La sangrecita, un remedio ancestral andino contra la anemia
Un programa de Acci¨®n Contra el Hambre recupera la deshidrataci¨®n de sangre y v¨ªsceras de animales para compensar la falta de hierro en la dieta infantil
Cuando hab¨ªa matanza de un carnero en su casa, en la humilde comunidad ind¨ªgena de Yanapampa, en los Andes peruanos, Maruja Orej¨®n recog¨ªa la sangre y el pulm¨®n y los cocinaba inmediatamente para elaborar algunos platos. Incluso invitaba a los vecinos para acabar r¨¢pidamente con el exquisito pero perecedero manjar. No sab¨ªa que esos alimentos eran, por su alt¨ªsimo contenido en hierro, un potente ant¨ªdoto contra la anemia que afecta a la mayor¨ªa de los ni?os de la regi¨®n.
Y aunque lo hubiera sabido, no habr¨ªa sido capaz de conservarlos para hacerlos parte de su dieta cotidiana, ya que ni siquiera tiene un frigor¨ªfico en su casa de adobe y r¨¢pidamente se hubiera echado a perder. Ignoraba que sus ancestros, ya en tiempos prehisp¨¢nicos, ten¨ªan un m¨¦todo bien simple para que durase.
Hasta que la ONG internacional Acci¨®n Contra el Hambre implement¨® un programa contra la anemia en la zona y descubri¨® que algunas familias todav¨ªa lo practicaban, pero que era desconocido para la mayor¨ªa: salar las v¨ªsceras y deshidratarlas.
El charqui (que es como se denomina en quechua a la cecina) de carne es algo muy extendido en la mayor¨ªa de las regiones andinas de Per¨², debido a la ausencia en las comunidades rurales de electrodom¨¦sticos para mantener fr¨ªos los alimentos. Lo que se hab¨ªa perdido, sin embargo, es el charqui de v¨ªsceras como el h¨ªgado, el bazo, el bofe (el pulm¨®n de la vaca), el coraz¨®n o incluso la sangre, que deshidratada recibe el nombre de sangrecita.
Mediante la promoci¨®n de estos alimentos ricos en hierro, el programa Anemia no de Acci¨®n Contra el Hambre, que recientemente fue reconocido con el premio a la mejor iniciativa en promoci¨®n por la salud de la Fundaci¨®n Mapfre, ha contribuido a que se reduzcan notablemente los niveles de esta condici¨®n de los ni?os de las 19 comunidades del departamento de Ayacucho (en el sur andino de Per¨²) en las que intervino.
Per¨² tiene una tasa de anemia en ni?os de entre seis y 36 meses de edad del 43,5% y el ¨ªndice supera el 50% en las zonas rurales y de mayor pobreza
Per¨² tiene una tasa de anemia en ni?os de entre seis y 36 meses de edad del 43,5% y el ¨ªndice es todav¨ªa en zonas rurales (51,1%) y de mayor pobreza (50,4%), seg¨²n datos oficiales. En zonas andinas, como Huamanguilla ¡ªdonde se encuentra Yanapampa¡ª y los otros tres distritos de la regi¨®n de Ayacucho donde se llev¨® a cabo el proyecto es a¨²n mayor debido a una dieta poco variada y baja en alimentos de origen animal (la mayor fuente de hierro), a base principalmente de patata, legumbres, trigo, ma¨ªz y verduras, y una serie de malos h¨¢bitos alimenticios e higi¨¦nicos.
Esto repercute en el desarrollo de los ni?os, pues los bajos niveles de hemoglobina en la sangre (la causa directa de la anemia) hace que sean propensos a enfermarse, poco activos, menos inteligentes y con dificultades para concentrarse y retener conocimientos en la escuela.
La promoci¨®n del charqui de sangrecita y de v¨ªsceras en coordinaci¨®n con otros programas que fomentan h¨¢bitos como el lavado de manos, la estimulaci¨®n temprana o cocinas m¨¢s saludables (sin animales de corral, con extractores de humo¡) han logrado reducir en Huamanguilla de un 74,3% a un 62,1% el ¨ªndice e anemia. ¡°Pero tenemos informaci¨®n m¨¢s precisa de que hay familias que han desarrollado esta pr¨¢ctica, han recibido informaci¨®n de este tipo, y en ellas es un poco m¨¢s notoria la disminuci¨®n¡±, asegura Henry Torres, coordinador del proyecto.
En Yanapampa, en concreto, que es un peque?o grupo de casas, ¡°cuando llegamos hab¨ªa cinco o seis ni?os con anemia y al final del proyecto, lo hemos dejado con dos, que son anemias leves¡±, especifica Lourdes Calla?aupa, una enfermera que fue responsable de comunicaci¨®n del programa.
Aunque la primera vez que los padres de las zonas andinas oyen hablar de anemia no entienden de qu¨¦ se trata, pues no tiene unos s¨ªntomas claramente identificables, Maruja ha percibido en sus seis hijos la diferencia que ha supuesto la mejora en la dieta y en las pr¨¢cticas de higiene para los m¨¢s peque?os, beneficiados por programas como el de Acci¨®n Contra el Hambre.
¡°En la escuela mi hija mayor y el otro var¨®n no captaban bien. Los chiquitos son m¨¢s h¨¢biles. Ahora han mejorado todos¡±, dice con orgullo. ¡°Este¡±, afirma se?alando a Roy, el m¨¢s peque?o, ¡°hab¨ªa nacido con menos de 2,5 kilos y era an¨¦mico cuando aparecieron las Chispitas (unas dosis diarias de micronutrientes repartidas en zonas pobres por los servicios de salud peruano) y la sangrecita¡±. El peque?o, de cinco a?os, se ve saludable, vivaz y lleno de energ¨ªa, no para de jugar con sus hermanos.
La t¨¦cnica de charqui de v¨ªsceras de sangre, que se practicaba en tiempos prehisp¨¢nicos, se hab¨ªa perdido y las familias s¨®lo consum¨ªan algunas de ellas frescas
¡°El otro d¨ªa estuve viendo un desfile escolar y me dej¨® muy feliz porque vi que los ni?os son m¨¢s h¨¢biles y cada vez est¨¢n terminando la educaci¨®n primaria m¨¢s chiquitos¡±, comenta Victoria C¨¢rdenas. Antes, en Yanapampa, ¡°los ni?os terminaban primaria con 15 o 16 a?os y ya no estudiaban secundaria porque ten¨ªan verg¨¹enza, mientras que ahora con 12 a?os ya acaban¡±, a?ade.
¡°Nosotras, a pesar de ser adultas, como no hemos sido bien alimentadas de ni?as, somos propensas y nos ponemos constantemente enfermos¡±, dice la mujer, de 45 a?os, mientras prepara charqui con la sangrecita de una gallina que acaba de sacrificar. La hierve en agua hasta que se forman grumos y se solidifican. Luego los pone en un plato, les echa sal, los tapa con una tela para protegerla de los mosquitos y deja el plato al sol sobre el techo met¨¢lico de un peque?o cobertizo que tiene entre la casa y el huerto para que se seque.
Los cinco hijos de Victoria son ya mayores (la menor tiene 13), pero ella se apunt¨® al proyecto de Anemia no para mejorar la alimentaci¨®n de sus nietos. ¡°Yo veo bastante cambio en mi nieta. Desde que le doy sangrecita, que tiene bastante hierro, ella est¨¢ mejor. No conoce la anemia¡±. La ni?a, de dos a?os, come con avidez el charqui de h¨ªgado de cordero que le ha preparado su abuela, mientras ¨¦sta la mira con una sonrisa de oreja a oreja. ¡°Es bien inteligente. Con dos a?os ya distingue los colores, sabe contar hasta cinco¡¡±. Le muestra un vaso rojo y le pregunta: ¡°?Este qu¨¦ color es, mam¨¢?¡±. ¡°Dojo¡±, le responde. Los ni?os de antes, recuerda, con dos a?os no pod¨ªan casi ni ponerse de pie, ni hablar bien.
¡°Aliment¨¢ndolos as¨ª estoy segura de que m¨¢s adelante todos van a alcanzar una profesi¨®n, van a estar m¨¢s sanos y m¨¢s alegres¡±, sostiene. Los que todav¨ªa no est¨¢n bien alimentados, lamenta, ¡°cuando van a la escuela, est¨¢n tristes, somnolientos, la profesora est¨¢ hablando y no est¨¢n atendiendo¡±.
En vez de llegar a Huamanguilla y los otros distritos ayacuchanos a imponer soluciones ideadas desde fuera, incluso aunque puedan haber tenido un buen resultado en otros lugares pero que son dif¨ªciles de sostener en el tiempo una vez terminada la intervenci¨®n, Acci¨®n Contra el Hambre se propuso buscar remedios junto con la poblaci¨®n local. Al sentirlos esta como propios, es m¨¢s f¨¢cil que los interioricen y que los mantengan una vez que se termina el proyecto de cooperaci¨®n.
¡°Incorporamos un componente cultural a este proyecto de manera m¨¢s fuerte¡±, explica Torres. ¡°Desarrollamos un trabajo con las familias en lo cultural para ver qu¨¦ elementos pod¨ªan mejorar los niveles de hemoglobina y, por ende, de anemia. Hubo personas viviendo con las familias y descubrieron que hab¨ªa un grupo de mujeres que ten¨ªa esta forma de deshidratar, no s¨®lo la carne, sino las v¨ªsceras y la sangrecita¡±.
El programa Anemia no ha ense?ado a las mujeres a moler el charqui de sangrecita para hacer una harina con la que pueden hacer varias recetas, incluso postres
¡°Era un conocimiento ancestral, pero la mayor¨ªa lo perdi¨®¡±, relata. ¡°Puede ser por la introducci¨®n de nuevos patrones alimentarios, o porque no ve¨ªan tanto la utilidad¡±. La ¨²nica diferencia respecto a la elaboraci¨®n del charqui de carne es el tiempo de secado y la limpieza de las v¨ªsceras antes de darles un hervor.
Este enfoque cultural le ha permitido al charqui de sangrecita superar algunos de los problemas que tienen las Chispitas que reparte el gobierno en sobres con dosis diarias. Estos micronutrientes en forma de polvo tiene un sabor fuerte que provoca el rechazo de algunos ni?os y algunos efectos secundarios, como diarreas, n¨¢useas o estre?imiento. Adem¨¢s, algunas madres no tienen claro c¨®mo deben incorporarlos a la comida.
Calla?aupa recuerda que al principio algunos ni?os rechazaban el charqui por su textura y color. Pero en colaboraci¨®n con las propias madres locales, Acci¨®n Contra el Hambre encontr¨® la forma de molerlo y convertirlo en una harina fina que se puede a?adir a cualquier alimento y elabor¨® una serie de variadas recetas adaptadas a los gustos aut¨®ctonos. ¡°Ahora se pueden hacer preparaciones tanto en los segundos platos como en los postres y el ni?o no se da cuenta de que est¨¢ comiendo la sangrecita¡±, indica la enfermera.
¡°Es un polvo muy fino y se agrega a los pur¨¦s, a las sopas o a las papillas¡±, indica Torres, por lo que incluso se lo pueden dar a los beb¨¦s a partir de los seis meses, antes de que les salgan los dientes.
Maruja Orej¨®n le pone harina de sangrecita a sus ni?os todas las ma?anas en el desayuno. Si no lo a?ade a la avena, prepara con la licuadora un batido al que se la agrega. Pero su receta especial es la mazamorra de calabaza, un postre tradicional peruano a base de leche, canela y az¨²car, con la sangrecita.
Marlene Yaranga, otra vecina de Yanapampa, utiliza por ejemplo el charqui de bofe para hacer uno de los platos m¨¢s t¨ªpicos de la zona, la chanfainita. Con ajo, pimiento, cebolla, piment¨®n, cacahuete molido, or¨¦gano, patata y zanahoria, elabora un consistente plato que su sobrina Damaris, de seis a?os, devora con fruici¨®n. Cuando acaba, su hermana Betsab¨¦ se lo da a su beb¨¦ de a?o y medio.
¡°Nosotros s¨®lo com¨ªamos fresco. Ahora ya constantemente les damos a nuestros hijos y sabemos que tiene mucho hierro¡±, se?ala Betsab¨¦, que le da charqui tanto de carne como de v¨ªsceras a sus ni?as de tres a cuatro veces por semana.
¡°Normalmente a los ni?os les d¨¢bamos quinua, arveja, haba, trigo, papa¡ que sembramos aqu¨ª. De vez en cuando compr¨¢bamos carnecita, pero poca. La sangre se tiraba¡±, recuerda Betsab¨¦.
Gracias al programa ¡°ha mejorado bastante la alimentaci¨®n¡±, celebra la mujer. ¡°Ahora ya constantemente les damos charqui de v¨ªsceras a nuestros hijos y sabemos que tiene mucho hierro. A veces compro el mercado el charqui y poco a poco lo cocino para mis hijos, tres o cuatro veces a la semana. Si est¨¢n frescas (las v¨ªsceras y la sangre) no se puede, porque empieza a oler feo, pero el charqui se conserva m¨¢s tiempo¡±.
Mujeres como Maruja, Victoria, Marlene y Betsab¨¦ se han convertido en mam¨¢s-l¨ªder del programa. Y aunque la ONG ya no est¨¢ presente en el lugar, ellas se coordinan con el centro de salud de la zona para ir a ense?ar a mujeres de otras localidades, e incluso de otros distritos, a utilizar el charqui para alimentar mejor a sus peque?os.
¡°Cuando he ido a hablar con otras madres, se sorprend¨ªan porque antes todas tiraban la sangre¡±, explica Victoria. ¡°Ahora casi ya no tenemos anemia aqu¨ª. Nos organizamos y cuando est¨¢ un ni?o con anemia vamos a visitarle y decirle a la familia c¨®mo puede hacer¡±, a?ade Betsab¨¦.
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