Siete claves para ser mejor padre o madre sin morir en el intento
Ra¨ªces para crecer y alas para volar, el mejor regalo que podemos dar a nuestros hijos
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Cuando se tiene un hijo, muchas veces se echa de menos un manual de instrucciones para saber qu¨¦ hacer. Adem¨¢s, como los ni?os van creciendo, lo que te serv¨ªa en un momento puede quedar caducado y obligarte a reinventarte. Casi todos lo hacemos lo mejor que podemos y no existe ning¨²n padre o madre perfecta (?para eso somos humanos, que no personajes de cuentos de hadas!). Pero, dicho todo lo anterior, con un reto de estas dimensiones, ?qu¨¦ est¨¢ en nuestras manos para mejorar en nuestra paternidad de ahora y la de un futuro? El mejor camino es trabajar en nuestra actitud, seg¨²n Elisabeth Fodor y Montserrat Mor¨¢n, que se encuentran entre las principales pioneras en educaci¨®n infantil de Espa?a. Aunque el contexto se mantenga igual, si nosotros cambiamos, la relaci¨®n con nuestros hijos tambi¨¦n se transforma. Bas¨¢ndonos en la experiencia de Fodor y Mor¨¢n, veamos qu¨¦ podemos entrenar como padres para ayudar a nuestros hijos en su desarrollo y disfrutar de esta parte de nuestra vida.
Primero, necesitamos conocernos mejor. ?C¨®mo vamos a ense?arles inteligencia emocional si no sabemos hablar de lo que nos ocurre, si caemos en el reproche, en el silencio o en sentimientos que nos superan? El primer paso para gestionar algo es conocerlo. Por ello, dediquemos tiempo para la autorreflexi¨®n. Hag¨¢monos preguntas sobre qu¨¦ nos est¨¢ ocurriendo realmente, tengamos personas de confianza para conversar sobre ello y encontrar nuevos puntos de vista.
Segundo, demos rienda suelta a la ternura. Es el primer lenguaje con el que nos comunicamos con nuestros hijos y el que se ha de mantener a lo largo de los a?os. La ternura significa desear que la otra persona est¨¦ bien y cuidarla desde nuestra vulnerabilidad y cercan¨ªa, sin corazas. Y para ello una vez m¨¢s, necesitamos aprender a tratarnos bien a nosotros mismos. Si caemos en la culpabilidad constante o en la autoexigencia, la ternura desaparece por arte de magia¡ Por ello, cuando nos asalte un pensamiento da?ino, relativic¨¦moslo y busquemos la manera de darnos cari?o tambi¨¦n a nosotros mismos.
Tercero, dejemos los juicios de lado. Nuestros hijos ser¨¢n lo que quieran ser, no lo que nosotros nos empe?emos en que sean. Si estamos continuamente compar¨¢ndolos con lo que nos gustar¨ªa que fueran, les estamos haciendo un flaco favor. Aceptarles sin expectativas es darles la libertad para ser ellos mismos. Por tanto, aparca lo que ¡°podr¨ªa haber sido¡± y valora lo que es.
Cuarto, recuperemos el valor de la lentitud. Posiblemente sea uno de los grandes desaf¨ªos. Los m¨®viles y la velocidad son una tentadora distracci¨®n para todos. Pero es dif¨ªcil educar a golpe de WhatsApp. Las emociones requieren su tiempo para ser digeridas y construir una relaci¨®n sana exige paciencia. Busquemos recursos para entrenar la paciencia y evitar que salten nuestros botones calientes.
Quinto, escuchemos activamente. Cuando nuestros hijos son peque?os, muchas veces nos cuesta escucharles con inter¨¦s. Sus temas no siempre atrapan nuestra atenci¨®n, pero si no lo practicamos, ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil que de mayores nos cuenten sus problemas. Necesitamos, por tanto, preguntarles por sus cosas con sinceridad y darles un tiempo de calidad de conversaci¨®n a nuestros hijos.
Sexto, juguemos y pensemos en positivo. Necesitamos retomar el juego, disfrutar, sacar esa parte infantil que todos llevamos dentro. Y, por supuesto, construir una forma de pensar amable. A todos nos asaltan algunos momentos de victimismo o pesimismo. Y un rato puede estar bien. Pero si caemos constantemente en ello, les estamos entregando un lastre, que les vaciar¨¢ de fuerza y de vitalidad. Comencemos a mirar el vaso medio lleno y a re¨ªrnos un poco m¨¢s de nosotros mismos y de lo que nos rodea.
Y s¨¦ptimo, orient¨¦monos al aprendizaje. Como dicen Fodor y Mor¨¢n, ¡°la vida no es solo esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia¡±. Y esto lo conseguimos cuando encontramos el aprendizaje en aquello que no nos gusta y conseguimos reinventarnos a pesar de la dificultad. De este modo, les estaremos dando pistas para entrenar la resiliencia. Por tanto, preg¨²ntate: ?qu¨¦ me est¨¢ ense?ando este acontecimiento ahora?
En definitiva, los mejores regalos que podemos dar a nuestros hijos se resumen en dos: ra¨ªces para crecer y alas para volar, y esto solo lo logramos cuando cultivamos una actitud cercana, sin juicios y orientada al aprendizaje y con ternura. Aunque hagamos todo lo anterior, seguramente nos equivocaremos mil y unas veces, porque seguiremos siendo humanos; pero si consideramos a nuestros hijos maestros de nosotros mismos o espejos en los que nos vemos reflejados, podremos aprovechar esta relaci¨®n como entrenamiento para completarnos mejor como personas.
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