Mensajes contra la violencia machista en Mozambique
La plataforma M-Health atiende a v¨ªctimas de maltrato en el distrito de Matola, una de las provincias con mayor n¨²mero de agresiones a mujeres en el pa¨ªs
Entre el caos arquitect¨®nico de edificios derruidos y moles de cemento que levantan nuevas fachadas, una valla publicitaria se erige sobre una de las carreteras m¨¢s transitadas del centro de Maputo, capital de Mozambique, para lanzar un mensaje de esperanza: ¡°Mujer, cuando tu amor se transforma en tu agresor, no sufras en silencio, ?grita! Existe una ley a la que puedes acudir¡±. La campa?a forma parte del programa de lucha contra la violencia de g¨¦nero en uno de los pa¨ªses subsaharianos con mayor ¨ªndice de mujeres que sufren violencia.
Matola, a 12 kil¨®metros del coraz¨®n de la capital, es la mayor zona industrial de Mozambique y una de las provincias m¨¢s afectadas por la violencia machista del pa¨ªs. Su distrito m¨¢s popular, Ndlavela, acoge desde 2013 el Centro de Asistencia Integrada a las V¨ªctimas de Violencia (CAI), donde organizaci¨®n M¨¦dicos del Mundo, responsable de la campa?a, ha implantado la tecnolog¨ªa m-Health para ofrecer a las v¨ªctimas contacto inmediato con el centro a trav¨¦s del env¨ªo de un mensaje de texto gratuito al 90603.
90603 es el n¨²mero que Anastasia grab¨® en su memoria la noche que fue ingresada en el hospital. ¡°Lleg¨® borracho a casa entre portazos y gritos. Me golpe¨® tan fuerte que tuvieron que atenderme de urgencia¡±, cuenta la joven. Aconsejada por una enfermera, decidi¨® mandar un mensaje de socorro con su localizaci¨®n. Al d¨ªa siguiente un trabajador social se present¨® en su casa. La llevaron al centro, la examin¨® un m¨¦dico y recibi¨® asistencia psicol¨®gica, poniendo fin a los siete a?os de maltrato f¨ªsico y psicol¨®gico del padre de su hija.
Cinco meses despu¨¦s de la denuncia interpuesta a su ya expareja, y bajo el asesoramiento de una abogada del CAI, esta superviviente de 27 a?os relata su experiencia. ¡°Antes viv¨ªa en una jaula, ahora puedo salir a la calle cuando yo quiera, quedar con amigas o acompa?ar a mi hija al colegio sin tener que pedir permiso a nadie. Soy una mujer libre¡±.
Una de cada dos mujeres, v¨ªctimas de violencia
Anastasia es una de las m¨¢s de 50 mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero que fueron atendidas en 2017 por la plataforma m-Health. Las estad¨ªsticas oficiales de muertes por violencia machista en Mozambique no existen, ni siquiera las estimaciones. Solo se registran las denuncias por maltrato. ¡°Es uno de los objetivos del sistema de mensajer¨ªa: alentar a que las mujeres denuncien y apoyarlas en todo lo posible para evitar abandonos¡±, explica el responsable de la coordinaci¨®n de la ONG en el pa¨ªs, Emanuele Lini.
En Matola, un 33% de los hombres justifican el derecho de pegar a las mujeres
A trav¨¦s de puntos locales del puesto administrativo correspondiente, la v¨ªctima puede llegar a ser atendida en el mismo d¨ªa. ¡°Todo queda registrado en la reci¨¦n implementada ficha ¨²nica, un expediente que guarda toda la informaci¨®n de la v¨ªctima, como el tipo de violencia sufrido, la situaci¨®n econ¨®mica o si ha habido transmisi¨®n de enfermedades¡±, detalla Fernando Come, oficial de monitorizaci¨®n, evaluaci¨®n y comunicaci¨®n del programa de Violencia de G¨¦nero en la ONG y responsable principal de la gesti¨®n del sistema SMS.
La violencia como cultura
Relatos como el de Anastasia animan el trabajo de Come. ¡°Solemos llegar a recibir de media una veintena de mensajes al mes, pero la mayor parte de ellos se quedan en el primero porque las mujeres dejan de contestar o desconectan el m¨®vil¡±, lamenta.
Seg¨²n una encuesta realizada por M¨¦dicos del Mundo en Matola, un 33% de los hombres justifican el derecho de pegar a las mujeres. ¡°Mozambique es un pa¨ªs donde la gesti¨®n de la familia se hace a trav¨¦s de la legitimaci¨®n de la violencia. Es la forma de educar a los hijos, sobre todo en las zonas m¨¢s alejadas de la capital¡±, explica Come con resignaci¨®n. ¡°Yo mismo crec¨ª a base de golpes¡±.
Isac Macussede, educador social de MDM y oriundo de Matola, recorre cada semana distintos barrios para acercar la existencia de esta plataforma a los vecindarios y hacer un seguimiento de las v¨ªctimas. ¡°Hay que hacer entender a la poblaci¨®n que la violencia es un crimen que debe ser denunciado y penado. Tenemos muchas mujeres con formaci¨®n, ocupando cargos importantes, que fuera de la esfera p¨²blica est¨¢n siendo maltratadas. Pero no denuncian. Casos como el de Josina son muy excepcionales¡±, menciona Macussede haciendo referencia al medi¨¢tico caso de Josina Samora, la hija del expresidente de Mozambique Samora Machel que denunci¨® a su agresor.
Una de las razones es la falta de apoyo que enfrentan las v¨ªctimas en su propio hogar. ¡°Si las familias apoyasen a las mujeres, los hombres dejar¨ªan de maltratarlas porque no contar¨ªan con ning¨²n tipo de protecci¨®n¡±, recrimina el trabajador. De hecho, muchos de los casos que acuden al CAI son derivados de conflictos patrimoniales. ¡°Atendemos diariamente a mujeres que sufren acoso por parte de distintos miembros de la estructura familiar, como viudas que tras la muerte de su compa?ero se han quedado sin nada¡±, explica Luc¨ªa Celestino, psic¨®loga del CAI.
Pero las consultas m¨¢s comunes que atiende Celestino las ocupan las agresiones sexuales. ¡°Las violaciones son una epidemia¡±, asegura la especialista, que se?ala como los casos m¨¢s dif¨ªciles aquellos que implican a menores. ¡°A veces recibimos ni?os que no llegan a los cuatro a?os con muestras de agresiones sexuales. Lo m¨¢s duro es desconocer si fueron agredidos fuera o dentro de casa. Estos casos son muy desalentadores porque casi nunca se acaba conociendo al autor del delito¡±.
La cooperaci¨®n se queda sin fondos
El CAI tambi¨¦n cuenta con un centro de rehabilitaci¨®n para v¨ªctimas sin medios, limitado a ofrecer nada m¨¢s que una cama y agua para el aseo. ¡°No contamos con financiaci¨®n p¨²blica para el centro, que sobrevive gracias a nuestros socios y a proyectos externos. A veces nos apoya el Instituto Nacional de la Acci¨®n Social mozambique?o, pero no hay dinero para mantenerlo debidamente¡±, explica Lini. Matola es una provincia muy grande y el equipo que dirige el cooperante muy reducido. ¡°Si tuvi¨¦ramos acceso a m¨¢s fondos podr¨ªamos apoyar m¨¢s centros y trabajar en m¨¢s distritos¡±, afirma.
Los recortes de los ¨²ltimos a?os en la financiaci¨®n a la cooperaci¨®n han hecho mella en las estructuras de las ONG y consecuentemente en la ejecuci¨®n de sus presupuestos. Mientras las pol¨ªticas de la cooperaci¨®n espa?ola se encuentran en m¨ªnimos hist¨®ricos, las organizaciones consiguen sobrevivir gracias a las campa?as de sensibilizaci¨®n, que han disparado los ingresos privados.
Feminismo frente a tradici¨®n
Mozambique, un pa¨ªs a la cola del ?ndice de Desarrollo Humano (IDH), en el que ocupa el puesto 181 de 188, y con el lastre de una guerra civil de 25 a?os cuyas consecuencias siguen azotando la memoria de su poblaci¨®n, no es terreno f¨¢cil para la cooperaci¨®n.
Tenemos muchas mujeres con formaci¨®n, ocupando cargos importantes, que fuera de la esfera p¨²blica est¨¢n siendo maltratadas. Pero no denuncian
A la fragilidad de sus instituciones democr¨¢ticas y a la dr¨¢stica situaci¨®n de los recortes para la ayuda humanitaria, se suma la complejidad que acarrea trabajar de la mano del sector p¨²blico mozambique?o, dependiente al 80% de la financiaci¨®n externa de los donantes.
Haciendo frente a estas dificultades, M¨¦dicos del Mundo ha conseguido poco a poco posicionarse como un referente en la lucha de violencia de g¨¦nero. ¡°Estamos a punto de implementar conjuntamente con el Ministerio de Igualdad la ficha ¨²nica de atenci¨®n integrada a m¨¢s mujeres v¨ªctimas de violencia en el resto del pa¨ªs¡±, celebra Lini.
Un paso enorme, incluso para un pa¨ªs que encabeza la lista de los adelantados en pol¨ªticas de igualdad en el sur de ?frica debido al elevado porcentaje de diputadas que ocupan las sillas de su parlamento. ¡°Las mujeres empiezan a tomar representaci¨®n en las instituciones, pero el discurso que llega a la poblaci¨®n en torno a la violencia machista desde el poder sigue reduci¨¦ndose a que las mujeres ni se dejen pegar ni se dejen violar. Un sistema que asigna las tareas de la casa y la gesti¨®n de los hijos a la exclusiva responsabilidad de la mujer, dista mucho de ser igualitario¡±, lamenta Lini.
Las estad¨ªsticas oficiales de muertes por violencia machista en Mozambique no existen, ni siquiera las estimaciones
Para acabar con esa disparidad, para exterminar esas pr¨¢cticas diarias de subordinaci¨®n de la mujer hacia el hombre, tan arraigadas en la tradici¨®n como asumidas por la estructura social mozambique?as, ¡°es necesario que el discurso feminista cale a trav¨¦s de la educaci¨®n y la sensibilizaci¨®n¡±, cree Lini. Charlas en colegios, actividades de empoderamiento para que las mujeres tomen conciencia de su derecho y sus posibilidades de ser independientes; debates, obras de teatro y otros talleres dirigidos tambi¨¦n a hombres que hagan replantear los roles de g¨¦nero en las comunidades y remuevan conciencias.
¡°Hasta llegar a esa igualdad, tenemos que seguir trabajando para que la difusi¨®n de nuestra plataforma llegue a todos los vecindarios, que todas las mujeres sepan que existe un n¨²mero que las puede ayudar¡±, comenta Macussede mientras se?ala por la calle distintos anuncios que visibilizan la labor de la organizaci¨®n en la zona. Con carteles enormes que bordean las carreteras principales del centro de Maputo, los que cuelgan en la entrada de hospitales y centros sociales, o hasta de la puerta de peque?os comercios de alimentaci¨®n en los barrios m¨¢s humildes de las zonas rurales.
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