El perro que votaba y el eco
Alguien capaz de producir un flujo de noticias escandalosas secuestra los espacios informativos en Alemania
El peri¨®dico sensacionalista alem¨¢n Bild public¨® hace poco que hab¨ªa conseguido inscribir a un perro para que votara en el refer¨¦ndum interno del Partido Socialdem¨®crata (SPD), abierto hasta el 2 de marzo, sobre si avalar o no la gran coalici¨®n con Angela Merkel. Los responsables del SPD, furiosos, tuvieron que pasar horas desmintiendo la noticia en las redes. Poco despu¨¦s, el mismo peri¨®dico public¨® un gran esc¨¢ndalo sobre c¨®mo el l¨ªder del ala juvenil del SPD estaba relacionado con una campa?a organizada desde Rusia para impedir esa coalici¨®n. Unas horas m¨¢s tarde, una revista sat¨ªrica revel¨® que todo se trataba de un enga?o que hab¨ªa montado para demostrar que ese peri¨®dico se traga lo que le echen, sin comprobar nada. La cuesti¨®n ahora es, seg¨²n la Federaci¨®n Alemana de Periodistas, si la credibilidad del periodismo puede aguantar mucho con este tipo de cosas. Y hasta qu¨¦ punto este problema no afecta solo a los medios sensacionalistas, sino tambi¨¦n a los grandes grupos tradicionales. Durante la campa?a electoral de Donald Trump, por ejemplo, muchos periodistas serios llegaron a la desoladora conclusi¨®n de que es dif¨ªcil esquivar la enorme presi¨®n que producen grupos organizados de manipulaci¨®n informativa en la web.
Lo curioso de lo ocurrido en Alemania es que ya exist¨ªan muchas advertencias sobre las interferencias que se iban a producir en la campa?a del refer¨¦ndum interno del SPD y en las campa?as electorales en general. Y aun as¨ª, muchos cayeron en la trampa. El SPD, un partido serio y bien organizado, tuvo que emplearse a fondo para poder desmentir algo absurdo. Por supuesto, la noticia pretend¨ªa instalar la sospecha sobre la limpieza del voto que se va a producir y distraer al SPD de otros temas m¨¢s importantes. Y lo consigui¨®, al menos en parte. En Alemania, como en otros pa¨ªses europeos, existe un Press Council (organismo independiente que examina quejas sobre malas pr¨¢cticas profesionales), pero seg¨²n la radio p¨²blica, Deutsche Welle, el Partido Socialdem¨®crata debe pensar que no merece la pena seguir con el asunto y ha renunciado a presentar una denuncia.
En la otra historia, el protagonista es una revista sat¨ªrica, Titanic, que se invent¨® una serie de mails trucados y se los filtr¨® al Bild. El tema era goloso: un grupo de troles ruso se hab¨ªa puesto en contacto con Kevin K¨¹hnert, uno de los dirigentes de las juventudes socialdem¨®cratas, muy contrario a la gran coalici¨®n, para ofrecerle sistemas para manipular el voto. El art¨ªcu?lo se titulaba ¡®Campa?a sucia dentro del SPD¡¯ y, aunque est¨¢ desmentido de arriba abajo, ah¨ª ha quedado: 3,5 millones de ejemplares impresos y 22,5 millones de usuarios ¨²nicos en su p¨¢gina web. El director del Bild se ha quejado de que otros periodistas traten deliberadamente de desprestigiar su medio, pero admite, con raz¨®n, que una revista sat¨ªrica puede hacer cosas como esa. La duda es si la operaci¨®n de Titanic no ha tenido el efecto no buscado de dejar instalada la sospecha sobre el SPD. Existen todav¨ªa pocos estudios capaces de establecer con solvencia el efecto, no ya de una ¨²nica noticia falsa, sino de campa?as enteras destinadas a instalar sospechas en procesos pol¨ªticos o electorales. Los expertos, seg¨²n el centro de investigaci¨®n Pew Center, est¨¢n divididos. Est¨¢ claro, sin embargo, que alguien capaz de producir un constante flujo de noticias escandalosas y declaraciones ofensivas consigue secuestrar los espacios informativos y la atenci¨®n de los ciudadanos. Quiz¨¢s el primer objetivo profesional sea impedir estrictamente ese eco. Y quiz¨¢s tambi¨¦n, nuestros representantes deban darse cuenta de una vez del peligro que corremos todos con estos asuntos y no con las letras de Val?tonyc, los cuadros de Serra o las webs de veganos radicales.
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