Libia, entre la espada y la pared
La irritaci¨®n crece en Tr¨ªpoli ante las acusaciones de maltrato a los migrantes por parte de las ONG y la prensa internacional.
NI MINISTRO, ni periodistas, aqu¨ª nadie entra¡±. Al oficial de guardia no le importaba que se tratara del ministro franc¨¦s de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, y de su comitiva. Nadie pod¨ªa franquear la puerta del centro de detenci¨®n para migrantes en Tr¨ªpoli, la capital libia. El incidente, el pasado 21 de diciembre, se resolvi¨® finalmente y la delegaci¨®n oficial pudo acceder a las instalaciones para conversar con representantes de organizaciones humanitarias. En cambio, le fue negado el permiso para visitar el sector de las celdas donde est¨¢n hacinados cientos de subsaharianos a la espera de un avi¨®n que les devuelva a sus pa¨ªses de origen. Hombres, mujeres y ni?os que no pudieron realizar su sue?o de Europa al ser capturados ¡ªo rescatados, seg¨²n quien habla¡ª por los guardacostas libios.
El rifirrafe con el ministro franc¨¦s, que sal¨ªa de una reuni¨®n con Fayez Serraj, el primer ministro del Gobierno de unidad nacional apoyado por la ONU, es un s¨ªntoma de la profunda irritaci¨®n que ha provocado en Libia un reportaje difundido por la CNN el pasado 15 de noviembre sobre una supuesta subasta de j¨®venes subsaharianos vendidos como esclavos. Las autoridades no han dudado en calificar de montaje el trabajo del canal estadounidense y han limitado dr¨¢sticamente el acceso a los periodistas extranjeros, que deben ir ahora siempre acompa?ados de un funcionario, como en tiempos del coronel Muamar el Gadafi.
Las im¨¢genes de la CNN tampoco han convencido a la poblaci¨®n en general. A lo sumo, dicen los analistas libios, esa subasta podr¨ªa ser una reventa de migrantes entre bandas de traficantes. Pagan 100 euros por un hombre al que cobrar¨¢n m¨¢s adelante 500 o m¨¢s a cambio de un pasaje a bordo de esas lanchas de pl¨¢stico sobrecargadas que se hunden tan f¨¢cilmente en el Mediterr¨¢neo. ¡°?Ha visto c¨®mo sonr¨ªen los tres primeros que aparecen en la subasta?¡±, se indigna un periodista libio que trabaja con la prensa internacional. ¡°?Desde cu¨¢ndo los esclavos se alegran de su situaci¨®n, sobre todo si el objetivo de esos migrantes es llegar a Europa?¡±.
Adem¨¢s, ?por qu¨¦ recurrir a la esclavitud si la mano de obra es abundante en Libia? En todas las ciudades, decenas de subsaharianos se concentran todos los d¨ªas en las avenidas y rotondas m¨¢s transitadas para ofrecer su fuerza de trabajo, muchos con las herramientas de su especialidad desplegadas en el suelo. Los veh¨ªculos se detienen, empieza una negociaci¨®n r¨¢pida sobre la tarifa y se llevan a los hombres para un trabajo de alba?iler¨ªa, de pintura o de electricidad.
Antes del derrocamiento de Gadafi, en 2011, la mayor¨ªa de los subsaharianos se quedaba en Libia, como tambi¨¦n lo hac¨ªan los egipcios, que se dedicaban a la agricultura y a la pesca, o los banglades¨ªes contratados en los restaurantes y los hoteles. Cuando quer¨ªa molestar a Europa, Gadafi abr¨ªa las puertas para que los migrantes pudieran seguir su camino hacia el norte. Ese juego pol¨ªtico ha terminado hace seis a?os. Desde entonces, la inestabilidad posrevolucionaria impide la consolidaci¨®n de un Gobierno capaz de controlar las salidas de migrantes y las actuaciones de las mafias transnacionales que manejan las redes desde los pa¨ªses de origen.
Libia es ahora el embudo donde convergen todas las rutas de la migraci¨®n irregular, vengan de Somalia, Camer¨²n, Nigeria, Mal¨ª, Senegal o, incluso, de Marruecos, adem¨¢s de Siria o Banglad¨¦s. Seg¨²n los testimonios publicados en la prensa nigeriana, senegalesa o banglades¨ª, muchos de los malos tratos que sufren los migrantes son atribuibles a sus connacionales que act¨²an en contubernio con las bandas mafiosas de sus propios pa¨ªses. No se limitan a cobrar un precio exorbitante a los candidatos al viaje, sino que adem¨¢s extorsionan a las familias de los migrantes que han emprendido el camino.
Las organizaciones de derechos humanos han recogido innumerables denuncias de v¨ªctimas de secuestros obligadas a llamar a sus familiares por tel¨¦fono para que oyeran sus gritos mientras las torturaban. A cambio de un rescate cesar¨ªan las golpizas. Lo que no se cuenta es que, en la mayor¨ªa de los casos, los secuestradores pertenecen al mismo pa¨ªs que la v¨ªctima y los que reciben los pagos est¨¢n fuera de Libia. Los nigerianos, que constituyen el grupo de migrantes m¨¢s numeroso, son tambi¨¦n los m¨¢s violentos y reclutan a jovencitas para las redes de prostituci¨®n en Europa.
La prensa de Daca ha revelado el pasado 24 de diciembre que 123 trabajadores banglades¨ªes estaban secuestrados en Libia desde el mes anterior a pesar del pago de un rescate por parte de las familias. Los mafiosos quer¨ªan m¨¢s dinero y, para ablandar a sus parientes, les mandaron a trav¨¦s de tel¨¦fonos m¨®viles v¨ªdeos de las sesiones de tortura. La polic¨ªa banglades¨ª ha logrado identificar al jefe de la red criminal, Bakir Mia, y a sus dos socios, todos residentes en Banglad¨¦s.
El Gobierno libio admite que no tiene los medios para luchar contra esas mafias. En ausencia de una polic¨ªa y de un ej¨¦rcito nacional, cada pueblo o barrio tiene su propia milicia, que contribuye al orden p¨²blico o, al contrario, se dedica a actividades delictivas, desde el secuestro o la venta de droga hasta el tr¨¢fico de migrantes. ?ltimamente, la Uni¨®n Europea, a trav¨¦s de Italia ¡ªLibia fue colonia suya hasta 1947¡ª, ha dedicado un gran esfuerzo a la formaci¨®n de la Guardia Costera libia y ha firmado varios acuerdos con algunas milicias de los puertos mediterr¨¢neos para que cierren el paso a los traficantes. Con gran ¨¦xito, seg¨²n un informe de Amnist¨ªa Internacional, que condena el m¨¦todo pero reconoce que esas medidas han contribuido a reducir sustancialmente el n¨²mero de ahogados en el mar. Entre julio y noviembre de 2017, las llegadas de migrantes a Italia han bajado del 67% en comparaci¨®n con el mismo periodo del a?o anterior.
Arrecian las cr¨ªticas precisamente cuando Tr¨ªpoli empieza a colaborar con la Uni¨®n Europea. Incluso algunas ONG, como la alemana Sea-Watch, intentan impedir las operaciones de la Guardia Costera. Un v¨ªdeo tomado por los libios parece demostrar que la muerte de cerca de 50 subsaharianos el 6 de noviembre se debi¨® a las maniobras peligrosas de una lancha de Sea-Watch. Las im¨¢genes son sobrecogedoras ya que vemos en directo la desesperaci¨®n de los migrantes que est¨¢n a bordo del guardacostas y saltan de nuevo al agua para intentar alcanzar la lancha alemana que representa su sue?o de Europa. No saben nadar y muchos se ahogan.
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