Agua, pan y letrinas: los b¨¢sicos de todo campo de refugiados aut¨®nomo
Cinco a?os llevan m¨¢s de 51.000 malienses refugiados en el campo de Mberra en tierras mauritanas. Su existencia digna depende de la cooperaci¨®n internacional. El reto ahora es conseguir que sean aut¨®nomos. ACH se afana por garantizar agua y saneamiento en una crisis prolongada como esta
Lo primero que impacta de los campamentos de Mberra, en Mauritania, es el acceso. Aqu¨ª no se llega f¨¢cilmente. Tampoco se sale. Las condiciones clim¨¢ticas son dur¨ªsimas, como toda zona del Sahel que se precie. Un paisaje hecho a pedazos de amarillo arena y verde de pastos y acacias, en ¨¦poca de lluvias; algunas cabezas de ganado pastan salpicadas por las esquinas. Solo un avi¨®n de Naciones Unidas permite alcanzar de forma r¨¢pida, tres veces por semana, la localidad de Basikunu desde la capital, Nuakchot, a casi 1.500 kil¨®metros de distancia. En el aeropuerto la sala de espera no es tal, ya no existe. La balanza para pesar las maletas es port¨¢til. Venir por carretera implica dos o tres d¨ªas de una ruta imprevisible. A unas pocas decenas de kil¨®metros se encuentra Mal¨ª, otro pa¨ªs, 2.200 kil¨®metros de frontera permeable compartidos; un Estado que sufre un sinf¨ªn de conflictos desde hace una d¨¦cada alentados por el yihadismo.
En Basikunu conviven dos mundos paralelos. Los oriundos por un lado; los expatriados, trabajadores de las organizaciones humanitarias, por otro. A los primeros se les puede ver moverse libremente por las calles de tierra, entre las deconstruidas casas de adobe, o por la enorme plaza central, donde se celebran mercados o se concentran ej¨¦rcitos, charlando en corrillos ante las peque?as tiendas de ultramarinos.
Los segundos est¨¢n robotizados, se dir¨ªa. Todo gira alrededor de horarios, plannings, agendas, programas, convoyes ida y vuelta a los campos de refugiados malienses de Mberra. Todo aqu¨ª gira alrededor de estos campamentos; de ese per¨ªmetro internacional de ocho kil¨®metros establecido a tal efecto, donde habitan m¨¢s de 51.000 personas desde hace un lustro. El Ejercito mauritano vigila la ciudad en las afueras. La seguridad es uno de los grandes desaf¨ªos de su trabajo.
Y es una pura iron¨ªa que la vida dentro de los campos sea m¨¢s relajada y segura que fuera. Grupos de mujeres reunidas bajo las jaimas, ni?os jugando al f¨²tbol entre hondonadas de arena, chamizos construidos con cualquier cosa, vallas edificadas con troncos de acacias que no han sobrevivido al furor migratorio... Pura iron¨ªa que la raz¨®n por la que los malienses del campo tuvieran que huir de su pa¨ªs fuera la amenaza yihadista en 2012¡ y que sea esta misma la que condiciona hoy, en 2017, la vida de los trabajadores humanitarios (y no s¨®lo ellos) en kil¨®metros a la redonda.
Una vez dentro del campo la vida cotidiana se impone. El asentamiento es digno. El modo de ser beduino se contagia y reina, hay mucha gente formada entre los refugiados, maestros, m¨²sicos, artesanos... Cuentan buenas lenguas que por las noches las veladas son inolvidables: cada cual con su folclore, el desierto como platea. Pero ning¨²n expatriado puede quedar dentro del per¨ªmetro asignado a determinadas horas. Normas.
Numerosos carteles con los nombre de la organizaciones activas dan la bienvenida al visitante. Todos est¨¢n manos a la obra. "El sector de sanidad est¨¢ asegurado por la direcci¨®n nacional de la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Mauritania y M¨¦dicos Sin Fronteras de B¨¦lgica; el sector hidr¨¢ulico, en este momento, por Acci¨®n Contra el Hambre...; el sector de seguridad alimentaria, por el Comisariado de Seguridad Alimentaria de Mauritania y el Programa Mundial de Alimentos y sus socios y ACH; el sector de generaci¨®n de actividades, el de gesti¨®n de la crisis del futuro, por ellos y otras ONG; la administraci¨®n por la Asociaci¨®n Luterana Mundial; el sector medioambiental est¨¢ asegurado por una ONG local mauritana que se llama SOSCRR.... Y los sectores de protecci¨®n y educaci¨®n est¨¢n asegurados por UNICEF y una ONG italiana, InterSOS...", lo explica bien claro Mohamed Ag Makha, alias Momo, el jefe de los refugiados en los campamentos de Mberra.
Y cuando habla el logista de Acci¨®n contra el Hambre y jefe interino de la base,?Bernard Edmond, insufla optimismo. "Nuestros equipos, unas 60 personas, son pura diversidad", cuenta. "Una parte procede de Mauritania y la otra, de Mal¨ª. Estos son, la mayor¨ªa, refugiados. La mezcla es uno de nuestros desaf¨ªos. Existe una suerte de conciliaci¨®n constante, y vemos que los refugiados son muy importantes para nosotros en el campo porque nos permiten entender sus problemas y encontrar y aportar soluciones adecuadas. Esta simbiosis nos permite avanzar".
Basta poner el pie en el campo de Mberra para notar tal variedad: en cuatro zonas distintas, divididas en bloques, se concentran peuls, bambaras, maures, songhais y, sobre todo, tuaregs. Muchos n¨®madas procedente de zonas muy da?adas durante los conflictos de 2012, Tombuct¨², Tenenku o Nioro, como tambi¨¦n lo fueron Gao, Kidal o Mopti.
Acci¨®n contra el Hambre se encarga de garantizar una de las patas imprescindibles para la subsistencia y la vida digna en el campo: agua y saneamiento. El equipo, muy joven, est¨¢ constantemente activo acompa?ando a los comit¨¦s de las distintas zonas, concentrados en tareas t¨¦cnicas o de sensibilizaci¨®n, en campa?as de higiene, de lavado de manos o bidones, charlas sobre modos de cocinar debidamente o de alimentar al beb¨¦ para no poner en peligro la salud de la familia. Animadores por aqu¨ª y all¨¢, t¨¦cnicos, ingenieros del agua... Como Mariata Amdu N'Gaid¨¦, Sadam Hahaty o Mohamed Ag Rhally, entre muchos otros de alto esp¨ªritu y gran resistencia. Benjamin Kambale, jefe de proyecto de agua, saneamiento e higiene, y Mohamed Yehdhih Lemine, supervisor de su calidad, explican paso a paso las tareas diarias para asegurar el control en todos sus aspectos.
Y en el horizonte, para los pr¨®ximos meses, todos en el equipo solo ven retretes y retretes... Exactamente 1.130 letrinas tienen que construir en Mberra. "Pasamos de las semipermanentes a las permanentes. A d¨ªa de hoy hemos construido 590 y creemos que con nuestra capacidad vamos a alcanzar el objetivo de aqu¨ª a final de a?o", cuenta Edmond. El otro gran reto es la seguridad alimentaria, la distribuci¨®n de v¨ªveres que se hace aqu¨ª continuamente.
Uno de sus programas de impacto en Mauritania es el de las Actividades Generadoras de Ingresos (AGR). Funcionan bien en los campos. "Hemos estado cre¨¢ndolas a lo largo de los tres ¨²ltimos a?os y estamos ahora con el seguimiento. Siempre hay que ayudar a las AGR porque son la esperanza para dar autonom¨ªa a los refugiados. Creemos que con el m¨¦todo que se ha implantado se conseguir¨¢ tener ¨¦xito en las acciones". Vemos mujeres panaderas, orfebres, peluqueras, modistas... peque?os negocios que permiten ganarse la vida. Hay muchos j¨®venes refugiados que tambi¨¦n salen, ya que pueden hacerlo (los campos son abiertos), a trabajar a diario a las aldeas vecinas. El camino a?Basikunu puede llegar a estar muy transitado.
El reto es c¨®mo ganar la batalla de la autonomizaci¨®n en un campo de refugiados?
"Estamos en otro campo, ya no es un campo de urgencia", explica Momo. "Los refugiados deben ir apropi¨¢ndose de las infraestructuras creadas. As¨ª ya, por ejemplo, en el sector hidr¨¢ulico no solo tendr¨¢ que venir Acci¨®n contra el Hambre (ACH) a hacer todo el trabajo, sino que lo har¨¢ conjuntamente con los comit¨¦s aqu¨ª formados. Estos saben lo que hacen, saben cual es el objetivo. En ¨¢mbitos en los que hay necesidad, deben ir resolviendo los grupos de refugiados. Es un modo de darles autonom¨ªa, de ir creando riqueza. Pero a los trabajadores humanitarios les digo que la necesidad es muy grande. Les digo: 'hab¨¦is hecho un gran trabajo, esto marcha". Pues trabajan en perfecta simbiosis y colaboraci¨®n con las autoridades mauritanas y los refugiados".
Hoy Mberra depende por completo de la ayuda internacional. Pero de conseguir ser autosuficientes... ?podr¨ªan desaparecer los campos alg¨²n d¨ªa? "No ser¨¢ posible mientras haya todav¨ªa movimientos de tensi¨®n y de guerra en Mal¨ª", afirma Edmond. "Hay momentos en que la gente decide regresar a su casa, a su pa¨ªs por propia iniciativa, pero alg¨²n tiempo despu¨¦s vuelve, y vuelve en mayor n¨²mero. Esta es una pregunta que nosotros en la organizaci¨®n tambi¨¦n nos planteamos: ?podr¨ªamos abandonarles? Est¨¢n en una regi¨®n muy ¨¢rida, necesitan agua, agua de calidad, y buscarla, a 116 metros bajo el suelo, es nuestro trabajo. Y si los trabajadores humanitarios nos vamos, no estoy seguro de que se pudiera hacer el mantenimiento y el tratamiento del agua con todo lo que conlleva".
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