El vuelo que hizo famoso a John Glenn
El legendario astronauta, fallecido ayer, fue el primer americano en efectuar un vuelo orbital
Con John Glenn desaparece el ¨²ltimo representante de una leyenda: los siete astronautas del programa Mercury que a principios de los 60 fueron protagonistas de los inicios de la carrera espacial.
Glenn fue el primer americano en efectuar un vuelo orbital. Antes que ¨¦l, otros dos americanos ¨CAlan Shepard y Virgil Grissom- hab¨ªan salido al espacio pero en trayectos suborbitales. Tan s¨®lo un ¡°salto de pulga¡± que los hab¨ªa llevado a menos de 200 kil¨®metros de altura para volver a caer al mar apenas quince minutos despu¨¦s del despegue. Grissom ser¨ªa uno de los tres astronautas fallecidos en el incendio del Apollo 1; Shepard, en cambio, fue el ¨²nico de los siete astronautas Mercury que llegar¨ªa a caminar por la Luna.
Glenn vol¨® en febrero de 1962. Otros dos astronautas rusos hab¨ªan estado ya en el espacio: Yuri Gagarin, que diez meses antes hab¨ªa dado una vuelta a la Tierra, y Gherman Titov, quien en agosto de 1961 hab¨ªa volado durante un d¨ªa completo. En esas condiciones, para el prestigio de la NASA era imprescindible que la misi¨®n de Glenn tuviese ¨¦xito.
Pero el vuelo se retras¨® y se retras¨®. Unas veces por causas meteorol¨®gicas, otras por peque?os fallos en el lanzador. Glenn pas¨® incontables horas encerrado en su c¨¢psula, esperando la se?al de partida s¨®lo para ver la misi¨®n anulada en el ¨²ltimo minuto. Era la ¨¦poca en que los lanzamientos se controlaban casi manualmente, sin apenas apoyo de ordenadores y los problemas de toda ¨ªndole eran cosa corriente.
Glenn pas¨® incontables horas encerrado en su c¨¢psula, esperando la se?al de partida s¨®lo para ver la misi¨®n anulada en el ¨²ltimo minuto
Shepard y Grissom hab¨ªan volado a bordo de un cohete?Redstone, copia mejorada de la V-2 alemana. Glenn lo har¨ªa a bordo de un Atlas, un cohete originalmente dise?ado para llevar una cabeza nuclear al otro lado del mundo. El Atlas era como una lata de refresco; su pared era tan delgada que por s¨ª sola no pod¨ªa resistir su propio peso. Era el hecho de estar lleno de combustible lo que le confer¨ªa rigidez.
En la punta del cohete se hab¨ªa acomodado la c¨¢psula Mercury, un veh¨ªculo en forma de campana que no llegada a tener dos metros de di¨¢metro. En su interior el astronauta iba embutido, casi como una pieza m¨¢s del equipo. Aunque se soltase el arn¨¦s de sujeci¨®n, no pod¨ªa flotar en ingravidez: Sencillamente, no ten¨ªa espacio para ello.
La escafandra ¨Cuna variante de las que se utilizaban en el avi¨®n cohete X-15- tampoco ayudaba al confort. Las perneras estaban dise?adas con la forma de un hombre sentado, de forma que para caminar hab¨ªa que forzarlas en posici¨®n m¨¢s o menos erecta. El interior de la c¨¢psula era un espacio tan claustrof¨®bico, que en las mangas del traje de vuelo, Glenn levaba instalados unos espejos que le permitieran ver los instrumentos que ten¨ªa a su espalda.
Durante su vuelo, la principal tarea de Glenn era verificar el sistema de orientaci¨®n de su nave. S¨®lo orientaci¨®n: Izquierda-derecha, arriba-abajo. Las Mercury no llevaban motores que les permitieran cambiar de ¨®rbita. Eso quedar¨ªa para sus sucesoras, las Gemini, que ayudar¨ªan a perfeccionar las t¨¦cnicas de encuentro en ¨®rbita.
El regreso a la Tierra
Para regresar a Tierra, las c¨¢psulas Mercury llevaban adosado un paquete con tres retrocohetes de p¨®lvora. Iba instalado sobre el escudo t¨¦rmico que deber¨ªa protegerla del calor de la reentrada y deb¨ªa descartarse una vez utilizado.
Pero incluso durante un vuelo tan corto como el de Glenn (s¨®lo tres ¨®rbitas en menos de cinco horas) no iban a faltar los sobresaltos. Durante la segunda ¨®rbita en las consolas de mando en Cabo Kennedy (el centro de Houston todav¨ªa no exist¨ªa) se encendi¨® una luz indicadora de que la bolsa de flotaci¨®n situada justo detr¨¢s del el escudo t¨¦rmico se hab¨ªa desplegado. Esto s¨®lo deb¨ªa ocurrir al caer en el oc¨¦ano, pero no en pleno vuelo. De hecho, si aquel aviso era real, pod¨ªa suponer la incineraci¨®n de c¨¢psula y tripulante durante la reentrada.
Cab¨ªa la posibilidad de que la se?al fuera err¨®nea pero, por si acaso, se decidi¨® mantener el paquete de retrofrenado sujeto a la c¨¢psula incluso despu¨¦s de disparar los motores. SI el escudo realmente estaba suelto, los tres tirantes met¨¢licos que sujetaban el grupo de motores servir¨ªan tambi¨¦n para aguantar, de alguna forma, el escudo en posici¨®n correcta. Al menos hasta que la fricci¨®n de la reentrada los quemase. Y, eso, confiando en que los tres cohetes se consumir¨ªan del todo para que el combustible remanente no hiciese explosi¨®n con el calor de la reentrada, da?ando el propio escudo.
Durante la maniobra, a Glenn s¨®lo se le instruy¨® para no descartar el paquete de retrofrenado pero sin decirle la verdadera raz¨®n. Aunque la transcripci¨®n de las conversaciones muestran su preocupaci¨®n por una orden tan sorprendente (y cuyo significado, por supuesto, intuy¨®) Al final, la se?al de alerta fue s¨®lo una falta alarma. La reentrada tuvo lugar sin m¨¢s incidentes pero la trayectoria qued¨® corta y la c¨¢psula fue a caer sesenta kil¨®metros antes de donde estaba estacionado el portaaviones de recuperaci¨®n. Glenn fue recogido por un destructor de apoyo.
Rafael Clemente es ingeniero industrial y fue el fundador y primer director del Museu de la Ci¨¨ncia de Barcelona (actual CosmoCaixa).
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