Si las mujeres no nos unimos, perderemos la lucha por la igualdad
Entrevista a Carmen Beramendi, ex secretaria nacional de pol¨ªticas para las mujeres de Uruguay
Entrevista a Carmen Beramendi, una de las m¨¢s destacadas feministas uruguayas. Ha sido presa pol¨ªtica durante la dictadura militar y, luego del regreso a la democracia, se transform¨® en la primera mujer diputada de su pa¨ªs. Fue secretaria nacional de pol¨ªtica para las mujeres del primer gobierno de Tabar¨¦ V¨¢zquez. Actualmente, es directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, en Uruguay.
?Qui¨¦n es Carmen Beramendi?
Me defino como una luchadora, que desde muy peque?a ha trabajado desde varias trincheras por la igualdad y la justicia social. Vengo de una familia de clase media. Mi padre era una persona muy honrada y mi madre era una mujer cristiana, de ese cristianismo que hoy casi se ve en desuso, solidaria y generosa. Mi padre era m¨¦dico veterinario. Mi madre hab¨ªa estudiado el profesorado de ingl¨¦s, pero mi padre no la dej¨® terminar la carrera porque cre¨ªa que ella deb¨ªa dedicarse a las cuestiones dom¨¦sticas. Soy hija, como muchas mujeres, de una madre con muchos deseos silenciados. Eso marc¨® mucho mi vida tempranamente.
Me siento una mujer rebelde en t¨¦rminos existenciales. Rebelde contra la hipocres¨ªa y el doble discurso. Esto encontr¨® expresi¨®n en mi participaci¨®n pol¨ªtica. Primero, como militante estudiantil en la facultad de medicina de la Universidad de la Rep¨²blica. Fue all¨ª que viv¨ª las primeras experiencias como activista, pero tambi¨¦n las primeras formas de discriminaci¨®n. Experiencias que al principio naturalizaba y no interpretaba como mecanismos de discriminaci¨®n de g¨¦nero, pero que con el tiempo fui comprendiendo, oponi¨¦ndome vigorosa y vitalmente contra ellas.
Entr¨¦ a la facultad de medicina con 17 a?os y ya en el primer a?o me transform¨¦ en dirigente de uno de los grupos estudiantiles m¨¢s radicalizados. Era 1968, un a?o explosivo en el mundo. Tambi¨¦n en Uruguay.
Pronto comenc¨¦ a militar en el Movimiento de Liberaci¨®n Nacional ¨C Tupamaros. Pensaba que ese era el camino que acortaba la conquista del poder y la revoluci¨®n. Como tantos otros, fui presa. Estuve siete a?os en la c¨¢rcel. Mi compa?ero estuvo trece. Yo estaba comenzando el 4? a?o de la facultad y acababa de ganar un concurso como docente de bioqu¨ªmica. El 3 de octubre de 1972, unos meses antes del inicio de la dictadura, ca¨ª presa. Ten¨ªa 22 a?os reci¨¦n cumplidos¡ y una hija de ocho meses.
Estuve los tres primeros a?os en la c¨¢rcel con mi hija, en un pabell¨®n con 30 mujeres que tambi¨¦n estaban acompa?adas con sus ni?os y ni?as. Creo que all¨ª tuve el proceso de aprendizaje pol¨ªtico m¨¢s importante de mi vida. Un aprendizaje que me acompa?a hasta hoy: nunca m¨¢s por los dem¨¢s; todo y siempre con los dem¨¢s. Soy muy autocr¨ªtica con esa perspectiva vanguardista e iluminada de lo que deb¨ªa ser la lucha de los pueblos. Con los dem¨¢s todo, sin los dem¨¢s, nada.
Sal¨ª de la c¨¢rcel convencida de que la alternativa en el Uruguay era el Frente Amplio y que lo que yo deb¨ªa era trabajar para que la gente se organizara y luchara por sus derechos.
Trat¨¦ de volver a la universidad, pero no me dejaron, entonces estudi¨¦ psicomotricidad.
Me gradu¨¦ pero ten¨ªa que trabajar para sustentarme. Viv¨ªa sola con mi hija y, aunque trabajaba en una gran corporaci¨®n como empresa l¨¢ctea Conaprole, no llegaba a pagar mis cuentas. Los fines de semana animaba cumplea?os infantiles. Ten¨ªamos una peque?a empresa que se llamaba Arco Iris: tocaba la guitarra, hac¨ªa t¨ªteres, cantaba.
Un d¨ªa vi un llamado a concurso del Ministerio de Pesca. Me present¨¦. ?ramos tres mujeres y 30 varones. Quedamos dos mujeres y, finalmente, lo gan¨¦ yo. Te confieso que desde esa ocasi¨®n pienso que si en la pol¨ªtica hubiera concursos, ser¨ªamos muchas m¨¢s mujeres. Ingres¨¦ as¨ª a la industria de la pesca como jefa de control de calidad. All¨ª empec¨¦ a formarme como dirigente sindical, aunque s¨®lo pod¨ªamos hacerlo de manera semiclandestina. Todav¨ªa est¨¢bamos en dictadura y se persegu¨ªa y amenazaba a los dirigentes gremiales. No fue f¨¢cil volverme dirigente sindical en un medio dominado por varones y en el marco de una dictadura. Fue duro, muy duro.
Ya en democracia, y como presidenta del sindicato de pesca, me toc¨® participar del Consejo de Salarios. Eran 38 grupos de todos los sectores y s¨®lo dos representantes ¨¦ramos mujeres.
Ingres¨¦ al Partido Comunista, que era parte del Frente Amplio. En 1989 fui candidata a diputada nacional y, siendo electa, ejerc¨ª el mandato entre 1990 y 1995. Fui la primera diputada de izquierda electa en el per¨ªodo democr¨¢tico. El primer gobierno democr¨¢tico despu¨¦s de la dictadura, entre 1985 y 1990, no hubo ninguna mujer en el Parlamento, ni de izquierda ni de derecha. Terminaba la dictadura, las mujeres hab¨ªamos luchado, como en toda Am¨¦rica Latina, pero, en lo que parec¨ªa ser el pa¨ªs m¨¢s igualitario de la regi¨®n, ninguna mujer lleg¨® al parlamento hasta 5 a?os despu¨¦s de instituida la democracia. Fue en ese momento que me volv¨ª feminista, casi sin darme cuenta.
Termin¨¦ el mandato de diputada y me dediqu¨¦ a diversas tareas de asesoramiento program¨¢tico en el Frente Amplio. Volv¨ª a la militancia social, ahora s¨ª, fundamentalmente, en el movimiento de mujeres.
?C¨®mo fue tu experiencia al frente de las pol¨ªticas para las mujeres durante el primer gobierno de Tabar¨¦ V¨¢zquez?
Antes del primer gobierno del Frente Amplio, en Uruguay, exist¨ªa el Instituto de la Familia y la Mujer. Para nosotros, la propia denominaci¨®n nos resultaba inconveniente. Obviamente, cre¨ªamos que la familia deber¨ªa ser un tema tanto de hombres como de mujeres. ?Por qu¨¦ asociarlo s¨®lo a las mujeres? Desde hac¨ªa algunos a?os, el movimiento de mujeres uruguayo, con un n¨²cleo muy importante del movimiento feminista, hab¨ªa generado y colocado en la agenda p¨²blica la necesidad de que existieran herramientas legales e institucionales que fomentaran las pol¨ªticas p¨²blicas en la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Nuestro programa de gobierno contemplaba una serie de reivindicaciones importantes en materia de g¨¦nero. Cuando el presidente Tabar¨¦ V¨¢zquez me convoca, ingres¨¦ con aprobaci¨®n un¨¢nime de todos los sectores del Frente Amplio. Para m¨ª, esto fue muy importante porque yo proven¨ªa del campo sindical y no del movimiento feminista. De cierta forma, haber hecho estudios de posgrado sobre temas de g¨¦nero me brind¨® un nivel de validaci¨®n importante con la sociedad civil y con diversos sectores de la izquierda, los cuales fueron determinantes para expresarle al presidente Tabar¨¦ que asumir¨ªa ese importante desaf¨ªo s¨®lo si hubiera condiciones para cumplir algunos objetivos fundamentales.
?Cu¨¢les fueron esas condiciones?
Construir colectiva y participativamente un proceso de ley, as¨ª como la promoci¨®n de un plan de igualdad que fuera asumido como compromiso de todo el gobierno. Tabar¨¦ se entusiasm¨® y asumi¨® la propuesta, brind¨¢ndole un fuerte respaldo del Gobierno a la implementaci¨®n de un conjunto de pol¨ªticas de g¨¦nero que tuvieron un car¨¢cter fundamente. Hicimos asambleas en todo el territorio nacional, y terminamos aprobando el plan general en una asamblea en Paso de los Toros, en el centro del Uruguay, con m¨¢s de 3 mil mujeres. Una cifra que, en un peque?o pa¨ªs con 3 millones de habitantes, no deja de ser importante. Hab¨ªa mujeres representantes de todos los pueblitos, poblados y departamentos del pa¨ªs. Fue un proceso muy conmovedor. Tengo el privilegio de haber estado en esa hist¨®rica asamblea que marc¨® un hito en la lucha por la igualdad de g¨¦nero en el Uruguay. 3 mil mujeres de los m¨¢s diversos sectores sociales, con la m¨¢s diversa formaci¨®n y de las m¨¢s diversas actividades profesionales y adscripciones pol¨ªticas, all¨ª a orillas del R¨ªo Negro, el R¨ªo Hum como lo llamaban los primeros habitantes de nuestro territorio, le presentamos al Gabinete de Ministros el plan de igualdad construido por todas esas mujeres del pa¨ªs. Hoy me emociono de haber sido parte de este proceso fundante.
?En qu¨¦ a?o ocurri¨® esto?
Fue en el a?o 2006.
Yo hab¨ªa asumido en el 2005 y lo primero que hice fue cambiar el nombre al Instituto de la Familia y la Mujer. No s¨®lo nos parec¨ªa problem¨¢tica la exclusiva relaci¨®n de la familia a ¡°la mujer¡±, sino tambi¨¦n el uso del singular para referirse a nosotras. Ten¨ªamos muy claro que cualquier instancia de pol¨ªticas de g¨¦nero deb¨ªa reconocer el car¨¢cter plural de las mujeres, abordando nuestras problem¨¢ticas y demandas comunes, pero tambi¨¦n nuestras especificidades asociadas a la clase social, a la etnia y la raza, a la orientaci¨®n sexual, a nuestra inserci¨®n territorial. Reconocer a las mujeres en plural significaba contribuir desde la pol¨ªtica p¨²blica a la constituci¨®n de un sujeto colectivo y, al mismo tiempo, permita dar cuenta de las muy diversas formas de ser mujer en nuestro pa¨ªs.
Se trataba de construir un sujeto visible en la sociedad uruguaya; una sociedad cuya historia est¨¢ atravesada por lo que hemos denominado el "espejismo de la igualdad¡±.
?En qu¨¦ consiste el ¡°espejismo de la igualdad¡±?
Uruguay siempre se ha jactado de ser una sociedad hiperintegrada. Diferente a casi todo el resto de las naciones latinoamericanas. Esta creencia, que ha funcionado como una suerte de espejismo, tambi¨¦n ha sido un gran valor que desde el gobierno hemos tratado de aprovechar. Sabiendo que no era del todo verdadera esta presunci¨®n, tambi¨¦n sab¨ªamos que hab¨ªa que apoyarse en ella para construirla como un hecho real. Esta percepci¨®n id¨ªlica del Uruguay como tierra de igualdad se construy¨® gracias al ideal de educaci¨®n com¨²n de Jos¨¦ Pedro Varela: aquellos que se sentaran juntos en los bancos de la escuela se sentir¨ªan iguales. Una perspectiva que se consolid¨® y ampli¨® con el batllismo, construyendo un imaginario colectivo muy poderoso sobre la naturaleza igualitaria del Uruguay, un pa¨ªs en donde ¡°todos ¨¦ramos iguales¡±. Cuando asumimos el gobierno sab¨ªamos que ten¨ªamos que deconstruir esta idea, jerarquizando al mismo tiempo el valor de la igualdad. Fue una cuesti¨®n muy compleja, porque en general te dec¨ªan: ¡°estos no son problemas que tenga el Uruguay¡±.
?Te refieres a los problemas de g¨¦nero, por ejemplo?
S¨ª, a la identidad y a las desigualdades de g¨¦nero. Por ejemplo, nos dec¨ªan: ¡°ustedes vienen con eso que no existe en Uruguay¡±.
?Pero c¨®mo fue que pasaron de un Instituto de la Familia y la Mujer al Instituto Nacional de las Mujeres?
Hubo una decisi¨®n gubernamental fuerte. Se cre¨® el Ministerio de Desarrollo Social que nuclear¨ªa al Instituto de la Juventud, al Instituto de la Infancia y la Adolescencia y al Instituto Nacional de las Mujeres. Hubo que crear toda una estructura nueva para que pudieran funcionar. Imag¨ªnate que la directora del Instituto de la Familia y la Mujer no ten¨ªa siquiera una remuneraci¨®n que reconociera su cargo, sino que recib¨ªa, por ejercerlo, un cach¨¦ de bailarina.
Todo un s¨ªmbolo, especialmente, pensando que est¨¢bamos en el a?o 2005.
S¨ª, en efecto. A pesar de nuestra fama de igualitarios, es impresionante el rezago de Uruguay con relaci¨®n a otros pa¨ªses latinoamericanos que, por ese entonces, ya iban por el segundo o tercer plan de igualdad. Se pensaba que nuestro pa¨ªs no ten¨ªa desigualdades de g¨¦nero.
Por eso, tambi¨¦n, uno de los primeros desaf¨ªos que debimos enfrentar fue construir un sistema de informaci¨®n de g¨¦nero. No fue sencillo que se destinaran recursos espec¨ªficos para que se construyera informaci¨®n que diera cuenta de esto. Hubo una gran disputa en el proceso de construcci¨®n de informaci¨®n que valide y ayude a promover pol¨ªticas de igualdad de g¨¦nero. Tampoco hab¨ªa en el pa¨ªs servicios de atenci¨®n especiales para situaciones de violencia de g¨¦nero. El Estado uruguayo est¨¢ dividido en 19 departamentos, en un primer momento instalamos servicios de atenci¨®n espec¨ªfica para casos de violencia de g¨¦nero en 13 de ellos. Adem¨¢s, en ese periodo se sancionaron varias leyes importantes en este campo, como la Ley de Igualdad de Derechos y Oportunidades entre Hombres y Mujeres, la Ley de Trabajo Dom¨¦stico y la Ley de Acoso Sexual en el Trabajo.
Fue un ambicioso y amplio trabajo legislativo para fundar una legislaci¨®n igualitaria en lo que se supon¨ªa era el pa¨ªs m¨¢s igualitario de Am¨¦rica Latina.
Tambi¨¦n, creamos la Ley de Interrupci¨®n Voluntaria del Embarazo, con la cual enfrentamos una compleja y triste situaci¨®n. Nuestro presidente vet¨® esta ley. El hecho fue, sin lugar a dudas, muy complicado para gran parte de las mujeres que milit¨¢bamos en la izquierda uruguaya. Fue una derrota muy dura. Y ocurri¨® en nuestro propio gobierno. Creo que ella opaca algunas de las grandes conquistas que tuvimos durante esos a?os, como las leyes que te mencion¨¦.
?C¨®mo vivi¨® esta situaci¨®n el movimiento de mujeres uruguayas?
Horrible. Fue espantoso para todas y, naturalmente, para m¨ª que estaba al frente del Instituto Nacional de las Mujeres y que hab¨ªamos promovido la ley.
Nosotros hab¨ªamos instituido que los 8 de marzo, todos los ministerios ten¨ªan que rendir cuenta de sus pol¨ªticas en materia de igualdad de g¨¦nero. Cada a?o se instalaba una meta y, al a?o siguiente, los ministros deb¨ªan rendir cuentas si la hab¨ªan logrado o no.
El primer 8 de marzo despu¨¦s del veto de la ley, yo estaba totalmente decidida a expresar mi dolor, mi frustraci¨®n y mi rechazo a este veto presidencial. Habl¨¦ con la ministra de desarrollo social, Marina Arismendi, y le dije que en el acto del D¨ªa Internacional de las Mujeres iba a manifestar mi rechazo al veto. Ella me respald¨® y me dijo que estaba en todo mi derecho de hacerlo. As¨ª fue que expres¨¦ que las mujeres uruguayas no se merec¨ªan ese veto, expuse el profundo dolor que nos generaban las muertes por los abortos clandestinos; por las p¨¦simas condiciones de sanitarias; por el riesgo que miles de mujeres sufr¨ªan, sin protecci¨®n ni cuidado; por las asimetr¨ªas entre las mujeres ricas y las mujeres pobre. Dije todo lo que pensaba, sabiendo que ser¨ªa mi ¨²ltima intervenci¨®n en el gobierno de Tabar¨¦ V¨¢zquez. Estaba, sin embargo, tranquila y sab¨ªa que todo lo que hab¨ªa dicho era lo que mis convicciones y mi conciencia exig¨ªan.
Quiz¨¢s en otros pa¨ªses esto parezca poco habitual, pero, aunque expuse abiertamente mi oposici¨®n al veto, nadie pidi¨® mi renuncia y segu¨ª trabajando activamente en la defensa de la igualdad de g¨¦nero desde el gobierno.
?La ley de despenalizaci¨®n del aborto se aprueba finalmente durante el gobierno de Jos¨¦ Pepe Mujica?
S¨ª, como iniciativa del Parlamento. Durante el gobierno de Jos¨¦ Mujica el congreso nacional tuvo un papel determinante en la promoci¨®n de la igualdad de g¨¦nero: la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, entre otras. En ese per¨ªodo la bancada bicameral femenina cumpli¨® un rol muy interesante, con mujeres de todos los partidos que trabajaron juntas, aunque, en verdad, eran muy poquitas. En Uruguay, la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres es casi insignificante. En materia de representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres estamos en niveles m¨¢s bajos a¨²n que algunos pa¨ªses ¨¢rabes.
Cuando ocurri¨® el veto a la ley de despenalizaci¨®n del aborto, la movilizaci¨®n fue muy fuerte. Durante el gobierno de Mujica, se hizo un plebiscito contra la legislaci¨®n del aborto, promovido por varios ex presidentes. Se buscaba acabar con el proyecto de ley, pero s¨®lo vot¨® por la derogaci¨®n el 8,92% de la ciudadan¨ªa. Es decir que nadie respald¨® la derogaci¨®n de la ley. Cuanto m¨¢s avanzaba el debate, m¨¢s apoyos gan¨¢bamos. La gente empezaba a entender que no se trataba de estar a favor del aborto, se trataba de estar a favor del derecho a decidir.
?Por qu¨¦ la participaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres en Uruguay es tan baja?
Cuando yo entr¨¦ al parlamento, en 1990, era la ¨²nica diputada por el Frente Amplio. Fuimos elegidos 20 diputados de la izquierda. Yo era la ¨²nica mujer.
Durante el primer gobierno de Julio Mar¨ªa Sanguinetti (1985-1990), no hubo ninguna mujer en el Parlamento. Eso fue muy escandaloso y en el gobierno de Luis Alberto Lacalle, fueron elegidos 120 legisladores, 6 de ellas, mujeres.
Esto s¨®lo comenz¨® a cambiar cuando fue aprobada la Ley de Cuotas.
Mira lo pat¨¦tico que es el Uruguay que, en general, tanto en la izquierda como en la derecha, todav¨ªa es muy dif¨ªcil reconocer la necesidad de las cuotas y de las acciones afirmativas. Est¨¢ presente ese discurso de que cada uno se lo tiene que ganar por su propio m¨¦rito. Muchas mujeres dicen: ¡°no quiero entrar por la cuota sino que quiero entrar por lo que yo valgo¡±.
?Cu¨¢ndo se aprob¨® la Ley de Cuotas?
Se aprob¨® en el gobierno del presidente Pepe Mujica, por un 20% de representaci¨®n y, f¨ªjate tu: por un ¨²nico per¨ªodo de aplicaci¨®n. Se supone que primero deb¨ªamos ver qu¨¦ ha pasado con la ley, evaluar si funcion¨® y, si lo hizo, hacer una nueva ley. Ahora presentaremos una Ley de Paridad, para establecer la igualdad en los niveles de representaci¨®n. Hasta el momento no hemos tenido mucha suerte. Si con las cuotas no nos ha ido bien, no tengo muchas esperanzas que nos vaya mejor con el establecimiento de la paridad.
?La cuota aument¨® la representaci¨®n de las mujeres?
S¨ª, aument¨®. Hay un mayor porcentaje de mujeres ahora. En el Senado, nunca hab¨ªamos tenido la representaci¨®n de mujeres que existe ahora. La cuota permiti¨® un avance significativo. Igualmente, hay mecanismos que habilitan que, por ejemplo, una mujer que hab¨ªa entrado a la C¨¢mara de Diputados sea llamada para un cargo en el Ejecutivo y, en su lugar, entre un hombre. Hay una cantidad de trampas en el propio mecanismo de la cuota, que hacen que no se garantice que si se va una mujer entre otra mujer. Esto, en algunos pa¨ªses con mecanismos paritarios, como Bolivia y Ecuador, es distinto.
Tu mencionas el mito o el espejismo de la igualdad que se ha construido en Uruguay, algo que tambi¨¦n se asocia a un dato que quiz¨¢s a muchos quiz¨¢s les sorprenda: Uruguay es uno de los pa¨ªses que tiene m¨¢s altas tasa de violencia de g¨¦nero en Latinoam¨¦rica.
El indicador m¨¢s importante y terrible que tenemos es el de las muertes: el porcentaje de femincidios en mi pa¨ªs es seis veces superior al de Espa?a. El argumento que suele esgrimirse como justificativa es que el Uruguay tiene un buen registro de homicidios, algo que otros pa¨ªses latinoamericanos no disponen de manera confiable. Esto explica una parte del problema, pero no todo. Cuando el Observatorio de G¨¦nero de la CEPAL utiliza el indicador de las muertes de mujeres, lo hace, en toda Am¨¦rica Latina, utilizando los datos oficiales. Seg¨²n estos datos, Uruguay tiene una cifra pavorosa de muerte de mujeres en mano de los hombres. Un hecho grave porque lo que s¨ª dispone Uruguay es un sistema de prevenci¨®n que funciona, evitando que este n¨²mero de femicidios sea a¨²n mayor.
As¨ª mismo, la intervenci¨®n del Estado en este campo todav¨ªa est¨¢ muy lejos de ser satisfactoria. Por ejemplo, la legislaci¨®n prev¨¦ que t¨² apliques una medida cautelar cuando una mujer va al juzgado. Por medio de ¨¦sta, el hombre que ha hecho uso de la violencia no puede acercarse a su v¨ªctima. El problema es que luego no tienes ning¨²n mecanismo estatal que te garantice o que proteja a la v¨ªctima. Y el principio de no acercamiento pocas veces se cumple. Los hechos de violencia contra las mujeres vuelven a repetirse cuando hay impunidad o falta de eficacia en el control p¨²blico.
Las mujeres deberemos enfrentar fuertes y complejas batallas. Hemos alcanzado grandes conquistas colectivas, pero a¨²n tenemos grandes desaf¨ªos por delante. El patriarcado constituye una de las estructuras de poder m¨¢s eficaces en nuestras sociedades. Nuestras luchas lo debilitan, pero el patriarcado sobrevive y renace. O nos unimos o ser¨¢ cada vez m¨¢s dif¨ªcil. Si las mujeres no nos unimos, perderemos la lucha por la igualdad.
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