Tolou¡¯, el amanecer
Un grupo de mujeres iran¨ªes busca superar emprendiendo la brecha de g¨¦nero en el mercado laboral
¡°La maternidad es la funci¨®n m¨¢s importante de las mujeres. Su profesi¨®n jam¨¢s deber¨ªa interponerse en el camino de este deber vital¡±. Las palabras del ayatol¨¢ Jomeini, impresas en grandes pancartas o en peque?os carteles, cubren las calles de las ciudades de Ir¨¢n. Transmiten un amplio espectro de mensajes, desde declaraciones pol¨ªticas hasta imperativos relacionados con la forma de vida y la cultura. No obstante, muchos de estos mensajes palidecen ante la realidad de una sociedad abrumada por las sanciones, la alta tasa de inflaci¨®n y la regresi¨®n econ¨®mica. Una realidad que no permite que las mujeres dejen de aceptar un trabajo remunerado, sin el cual la supervivencia de la familia ser¨ªa imposible.
No hay excepciones; ni siquiera un sitio hist¨®rico como la plaza Naqsh-e Yah¨¢n, en la ciudad de Isfah¨¢n. Grandes carteles propagand¨ªsticos y banderas profanan este paisaje de 400 a?os de historia compuesto por la singular arquitectura isl¨¢mica. El Gobierno incluso ha cambiado su nombre por el de plaza del Im¨¢n (un t¨ªtulo religioso que pone de relieve el alto rango del ayatol¨¢ Jomeini). A pesar de ello, los habitantes de la ciudad lo bastante veteranos para acordarse de los Pahlevi, la conocen como plaza del Sha, o del rey.
Indiferente al cambio de nombres, el recinto siempre ha estado rodeado por un viejo bazar que sigue su perpetua rutina. Las tiendas est¨¢n repletas de piezas art¨ªsticas azul celeste elaboradas con primor. Para resaltar la exquisita complejidad de la artesan¨ªa, los comerciantes hacen hincapi¨¦ en el hecho de que es producto del trabajo de las mujeres, y que solo el meticuloso sentido est¨¦tico femenino es capaz de crear formas tan delicadas y sofisticadas.
A apenas unos metros del bazar principal, en las laber¨ªnticas callejuelas secundarias, diseminados en el silencio y la sombra, numerosos talleres alimentan humildemente un voluminoso mercado de artesan¨ªa. Sus grandes escaparates invitan a los viandantes a echar un vistazo a su interior, donde unas 10 mujeres sentadas alrededor de grandes mesas engastan min¨²sculas piezas de turquesa en jarrones de cobre, martillean delicados motivos en vasijas de plata bru?ida y esmaltan platos de metal. En marcado contraste con la elegancia de su arte, las condiciones laborales de estas operarias no son muy diferentes de las de otros sitios en los que los trabajadores no tienen m¨¢s remedio que aceptar acuerdos en negro, lo cual limita su acceso a las prestaciones de protecci¨®n social, como las pensiones o el subsidio de desempleo.
En estas mismas calles uno puede encontrarse con Azin. Esta artista de 30 a?os trabaja en un taller que se distingue de los dem¨¢s en algo muy importante. Se trata de una iniciativa independiente de mujeres, de un espacio de trabajo democr¨¢tico basado en la asociaci¨®n horizontal. Su nombre es Tolou¡¯, que significa ¡°el amanecer¡±. En vez de buscar en vano un empleo estable, Azin y otras siete compa?eras han decidido ser due?as de su propio trabajo. No venden su destreza a un comerciante o a un mayorista. En su taller no hay jefes y, exceptuando una parte de los ingresos que se entrega para atender a las necesidades de la cooperativa, el resto se reparte de manera igualitaria.
¡°Est¨¢bamos hartas de que nos explotasen. Ahora trabajamos para nosotras y cualquier mujer que practique el arte es bienvenida¡±
¡°Todo empez¨® hace dos a?os¡±, cuenta Azin. ¡°Tres amigas y yo decidimos comprar las materias primas y trabajar por nuestra cuenta¡±. Los prometedores resultados pronto llevaron a una experiencia de autogesti¨®n m¨¢s organizada. Parece la ¨²nica estrategia sensata en un pa¨ªs en el que la tasa de desempleo entre mujeres dobla la de los hombres, a pesar de que superan a sus compa?eros de edad en resultados acad¨¦micos y matriculaci¨®n en la universidad.
Todas las socias de Tolou¡¯ tienen entre 25 y 30 a?os y una licenciatura o un m¨¢ster. Azin se licenci¨® en la Universidad de Arte de Shahrekord y fue la ganadora de una competici¨®n art¨ªstica nacional. Sus compa?eras tambi¨¦n se han graduado en Arte o en otras facultades. Son un ejemplo del n¨²mero creciente de j¨®venes con estudios dispuestas a poner en marcha su propio negocio.
La Cooperativa Tolou¡¯ produce una de las artesan¨ªas m¨¢s famosas de Ir¨¢n, conocida como mina. La palabra es la forma en femenino de minoo, que en farsi significa cielo, y hace referencia al arte de pintar y decorar el metal y el azulejo con intrincados motivos y detalles en diferentes tonalidades de azul cielo. Las socias est¨¢n sentadas hombro con hombro en su peque?o taller, escuchando m¨²sica suave y pintando con maestr¨ªa jardines imaginarios de flores en miniatura. ¡°Para nosotras no es solo un trabajo. Es un espacio en el que recuperamos la fe en nosotras mismas. Hablamos conjuntamente de nuestros problemas y hemos creado un peque?o grupo de solidaridad¡±, cuenta Azin mientras deposita con cuidado el plato que acaba de esmaltar.
Dice que la relaci¨®n entre las cooperativistas es muy distinta de la que existe en los lugares de trabajo que funcionan a base de competencia. ¡°La mayor¨ªa de nosotras hemos pagado alguna clase de precio social por ser independientes, por asumir la responsabilidad de nuestras vidas. Tenemos m¨¢s o menos los mismos problemas y las mismas aspiraciones, as¨ª que nos entendemos con mucha facilidad¡±. Da la sensaci¨®n de que sus compa?eras est¨¢n de acuerdo con ella. Saben que es dif¨ªcil que las mujeres resistan a la discriminaci¨®n si no son capaces de ganarse la vida.
¡°Est¨¢bamos hartas de que nos explotasen los comerciantes y mayoristas. Ahora trabajamos para nosotras y cualquier mujer que practique el arte de la mina y se sienta igual es bienvenida a unirse a nuestro grupo¡±. Este es el ¨²nico sitio en el que una especie de segregaci¨®n intencionada puede ser beneficiosa para ellas. La joven sentada a su lado a?ade: ¡°Quer¨ªamos crear una cooperativa de mujeres que fuese como este arte: algo puramente femenino¡±.
Tradicionalmente este ha sido un sector controlado por hombres. Ellos son los propietarios de las tiendas, los talleres y el producto. Sin embargo, a Azin y a sus amigas les irrita que intenten conseguir precios m¨¢s bajos acabando con la creatividad y reduciendo la cualidad. ¡°Los comerciantes y los due?os de las tiendas son los que est¨¢n en contacto con los clientes, y ellos dictan las modas y los gustos. Al fin y al cabo, son comerciantes, no artistas¡±, reflexiona Azin.
Pero dirigir una cooperativa y mantenerla al margen de las relaciones de explotaci¨®n predominantes en el mercado ¡ªen particular durante una recesi¨®n econ¨®mica tan larga¡ª es una tarea que exige much¨ªsimo esfuerzo y determinaci¨®n. ¡°Estamos en un momento decisivo. Para reducir gastos y ahorrar compartimos el taller con el propietario de otro negocio. Lo que ahorremos lo dedicaremos a alquilar un sitio para abrir nuestra propia tienda y tener un taller anexo. L¨®gicamente, eso lleva tiempo, pero ser¨¢ un importante paso adelante. Siendo optimistas, hasta podremos apoyar a algunos j¨®venes talentos¡±, concluye una de las chicas.
Como todas las tardes, Azin camina de vuelta a casa por la orilla del r¨ªo. Acostumbra a dedicar unos minutos a escuchar a la gente cantar canciones populares bajo los arcos del puente de Jaju. La gente, procedente en su mayor¨ªa de barrios marginales, se re¨²ne con el ¨²nico fin de escucharse cantar unos a otros. Esperan a que les llegue su turno y a veces, de repente, el p¨²blico jalea a los cantantes dando palmas o haciendo coros. Lo ¨²nico que interrumpe esta organizaci¨®n espont¨¢nea es la aparici¨®n de un polic¨ªa seguido por dos soldados de servicio. La gente se dispersa en todas direcciones y, al cabo de unos minutos, de un rinc¨®n diferente vuelve a surgir la voz de otro cantante. La escena se repite cada cinco o 10 minutos, todas las noches. Los habitantes de Isfah¨¢n cultivan el arte en todas sus formas posibles.
Con ¨¢nimo alegre tras el breve concierto popular, Azin sigue su camino a trav¨¦s de las ruidosas calles abarrotadas y pasa por los ostentosos centros comerciales llenos de art¨ªculos importados. La joven vive con su madre y su hermana en el viejo barrio armenio. Cuando llega a casa, su madre, enfermera retirada, est¨¢ sentada delante del televisor en su silla favorita. Su hermana peque?a, que es ingeniera mec¨¢nica, ya ha llegado. Est¨¢ en la cocina, cantando y preparando la cena. Las tres mujeres se saludan haciendo bromas y riendo a carcajadas.
Hoy en d¨ªa, la mayor¨ªa de comerciantes de alfombras suele contratar a amas de casa del campo
Amir, el hermano mayor y seguidor m¨¢s entusiasta de Azin, ha venido de visita. Tambi¨¦n les acompa?a Ameneh, amiga y compa?era de universidad de Azin y su socia en un proyecto en ciernes. La experiencia de la cooperativa Tolou¡¯ ha despertado en Azin el deseo de recuperar su pasi¨®n principal: el dise?o de alfombras. Despu¨¦s de cenar con la familia, las dos amigas se encierran en una habitaci¨®n llena de pinturas, pinceles, reglas y rollos de papel. Azin desenrolla los motivos en los que est¨¢ trabajando, y Ameneh empieza a tejer muestras.
Azin y Ameneh intentan dar con el dise?o de una alfombra que permita arrancar a una cooperativa todav¨ªa por nacer, en la que participar¨¢n sobre todo mujeres del campo. Ellas son las que trabajan en las condiciones m¨¢s duras y, sin embargo, nada de lo que hacen se considera oficialmente aut¨¦ntico trabajo. Antes de la introducci¨®n de las alfombras persas en el mercado mundial, las tejedoras sol¨ªan tejer por su cuenta y producir para su propio uso. Cuando sus dedos se pod¨ªan mover libremente a trav¨¦s de los colores sin que las persiguiesen las fechas de entrega ni la obligaci¨®n de satisfacer la cuantiosa demanda del mercado, improvisaban dise?os asombrosos confiando ¨²nicamente en su imaginaci¨®n.
Hoy en d¨ªa, la mayor¨ªa de comerciantes de alfombras suele contratar a amas de casa del campo. Por supuesto, el resultado no es tan bueno como antes, ya que el trabajo, laborioso y mon¨®tono, no tiene m¨¢s motivaci¨®n que la necesidad material. Dado que las retribuciones tampoco son justas, a las mujeres les preocupan sobre todo sus ya de por s¨ª pesadas tareas dom¨¦sticas. ¡°En estas circunstancias no puede florecer ninguna forma de arte y creatividad¡±, sostiene Azin.
Las dos socias tambi¨¦n tienen que buscar un mercado y enterarse de los precios de la lana, la seda y otras materias primas. Sus ahorros, unidos a la financiaci¨®n parcial que les facilita Amir, el hermano mayor, proveer¨¢n los fondos iniciales necesarios. ¡°Antes me resultaba imposible conservar un trabajo. No pod¨ªa soportar esas relaciones mec¨¢nicas y me pasaba la vida de un empleo a otro. Ahora he recuperado la pasi¨®n y quiero utilizar mi experiencia en la cooperativa de producci¨®n de mina para fundar un taller de tejido de alfombras¡±.
La joven artista piensa ir a uno de los pueblos de los alrededores de Isfah¨¢n al d¨ªa siguiente de este encuentro para conocer a algunas de las posibles socias. El hecho de que sea fiesta nacional ¡ªel aniversario de la revoluci¨®n de 1979¡ª no altera sus planes. ¡°S¨¦ que podr¨¦ hablar con ellas mientras trabajan. Cuando tienes que trabajar a todas horas, apenas encuentras tiempo para mirar el calendario¡±.
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