C¨®mo estamos matando la infancia de nuestros hijos
Ni?os y ni?as que lo han visto y hecho todo, a los que nada sorprende e interesa, porque todo lo tienen a un clic
?Hemos matado la infancia? Vaya, que pregunta m¨¢s exagerada. ?Si est¨¢n m¨¢s que vivos esos ni?os! Les aburren las mu?ecas y no se conforman con el tradicional pilla, pilla. M¨ªrales qu¨¦ despejados, qu¨¦ avanzados y ¡°maduros¡± van, vestidos sexys, con esas poses sensuales, con tacones, peinados degradados, sujetadores acolchados e iPhone 6 en las manos. ?Qu¨¦ gracia nos hacen! ?Qu¨¦ monos son!
Si no la hemos matado, ?entonces d¨®nde est¨¢? Acortada, sin duda, resiste de un hilo a ese espantoso maremoto. Ni?os y ni?as que lo han visto y hecho todo, a los que nada sorprende e interesa, porque todo lo tienen a un clic y al instante, antes de desearlo. Desde los dos a?os, dejados a s¨ª mismos navegando en sus cunas, sus delicados deditos encontraron im¨¢genes da?inas que quedaron para siempre grabadas en sus mentes inocentes. Con cuatro a?os, bailaron el festival de fin de curso moviendo la cadera y ense?ando el ombligo como Jazm¨ªn de la Disneylandia que de tanta garant¨ªa que da, acaba adormeciendo como por arte de magia a la conciencia del padre que aplaude y graba el sensual baile, para el recuerdo de una infancia despejada. Con seis a?os celebr¨® el Halloween vestida de Monster High y el Carnaval vestida de sensual enfermera. Ni?os atra¨ªdos por el fe¨ªsmo y erotizados por pantallas sin otros filtros que los de su irresistible perfil Instagram. Ni?os c¨ªnicos que han disparado y matado cientos de miles de veces por videojuego, y que han perdido la sensibilidad y la capacidad de interpretar una mirada y de tratar a otros con delicadeza. Ni?os sin asombro, que se han quedado ciegos ante la belleza de la realidad, incapacitados para sintonizar con ella. Ni?os esclavizados por modas y c¨¢nones de belleza que los convierten en escaparates o en carne de ca?¨®n de la anorexia y de una erosionada autoestima. Ni?os con la mochila escolar bien pesada y con la agenda tan llena como la de un peque?o ejecutivo estresado. Ni?os que nunca han tenido tiempo para hacer ondas con piedras en el agua, o para provocar un caos log¨ªstico en una ruta de hormigas, pero que saben m¨¢s de pornograf¨ªa que los j¨®venes de anta?o que compraban a escondidas y tras muchos obst¨¢culos alguna que otra revista. Y que nos vengan diciendo esos simp¨¢ticos moderados, que no es para tanto y que el consumo en papel o en wifi es lo mismo. Sin comentario.
No es casualidad que los endocrin¨®logos advierten de una tendencia a la pubertad precoz, esa reducci¨®n de la infancia, que favorece un alargo de la adolescencia. Curioso que tengamos tanta prisa los padres por hacerles aterrizar cuanto antes en una etapa que tanto nos aterroriza. Curioso tambi¨¦n que las fronteras generacionales sean cada vez m¨¢s borrosas a lo largo de la vida, no solo en la infancia. Carolina Herrera dec¨ªa hace poco que no hay nada que envejece m¨¢s a una mujer que vestirse de joven. Y lo dice porque es actual. Qu¨¦ l¨¢stima que pocos asumen la tercera edad como lo que es, algo bello y natural.
Todas las etapas de la vida son hermosas en s¨ª, no lo son solo en relaci¨®n con otras. ?Cu¨¢ndo entenderemos que el ni?o NO es un peque?o adulto inacabado? Es un ser, ciertamente en construcci¨®n, pero un ser en s¨ª, con dignidad completa, no parcial. Porque la dignidad no depende de la capacidad intelectual, ni de la edad, ni de si uno ¡°se porta bien¡±, o de la capacidad para reivindicarla. La dignidad es un hecho previo a la capacidad de pensar y de reflexionar sobre ella porque est¨¢ ¨ªntimamente ligada a nuestra existencia. Tenemos dignidad por el mero hecho de existir, aunque nuestro modo de ser guste o no a las redes, a las modas o a los est¨¢ndares de turno. Unos est¨¢ndares cada vez m¨¢s utilitaristas o descerebrados, cuando pretenden que nos dise?amos a nosotros mismos en contra de las leyes de la naturaleza. Sin mala fe, quiz¨¢s por un desordenado y a veces inmaduro af¨¢n de ¡°estar en la onda¡±, por miedo de ser tachados de ¡°puritano¡±, o por confundir ignorancia con inocencia, hemos olvidado lo que es la fr¨¢gil y maravillosa etapa de la infancia. No, no hemos matado la infancia. Cada d¨ªa, sin darnos cuenta de ello, estamos aniquil¨¢ndola. Y es tiempo que todo eso deje de hacer gracia y que empecemos a poner remedio a esa impune masacre.
Catherine L¡¯Ecuyer?es investigadora y divulgadora de temas relativos a la educaci¨®n y autora de Educar en el asombro y de Educar en la realidad.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.