De carnes rojas y redes sociales
De ¡®trending topics¡¯, chats y muros virtuales no hay que irse, sino ayudar a cambiarlos. Para muchas personas en el mundo, ese modo de comunicaci¨®n representa un paraguas para evitar la represi¨®n
La primera vez que vi a un vegano explicar a un cubano por qu¨¦ no com¨ªa carne la situaci¨®n no pod¨ªa ser m¨¢s absurda. Aunque el turista insist¨ªa en los efectos negativos de ciertos alimentos, mi compatriota no entend¨ªa el rechazo a lo que consideraba un a?orado manjar en medio de la crisis econ¨®mica de la isla.
La escena ha vuelto a mi mente por estos d¨ªas, cuando leo la embestida contra las redes sociales hechas, fundamentalmente, por usuarios que viven en sociedades hiperconectadas. Facebook se ha convertido en la nueva carne roja de los que se declaran preocupados por la adicci¨®n de estar pendiente del muro, los ¡°me gusta¡± y las publicaciones de otros.
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Es una postura respetable, pero que pasa por encima de cuestiones que van m¨¢s all¨¢ del quedarse pegado a una pantalla a la espera de un like. Los promotores de esta actitud obvian la importancia de estas plataformas para la denuncia, difusi¨®n y protecci¨®n de innumerables movimientos y personas en este planeta.
Escapar de las redes sociales porque en ellas se comparten noticias falsas, abunda la frivolidad, los mensajes de odio y hasta peligros m¨¢s graves como el acoso sexual, es una forma de dejarle el terreno libre a quienes promueven esas pr¨¢cticas y hacen de Internet un lugar cada d¨ªa menos seguro. Es una actitud similar a la del ciudadano que no va a votar.
Las redes sociales son un territorio virtual del que surgen muchas de las matrices de opini¨®n que despu¨¦s influyen en las urnas, como se ha visto en varios procesos electorales de los ¨²ltimos a?os. No participar en sus debates, sus interacciones y hasta en peleas es perder una parte de nuestro espacio c¨ªvico.
Como toda plaza p¨²blica las redes sociales son tambi¨¦n un campo de batalla. Uno de los fundadores de Facebook, Sean Parker, que fue el primer presidente de la empresa, ha mostrado p¨²blicamente su preocupaci¨®n por c¨®mo puede afectarnos el permanecer demasiado tiempo en esa sopa de emoticones, selfies y mensajes.
Cabe preguntarse si quienes hoy critican las redes intentaron antes influir en sus tendencias
Parker se?ala que la red social explota algunas vulnerabilidades psicol¨®gicas humanas, especialmente esas que marcan nuestra necesidad de aprobaci¨®n y atenci¨®n. El creador de Napster se considera a s¨ª mismo como un ¡°objetor de las redes sociales¡±, y apenas se le ve en alguna de ellas. Vale la pena aclarar que su evaluaci¨®n del fen¨®meno est¨¢ cimentada en una experiencia muy estadounidense e influida por el trasiego de Silicon Valley. Para muchos suena como ese vegano que intentaba convencer a un fam¨¦lico habanero de que el alimento con el que so?aba no era una buena idea para su salud ni para el medio ambiente.
Cabe preguntarse si quienes hoy lanzan cr¨ªticas contra estos servicios intentaron en un momento influir en sus tendencias y derroteros. La mayor¨ªa de los internautas pocas veces denuncia una noticia como falsa o le cuesta escribir a los servicios t¨¦cnicos para proponer mejoras o alertar de malas pr¨¢cticas. A las redes se ha trasladado parte de esa pasividad de la que adolecen las sociedades modernas, donde la gente acepta las cosas tal y como est¨¢n o se refugia en su vida personal, mientras asegura que ¡°la pol¨ªtica es cosa sucia¡± y es mejor permanecer al margen de ella.
La llamada a cancelar las cuentas de Twitter, Facebook o Instagram como estrategia para salvarse de la marea de injerencias en la vida privada, o del poderoso ojo de las empresas que recopilan informaci¨®n personal, es un camino que lleva irremediablemente a abandonar a quienes m¨¢s necesitan ser le¨ªdos y escuchados en esos espacios. En Am¨¦rica Latina las redes sociales han plantado cara en m¨¢s de un caso a las ansias de los gobiernos autoritarios de la regi¨®n. Sin esos canales, las im¨¢genes de la represi¨®n contra las revueltas populares en Venezuela se hubieran quedado atascadas en el f¨¦rreo muro de control que Nicol¨¢s Maduro ha levantado en los medios nacionales. Con la expulsi¨®n de cadenas informativas, el cierre de canales de televisi¨®n o la abducci¨®n oficialista de otros, el Palacio de Miraflores cerr¨® la mayor¨ªa de las posibilidades de narrar un pa¨ªs que ahora se narra tuit a tuit o a trav¨¦s de las cuentas de Facebook de quienes se mantienen reportando desde adentro. Otro tanto ocurre en Cuba, donde la gran telara?a mundial ha marcado un antes y un despu¨¦s en temas como la censura, el alcance de las denuncias sobre violaciones de derechos humanos y la difusi¨®n de plataformas opositoras.
?Vamos a tirar la puerta de las redes sociales dej¨¢ndolos solos? ?Por qu¨¦, en lugar de una estampida, no se propone una actitud m¨¢s c¨ªvica de los usuarios de estos servicios? Una mayor implicaci¨®n para denunciar las fake news o esas cadenas basura que ahora inundan el ciberespacio.
Los argumentos de quienes promueven el ascetismo digital incluyen el evitar que los grandes consorcios al estilo de Google o de la criatura creada por Mark Zuckerberg se adue?en de informaci¨®n personal para vendernos productos. Una especie de comercio teledirigido donde el usuario es visto como un conglomerado de fobias que evitar y filias que satisfacer.
Sin esos canales, las im¨¢genes de la represi¨®n en Venezuela se hubieran quedado atascadas
Pero ese motivo solo le sirve a cierto n¨²mero de personas en este mundo, donde tambi¨¦n hay una gran parte de habitantes que jam¨¢s han comprado algo online y a quienes no les sirve de mucho hacer un clic sobre un anuncio publicitario creado a partir de sus intereses, porque ni siquiera tienen tarjeta de cr¨¦dito.
Pensar que es universal el temor a que las empresas husmeen las fotos que publicamos o los contactos que tenemos es un error que peca de ¡°ombligo del mundo¡±. Una porci¨®n significativa de la poblaci¨®n del planeta tiene m¨¢s miedo de que la polic¨ªa pol¨ªtica, los cuerpos parapoliciales o la dictadura de turno lo vigile en el mundo real.
Hay que advertir tambi¨¦n que otras fobias circunstanciales, hijas de la sobresaturaci¨®n, ya aparecieron cuando el tel¨¦fono permiti¨® conversar sin visitarnos y se pronostic¨® el fin de la amistad o de las relaciones personales.
Coincidentemente, son esas personas para quienes las redes sociales constituyen no solo el camino para contar lo que les ocurre sino una especie de paraguas protector para guarecerse de la represi¨®n.
Como en tantas cosas nos hemos ido a los extremos. Desde la ilusi¨®n de creer que a trav¨¦s de las plataformas digitales se iba a lograr derrocar reg¨ªmenes, reconstruir pa¨ªses y alcanzar la democracia, a esta promoci¨®n de un id¨ªlico estado de desconexi¨®n, donde en teor¨ªa somos m¨¢s felices, menos controlados y estamos m¨¢s atentos a nuestros hijos.
Creer que podemos refugiarnos en una burbuja sin trending topics es una fantas¨ªa. Incluso aunque no nos asomemos a esa intrincada cosmogon¨ªa que forman foros, chats y muros virtuales, nuestra vida est¨¢ determinada en gran medida por lo que ah¨ª se publica. Alejarse solo hace que estemos al margen, pero no nos protege de lo que se cocine en el ¨¢gora digital.
De las redes sociales no hay que salirse, sino ayudar a cambiarlas.
Yoani S¨¢nchez es periodista cubana y directora del diario digital 14ymedio.
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