La aldea de Colombia donde se sienten africanos
Los 3.000 habitantes de San Basilio de Palenque son descendientes de esclavos que crearon el primer pueblo 'libre' de Latinoam¨¦rica
A 50 kil¨®metros de Cartagena de Indias, la que en tiempos de Col¨®n se convirti¨® en el principal puerto de esclavos del Nuevo Mundo, una peque?a aldea de apenas 3.000 habitantes quiere ser africana.
Hace 300 a?os un grupo de esclavos cimarrones logr¨® escapar del yugo espa?ol y fundar en medio de la nada San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de Am¨¦rica. El primero negro, tambi¨¦n. Hoy sus descendientes no conocen ?frica, pero sienten suyo ese otro continente. Por eso, no es raro que la cara de Nelson Mandela adorne la pared de la escuela, que en sus m¨®viles suene Soukous, un tipo de m¨²sica tradicional africana, o que sus mujeres acudan a arreglarse las trenzas al sal¨®n de belleza La Reina del Kongo.
La reivindicaci¨®n de sus ra¨ªces africanas no es solo algo anecd¨®tico, constituye su raz¨®n de ser. Desde que en el a?o 2005 la Unesco les declar¨® Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad, el pueblo se ha volcado en la recuperaci¨®n de su memoria negra.
Una mezcla de espa?ol y lenguas africanas
Cuando en el siglo XVI, los barcos espa?oles trajeron hasta Cartagena a decenas de esclavos africanos, estos tuvieron que inventar la forma de comunicarse. Cada uno proced¨ªa de una regi¨®n, de una etnia, por eso crearon un lenguaje com¨²n. Esta especie de esperanto colonial se llam¨® palenquero. Hoy se cree que es una mezcla entre portugu¨¦s, castellano y varias lenguas bant¨², con origen en ?frica Central y Meridional.
A pesar de estar prohibido, el palenquero logr¨® sobrevivir al imperialismo blanco, pero sucumbi¨® despu¨¦s al paso del tiempo. ¡°Los j¨®venes no quer¨ªan usarlo. Les daba verg¨¹enza, cre¨ªan que era un espa?ol mal hablado¡±, explica Bernardino P¨¦rez, maestro de lenguaje en la escuela de Palenque. En 2005 consiguieron revivirlo. Fue dif¨ªcil, solo lo recordaban los m¨¢s mayores. Desde entonces se orden¨® que todos los carteles de la aldea se escribieran en palenquero y las paredes de la escuela se llenaron de frases en su lengua natal. Palabras como ngombe (ganado), mon¨¢ (ni?o, ni?a), Palenge (Palenque) o Gongoroko Kubo (te quiero) resucitaron en los muros.
¡°Actualmente damos tres horas diarias de clase en palenquero y hemos traducido poco a poco varios libros de texto. Hoy todos nos sentimos orgullosos de nuestra lengua¡±, cuenta este maestro, cuya lucha por conservar las ra¨ªces llega al terreno personal. Lo hace a trav¨¦s del nombre de sus hijos: Nakata, Achanti, Nganga y Ndefi. Todos son nombres africanos.
S¨ªmbolo de libertad
No es f¨¢cil llegar a San Basilio de Palenque. Hay que tomar un autob¨²s en Cartagena en direcci¨®n al municipio de Mahates, hasta un punto impreciso de la carretera cuando el conductor te indica que debes bajar. No hay carteles, ni apeaderos. Nada indica la direcci¨®n salvo un grupo de j¨®venes en moto apeados junto al camino. Son ellos los que se encargan de llevar a los visitantes a trav¨¦s de los campos de yuca hasta un claro donde, por fin, aparece.
A este mismo lugar aislado lleg¨® en 1713 Benkos Bioho, el esclavo que lider¨® la revoluci¨®n contra los espa?oles y fund¨® el primer pueblo de hombres libres. En realidad, no est¨¢ del todo claro que sea el primero. De hecho se disputa ese puesto con San Lorenzo de los Negros (M¨¦xico), fundado por otro esclavo africano, Garspar Nyanga. Eso s¨ª, los palenqueros nunca lo reconocer¨¢n.
Aunque son libres, un 76% de los palenqueros vive hoy 'esclavo' de la pobreza, seg¨²n Naciones Unidas
Hoy el torso desnudo de Benkos Bioho alza sus brazos pidiendo libertad en la escultura que preside la plaza del pueblo. Aun tiene los grilletes rotos en sus mu?ecas. Junto a la estatua, est¨¢ la Iglesia dedicada a San Basilio. Es el ¨²nico blanco que vive en Palenque.
Alrededor de esta plaza donde bulle la vida, sobre todo nocturna, del pueblo se extiende el resto de las calles. La mayor¨ªa son caminos sin asfaltar, llenos de huecos, intransitables. Las casas no tienen mejor aspecto. Casi todas a medio hacer, con el ladrillo en bruto y la pintura vieja. Parecer¨ªa una aldea? abandonada si no fuera por la vida de sus habitantes, por su m¨²sica y sus partidas de domin¨® al fresco. Siempre est¨¢n fuera, ya sea charlando, bebiendo, cantando. No hay mucho m¨¢s que hacer. La principal actividad econ¨®mica siempre ha sido el campo y ahora, despu¨¦s de tres a?os de sequ¨ªa, lo ¨²nico que les da son decepciones. Es curioso, un 76% de los palenqueros vive hoy esclavo de la pobreza, lo dice Naciones Unidas.
Son las mujeres las que sostienen la econom¨ªa local a trav¨¦s del comercio de cocadas: dulces tradicionales, una especie de pasta hecha de az¨²car y ajonjol¨ª. Las preparan en los patios de sus casas para venderlas despu¨¦s en Cartagena y alrededores. Se marchan un mes al a?o, a veces dos. Durante ese tiempo recorren los pueblos ofreciendo sus dulces mientras los aguantan sobre sus cabezas en grandes palanganas. ¡°A m¨ª me gusta. As¨ª trabajo a mi manera, nadie me manda¡±, cuenta Andrea Cimarra, mientras amasa con esfuerzo esta pasta pegajosa. Otras, al contrario, est¨¢n cansadas de hacer kil¨®metros. ¡°Las mujeres tenemos que poder acceder a otro tipo de trabajos, queremos igualdad¡±, dice Flora Hern¨¢ndez, quien est¨¢ convencida de que los altos ¨ªndices de drogadicci¨®n y embarazos adolescentes entre los j¨®venes de la aldea es consecuencia de que sus mam¨¢s est¨¢n lejos.
La mejor herencia de ?frica
Si hay un nexo que vincula a San Basilio de Palenque con sus hermanos africanos es la m¨²sica. ¡°El tambor es lo mejor que nos dejaron los africanos¡±, dice Lionel Torres. Tiene 64 a?os y es uno de los m¨²sicos palenqueros de referencia. Lo suyo es el alegre, un tipo de tambor tradicional. Mide 70 cent¨ªmetros y tiene forma de cono truncado. Le gusta su sonido porque es una expresi¨®n, dice, ¡°de libertad¡±. Otra vez la libertad. ¡°Empec¨¦ a cantar y tocar de ni?o en la calle, la gente me dec¨ªa que iba a ser un artista grande¡±. Desde el a?o 85 Lionel toca en el grupo Son Palenque, con letras exclusivamente en palenquero. ¡°Mini mini mini kuyo ikele kasa kubo¡±, recita. Quiere decir: ¡°Ven, ven, ven que quiero casarme contigo¡±. Es el estribillo de su canci¨®n favorita.
Palenque tiene hoy cuatro escuelas de danza y percusi¨®n con 150 alumnos. Durante todo el a?o estudian mapal¨¦, bullerengue, son palenquero y champeta ¡ªbailes y m¨²sicas tradicionales de la poblaciones afrocolombianas¡ª y se preparan para la gran cita de octubre: el Festival de Tambores y Expresiones Culturales de Palenque. Un evento con repercusi¨®n nacional al que cada a?o invitan a artistas y agrupaciones africanos. ¡°Todo pueblo debe conservar su historia y cultura. As¨ª ser¨¢n ellos quienes cuenten su propia historia, antes de que lo cuenten otros¡±, insiste Rodolfo Palomino, presidente de la asociaci¨®n cultural Kucha Suto (Esc¨²chanos a nosotros).
Es cuesti¨®n de identidad pero, no nos enga?emos, tambi¨¦n de supervivencia. Al final, la cultura, la tradici¨®n, la particularidad de su lengua, de su m¨²sica y gastronom¨ªa son los ¨²nicos motivos por lo que a d¨ªa de hoy los turistas (a¨²n pocos) se desv¨ªan de Cartagena de Indias para conocerles y, con ello, alivian la d¨¦bil econom¨ªa local. Los palenqueros aman a ?frica porque ?frica tambi¨¦n les conviene.
El reto ahora es implicar a los j¨®venes. El compromiso con sus ra¨ªces debe pasar a la generaci¨®n siguiente. Por eso no les ha quedado otra que actualizar el lenguaje inventando t¨¦rminos como bejuco (m¨®vil), chapuela (lavadora) o guarum¨¢ (extranjero). Palabras nuevas para realidades que antes, en ¨¦poca de esclavos, no exist¨ªan. ¡°Mucha modernidad es esa¡±, critican los m¨¢s ancianos mientras juegan al fresco la partida de domin¨®. Los ¨²ltimos representantes de la memoria viva de Palenque no lo ocultan. Eso de los guarum¨¢ no les gusta un pelo.
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