El club de los peque?os ¡®gaiatos¡¯
Esta es la historia de Marta, una madre de 19 a?os y su peque?a Analaisa, a la que finalmente renunci¨® y dej¨® en el orfanato donde la autora es voluntaria
El guionista oculto de mi aventura en ?frica no negocia treguas ni como detalle de bienvenida. M¨¢s de un a?o so?ando con volver a Casa do Gaiato y cuando piso al fin esta tierra roja y adictiva, oigo voces que no me resultan familiares. Llantos infantiles en un lugar donde nunca hubo beb¨¦s. ?Entonces?
Las sorpresitas levantan pocos palmos del suelo y viven en un ver?ario, (sala de cunas) improvisado dentro de Casa Esperan?a, su enfermer¨ªa y mi hotel. Nicolas y Dias, dos gemelos de siete meses, y Martinha, una beb¨¦ de cuatro, descansan al cuidado de Sakina y Gina las mujeres que combinan turnos de 24 horas para velar el sue?o de los ni?os y pautar papillas y jarabes. Casa do Gaiato es un orfanato masculino para chicos a partir de los tres a?os. Son muchachos de la calle, abandonados, enfermos, con familias sin recursos o en situaci¨®n de extrema vulnerabilidad. Aqu¨ª, en los distritos de Boane y Namaacha, 40 kil¨®metros al sur de Maputo capital de Mozambique, la vida es m¨¢s que nunca aquello que acontece mientras vamos agendando planes.
Las voces se han corrido a favor del goteo. En la zona todos saben que Casa do Gaiato jam¨¢s negar¨¢ su ayuda a un ni?o. Una ma?ana apacible la peque?a Analaisa se une al nuevo club de los beb¨¦s. Lleg¨® a la Casa con una camiseta y un pa?al gastados en brazos de su madre, una joven de 19 a?os llamada Marta de Gra?a. Les acompa?aba George, trabajador social. Se tienen la una a la otra como ¨²nico equipaje. Analaisa es una ni?a asustadiza que aborrece a las mujeres blancas, a juzgar por c¨®mo llora cada vez que alg¨²n mulungo (blanco) acaricia esa piel demasiado ¨¢spera para su corta edad. Camina a trompicones. Cuando la madre dice que la criatura come de todo, entendemos que come lo que puede. Es f¨¢cil suponer que Analaisa no recuerde su ¨²ltima digesti¨®n. Parece ser que Marta, la madre, no tiene a nadie en este mundo. En su relato, tan duro como exento de dramatismo, hay un poco de todo y nada es f¨¢cil. Padres muertos, una escolarizaci¨®n fugaz, hambre, soledad, malos tratos, violencia sexual, supuestas verdades y muchas contradicciones. La historia oficial son unos documentos desgastados con alg¨²n que otro desgarro, que reflejan la vida de Marta Gra?a, un puzle donde faltan muchas piezas y las que est¨¢n, no encajan.
Cuando la madre dice que la criatura come de todo, entendemos que come lo que puede
A las periodistas voluntarias que ayudamos estos meses en Casa do Gaiato nos toca acompa?ar en las investigaciones. Tanto Florencia, la mam¨¢ de los gemelos como Argentina, progenitora de Martinha, son conocidas ac¨¢. La Casa tramita la manera de que algunas familias se ocupen de los ni?os en modo de acogida para adoptar lo antes posible, pero eso no depende de Casa do Gaiato. Con Marta de Gra?a es mucho m¨¢s confuso. Toca recorrer aldeas llamando buscando su pasado, llamando a algunas casas que parecen haber sido su hogar ocasional.
"?Conocen a esta chica?", pregunta varias veces el trabajador social. Parece que les suena, pero la dispersi¨®n en sus respuestas denota pocas ganas de hacerse cargo de ella. Recorremos Boane, Machava, Khongolota¡ Oscurece cuando Marta recoge una mochila con poco m¨¢s que un revoltijo de ropa. Volvemos a Casa do Gaiato. Madre e hija van a dormir all¨ª. Antes de cenar toman un ba?o. La noche promete ser reparadora para las dos.
La joven insiste en que va a encontrar trabajo para recuperar a su peque?a Analaisa
Por la ma?ana regresamos a uno de los barrios de Khongolota donde un se?or, que ella identifica como amigo, promete hacerse cargo hasta que Marta se valga por s¨ª misma. La joven insiste en que va a encontrar trabajo para recuperar a su peque?a Analaisa. Le compramos un tel¨¦fono de gama muy b¨¢sica, una estera para descansar en la cocina, (la casa solo tiene un dormitorio), y recibe alg¨²n dinero de parte de la Casa. Tres d¨ªas despu¨¦s, Marta de Gra?a renuncia a cualquier derecho sobre su hija y as¨ª lo firma ante las autoridades.
La peque?a Analaisa, sufre desnutrici¨®n, a veces tiene fiebre, tose mucho y duerme sin parar. Las pruebas de malaria y HIV son por suerte negativas. Aunque no lo sepa todav¨ªa, es la reina de la casa, pero sigue sin aceptar caricias blancas.
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