Los bambuti, la voz de los pigmeos en el bosque
Las comunidades de la reserva congolesa de Itombwe luchan por sus tierras ancestrales en una de las selvas m¨¢s espesas y conflictivas del mundo. Segunda entrega de 'Reservados', serie que explora las relaciones entre la protecci¨®n de la naturaleza y los pueblos m¨¢s rec¨®nditos
Llegar hasta el bosque de Itombwe y sus habitantes no es sencillo. Una pista fangosa sale de Bukavu, la capital de esta regi¨®n, y atraviesa esta zona monta?osa, cruz¨¢ndose con una multitud de milicias armadas en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. El acceso es dif¨ªcil para todos, desde los habitantes hasta las ONG que quieran intervenir en la zona, pero tambi¨¦n para los comerciantes y propietarios que deseen explotar el colt¨¢n, el oro o la madera que se encuentran en ella. En pleno coraz¨®n de la segunda cuenca forestal del planeta, una riqueza inigualable de biodiversidad se ha conservado as¨ª a trav¨¦s de los siglos, donde campan elefantes, ¨¢rboles, p¨¢jaros tropicales y, sobre todo, los ¨²ltimos gorilas del planeta.
Pero el macizo cambia r¨¢pidamente. La presi¨®n internacional sobre los recursos naturales, y el galopante crecimiento econ¨®mico y demogr¨¢fico del pa¨ªs han empezado a hacer que su hambre de tierras que explotar pese sobre el bosque. Durante este tiempo, tras la guerra compleja y violenta de la vecina Ruanda en la d¨¦cada de los noventa y las sucesivas rebeliones contra el Gobierno congole?o, el bosque se convirti¨® en morada de una mir¨ªada de grupos rebeldes que se ocultan en las monta?as y viven de la explotaci¨®n ilegal y del tr¨¢fico de sus recursos naturales. ¡°La conservaci¨®n de este bosque la realizaremos nosotros, o no se materializar¨¢¡±, dice uno de sus pobladores, que a la fuerza han conseguido participar en la creaci¨®n de esta reserva por miedo a que se la confiscasen las ONG internacionales de conservaci¨®n y los ¨®rganos del Estado.
Tras la reciente inversi¨®n de 257 millones de euros por parte de un consorcio de pa¨ªses mayoritariamente europeos en el llamado Proyecto Cafi para salvar la arboleda de la cuenca del Congo, urge m¨¢s que nunca encontrar nuevas v¨ªas para protegerlo sin perjudicar a las comunidades que dependen de ¨¦l. ¡°El propio Estado es una amenaza para nuestros bosques: es ¨¦l quien concede permisos de tala de forma descontrolada. Se los conceden a quienquiera que est¨¦ dispuesto a pagar, y vemos c¨®mo viene la gente y corta nuestros ¨¢rboles con toda impunidad. Para nosotros son medicinales (cuyas cortezas o frutos se utilizan para hacer f¨®rmulas). Son nuestros ¨¢rboles con orugas, nuestros ¨¢rboles de aceite¡±, dice Irangi, un pigmeo bambuti de unos 30 a?os que es maestro y vive en el l¨ªmite de la Reserva de Itombwe.
Ve con desesperaci¨®n c¨®mo se derriban ¨¢rboles para fabricar carb¨®n de madera destinado a Bukavu y a la vecina Ruanda, ¨¢vidos de materias primas. ¡°Estas personas vienen con sus armas y se lo llevan todo: los ¨¢rboles, los animales. Matan incluso los que les tenemos prohibidos, como el pangol¨ªn y el gorila. Pero como tienen armas, creen estar por encima de nuestras leyes¡±, dice Irangi con preocupaci¨®n. ¡°Tambi¨¦n sabemos que nuestro subsuelo es rico. Una empresa ya ha venido a excavarlo en busca de oro. Si no protegemos nuestro bosque, llegar¨¢n m¨¢s agresores y nos invadir¨¢n. Por eso es necesario conservarlo¡±, considera.
Ante esta situaci¨®n, en 2006, el Gobierno de Congo decidi¨® crear la Reserva Natural de Itombwe, con el apoyo de WWF y WCS, dos grandes ONG de preservaci¨®n del medio ambiente. Sobre el papel, defini¨® un cuadrado de 15.000 km2 en el que toda actividad humana estar¨ªa prohibida. Un cuadrado que recuerda a las fronteras africanas, decididas en una oficina m¨¢s que sobre el terreno y que no ten¨ªan ning¨²n sentido desde el punto de vista de la realidad de la regi¨®n. Y el bosque comprendido en ese cuadrado no solo contiene fauna salvaje y flora silvestre. Tambi¨¦n alberga a un pueblo ind¨ªgena, los bambutis, al que pertenece Irangi.
Desde hace milenios, los bambutis viven ah¨ª y dependen de ese ecosistema para su supervivencia. Y no est¨¢n dispuestos a marcharse. ¡°Cuando nos enteramos de que se hab¨ªa creado la reserva, montamos en c¨®lera. Si ustedes se enterasen de que les quitan el lugar donde encuentran su comida, sus medicamentos, donde est¨¢n sus ancestros... ?estar¨ªan contentos? Tuvimos miedo de que nos robasen todo eso. Nos reunimos y tomamos una decisi¨®n: no dejar¨ªamos que pasase¡±, recuerda Marie, una mujer t¨ªmida pero valiente de la aldea de Kitale, en el norte del macizo.
Los comerciantes quieren explotar el colt¨¢n, el oro o la madera que se encuentran en el bosque, las ONG conservar la naturaleza, y el Estado intervenir
Durante la d¨¦cada de 1980, en el vecino parque de Kahuzi-Biega expulsaron a casi 6.000 pigmeos de sus aldeas por la fuerza de las armas, y se vieron condenados a reinstalarse fuera del bosque sin ayuda del Gobierno. Esos grupos y sus descendientes viven ahora en condiciones extremadamente precarias junto a las carreteras o se venden como mano de obra a cualquiera que llegue, privados de alimentos, de tierras, de identidad. Irangi y su comunidad han o¨ªdo esta historia que ha tenido lugar a tan solo 200 kil¨®metros de Itombwe. ¡°No sab¨ªamos lo que nos podr¨ªa pasar. Pero sab¨ªamos que no era bueno que nuestro bosque perteneciese al Estado¡±.
De hecho, en muchas zonas protegidas del pa¨ªs, la preservaci¨®n de la naturaleza ha conducido a conflictos con las comunidades locales, cuyas pr¨¢cticas tradicionales de caza se consideran incompatibles con la conservaci¨®n. ¡°El hecho de expulsar a la gente de las zonas protegidas para preservar la naturaleza es una antigua estrategia de la conservaci¨®n. Proviene de la visi¨®n estadounidense cl¨¢sica de una naturaleza salvaje e intacta, cuando, en realidad, lo que creemos que es un bosque virgen ha estado habitado y manipulado con cuidado por el ser humano desde hace milenios¡±, dice Lars Lovold, director de Rainforest Foundation Norway, una ONG de defensa de los derechos de los pueblos ind¨ªgenas.
¡°Nuestro bosque, nuestra vida¡±
¡°He nacido y crecido en este bosque. Me he casado, he tenido hijos en este bosque. Me he marchado a la ciudad a estudiar unos a?os, pero he vuelto y trabajo en mi aldea. Esta tierra nos pertenece porque toda nuestra vida est¨¢ aqu¨ª: aqu¨ª encontramos alimentos, medicamentos, todo lo que necesitamos¡±, explica Irangi, que es maestro de escuela y, por ello, el intelectual de la aldea, y no tiene miedo de dirigirse a los extranjeros y a las autoridades. ¡°Nosotros, los bambutis no podemos vivir fuera del bosque, nuestra naturaleza consiste en vivir aqu¨ª¡±.
"El hecho de expulsar a la gente de las zonas protegidas para preservar la naturaleza es una antigua estrategia de la conservaci¨®n", dice el director de Rainforest Foundation Norway
Aunque no est¨¦n reconocidos oficialmente como pueblo ind¨ªgena por el Estado congole?o ¡ªcon lo que se reconocer¨ªan sus derechos tradicionales sobre la tierra¡ª, los bambutis constituyen un grupo de unos 600.000 individuos que viven en el pa¨ªs, con un modo de vida todav¨ªa semin¨®mada, alejado del de otras etnias sedentarias y agr¨ªcolas. ¡°En este bosque encontramos madera para construir nuestras casas, frutos y takus (orugas) para comer. ?Este bosque est¨¢ lleno de takus! Los hombres recogen lianas y nosotras recolectamos plantas. Cazamos, pescamos. Es nuestra vida", relata Marie, que habla con pasi¨®n de su bosque.
Conectados material y espiritualmente con el bosque, los bambutis tienen un conocimiento tradicional de ¨¦l y poseen sus propios m¨¦todos de conservaci¨®n, a los que ellos se refieren como sus "t¨¦cnicas tradicionales". ¡°Sabemos c¨®mo proteger nuestro bosque porque nadie lo conoce como nosotros. Sabemos d¨®nde paren los animales, d¨®nde descansan y en qu¨¦ ¨¦poca no hay que matarlos nunca", explica Mapenzi, un joven cazador. Como todos los hombres pigmeos, llev¨® a cabo su iniciaci¨®n, el lutende, durante meses de aislamiento en los bosques sagrados.
El lugar exacto y el contenido de ese ritual inici¨¢tico siguen siendo secretos, porque son la clave de la transmisi¨®n de sus conocimientos y tradiciones de padres a hijos. ¡°Conozco todas las prohibiciones tradicionales y me han instruido los guardianes de la tradici¨®n. Conozco los lugares y los periodos de caza y de pesca. Durante la estaci¨®n seca, no cazamos, porque los animales van a parir. Tambi¨¦n hay animales permitidos, como el mokumbi (la rata de Gambia) y los que est¨¢ prohibido matar, como el gorila. Tenemos nuestras propias t¨¦cnicas tradicionales de conservaci¨®n, como ven. Los animales que la ley moderna quiere conservar ya est¨¢n protegidos por nuestras costumbres. Son las leyes establecidas por nuestros ancestros. Vamos a seguir utilizando nuestras t¨¦cnicas y gestionando nuestro bosque con la sabidur¨ªa de ellos¡±.
Las normas son numerosas y a quienes las infringen se los somete a castigos severos: ¡°Los malambo son lugares sagrados donde los animales paren", explica pedag¨®gicamente Irangi. ¡°Ah¨ª no tenemos derecho a cazar. Al igual que no ponemos trampas cerca de los r¨ªos donde los animales van a beber. Si uno no obedece, los guardianes de la tradici¨®n lo castigan con el muzombo. Es una pena de muerte¡±. Aunque se trate de una muerte espiritual o m¨¢s parecida a una excomuni¨®n, los miembros de la comunidad la temen y respetan con fervor las prohibiciones.
¡°No queremos que nuestro bosque pertenezca al Estado¡±
"Nosotros, los bambutis no podemos vivir fuera del bosque, nuestra naturaleza consiste en vivir aqu¨ª¡±, se?ala Irangi, maestro pigmeo
Apoyados por peque?as organizaciones locales de la capital provincial de Bukavu, los bambutis empezaron a hacer o¨ªr su voz y a exigir que se anulase la creaci¨®n de la reserva, dispuestos a impedir por la fuerza que los conservacionistas entrasen en sus tierras. Las protestas alcanzaron tal intensidad que las organizaciones internacionales de defensa de los derechos de los pueblos ind¨ªgenas intervinieron.
El proyecto se suspendi¨®. Hasta varios a?os despu¨¦s no se inici¨® un di¨¢logo que abri¨® la puerta a una colaboraci¨®n entre las comunidades y los conservacionistas. Bitomwa Onesiphore Lukangyu trabajaba entonces para WWF y ahora es el director de la reserva: ¡°Al principio, no pod¨ªamos ni dirigirnos la palabra. ?ramos enemigos. ?Resulta dif¨ªcil de creer que ahora podamos sentarnos a la misma mesa! Pero hemos dado un paso importante, nos hemos dado cuenta de que todos compartimos el mismo objetivo: proteger el bosque de Itombwe. De modo que hemos empezado a trabajar juntos. A crear la reserva juntos¡±.
Una colaboraci¨®n as¨ª entre comunidades y conservacionistas puede parecer una alianza natural, pero es un hecho pionero en ?frica Central. Y las concepciones sobre esta colaboraci¨®n difieren. Por ejemplo, ?basta con reclutar guardabosques de las comunidades para integrarlas en la gesti¨®n? ¡°No¡±, responde Lars Lovold. ¡°La mayor¨ªa de las organizaciones de conservaci¨®n ha adoptado una ret¨®rica sobre el trabajo con las comunidades, pero, en la pr¨¢ctica, su enfoque sigue siendo muy instrumental, lo que significa que cuentan con miembros de las comunidades para ciertas tareas, pero no trabajan a fondo con ellas. No se trata solamente de darles un peque?o trabajo, sino de implicarlas de verdad en todas las etapas de la gesti¨®n del ecosistema", a?ade el directivo.
Un futuro que depende de la ayuda internacional
Este verano, esos esfuerzos se han visto coronados por el ¨¦xito con el reconocimiento oficial por parte del Gobierno de los nuevos l¨ªmites de la reserva, decididos por las comunidades. Definir la reserva es una bella etapa superada, y abre la puerta a un nuevo reto: proteger la biodiversidad frente a los intereses econ¨®micos y luchar contra la explotaci¨®n ilegal de los recursos. Ello exige inversiones importantes, y el Gobierno congole?o depende enteramente de la ayuda internacional para completar con ¨¦xito su misi¨®n. ¡°El propio Estado no nos aporta lo suficiente, y es WWF la que lo paga todo aqu¨ª: mi sueldo, esta oficina, mi casa...¡±, relata el director de la reserva.
La situaci¨®n econ¨®mica y social de las comunidades de la zona sigue siendo dif¨ªcil tambi¨¦n. ¡°Queremos escuelas y dispensarios. Queremos que nuestros hijos estudien, que se cure a nuestros enfermos. Queremos poder ser como las dem¨¢s comunidades¡±, claman los miembros de la aldea de Kitale. Porque aunque los pigmeos quieren conservar sus tierras y tradiciones, tambi¨¦n quieren acceder a los servicios de la modernidad, que les permitir¨ªan llevar una vida m¨¢s c¨®moda. Demandas leg¨ªtimas, pero tambi¨¦n pasos hacia la desaparici¨®n de su cultura y sus tradiciones ancestrales.
¡°La cultura pigmea, como todas las dem¨¢s, es din¨¢mica. Es un pueblo sometido a profundos cambios, que ha sufrido desplazamientos forzosos, violencia, en un marco general de discriminaci¨®n profunda como minor¨ªa... La comunidad debe ser libre para tomar sus decisiones y evolucionar. Lo importante es respetar el principio internacional de autodeterminaci¨®n, consagrado en la Declaraci¨®n de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas¡±, explica Jean de Dieu Wasso, coordinador de la organizaci¨®n Africapacity, con sede en Bukavu y que representa a las comunidades de Itombwe en este proceso.
Aunque los pigmeos quieren conservar sus tierras y tradiciones, tambi¨¦n quieren acceder a los servicios de la modernidad
Este hombre jovial de unos 50 a?os acaba de defender con ¨¦xito una tesis sobre el proceso de Itombwe y vive en la ciudad. Pero no olvida sus or¨ªgenes ind¨ªgenas y ha dedicado los 10 ¨²ltimos a?os de su vida a apoyar a las comunidades de Itombwe, para garantizar la comunicaci¨®n entre ellas, el Gobierno y los colaboradores internacionales.
?D¨®nde encontrar financiaci¨®n para gestionar esta reserva y ayudar a las comunidades a vivir en ella? Mientras que las comunidades, a trav¨¦s de Africapacity, dependen del Gobierno noruego, WWF y WCS, las dos organizaciones de conservaci¨®n activas en la reserva, obtienen sus fondos de Holanda y Estados Unidos. Los 257 millones de euros invertidos por el proyecto Cafi en la cuenca del Congo han generado esperanza entre las partes implicadas en la conservaci¨®n. Jean de Dieu quiere promover Itombwe como ejemplo en el plano internacional. ¡°La experiencia de Itombwe deber¨ªa reconocerse e imitarse. Ahora todos los proyectos de conservaci¨®n deber¨ªan basarse en las negociaciones con las comunidades, en sus derechos, en su implicaci¨®n¡±. Bitomwa asiente: ¡°Podemos tener nuestro Ej¨¦rcito, nuestros guardabosques armados, pero si no trabajamos con las comunidades, eso no funciona a largo plazo¡±.
La lucha, por tanto, no ha terminado, pero Itombwe representa una esperanza para los pueblos ind¨ªgenas de ?frica Central al situarlos en el eje de un plan de conservaci¨®n, no como beneficiarios de una ayuda internacional, sino como protagonistas de la iniciativa. Un enfoque que encaja con la nueva visi¨®n de la ayuda internacional, alejada de los proyectos unilaterales decididos en oficinas europeas y puestos en pr¨¢ctica torpemente sobre el terreno, con resultados a menudo malos. En un pa¨ªs cuyo desarrollo es tan r¨¢pido como el de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Jean de Dieu se muestra optimista: ¡°Seguimos trabajando. Todo radica en la negociaci¨®n¡±. Debates que van para largo, por tanto, pero bien encaminados.
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