Doug Aitken, el hombre que te invita a destrozar su cocina
Doug no solo pretende sacar el arte de los museos, sino hacer que el espectador participe en ¨¦l (aunque sea a golpes)
En el centro de una nave de cemento en Aarhus, Dinamarca, hay una casa de cristal amueblada con piezas blancas de IKEA y rodeada de una peque?a selva de plantas. Un tipo joven, rubio, vestido con un mono blanco y con pinta de haberse escapado de una pel¨ªcula de Michael Haneke entra armado con un palo y, dram¨¢tica y met¨®dicamente, destroza todo lo que hay dentro. Vuelan los platos y las astillas de la mesita Lack. Las patas de las sillas golpean contra el cristal. Al final, el chico parece bastante relajado.
En el mismo espacio, al d¨ªa siguiente, el responsable de todo esto nos ofrece su chaqueta por si estamos cogiendo fr¨ªo. Y un cl¨ªnex para la alergia. Se puede decir que Doug Aitken (Redondo Beach, California, 1968) lleva una temporada excelente. El MOCA de Los ?ngeles le dedic¨® el a?o pasado una retrospectiva y ha enlazado tres proyectos que han dado mucho que hablar. Este The garden, que present¨® en la Trienal de Arte de Aarhus; The mirage, la casa de espejos que plant¨® en pleno desierto californiano, y Underwater pavillions, la instalaci¨®n escult¨®rica que mont¨® a finales de 2016 bajo el mar, en torno a las islas Catalina, y que hab¨ªa que visitar con ox¨ªgeno y traje de buzo. ¡°Estos tres trabajos han resultado ser una secuencia, han acabado creando un ecosistema de ideas. Creo que estamos saliendo del modelo del siglo XX en el que el arte ten¨ªa que verse en museos y galer¨ªas. El espectador tiene que encontrarse mis obras y ser el autor de sus propias experiencias, no verlas solo como un voyeur¡±.
"El espectador tiene que encontrarse mis obras y ser el autor de sus experiencias. Es algo muy poderoso ver a una se?ora de setentaytantos a?os despedazar una cocina. Me dijo que no sab¨ªa de d¨®nde le hab¨ªa salido aquello¡±
Desde luego, interact¨²an con The garden. El chico Haneke no era un actor, sino un vecino del barrio. ¡°Me dijo que tiene 22 a?os y le gusta beber alcohol. La mayor parte de su familia sufre enfermedades o ha muerto. Me confes¨® que no ve mucho futuro pero que aqu¨ª se hab¨ªa sentido libre¡±. Durante ocho semanas, el espacio permaneci¨® abierto y cualquiera que pasara por all¨ª dispon¨ªa de 10 minutos para hacer lo que quisiera, sabiendo que las c¨¢maras lo registrar¨ªan todo. Al final de cada d¨ªa, los muebles y el menaje roto se sustituyen por otros nuevos. ?Todo el mundo destruye? ¡°S¨ª, pero algunos lo hacen muy discretamente. He estado filmando conversaciones cortas con todos ellos y quiz¨¢ luego lo edite y haga una pieza. Es algo muy poderoso ver, por ejemplo, a una se?ora de setentaytantos a?os despedazar una cocina. Era muy amistosa, me dijo que no sab¨ªa de d¨®nde le hab¨ªa salido aquello¡±.
La idea misma de la conversaci¨®n est¨¢ en el centro de la obra de Aitken, ya sea con se?oras danesas de avanzada edad o con Tilda Swinton o Chlo? Sevigny, con las que ha colaborado. Dice que lo mejor de trabajar en Underwater pavillions fue levantarse una ma?ana en la casa que compart¨ªan los implicados en el proyecto y encontrarse a un amigo de la NASA hablando con un bi¨®logo marino sobre las similitudes entre el oc¨¦ano y el espacio.
En 2013, como parte de su idea de colaboraci¨®n constante, mont¨® Station to station, un ¡°happening n¨®mada¡± que consist¨ªa en subir a artistas como Ed Ruscha, Beck, Patti Smith, Cat Power, William Eggleston o Thurston Moore ¨Clas obras de Aitken se cotizan muy bien pero cabe preguntarse cu¨¢nto se pagar¨ªa por la agenda de su m¨®vil¨C en un tren que recorri¨® m¨¢s de 6.000 kil¨®metros desde el Atl¨¢ntico al Pac¨ªfico. ¡°La ¨²nica regla era que hiciesen algo fuera de su campo habitual. Cada vez que el tren paraba, baj¨¢bamos y era como echar gasolina al fuego. Surg¨ªan obras ef¨ªmeras que explotaban en ese instante y despu¨¦s segu¨ªamos nuestro camino¡±. Desde algunos rincones del mundo del arte se critic¨® que la traves¨ªa estuviera esponsorizada por Levi¡¯s, como si todo fuera un anuncio gigante y car¨ªsimo de genuino lifestyle americano. ¡°Eso fue un caso de desinformaci¨®n¡±, se defiende. ¡°Trabajamos con 10 museos, adem¨¢s de la marca que apoyaba el proyecto, y todos los artistas regalaban su trabajo. Hubo mucho esfuerzo personal por no beneficiarse¡±. Ahora trama una nueva instalaci¨®n en una isla de Maldivas y planea seguir paseando The garden, ver qu¨¦ hace la gente con ese para¨ªso artificial que ha construido para verlo saltar en pedazos.
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