El desgarro de una violencia que no cesa en el sur de Colombia
Para muchos colombianos todav¨ªa no ha llegado la paz, pese a los acuerdos firmados entre Gobierno y FARC hace m¨¢s de un a?o
Jos¨¦ Jair Cort¨¦s era un campesino, un cultivador de cacao como tantos otros en el sur de Colombia. El pasado octubre fue asesinado en el ¨¢rea rural de Tumaco, a sangre fr¨ªa. Jos¨¦ hab¨ªa sido amenazado de muerte por grupos armados que proliferan tanto en el campo como la capital del departamento de Nari?o. Era un l¨ªder en su comunidad, un luchador por su gente y por un territorio que no quer¨ªa en manos de narcotraficantes, ni de criminales, ni de fuerzas militares. Buscaba futuro y encontr¨® la muerte.
Para los habitantes de Tumaco y su zona rural, en un 90% afrocolombianos, no ha llegado la paz con el acuerdo firmado hace ahora un a?o entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. La violencia y el miedo que hace dos a?os sent¨ªa a mi lado, en esa tierra de voluptuosa naturaleza, inmensas playas y anchos r¨ªos, siguen vivos. Y todo indica que no puede haber paz mientras sigan en el abandono.
He buscado el rostro de Jos¨¦ Jair entre las fotos y los v¨ªdeos que grab¨¦ en la Comunidad de Alto Mira y Frontera hace dos a?os. Iba a conocer de primera mano los proyectos que la ONG Alianza por la Solidaridad en el territorio. Llevan 17 a?os ofreciendo ayuda humanitaria a los desplazados, ayud¨¢ndoles a rehacer sus vidas con proyectos vitales y profesionales all¨¢ donde el Estado no llegaba y no llega. De camino, por una carretera-camino infame, encontr¨¦ grandes extensiones de cultivos de palma africana, muchos tocones de ¨¢rboles talados, cr¨ªos descalzos.
No tengo la total certeza si Jos¨¦ Jair era uno m¨¢s de los muchos l¨ªderes que me mostraron, orgullosos, sus peque?os cultivos de cacao, las mini-piscifactor¨ªas que estaban montando, los campos cada vez menos productivos debido a la sequ¨ªa, sus sencillas casas, los pocos animales que ten¨ªan¡ y tambi¨¦n su r¨ªo, el R¨ªo Mira, totalmente contaminado despu¨¦s de que las FARC explotaran el Oleoducto Trasandino apenas un mes antes: hubo un derrame de casi medio mill¨®n de galones de petr¨®leo. Igual no estaba Jos¨¦ Jair, pero si algo se repet¨ªa en los discursos de sus vecinos era su ansia por la llegada de la paz que a¨²n se negociaba, su lucha por impedir que las bandas armadas se hicieran con las aldeas (veredas, las llaman), sus batallas para que los hijos no se enrolaran en la guerrilla en busca de dinero f¨¢cil y sus afanes para que las instituciones invirtieran en su territorio.
Resulta parad¨®jico que la paz haya les haya tra¨ªdo a algunos campesinos m¨¢s violencia y m¨¢s miseria que la guerra
Ahora, resulta parad¨®jico que la paz haya les haya tra¨ªdo m¨¢s violencia y m¨¢s miseria que la guerra. Una guerra que tuvo su origen, hace m¨¢s de medio siglo, en una lucha contra esa misma miseria de la clase campesina y obrera en un pa¨ªs pr¨®spero como es Colombia. Es parad¨®jico, pero hace dos a?os, en aquellas comunidades olvidadas por su Estado, la esperanza ya estaba trufada de temores: ¡°?Y qu¨¦ pasar¨¢ luego? ?Y si surgen nuevos grupos armados, como cuando desaparecieron los paramilitares?¡±, aventuraban con angustia los que entonces parec¨ªan m¨¢s agoreros.
Algo m¨¢s de un a?o ha pasado desde las firmas en La Habana que le otorgaron al presidente Juan Manuel Santos otro precipitado Nobel de la Paz. Todo el mundo se alegr¨® por ello, y luego todo el mundo se olvid¨® de Colombia. La ayuda humanitaria internacional, hoy m¨¢s financiada por grandes instituciones que por algunos gobiernos (como el espa?ol, que en total ha recortado esta partida un 75% desde 2011), comenz¨® a escasear. As¨ª lo han denunciado las ONG de varios pa¨ªses en el pa¨ªs latinoamericano. Esas grandes instituciones se parapetan detr¨¢s del ¡°ya no hay conflicto¡±, mientras los exguerrilleros desmilitarizados m¨¢s implicados han salido de sus zonas para crear un partido pol¨ªtico y los gobernantes colombianos se han puesto manos a la obra para acabar con la coca que les financiaba, que es lo que m¨¢s molesta al gran aliado del norte y a la clase alta y media de Bogot¨¢.
Eso s¨ª, ese Estado, que casi no lo es en Tumaco, ha tenido olvidos imperdonables. Por un lado, que esos cultivos ilegales tambi¨¦n dan de comer a los campesinos y sus familias, pese a que est¨¢n deseosos de poder cambiarlos por otros que no conlleven acosos ni violencia. Por otro, que los acuerdos de La Habana tambi¨¦n hablaban de ayudas para el campesinado, de un desarrollo y una prosperidad que en Tumaco no han visto por ninguna parte. Olvidaron que, adem¨¢s de las FARC, hab¨ªa otros grupos armados a los que todo indica que se han sumado guerrilleros no desmovilizados. Y obviaron que los j¨®venes siguen sin futuro y que el negocio de los narcotraficantes ¡ªredes que logran sacar la droga del pa¨ªs desde la costa hacia Norteam¨¦rica¡ª siguen funcionando a destajo. Bien armados. Con miles de minas antipersona que siembran como quien planta tomates.
Jos¨¦ Jair Cort¨¦s fue uno de los l¨ªderes que denunci¨® la masacre de campesinos cocaleros el pasado 5 de octubre, cuando se manifestaban contra las fuerzas del orden que acudieron a arrasar sus campos para no dejar nada m¨¢s que hambre. Bien lo sabe el vicepresidente del pa¨ªs Oscar Naranjo quien, en una visita d¨ªas despu¨¦s, reconoc¨ªa que a¨²n est¨¢n ¡°estudiando¡± programas de sustituci¨®n de cultivos. Menos estudios ha habido para analizar las consecuencias de la quema.
Resulta evidente que las 23.000 hect¨¢reas de cultivo ilegal de Tumaco deben desaparecer, pero ?es l¨®gico hacerlo sin dar alternativa? Y, por otro lado ?a qu¨¦ viene tanta prisa tras 50 a?os? ?Acaso hay presiones internacionales, como apuntan algunos medios colombianos? ?D¨®nde est¨¢n los programas de desarrollo rural prometidos? ?Sigue siendo el sur de Colombia una zona prioritaria para la cooperaci¨®n europea?
Quiz¨¢s algunas de estas preguntas tambi¨¦n se las hac¨ªa Jos¨¦ Jair Cort¨¦s cuando le dispararon. En las respuestas est¨¢ el evitar otro conflicto, m¨¢s muerte y miseria. Est¨¢ en las manos de Colombia, pero tambi¨¦n de las de gobiernos que desde el exterior pueden apoyar y presionar para que se genere prosperidad y no pobreza y violencia. Durante a?os, este l¨ªder campesino luch¨® por su gente y en contra la coca. Tambi¨¦n fue uno de los que denunci¨® la reciente masacre de campesinos cocaleros. ?Qui¨¦n le mat¨®?
Aunque no encuentro su rostro en mis fotos, s¨¦ que no estaba lejos.
Rosa M. Trist¨¢n es periodista, autora del blog Laboratorio para Sapiens.
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