. No puedo parar de acariciarlo. Su pelaje es c¨¢lido, sedoso, negro con reflejos de plata azulada. Mi madre lo llama Renard Argent¨¦. Lo mat¨® ella ¡ªen defensa propia¡ª hace d¨¦cadas, cuando la veda todav¨ªa estaba abierta. Me lo regal¨® por mi cumplea?os. Dos preciosas colas unidas en una magn¨ªfica bufanda, pero ?me la pondr¨¦? ?Deber¨ªa sentirme culpable por un animal ya asesinado? ?Puede una felina lucir la piel de un c¨¢nido sin provocar un esc¨¢ndalo gen¨¦tico? ?Cometer¨¢ alguien el error de tomarme como modelo y contribuir¨¦ as¨ª, inadvertidamente, a promover el cruel comercio de pieles? No, nadie podr¨ªa equivocarse tanto. Como todo el mundo sabe, una divina al estilo griego cl¨¢sico es un anti-modelo moral, pues su divinidad consiste, precisamente, en no regirse por las normas ¨¦ticas que atan a los mortales. Hacen lo que les da la celestial gana. As¨ª son los Ol¨ªmpicos, poderosos y perdidos.
La verdad es que el pobre zorro llevaba mucho tiempo encerrado en un armario. No iba a dejarle en la estacada tras haber sido repudiado. Por lo pronto, permit¨ª que se aireara a la sombra de mi vestidor. Era lo m¨ªnimo que pod¨ªa hacer por ¨¦l. All¨ª se qued¨®, reposando tranquilo un a?o entero. Yo le observaba y, de cuando en cuando, le sacud¨ªa delicadamente. Fuimos cogiendo confianza. Volvi¨® el invierno y mi olfato no me enga?¨®: su olor hab¨ªa mudado, de par¨¢lisis aletargada a ind¨®mita frescura. Quiz¨¢ le apetec¨ªa salir. A pesar de mis dudas de fiera con consciencia existencial, una ma?ana g¨¦lida me lo llev¨¦ a pasear. La gente nos miraba con expresi¨®n extra?a. Les costaba disimular su admiraci¨®n. Por algo fue la piel m¨¢s deseada por reyes y emperadores, de Rusia a China. Aceptarlo como regalo equival¨ªa a una reconciliaci¨®n entre los nativos norteamericanos. (?Jau, Mam¨¢!). Piensen lo que piensen, decido que no va a importarme. La bestia calienta tan fielmente mi sufrido pecho, que estoy dispuesta a defenderle ante cualquier ataque. Conmigo est¨¢ a salvo.
Confieso que el viejo zorro me ha rendido. Ahora es mi acompa?ante favorito. Me protege, me acaricia y nada me pide. Creo que me ama. Desde el m¨¢s all¨¢, claro, como todo admirador que se precie, pero este inocente no mereci¨® la muerte. Mientras escribo este humilde homenaje, la primavera avanza, ardorosa, pero yo s¨¦ que no podr¨¦ soltarle. Necesito su serena e imperturbable calidez guard¨¢ndome las car¨®tidas. Querido, ?y si veraneamos en Siberia? As¨ª conocer¨¦ a tus parientes¡
@patriciasoley
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