La Rinconada, el ¡®dorado¡¯ helado
Miles de personas se buscan la vida a 5000 metros de altura en las minas de oro de este enclave peruano precario y altamente contaminado
El sue?o de El Dorado someti¨® al continente sudamericano a la esclavitud, llev¨® a muchos conquistadores a emprender una b¨²squeda in¨²til y mort¨ªfera a trav¨¦s del continente. Incluso Atahualpa, el ¨²ltimo emperador inca, pag¨® con su vida ¨¦sta fiebre del oro.
¡°?A la mina, a la mina!¡±, grita una mujer desde una furgoneta, en lo que parece una improvisada estaci¨®n de autobuses en Juliaca, en la regi¨®n de Puno, al sudeste de Per¨². A m¨¢s de 5.000 metros de altitud, resistiendo el fr¨ªo y la falta de ox¨ªgeno, unas 70.000 personas sobreviven persiguiendo el sue?o del oro. Es en La Rinconada, situada en el nevado de Ananea en los Andes peruanos y considerada la ciudad m¨¢s alta del planeta, donde durante d¨¦cadas fueron llegando hombres y mujeres improvisando una ciudad de casas de zinc entre nieves perpetuas.
Despu¨¦s de m¨¢s de tres horas de camino y dejando atr¨¢s el pueblo de Ananea, el asfalto desaparece y la tierra se vuelve gris. Todo parece inerte, excepto los hombres y mujeres que sobreviven con lo que consiguen arrancarle a la monta?a. A pocos kil¨®metros de La Rinconada monta?as de basura dan la bienvenida. Un vertedero que se extiende a ambos lados del camino, donde aves carro?eras, perros y alguna llama compiten por alg¨²n resto de comida.
La furgoneta entra por fin en el pueblo y lo primero que se ve al llegar a su calle principal, como anunciando lo duro que es vivir aqu¨ª, es una funeraria. Pocos extranjeros se acercan hasta La Rinconada, y rostros duros llenos de curiosidad se acercan al periodista. ¡°?A que ha venido a la mina? ?a sufrir?¡±, pregunta uno entre enfadado y resignado.
En La Rinconada las calles siempre est¨¢n cubiertas de lodo. Una mezcla de nieve derretida, agua de los lavaderos y desag¨¹es y mercurio de los relaves mineros. As¨ª como las heces de la poblaci¨®n, que son arrojadas a la calle sin m¨¢s. Y por ¨²ltimo, la basura cubri¨¦ndolo todo. No existen redes de agua potable, ni de alcantarillado, ni calefacci¨®n, y por supuesto no hay tratamiento de residuos, lo que hace del pueblo un gran vertedero. La falta de servicios, exceptuando el transporte y la telefon¨ªa m¨®vil, hacen de este lugar un asentamiento inviable.
Apenas hay hoteles. Y los que hay ofrecen habitaciones con una cama, tres mantas para soportar el fr¨ªo de la noche, sin calefacci¨®n, sin ventanas y con un lavabo compartido y sin duchas. Las duchas en todo el pueblo son p¨²blicas. Lo que s¨ª abunda en La Rinconada son las cantinas y los prost¨ªbulos, donde muchos mineros pasan el tiempo libre gastando su dinero. ¡°Aqu¨ª los hombres se malean, tocan el oro y ya no vuelven a ser los mismos¡±, explica? mientras golpea una roca de los desechos mineros que acaba de descargar un cami¨®n en la ladera.
La prostituci¨®n, los asesinatos y desapariciones est¨¢n a la orden del d¨ªa. La falta de agentes de polic¨ªa convierte este lugar en una ciudad sin ley, donde la mayor¨ªa de sucesos quedan sin resolver y donde al visitante que planea viajar hasta aqu¨ª se le aconseja informar de ello en la comisar¨ªa de Juliaca.
Entre los a?os setenta y ochenta, La Rinconada no era m¨¢s que un peque?o asentamiento donde unos cuantos campesinos empobrecidos buscaban fortuna en un desierto de roca y hielo. Pero la fiebre del oro hizo que durante d¨¦cadas fueran llegando hasta aqu¨ª mineros informales, campesinos, obreros desempleados y comerciantes en busca de una oportunidad, sin importarles las condiciones clim¨¢ticas, la altitud y un sistema de trabajo m¨¢s propio de esclavos. M¨¢s tarde, la crisis econ¨®mica aument¨® la avalancha de mineros venidos de todas partes, triplicando en menos de 10 a?os su poblaci¨®n.
Cachorreo
La Corporaci¨®n Minera Ananea tiene la concesi¨®n, por parte del Estado, de la explotaci¨®n de la mina en el nevado Ananea. ?sta a su vez alquila la explotaci¨®n de cada socav¨®n, es decir, cada galer¨ªa excavada en la monta?a, a unos cuatrocientos operadores mineros o contratistas. Cada contratista subcontrata a los mineros, que son quienes trabajan en el socav¨®n en condiciones extremas, introduci¨¦ndose dentro del glaciar, en galer¨ªas de m¨¢s de un kil¨®metro en las que escasea el ox¨ªgeno y la humedad cala hasta los huesos.
A todo esto se le suma el sistema de pago, llamado cachorreo, por el cual trabajan veinticinco d¨ªas gratis, para el contratista, y cinco d¨ªas para beneficio propio. De ¨¦sta manera nunca saben lo que van a ganar a final de mes. Si hay suerte pueden conseguir unos miles de soles (1.000 soles son unos 260 euros). Y si no, puede que hasta trabajen gratis ese mes.
El trayecto a las bocaminas es un ir y venir constante de mineros, muchos cargados con sacos llenos de la piedra extra¨ªda de la mina en su jornada de cachorreo. Antes de llegar a las minas, lo que antes era una laguna de agua limpia, con abundantes peces, es ahora un pantano gris, completamente contaminado por el mercurio y la basura. En uno de los socavones est¨¢ Mauro, que lleva tres d¨¦cadas en la mina. ¡°Vine por unos a?os, cre¨ªa que me har¨ªa rico, y aqu¨ª me qued¨¦¡±, explica mientras se prepara para entrar en la galer¨ªa.
A diferencia del trabajo para el contratista, que se realiza con taladro neum¨¢tico y en el que el oro se separa del resto de los minerales de forma mec¨¢nica, en el cachorreo todo el proceso es manual. Cuando el minero extrae las piedras de la mina las lleva al quimbalete o molino, donde las tritura, y con la ayuda de agua y mercurio separa el oro del resto de minerales.
Aqu¨ª los hombres se malean, tocan el oro y ya no vuelven a ser los mismos¡±
Con una batea y un pa?uelo, Jos¨¦, filtra el agua hasta que le queda en la mano una peque?a bola de mercurio y oro, que m¨¢s tarde ira a vender a alguno de los muchos acopiadores que hay en el pueblo. Jos¨¦, de 42 a?os, vino del altiplano. ¡°No quiero quedarme mucho. Mi hermano muri¨® por culpa de la mina, este no es buen sitio para vivir", apunta. "Dej¨¦ a mi familia en Huancayo y cuando consiga suficiente dinero me ir¨¦¡±. Aunque Jos¨¦ no quiere hablar de cuanto puede ganar al mes, la realidad es que solo unos cuantos alcanzan buenos ingresos, mientras que la mayor¨ªa apenas subsiste con lo que saca de la monta?a.
Uno de los principales problemas de salud de La Rinconada es el uso de mercurio en la obtenci¨®n del oro. El acopiador calienta ¨¦sta amalgama con un soplete hasta que el primero se evapora por la chimenea, dejando el oro puro. Pero el mercurio evaporado se queda en el ambiente y es inhalado por la poblaci¨®n, adhiri¨¦ndose tambi¨¦n a la nieve que, una vez derretida, se utiliza como agua de consumo.
Pallaqueras
Las mujeres tienen prohibido entrar en los socavones. Los mineros dicen que la monta?a es muy celosa, y que el oro desaparece si ellas entran. As¨ª se ven centenares de mujeres, encorvadas, escarbando en la ladera los desechos reci¨¦n extra¨ªdos de la mina que descargan los camiones. Son las pallaqueras. Es una tarea que solo realizan mujeres y consiste en buscar, con un martillo en las manos, restos de oro entre las piedras que ya nadie quiere. Muchas llegaron siguiendo al marido, para cuidarlo y evitar que gaste lo poco que gana en las cantinas. Otras son madres solteras en pos de una vida mejor para sus hijos.
Muchas de estas mujeres se han organizado en asociaciones. ¡°Ahora estamos un poco mejor. Despu¨¦s de asociarnos, hacemos turnos de cuatro horas¡±, explica Juana, con cierto recelo. ¡°Aunque se sigue ganando muy poco¡±. Ella vino con su marido y sus hijos, y aunque su trabajo es pura cuesti¨®n de suerte, consiguen sacar a su familia adelante. ¡°Mis hijos aqu¨ª pueden estudiar¡± dice, sin quitar la vista de las piedras.
Per¨² es el sexto productor de oro mundial y el mayor de Latinoam¨¦rica. Y aunque es el sexto pa¨ªs con mayores reservas de oro a nivel mundial, seg¨²n la US Geological Survey, los mineros de La Rinconada saben que est¨¢n de paso, que un d¨ªa la monta?a ya no les dar¨¢ m¨¢s y tendr¨¢n que marchar.
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