Catalu?a, la epil¨¦ptica de Espa?a
Desde la Constituci¨®n de 1978, Espa?a es una ¡°Naci¨®n de ciudadanos¡±. Ante el nacionalismo y la deriva independentista actual la respuesta inmediata es un Frente Unido Constitucional, sin matices y en el marco europeo
La idea base y el t¨ªtulo de este escrito son de Agust¨ª Calvet, ese buen Gaziel al que me descubri¨® Enric Juliana y al que tanto admiraba Josep Benet tambi¨¦n. En La Vanguardia del 28 de noviembre de 1930, Gaziel sentenci¨®: ¡°El sino pol¨ªtico de la tierra catalana, desde que Espa?a se constituy¨® en unidad nacional a fines del siglo XV, ha sido constantemente un sino contestatario. Catalu?a viene siendo, desde hace cuatro siglos, la epil¨¦ptica de Espa?a¡±. (Tot s¡¯ha perdut,p¨¢ginas 132-133).
Pues bien, desde Gaziel hasta hoy, ya vamos camino del quinto siglo de eventos epil¨¦pticos. 50 a?os despu¨¦s, Tarradellas dijo: ¡°Cuando los catalanes nos hemos podido dedicar a la pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs, a menudo lo hemos hecho con estrechez de miras, dando la impresi¨®n de no saber superar unos horizontes limitados¡± (Ja s¨®c aqu¨ª, p¨¢gina 61). Y remataba: ¡°A lo largo de mi vida he podido observar a menudo que muchos catalanes no saben ni ganar ni perder. Cuando ganan, se vuelven ¨¢vidos como lobos hambrientos. Cuando pierden, echan la culpa a los dem¨¢s y se retiran a cultivar la flor amarga del resentimiento¡± (Ja s¨®c aqu¨ª, p¨¢gina 177).
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No hay que medir a todos los catalanes por el mismo rasero. Creo mejor hablar de las minor¨ªas catalanas ¡ªpol¨ªticas, culturales y econ¨®micas¡ª, dirigentes en sucesivos momentos de ruptura, y creadoras de mitos, predicadoras de para¨ªsos perdidos y vindicadoras de agravios.
En relaci¨®n con el papel de esas minor¨ªas catalanas dirigentes, ya se expres¨® Pierre Vilar, maestro espiritual de historiadores catalanistas, refiri¨¦ndose a las revueltas de 1640 y de 1705: ¡°De hecho, estas minor¨ªas dirigentes del Principado eligieron muy mal, en ambas revueltas, a los que quer¨ªan como garantes de sus libertades (¡) Fue as¨ª como una minor¨ªa catalana representativa crey¨® por dos veces que pod¨ªa elegir su propio camino¡± (Breve historia de Catalu?a, p¨¢ginas 89-90).
En cuanto a las posibles consecuencias ¡°apocal¨ªpticas¡± de los errores de esas minor¨ªas dirigentes catalanas, Vilar y Vicens Vives las relativizan en grand¨ªsima medida. As¨ª, Pierre Vilar dice que, con los Decretos de Nueva Planta, ¡°lo que se suprimi¨® fue lo que quedaba de un Estado medieval (y en este caso, el t¨¦rmino Estado es discutible)¡± (Breve historia de Catalu?a, p¨¢gina 91). Y Vicens Vives, sobre el mismo tema, y en una obrita seria, escrita para todos los espa?oles, dice que ¡°el desescombro de privilegios y fueros benefici¨® insospechadamente a Catalu?a, no s¨®lo porque oblig¨® a los catalanes a mirar hacia el porvenir, sino porque les brind¨® las mismas posibilidades que a Castilla en el seno de la com¨²n monarqu¨ªa¡± (Aproximaci¨®n a la historia de Espa?a, p¨¢ginas 131-132).
La Catalu?a moderna se ha construido y crecido en el marco de la unidad de Espa?a
Menos lobos, pues. La realidad f¨¢ctica hist¨®rica es que la Catalu?a moderna y contempor¨¢nea se ha construido y crecido en el marco de la unidad de Espa?a y se ha beneficiado de esa unidad y de sus mercados, el colonial, y el peninsular. Todo espa?ol m¨ªnimamente informado, incluidos los catalanes, sabe que Catalu?a se desarroll¨® industrialmente gracias, en muy fundamental medida, a los capitales repatriados de las colonias; a las pol¨ªticas proteccionistas arrancadas al poder central espa?ol; a la alianza objetiva, en torno a los dominantes en Madrid, ¡°del textil catal¨¢n, la ferreter¨ªa vasca y los cerealistas castellanos¡± (Vicens Vives, Los catalanes del siglo XIX, p¨¢gina 67), y a la explotaci¨®n ¡ªposiblemente la m¨¢s desnuda y cruda de Espa?a en su historia moderna¡ª de las capas trabajadoras que all¨ª buscaban la supervivencia. En aquellos momentos, las ¨¦lites dirigentes catalanas no tuvieron el menor empacho en recurrir a las fuerzas del orden p¨²blico central o en impulsar la llegada de una dictadura con tal de defender sus propiedades y el sistema establecido. Menos agravios permanentes y menos victimismos eternos, pues, a estas alturas de la Historia. Aunque en lo cultural la realidad fuera otra muy distinta.
La deriva independentista actual empez¨®, epil¨¦pticamente, con Maragall, el Tripartito y el nuevo Estatut. Lo cuenta Enric Juliana (Modesta Espa?a, p¨¢gina 92): en agosto de 2005, en Rupi¨¢, le report¨® Ernest Maragall a su hermano, ¡°vamos a enviar un Estatut a Madrid del que se hablar¨¢ durante mucho tiempo¡, ya veremos qu¨¦ pasa¡±. ?Cabe mayor frivolidad pol¨ªtica? Todo empez¨® entonces. Y todo acab¨® para Maragall, en palabras de Juliana, ¡°el d¨ªa que ¨¦l ¡ªMaragall, el afortunado¡ª se sobrevalor¨®, como manda su linaje, y crey¨® que Espa?a se cambia con solo pensarlo. Con solo quererlo¡±. S¨ª. Maragall inici¨® un proceso en el que dej¨® al PSC sin margen de maniobra: ¡°No sabemos hasta d¨®nde vamos a llegar. Esto no lo controlamos nosotros¡±, me confesaron Manuela de Madre y Miquel Iceta en 2005, en una visita m¨ªa al Parlament de all¨ª, donde fui para informarme.
Todo empez¨® en el a?o 2005 con Maragall, el Tripartito y el nuevo Estatut
Ahora, todav¨ªa, algunos quieren aprovecharse del embrollo. Unos, para ¡°corregir los errores de 1980¡±, como se ha escrito hace poco; y otros porque ¡°de la cat¨¢strofe, algo sacaremos nosotros¡±, como me dijo esta semana un industrial catal¨¢n. O volver al pasado, o chalanear con el presente. Ambas cosas son inaceptables. La primera, porque al pasado nunca se puede volver; la segunda, porque desde la Constituci¨®n de 1978 para ac¨¢, Espa?a es una ¡°Naci¨®n de ciudadanos¡±, sin m¨¢s monsergas. Esa Constituci¨®n se ha desarrollado desde entonces, entre todos y por todos, y ha dado origen a una serie de sociedades intermedias, democr¨¢ticamente estructuradas. Todos los espa?oles y todos los territorios han de ser tenidos en cuenta para cualquier nuevo experimento. Adem¨¢s de Catalu?a y Madrid, estamos los dem¨¢s espa?oles. Y somos m¨¢s. No caben soluciones bilaterales.
Existe otra raz¨®n, adem¨¢s: la epilepsia catalana es de la especie ¡°epilepsia sin tratamiento¡±. El nacionalismo no tiene cura definitiva. Como decimos en Andaluc¨ªa, el nacionalismo no tiene jartura, no se sacia nunca.
Alguna soluci¨®n, no obstante, habr¨¢ que buscar, m¨¢s adelante y sin prisas. Ahora ¨²nicamente cabe hacer lo que hizo Mao Zedong en 1937, ante la invasi¨®n japonesa de China: impuls¨® el Frente ?nico Antijapon¨¦s, ali¨¢ndose con Chiang Kai-shek, y dej¨® para m¨¢s adelante su guerra civil contra el Kuomintang. Primero el atacante de la Naci¨®n, y luego el adversario de clase. Pues eso: ahora, en Espa?a, un frente unido constitucional, sin matices ni ocurrencias. Y, m¨¢s adelante, a trabajar en soluciones serias, integrales e integradoras. En el marco de Europa y de lo europeo, claro. Ahora, Constituci¨®n.
Jos¨¦ Rodr¨ªguez de la Borbolla es miembro del Comit¨¦ Director del PSOE de Andaluc¨ªa.
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