La ¨²ltima frontera al sur de Suram¨¦rica
Para miles de migrantes de Am¨¦rica Latina, el desierto al sur de Per¨² es la ¨²ltima barrera para pisar Chile. "La situaci¨®n se torn¨® tan ca¨®tica que, a m¨¢s oscura la piel, m¨¢s cantidad de dinero se demandaba"
Es medianoche y una pareja de Buenaventura, Colombia, espera cansada en la terminal de buses de Tacna. Jos¨¦ An¨ªbal y su mujer, Jasmine, acaban de convertirse en rebotados. Es el t¨¦rmino que se utiliza para las personas a las que los agentes fronterizos chilenos no permiten cruzar el paso de Chacalluta, un complejo a menos de 300 metros del de Santa Rosa, del lado peruano, en medio de la ¨²nica carretera que cruza el desierto y conecta Tacna, la ¨²ltima ciudad del pa¨ªs, con Arica, la primera poblaci¨®n chilena.
Dejaron Colombia hace casi una semana y han gastado m¨¢s 200 d¨®lares para llegar hasta aqu¨ª. No saben muy bien el motivo por el que no se les ha permitido la entrada a Chile. Ni siquiera tuvieron tiempo de recoger su comida y algunas de sus pertenencias, entre las que se encontraban sus billetes hasta la capital. En la frontera nadie les ha explicado cu¨¢l es el motivo de por qu¨¦ no han entrado ni les han pedido ninguna documentaci¨®n que no tuvieran. Jasmine, preocupada por buscar una forma de cruzar, rega?a a su pareja para que se quite la cadena de plata de su mu?eca y se cambie de ropa. ¡°Me puedo quitar la cadena, cortarme el pelo y cambiarme la ropa. ?Pero y esto qu¨¦?¡±, pregunta Jos¨¦ An¨ªbal mientras se?ala su piel negra.
El color oscuro de su piel m¨¢s un pasaporte estigmatizado por el narcotr¨¢fico como el suyo convierte a los migrantes afrocolombianos en uno los grupos con m¨¢s dificultades para cruzar la frontera. La falta de una legislaci¨®n clara en la que se indiquen los requisitos para ingresar a Chile hace que muchas veces sean los prejuicios de un agente fronterizo los que determinen la entrada o de una persona.
Alrededor de los reci¨¦n rebotados revolotean taxistas intentando ganar algo de dinero. ¡°Yo les llevo en un ratito cuando cambie la guardia. Solo apr¨¦ndase estas tres preguntas y entra¡±. Pero los taxistas no son lo peor que se pueden encontrar. Los coyotes son personas que saben como atravesar el desierto esquivando los puestos fronterizos y a la Polic¨ªa de Investigaci¨®n, la autoridad chilena dedicada a controlar la frontera. Tres son las principales rutas utilizadas: bordeando el mar, por la v¨ªa del tren que conecta Tacna y Arica o atravesando el desierto. Los migrantes tienen que caminar unas ocho horas; parece f¨¢cil desde el punto de vista f¨ªsico si no fuera por las 180.000 minas colocadas por Pinochet.
Comenzaron como peque?os grupos de jaladores alrededor de la terminal de buses de Tacna convenciendo a migrantes tras ser rebotados, pero para Anal¨ª Brice?o, coordinadora del Servicio Jesuita a Migrantes de Tacna (SJM), estos grupos se han transformado en organizaciones internacionales que captan a los migrantes desde sus pa¨ªses de origen. En 2015 un migrante dominicano estuvo a punto de perder la vida tras pisar una mina intentando llegar a Chile. Hab¨ªa pagado 1.000 d¨®lares a un coyote para cruzar el desierto.
El SJM lleva trabajando como el brazo de ACNUR (la Agencia de la ONU para los refugiados) en Per¨² desde hace cinco a?os. La migraci¨®n en esta regi¨®n se daba tradicionalmente de una forma circular: los chilenos cruzaban a Tacna para hacer compras mientras que los peruanos lo hac¨ªan para trabajar en las chacras, los campos de cultivo de Arica. Es a partir de 2010 cuando comienzan a llegar desde pa¨ªses m¨¢s lejanos como Colombia, principalmente de las zonas del Valle del Cauca y Buenaventura, ciudad portuaria que cuenta con los niveles m¨¢s altos de pobreza y que m¨¢s desplazados colombianos produce. Seg¨²n la Jefatura Nacional de Extranjer¨ªa, en el 2012 accedieron por este paso 8.541 colombianos a Chile.
La mezcla de conflictos, violencia y falta de oportunidades en pa¨ªses como Colombia o Venezuela ha provocado un ¨¦xodo que difumina la l¨ªnea entre ser migrante o refugiado
¡°El rebote es una pr¨¢ctica sistem¨¢tica¡±, explica Anal¨ª. ¡°El principal argumento es la bolsa de viaje, pero sigue sin ser una normativa clara, no se indica la cantidad necesaria para cruzar, a unos les piden 500 d¨®lares y a otros 1.500. Hubo un momento en que la situaci¨®n se torn¨® tan ca¨®tica que a m¨¢s oscura la piel del migrante, m¨¢s cantidad de dinero se le demandaba¡±. En 2015, de acuerdo con la Superintendencia de Migraciones del Per¨², 5.404 personas fueron rechazadas en Chacalluta. La terminal de buses de Tacna amanec¨ªa con decenas de ellas durmiendo en su suelo. Uno decidi¨® terminar all¨ª su viaje cuando se ahorc¨® all¨ª dentro tras ser rebotado.
Los nuevos pasaportes: Venezuela
La crisis de Venezuela ha provocado que cientos de miles de personas abandonen el pa¨ªs. Miguel, de 22 a?os, sali¨® de T¨¢chira, estado venezolano fronterizo con Colombia, despu¨¦s de que asaltaran su casa, amordazaran a su familia y les robaran casi todo lo que ten¨ªan. Al d¨ªa siguiente vendi¨® lo poco que los ladrones dejaron, lo cambi¨® a d¨®lares y se fue de Venezuela. A duras penas le quedaba dinero cuando lleg¨® al sur de Per¨² y fue rebotado en la frontera. La mayor¨ªa de personas llegan casi sin haber dormido en varios d¨ªas y todo el cansancio acumulado cae como un ladrillo cuando son devueltos en esta ¨²ltima aduana antes de llegar a Chile.
Ahora Miguel tiene una cama en la que dormir a cubierto gracias al refugio para migrantes Santa Rosa de Lima, en Tacna. All¨ª una docena de venezolanos? ¡ªhombres, mujeres y ni?os¡ª pasa la noche. Revisan sus tel¨¦fonos en busca de las ¨²ltimas noticias desde su pa¨ªs. Las historias y motivos de huida se repiten, sobre todo la inseguridad y una moneda, el bol¨ªvar, en ca¨ªda libre. ¡°F¨ªjate que aqu¨ª somos migrantes, sin familia, sin nada, pero salimos por la ma?ana, cada uno hace un trabajito, se trae algo que sobre y por la noche nos juntamos 10 personas a cenar en una mesa llena de comida. En mi casa en Venezuela eso hac¨ªa tiempo que no lo ve¨ªa¡±, explica Miguel.
Cae la tarde y llega a la casa de acogida Julio, otro migrante venezolano. Se quita la camiseta y se echa a una litera a escuchar la conversaci¨®n con una sonrisa. Julio encontr¨® un trabajo esa ma?ana y el resto de compa?eros le interrogan. Como si un equipo hubiera marcado gol, la habitaci¨®n entera entra en estado de euforia cuando Julio comenta que le van a pagar casi 400 d¨®lares al mes. La realidad es que ha tenido suerte, es soldador, y aqu¨ª no abundan los trabajadores cualificados.
Aide Ruiz se crio y form¨® como trabajadora social en El Callao, una zona portuaria y conflictiva de Lima. A sus 70 a?os administra el albergue Santa Rosa de Lima desde que se creara hace poco m¨¢s de un a?o por la congregaci¨®n de los Scabrinianos, dedicada a ayudar a refugiados. Aide ha tenido que v¨¦rselas con coyotes varias veces. En un libro de registro apunta los 340 nombres de las personas que han pasado por all¨ª el ¨²ltimo a?o. ¡°?Ves los que est¨¢n en rojo? Son coyotes que se han hecho pasar por migrantes y vienen aqu¨ª a captarlos para cruzar el desierto. Yo solita los he sacado. Aqu¨ª no van a hacer sus negocios¡±.
Mujer, afro y migrante
Una semana es el tiempo que un migrante puede pasar en el refugio, pero Aide no tiene problemas en saltarse esa norma cuando llegan personas especialmente vulnerables. Es el caso de Mar¨ªa Dos Santos, una mujer dominicana de 27 a?os que lleva unas semanas all¨ª. Su condici¨®n de migrante ya la convierte en alguien vulnerable, una persona con poca informaci¨®n del territorio en que se encuentra. Siendo una mujer joven el riesgo se duplica por todas las redes de trata de personas que act¨²an en la zona. Ser afrodescendiente en una zona de Per¨² como Tacna la identifica r¨¢pidamente como alguien reci¨¦n llegado a la ciudad, alguien, otra vez, vulnerable. La historia de Mar¨ªa le ha ense?ado, a veces a la fuerza, a tener una actitud de desconfianza.
Los migrantes de Rep¨²blica Dominicana lo tienen especialmente dif¨ªcil para entrar a Chile por la necesidad de conseguir una visa y demostrar una cantidad de dinero que la mayor¨ªa no posee. Esto los hace m¨¢s propensos a caer en redes de coyotes, como ocurri¨® con el hombre dominicano que perdi¨® una pierna cruzando los campos minados en 2015.
Una falta de claridad en los requisitos para entrar a Chile ha creado una frontera arbitraria en la que muchas veces el color de la piel es el motivo para que las puertas se cierren o abran
La historia de Mar¨ªa Dos Santos es un c¨²mulo de mala suerte. Dej¨® Santo Domingo y a su familia a cambio de una promesa de trabajo dom¨¦stico en Quito, Ecuador. El primer d¨ªa de trabajo le dijeron que ellos guardar¨ªan su pasaporte. Mar¨ªa se vio en una casa desconocida a miles de kil¨®metros de su hogar y con una jornada de m¨¢s de 14 horas. ¡°Me quej¨¦ y me dijeron que, si no quer¨ªa trabajar, no me iban a dar mis papeles y no me iba a poder ir¡±, cuenta. Llegaron las amenazas y qued¨® claro que hab¨ªa sido v¨ªctima de un caso de trata de personas. Mar¨ªa tuvo que recuperar a escondidas su pasaporte y huir de un d¨ªa para otro. ¡°Ten¨ªa miedo de estar en Ecuador. Dec¨ªan que pod¨ªan hasta matarme y no les iba a pasar nada porque yo solo era una negra muerta de hambre y ellos una familia poderosa¡±.
Decidi¨® ir a Chile a trabajar y as¨ª poder pagar su vuelo de vuelta a Rep¨²blica Dominicana y, lo que es m¨¢s importante, conseguir el dinero que deb¨ªa a los prestamistas a los que recurri¨® para llegar a Ecuador. Pero al llegar a la frontera la rebotaron por no tener la visa. Mar¨ªa estuvo apunto de caer en las redes de los coyotes y lanzarse al desierto. Tuvo que mentirles diciendo que se hab¨ªa marchado para que la dejaran en paz.
Mientras tanto, los intereses del pr¨¦stamo se comen casi todo el salario de su pareja, que apenas puede llevar ya comida a casa. Lo que iba a ser un sacrificio de una madre para ayudar a su familia se ha convertido en un sacrificio de toda la familia para traerla de vuelta. Es una historia de migraci¨®n con un final amargo, una realidad que enfrentan muchos cuando, dej¨¢ndolo todo atr¨¢s, parten hacia lo desconocido. ¡°No s¨¦ qu¨¦ voy a hacer, en verdad le doy gracias Dios de que me aceptaran aqu¨ª, si no estaba perdida. Pero ahora no puedo darme el lujo de volver, necesito trabajar, tengo que enviar algo¡ Todo esto no puede haber sido para nada¡±.
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