El optimismo irritante
DECENAS DE miles de huidos de los pa¨ªses ya desertificados solicitaban el estatus de refugiados clim¨¢ticos, pero las naciones ricas se pon¨ªan a la defensiva y se negaban a darles acogida y a aceptar la nueva definici¨®n jur¨ªdica¡±. Lo que cuenta Bruno Arpaia en Algo, ah¨ª fuera es una ficci¨®n que deber¨ªas leer a escondidas. Levantas la cabeza, husmeas, aguzas el o¨ªdo como un animal en peligro. Bah, es una novela. No estamos m¨¢s en peligro que ayer o anteayer. ?O s¨ª lo estamos?
La historia que cuenta Arpaia es la de una de las columnas de decenas de millares de personas que intentan llegar a los pa¨ªses escandinavos. Como ellos, nuestros ojos avanzan irritados por los lechos secos de los r¨ªos y lo que ven en el anta?o id¨ªlico lago Como es un fondo espectral de fango rodeado de carro?a. La llamada Uni¨®n del Norte ha cerrado las fronteras hasta el Skagerrak y el mar B¨¢ltico, a la manera de la Gran Barrera levantada entre M¨¦xico y Estados Unidos.
Es un buen relato, de la entra?a del autor de La ¨²ltima frontera (L¡¯angelo della storia), en la que narraba las ¨²ltimas horas de Walter Benjamin en Portbou, antes de suicidarse. Pero tambi¨¦n, como el 1984 de Orwell o la serie televisiva El cuento de la criada, la distop¨ªa de Arpaia golpea por lo que tiene de peligrosa realidad acechante.
El cambio clim¨¢tico est¨¢ en los grandes incendios, en las temperaturas extremas, en el envenenamiento del aire, en el crecimiento de los mares y en las inundaciones, en el deshielo de los polos y desecaci¨®n de los r¨ªos.
Dice un personaje de Ian McEwan, al que cita Arpaia, que tomarse el asunto del cambio clim¨¢tico con la debida seriedad supondr¨ªa no pensar ya en otra cosa durante las 24 horas al d¨ªa. ?Por qu¨¦? Porque ¡°todo lo dem¨¢s resultaba irrelevante¡±. As¨ª que decide desactivar la alerta permanente. Lo entiendo. No puedes estar pensando todo el tiempo en lo que le ocurre al aparato respiratorio mientras respiras. No vas a pararte a saludar a alguien querido, a quien no has visto hace tiempo, para hacerle notar que hay mucho m¨¢s metano, benceno en el ambiente.
¡ª?Pues a ti qu¨¦ bien te sienta el ¨®xido de nitr¨®geno!
Con el cambio clim¨¢tico ocurre ya como con la negra sombra a la que dedic¨® Rosal¨ªa de Castro un gran poema sostenible que describe la inclemencia global fundida a la existencial: ¡°En todo est¨¢s e ti es todo¡±. Est¨¢ aqu¨ª y ahora, dentro y fuera. No es una profec¨ªa. En la estrella que brilla, en el viento que zumba, en el murmullo del r¨ªo, y en la noche y en la aurora. Si el ser humano, seg¨²n P¨ªndaro, era ¡°el sue?o de una sombra¡±, en Rosal¨ªa es ¡°la sombra que siempre asombra¡±. Y ahora estamos, con esta superproducci¨®n del infierno, el cambio clim¨¢tico, ante ¡°la pesadilla de la sombra¡±. Un mago enloquecido pilotando la maquinaria pesada de una sombra que arde.
El cambio clim¨¢tico est¨¢ en todo, tambi¨¦n en quienes lo niegan. Un tipo como Donald Trump y todo el equipo alt-right que est¨¢ interpretando para el mundo y a gran escala un remake de La leyenda de la ciudad sin nombre, de Joshua Logan, son un producto del cambio clim¨¢tico. La nueva ciudad sin nombre, que se alza sobre la codicia y un supremacismo ignorante hasta en la embestida, tambi¨¦n tiene el suelo en que se asienta horadado por la depredaci¨®n. Cada vez que veo a alguien negar el cambio clim¨¢tico, eructando con los gases del optimismo irritante, lo que veo es el aut¨¦ntico rostro del se?or Cambio Clim¨¢tico. Yo soy optimista. Hasta cuando leo el Apocalipsis me sale del alma: ¡°?Pues menos mal!¡±. Pero si hay algo que me repugna es ese ¡°optimismo irritante¡±, profesional, de los que jalean la econom¨ªa deshonesta, las cifras del poder contaminante, el negocio armamentista, lo que sea.
El cambio clim¨¢tico est¨¢ en los grandes incendios, en las temperaturas extremas, en el envenenamiento del aire, en el crecimiento de los mares y en las inundaciones, en el deshielo de los polos y desecaci¨®n de los r¨ªos. En la suplantaci¨®n de bosques y cultivos ?aut¨®ctonos por masas forestales y monocultivos. En la extinci¨®n de flora y fauna salvajes por la saturaci¨®n de herbicidas y plaguicidas qu¨ªmicos.
Pero no solo eso.
El cambio clim¨¢tico est¨¢ en el lenguaje. Lo intoxica, lo desalma. Est¨¢ en la cultura. Con la uniformidad transg¨¦nica y cl¨®nica. En el periodismo. Lo deshidrata y lo incendia. Est¨¢ en la pol¨ªtica. La corrompe y desdemocratiza. El test de Catalu?a prueba que puede empeorar el medio ambiente democr¨¢tico en Espa?a. No hay ideas, sino medias ideas. Es el calentamiento. Podr¨ªamos empezar por beber algo m¨¢s de agua.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.