La raz¨®n por la que hay personas que tienen cara de llamarse Manolo o Luc¨ªa
Se puede adivinar el nombre de una persona con solo verle la cara
A no ser que nos demos a conocer por nuestro apodo, todos llevamos a cuestas el nombre que nuestros padres nos pusieron con m¨¢s o menos acierto, algo que calibraremos seg¨²n nuestros gustos personales. Tanto si nos gusta como si no, nos presentaron ante el mundo con esa denominaci¨®n de origen, una etiqueta indeleble en forma de apelativo que, por lo que parece, puede influenciar en nuestro f¨ªsico.
As¨ª es: todo apunta a que no es lo mismo ir por la vida con un nombre que con otro, seg¨²n un estudio publicado en la revista Journal of Personality and Social Psychology dirigido por Yonat Zwebner y Ruth Mayo, psic¨®logos de la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n, en Israel.
Tras un experimento en el que los participantes deb¨ªan asociar caras y nombres, los investigadores comprobaron que los estereotipos asociados a un nombre determinado se reflejan en los rasgos faciales. M¨ªrese al espejo: ?le parece que tiene cara de llamarse, pongamos por caso, Helena, Roberto, Jessica, Luciana o Jos¨¦ Mar¨ªa? Probablemente usted no pille la concordancia entre su cara y su nombre pero, por lo que se ve, hay gente que s¨ª es capaz de deducirlo.
El ensayo se llev¨® a cabo en Francia e Israel en base a una muestra de centenares de personas, a las que se invit¨® a asociar la cara de una fotograf¨ªa con uno de los nombres de una lista compuesta por cuatro o cinco opciones. Sorprendentemente, los participantes acertaron en un porcentaje de entre el 25% y el 40%. Un porcentaje de aciertos que excede el ¨¢mbito de la casualidad; de hecho, si el nombre lo escog¨ªa el ordenador de forma azarosa, el tanto por ciento de matches era de entre un 20% y un 25%.
?Qu¨¦ explicaci¨®n puede tener esa intuici¨®n con los nombres?
Los datos apuntan que los estereotipos culturales asociados a c¨®mo nos llamamos tienen un peso relevante. Por poner un ejemplo muy b¨¢sico, si observa usted una fotograf¨ªa de una mujer mayor, con la cara curtida, sin te?ir ni maquillar y peinada de forma austera, ?qu¨¦ pensar¨¢ que le pega m¨¢s, llamarse Melania o Mar¨ªa Antonia? Seguramente el segundo.
Pero los investigadores van m¨¢s all¨¢ de las asociaciones basadas en la edad o la procedencia social. Zwebner afirma que, de forma inconsciente, las personas pueden alterar su apariencia para ajustarse a las normas culturales y a los estereotipos asociados a sus nombres, por ejemplo los vinculados a la etnia y el g¨¦nero. Tambi¨¦n hay estereotipos vinculados a determinados nombres, dice Zwebner?. "Por ejemplo, las personas tienden a imaginar que la cara de un tipo llamado Bob es m¨¢s redonda que la de otro cuyo nombre sea Tim, y parece que esos estereotipos pueden, con el tiempo, afectar la apariencia facial de las personas". Algo en lo que, evidentemente, influyen factores que los individuos podemos controlar, como por ejemplo el peinado.
"Estamos sujetos a la estructuraci¨®n social desde el momento en que nacemos, no solo por g¨¦nero, etnia y condici¨®n socioecon¨®mica, sino tambi¨¦n por la simple elecci¨®n que otros hacen al darnos nuestro nombre", (Ruth Mayo, coautora del estudio).
Otro dato destacado del estudio y que remarca la importancia del marco cultural es que el tanto por ciento de aciertos a la hora de emparejar caras y nombres sali¨® m¨¢s alto cuando los participantes observaban caras de su misma nacionalidad. Ante una mezcla de caras y nombres tanto franceses como israel¨ªes, los participantes franceses fueron mejores emparejando nombres y caras franceses y los israel¨ªes asociando caras y nombres hebreos.
Para Ruth Mayo, coautora del estudio, est¨¢ claro que "estamos sujetos a la estructuraci¨®n social desde el momento en que nacemos, no solo por g¨¦nero, etnia y condici¨®n socioecon¨®mica, sino tambi¨¦n por la simple elecci¨®n que otros hacen al darnos nuestro nombre". Algo que, por cierto, ya dej¨® claro a finales del siglo XIX Oscar Wilde en su obra La importancia de llamarse Ernesto, en la que el autor jugaba con el peso de los nombres. De hecho, el t¨ªtulo original en ingl¨¦s fue ya un juego en s¨ª mismo, pues en The importance of being Earnest, ¡°Earnest¡± tanto puede ser ¡°Ernesto¡± como ¡°formal¡±, aludiendo a un protagonista que lleva una doble vida para la cual toma dos nombres distintos para personalidades opuestas. Cuidad¨ªn pues, al elegir los nombres de los hijos, papis: los nombres s¨ª importan y, por lo visto, pueden dejar mella.
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