El primer ecologista de Jap¨®n
Kumagusu Minakata, inconformista y erudito de principios del siglo XX, dedic¨® sus 74 a?os de vida a una incansable b¨²squeda de conocimiento sobre la relaci¨®n entre la naturaleza y los seres humanos
Frecuentaba las barber¨ªas y los ba?os p¨²blicos para relacionarse con gente que poco sab¨ªa acerca de sus estudios. Le gustaba escuchar de viva voz a las personas hablar de lo que conoc¨ªan y de sus oficios. Los pescadores, granjeros y artesanos le adoraban. Despu¨¦s de rasurarse y asearse se iban juntos a beber sake. Kumagusu Minakata (1867-1941) dedic¨® su vida entera a la investigaci¨®n independiente. Al aprendizaje. Bebi¨® de todo un poco m¨¢s que los dem¨¢s.
En su Archivo-Residencia de Tanabe hay una foto en la que se le ve en una habitaci¨®n tumbado sobre el tatami tomando notas. La estancia est¨¢ ocupada por cientos de papeles esparcidos. Este rebelde erudito atesoraba conocimientos por medio de la observaci¨®n, la lectura y el dibujo. Tambi¨¦n escribiendo, en varios idiomas. Hasta la extenuaci¨®n. Dec¨ªa que leer era copiar y que as¨ª nunca se olvidaba. Y predic¨® con el ejemplo. Desde ni?o, al tiempo que cultivaba su pasi¨®n por el mundo natural que le rodeaba, recolectaba libros. No solo los le¨ªa, se los aprend¨ªa de memoria. Con siete a?os transcribi¨® a mano la enciclopedia Wakan Sansai Zue (105 vol¨²menes) y el libro de ilustraciones de la flora Honz¨ k¨moku. Este pasatiempo le llev¨® un lustro.
A su padre, comerciante de profesi¨®n, no se les escap¨® que su hijo ten¨ªa un talento. Le ayud¨® a desarrollarlo envi¨¢ndole a la mejor escuela que pod¨ªa permitirse y a la Universidad de Tokio. Centros de los que siempre le expulsaban o abandonaba. Este bicho raro nunca comulg¨® con el sistema tradicional de ense?anza. ?l era m¨¢s de pasar el tiempo en la biblioteca, husmeando entre la vegetaci¨®n en el Parque Ueno (Tokio), en el zoo o en alg¨²n jard¨ªn bot¨¢nico que en las clases. No lleg¨® a graduarse. Hoy se le estudia a ¨¦l.
Sus tres ecolog¨ªas (biolog¨ªa, sociedad y mente), muestran que los fundamentos sobre los que basaba sus investigaciones cient¨ªficas eran el amor y el respeto por la naturaleza. Para Minakata, lo que los ojos ven, lo que la mente razona y lo que coraz¨®n siente, son uno. Su m¨¦todo de trabajo, su car¨¢cter solitario, su alcoholismo y genio hizo que no encajase en la sociedad cient¨ªfica imperante, ni en Jap¨®n, ni en Occidente. Ir contra corriente no le fren¨®. Este inconformista estudioso dedic¨® sus 74 a?os de vida a una incansable b¨²squeda de conocimiento. Viaj¨® de su Wakayama natal (Jap¨®n) a los Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Hait¨ª, Jamaica e Inglaterra, lugares en los que absorbi¨® todo el saber que pudo.
A su regreso, continu¨® observando la naturaleza y protegi¨¦ndola contra la acci¨®n destructiva del hombre. No dio un paso atr¨¢s en la defensa que emprendi¨® de los bosques de la regi¨®n de Kumano. Aquel paraje boscoso, en el que no era raro ver a Kumagusu vestido m¨¢s que con un taparrabo, recolectando mixomicetos, hongos e insectos, irradiaba una carga tan profunda de espiritualidad que de alguna manera le inspir¨®. Le provoc¨® tales alucinaciones el lugar que acabaron por calar en su pensamiento. De la mano de su sapiencia estudi¨® la interacci¨®n entre lo espiritual con el mundo material. Para hacerse entender dibuj¨® el Mandala Minakata que explicaba su visi¨®n del mundo a trav¨¦s de la interconexi¨®n de las ciencias occidentales y el budismo. ?l consideraba que la naturaleza, el esp¨ªritu humano, la ciencia y la vida cotidiana como uno solo y que el mundo consiste de sus nexos casuales.
Minakata no lleg¨® a graduarse, pero hoy se le estudia a ¨¦l
Corr¨ªa el a?o 1904. Se acaba de instalar en Tanabe y casado con Matsue, la hija de un sacedorte de un templo sinto¨ªsta de la zona. El matrimonio coincidi¨® en un momento en el que el sinto¨ªsmo se consideraba algo m¨¢s espiritual que religioso y el Gobierno pas¨® a hacerse cargo de todos los santuarios que hab¨ªa repartidos por Jap¨®n. El objetivo de esta nueva regulaci¨®n de 1906 era organizarlos y reducir los gastos de mantenimiento.
A Kumagusu esta medida le preocup¨® porque, adem¨¢s de significar el derribo de los templos y la tala de ¨¢rboles sagrados que los proteg¨ªan, iba a incidir de manera negativa en el paisaje y en el ecosistema. As¨ª que se moviliz¨® e hizo una campa?a para tratar de evitar que esta orden se cumpliera.
Escribi¨® art¨ªculos de opini¨®n al respecto en los peri¨®dicos y moviliz¨® a miembros de los gobiernos locales para que se posicionaran de su parte y protegieran tambi¨¦n los bosques. En una carta enviada en 1911 al gobernador de Wakayama escribi¨® la ignota palabra ecolog¨ªa, rese?ando que aquella medida, adem¨¢s de da?ar el entorno natural, podr¨ªa causar la destrucci¨®n de la vida de las personas de la zona. Con sus varias acciones salv¨® a unos antiqu¨ªsimos cedros (800 a?os de antig¨¹edad), que todav¨ªa custodian el santuario de Tsugizakura, uno de los que se suceden en la regi¨®n sagrada de Kumano, as¨ª como bosques enteros. Despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial los santuarios volvieron a mantenerse cada uno por sus propios medios.
Moviliz¨® a miembros de los Gobiernos locales para que protegieran los bosques
Su implicaci¨®n en este asunto fue tal que, una vez, al no ser invitado a una ponencia (sobre la regulaci¨®n de los santuarios) celebrada en Tanabe High, lanz¨® una bolsa llena de esos espec¨ªmenes (hongos, l¨ªquenes e insectos) que le apasionaba coleccionar a los asistentes. No lo hizo por estar borracho, sino por la rabia que sinti¨® porque no le dejaron participar en dicho acto. Le detuvieron y le encerraron 18 d¨ªas en una celda, tiempo que aprovech¨® para seguir cultiv¨¢ndose con la lectura. A su salida dijo que le hubiera gustado pasar m¨¢s tiempo ah¨ª dentro, que era un sitio tranquilo, sin visitas y fresco.
Encuentro con el emperador
Kumagusu sigui¨® publicando libros, una manera de ganarse la vida y as¨ª pagar las pastillas que se ve¨ªa obligado a tomar para tratar su maltrecha salud. A la par su reputaci¨®n se fue extendiendo. Se relacion¨® con otros eruditos y personalidades a quienes recib¨ªa en su casa. Nunca dej¨® de leer, copiar, dibujar, investigar y aprender. Hasta tuvo un encuentro con el emperador japon¨¦s Hirohito en 1929, bi¨®logo de formaci¨®n e interesado en los hongos, de visita oficial a la isla de Kashima, en la bah¨ªa de Tanabe. Pasearon juntos. Kumagusu le habl¨® de sus estudios y le regal¨® una colecci¨®n de 110 espec¨ªmenes de mohos de limo guardados en una caja de caramelos. Algo m¨¢s de 30 a?os despu¨¦s, el emperador y la emperatriz volvieron a visitar Wakayama. La vista desde la habitaci¨®n del hotel en la playa de Shirahama le sirvi¨® de musa al emperador quien compuso un poema:
Through the rain I see the dim figure of Kashima in the distance
Which reminds me of Kumagusu who was born in Wakayama
(A trav¨¦s de la lluvia veo la tenue figura de Kashima en la distancia, lo que me recuerda a Kumagusu, que naci¨® en Wakayama)
Estos versos se encuentran hoy inscritos en el monumento que se alza en frente del Museo Minakata Kumagusu en Shirahama, en honor a este pionero ambientalista. Por aquel entonces no exist¨ªa el zoom, pero de alguna manera ¨¦l se lo invent¨®. A partir del estudio de musgos, helechos, hongos y algas, construy¨® una filosof¨ªa integral que vaticin¨® los problemas ecol¨®gicos a los que hoy est¨¢ expuesta la Tierra.
Kumagusu Minakata por el mundo
Coincidiendo con la metamorfosis de Jap¨®n, que pas¨® de ser un estado feudal a un pa¨ªs moderno y occidentalizado, este inconformista del saber se subi¨® el 12 de diciembre de 1886 a un barco de vapor a recorrer el mundo. Ten¨ªa 19 a?os y buscaba un sitio donde poder estudiar a sus anchas.
Su primera escala en los Estados Unidos fue en San Francisco. Despu¨¦s se instal¨® en Chicago, donde public¨® un libro titulado Recopilaci¨®n de hongos en Michigan. De ah¨ª se traslad¨® a la localidad de Ann Arbor (Michigan), donde, a pesar de malvivir, sigui¨® recolectando espec¨ªmenes e investigando. Al cabo de su vida llegar¨ªa a juntar una colecci¨®n de 14.000. Se carte¨® con un coleccionista de hongos y l¨ªquines llamado William W. Calkins, quien le anim¨® a que se trasladara a Jacksonville (Florida) para que siguiera con sus estudios. All¨¢ se fue cargado con dos microscopios, libros, una pistola, un artilugio para cazar insectos, un botiqu¨ªn y una prensa de plantas. De Florida salt¨® a La Habana. De Cuba a Venezuela, Haiti y Jaimaica. Pa¨ªses que visit¨® gracias a un trabajo como ayudante de domador de elefantes en un circo, el cual le permiti¨® recoger hongos y l¨ªquenes, lo que de verdad le fascinaba.
En el Museo Brit¨¢nico de Londres encontr¨® ese lugar de trabajo que anhelaba
En 1892 puso rumbo a Liverpool, desde donde se dirigi¨® a Londres. En el Museo Brit¨¢nico, rodeado de libros, artesan¨ªas y antig¨¹edades de Oriente y Occidente, encontr¨® ese lugar de trabajo que anhelaba. En la capital inglesa su nombre y sus tesis alcanzaron cierta notoriedad. Public¨® art¨ªculos sobre astronom¨ªa, biolog¨ªa, zoolog¨ªa, folclore y mitos en las revistas Nature y Notes&Queries. Rechaz¨® trabajos bien remunerados en aras de conservar su libertad a la hora de investigar y recibi¨® visitas de personajes ilustres de Jap¨®n y de otros pa¨ªses, quienes quedaron asombrados por su erudici¨®n. Kumagusu continu¨® viviendo al margen de la convencionalidad, mud¨¢ndose de una habitaci¨®n alquilada a otra, incluso durmiendo en establos. La falta de dinero, su temperamento y la discriminaci¨®n le empujaron a regresar a Jap¨®n 14 a?os despu¨¦s de que emprendiera el viaje de ida.
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