¡°En Siria, incluso la decisi¨®n de vacunar a tus hijos puede ser de vida o muerte¡±
Hajar est¨¢ desplazada en la ciudad de Afrin, desde donde cuenta las dificultades en desempe?ar su labor como trabajadora sanitaria
Hajar (nombre ficticio), de 29 a?os, tiene un hijo de 11 a?os y una hija de siete. Ella y su familia se vieron obligados a huir de su casa debido al aumento de la violencia en la ciudad de Jindaris, en el distrito de Afrin rural (Siria). Ahora la familia vive en la ciudad de Afrin, donde Hajar sigue con su labor como trabajadora sanitaria.
El martes 23 de enero es el d¨ªa que volvi¨® mi vida del rev¨¦s. Eran las 4 de la tarde cuando los sonidos de los combates se empezaron a o¨ªr m¨¢s. La violencia se estaba intensificando al lado de mi casa. Vi por la ventana c¨®mo mis vecinos hu¨ªan.
Hac¨ªa fr¨ªo, as¨ª que cog¨ª algo de ropa de abrigo para mis dos hijos y sal¨ª corriendo con mis vecinos hacia la ciudad de Afrin, donde podr¨ªa quedarme con mis suegros. Vi a la gente ayud¨¢ndose unos a otros, as¨ª que nos api?amos con algunos parientes y conocidos en coches y nos fuimos, dejando todo atr¨¢s.
Recuerdo que el cielo estaba negro como el carb¨®n, no porque estuviera nublado, sino por el humo de los neum¨¢ticos ardiendo. Esa era una t¨¦cnica de los locales para disuadir de cualquier ataque en la zona. Por el camino, mi hija tuvo un ataque de asma. No pod¨ªa respirar a causa del humo. Estaba muy preocupada por ella, tos¨ªa tanto que pens¨¦ que se ahogaba.
Cuando digo que dejamos todo atr¨¢s, quiero decir todo. Nuestra casa, mi trabajo, los colegios de los ni?os, nuestros parientes, nuestros amigos, nuestras pertenencias. Todo salvo algunas prendas de ropa que met¨ª en ese coche.
Antes de huir, trabaj¨¦ como vacunadora durante tres a?os en Jindaris. As¨ª que cuando llegu¨¦ a Afrin, me un¨ª inmediatamente a la cl¨ªnica de la ciudad. Mis colegas y yo organizamos turnos para que ninguno tuviera que correr el riesgo de salir de casa todos los d¨ªas.
Cuando digo que dejamos todo atr¨¢s, quiero decir todo
Cada vez que voy camino de la cl¨ªnica, puedo o¨ªr los familiares sonidos de los combates y los enfrentamientos en las afueras de la ciudad. A veces siento miedo, pero sigo decidida a trabajar porque la vida sigue. No podemos simplemente rendirnos.
Hace unas semanas, trabaj¨¦ en una campa?a de vacunaci¨®n apoyada por Unicef. El primer d¨ªa solo pudimos vacunar a nueve ni?os, porque la gente ten¨ªa demasiado miedo como para salir de casa. En Siria, incluso la decisi¨®n de vacunar a tus hijos puede ser de vida o muerte. As¨ª que mis colegas y yo fuimos casa por casa vacunando a los ni?os, hablando a las familias sobre la importancia y la seguridad de las vacunas y respondiendo a sus preguntas.
Cuando est¨¢s bajo ataques constantes, tu atenci¨®n se centra en el instinto de supervivencia. En estar vivo. En proporcionar comida a tus hijos. En estas circunstancias la gente a veces subestima la importancia de las vacunas para proteger a sus hijos de enfermedades que pueden ser mortales, as¨ª que siempre intento decirles: necesitamos que los ni?os no solo sobrevivan, sino que tambi¨¦n se desarrollen y prosperen en la vida.
A veces siento miedo, pero sigo decidida a trabajar porque la vida sigue. No podemos simplemente rendirnos
Durante estas visitas, era muy normal ver a gente sin hogar. Mucha gente que huy¨® de las monta?as no tiene un lugar en el que quedarse en Afrin y se ven forzados a vivir en las calles. Ver a mujeres mayores y ni?os pidiendo para sobrevivir me parti¨® el coraz¨®n.
Cuando el sol se pone, estamos recluidos en nuestras casas. Preparamos mantas, pan y agua para cuando haya ataques a mitad de la noche. Si hay, bajamos corriendo a los s¨®tanos y nos quedamos despiertos all¨ª hasta que sale el sol, consol¨¢ndonos unos a otros. Tengo muchos parientes, vecinos y amigos aqu¨ª, todos desplazados como yo.
Ahora mismo no puedo pensar en mi futuro. Vivo mi vida al d¨ªa. Mi mayor miedo es que las carreteras sigan bloqueadas y me quede atrapada en Afrin. Tambi¨¦n me aterroriza perder a mis seres queridos.
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