Bicicletas contra desastres
Cuando los coches no pueden, ellas entran. Un mexicano y una portorrique?a cuentan su experiencia en un sismo y un hurac¨¢n desde el VII Foro Mundial de la Bicicleta de Lima
Cerca de la 1:15 de la tarde del martes 19 de septiembre del a?o pasado, Agust¨ªn Mart¨ªnez, vio temblar la pantalla de su computadora. Se sobresalt¨®, pero no quiso creer lo que estaba ocurriendo: exactamente 32 a?os despu¨¦s del terremoto de 1985, que produjo m¨¢s 10.000 muertos, Ciudad de M¨¦xico. volv¨ªa a temblar con furia. ¡°Parec¨ªa un chiste ¡ªcuenta¡ª. Apenas en la ma?ana, justamente para recordar el sismo del 85, hab¨ªamos tenido un simulacro¡±. Lo real tenebroso, sin embargo, estaba otra vez all¨ª. Un sismo de 7,1 grados en la escala de Richter, con epicentro en el cercano estado de Morelos, sacud¨ªa nuevamente las calles, las plazas, las ventanas, las pantallas.
Agust¨ªn fue el ¨²ltimo en salir, desde el segundo piso de la oficina de la Secretar¨ªa de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de M¨¦xico, donde trabaja como dise?ador. Cerca, escuch¨® c¨®mo comenzaban a estallar los vidrios, las paredes, los carteles. Le pareci¨® o¨ªr un derrumbe, aunque no supo exactamente d¨®nde.
Ya en el estacionamiento de su oficina, que se inund¨® de polvo por el movimiento, cogi¨® raudamente su bicicleta y enrumb¨® hacia su hogar, ubicado a unas 10 cuadras. Era lo esperable. Como integrante de Bicitekas, uno de los mayores y m¨¢s antiguos colectivos de ciclistas mexicanos, sab¨ªa que ese veh¨ªculo ser¨ªa la salvaci¨®n.
Avanz¨® hacia el Z¨®calo, el centro de la ciudad, y vio c¨®mo la agitaci¨®n se apoderaba de las calles, las personas y los autos. ¡°El tr¨¢fico se hab¨ªa vuelto una mierda¡±, recuerda. La gente caminaba, se tem¨ªa la ca¨ªda de vidrios e incluso de algunos edificios. Una antena se sacudi¨® de tal modo que los transe¨²ntes la miraban para calcular a d¨®nde correr.
Se estima que, actualmente, un 2,5% de la poblaci¨®n de Ciudad de M¨¦xico se mueve principalmente en bicicleta
Para Agust¨ªn, empero, andar sobre dos ruedas fue la ruta hacia la libertad. Lleg¨® a su departamento y dijo a Paulina M¨¦ndez, su compa?era de piso, que tambi¨¦n coja su bici y lo acompa?e. Tras comprobar que en su edificio no hab¨ªa mayores complicaciones, partieron a peinar la ciudad, junto con Berenice Zambrano, otra ciclista ciudadana.
En la Colonia Obrera, cerca del centro, una f¨¢brica de textiles se hab¨ªa desplomado y al parecer hab¨ªa gente enterrada. Se acercaron a ayudar y entonces percibieron algo que parece una constante tras un fen¨®meno de esta magnitud: es mucho m¨¢s f¨¢cil ingresar a una zona llena de derrumbes, o ya cercada por los rescatistas, sobre dos ruedas.
Agust¨ªn estuvo un rato dando sus brazos para socorrer a posibles v¨ªctimas, pero luego se dio cuenta de que, a partir de la vigencia de Bicitekas, pod¨ªa contribuir de otra forma. Fue entonces cuando lanz¨® el primer tuit desde la cuenta de su organizaci¨®n, para convocar a una especie de frente de ciclistas que ayuden a enfrentar la tragedia.
El primer mensaje de @Bicitekas estuvo dirigido a que despejen el tr¨¢fico de infierno post-sismo. Solo las bicis pod¨ªan hacerlo, no los miles de coches que pugnaban por avanzar, desesperados, en una de las ciudades m¨¢s grandes del mundo. Lo consiguieron en algunos lugares, pero eso no fue suficiente. Hab¨ªa m¨¢s tareas pendientes.
Agust¨ªn, Paulina y Berenice partieron entonces hacia la Plaza Cibeles, en la Colonia Roma, tambi¨¦n cerca del Z¨®calo. All¨ª, la Oficina de la Bicicleta del Gobierno de la ciudad, hab¨ªa montado un Centro de Acopio para ayudar a los damnificados. Nuevamente, se hizo rodar a las bicicletas por las redes sociales.
Usando la cuenta @AcopioEnBici, creada unas semanas antes para recopilar v¨ªveres en favor de las v¨ªctimas del terremoto de Oaxaca (acontecido unos d¨ªas antes, el 11 de septiembre), se lanz¨® otro mensaje: que los ciclistas acudan a este lugar, a fin de que puedan llevar agua, alimentos, frazadas y otro tipo de ayuda a quienes lo necesitaran en otra parte de la ciudad. Los primeros en acudir fueron los bicimensajeros, personas cuyo oficio es llevar mensajes, sobre dos ruedas no emisoras de carbono, a donde se necesite. Ellos se sumaron a la causa y luego aparecieron m¨¢s ciudadanos con bicicletas de carga (las que tienen coche o canasta adicional).
En Ciudad de M¨¦xico, la cantidad de ciclistas ha aumentado ostensiblemente en los ¨²ltimos a?os. Se estima que, actualmente, un 2,5% de la poblaci¨®n se mueve principalmente en bicicleta. No fue tan dif¨ªcil encontrar voluntarios para la cruzada. Era, como recuerda Agust¨ªn, el transporte m¨¢s apropiado para llegar a alg¨²n sitio.
Adem¨¢s, si un ciclista iba a un lugar de donde procuraban sacar a alguien de los escombros, no estorbaba a los rescatistas porque no hac¨ªa bulla como un auto. Como ¨¦l mismo comprob¨®, pod¨ªa llegar f¨¢cilmente, sin hacer ruido, y esperar a que se levanten las manos en silencio porque se oyeron los gritos de una v¨ªctima.
La convocatoria fue tal que se tuvo que crear otra cuenta, llamada @Verificado19/s, para comprobar que no se estaba duplicando esfuerzos. Y, adem¨¢s, se mont¨® un centro de operaciones en el local de la revista digital Horizontal, desde donde se llamaba y se tuiteaba para que el operativo de autogesti¨®n siguiera funcionando. Sobre dos ruedas.
Agust¨ªn cuenta que fue un momento clave para las bicicletas frente a la opini¨®n p¨²blica, hasta el punto de que en su trabajo ya no lo miraron con tanta extra?eza.
Contra viento y con ruedas
La tarde del mismo d¨ªa en el que Agust¨ªn vio temblar su pantalla en Ciudad de M¨¦xico, Ylenia Gonz¨¢lez presenci¨® c¨®mo, en su querida isla de Puerto Rico, el viento comenzaba a enfurecerse, hac¨ªa volar a algunos ¨¢rboles y postes y, por violenta a?adidura, tra¨ªa una tromba de agua que termin¨® inundando el estacionamiento del condominio donde vive.
La poblaci¨®n de San Juan y de otras ciudades ya hab¨ªa sido advertida de que ven¨ªa, con toda su furia nivel cinco, el hurac¨¢n Mar¨ªa, pero, a¨²n as¨ª, la noche fue tenebrosa, terrible, y a las 7 de la ma?ana del d¨ªa siguiente, ella y sus vecinos comprobaron que se les hab¨ªa ido la conexi¨®n el¨¦ctrica, Internet, el tel¨¦fono.
La gasolina y los v¨ªveres tambi¨¦n empezaron a escasear, porque, aun cuando las autoridades hab¨ªan llamado a llenar las despensas, una vez que el hurac¨¢n barri¨® el territorio boricua, era dif¨ªcil encontrar una tienda abierta donde comprar lo m¨ªnimo. O movilizarse en auto, pero no en bicicleta.
Ylenia mir¨® entonces su veh¨ªculo de dos ruedas con esperanza. ¡°Los ciclistas sab¨ªamos que ¨ªbamos a salir¡±, afirma, mientras recuerda c¨®mo los primeros d¨ªas, en su condominio, su generosa bicicleta sirvi¨® incluso para que los ni?os se divirtieran un poco, ante la ausencia de se?al de tel¨¦fono o de televisi¨®n.
Sirvi¨®, adem¨¢s, para alcanzar una de las pocas tiendas abiertas, situada a unos cuantos kil¨®metros. Era m¨¢s dif¨ªcil ir en auto, porque las carreteras estaban destrozadas y porque conseguir combustible pod¨ªa implicar una espera de varias horas. A veces in¨²tiles, como le ocurri¨® a una amiga suya.
Ella conoc¨ªa las virtudes de la bicicleta. Como conductora del podcast Mu¨¦vete en bici desde hace unos a?os, ten¨ªa claro que en esta emergencia las dos ruedas iban a resultar milagrosas. Unas tres semanas despu¨¦s ¡ªporque la resaca del hurac¨¢n continuaba y contin¨²a¡ª se organiz¨® con algunos ciclistas para repartir ayuda.
Israel M¨¦lendez, un amigo suyo tambi¨¦n pedalero, ten¨ªa contacto con la empresa Tern, la cual le don¨® tres bicicletas de carga, con dos canastillas. A algunas les pusieron una canasta m¨¢s y, junto con Ylenia, comenzaron a repartir ayuda a quienes, pr¨¢cticamente, hab¨ªan perdido todo por la furia desatada de Mar¨ªa.
Dos ciclistas m¨¢s se sumaron a la campa?a. ¡°Sab¨ªa que iba a ser lo apropiado para llevar un equipo de emergencia¡±, relata evocando los d¨ªas turbulentos en la isla. Hasta un masajista la us¨® para alcanzar a algunas personas.
Quedaba claro que la bici era, como en M¨¦xico, la alternativa viable, a la mano, para enfrentar un desastre de este tipo. Pero, a diferencia del pa¨ªs de Bicitekas, no hab¨ªa en Puerto Rico muchos devotos de este veh¨ªculo. Seg¨²n los datos ofrecidos por ella misma, el 90,9% de los boricuas se moviliza en auto. Solo el 0,1% lo hace en bicicleta.
¡°Casi nadie ten¨ªa una¡±, explica Ylenia. O si la ten¨ªa no la usaba. Pero, de pronto, algo ocurri¨®. En uno de esos d¨ªas aciagos el diario El nuevo d¨ªa titul¨® ¡°Mar¨ªa obliga a muchos a sacarle el polvo a sus bicicletas¡±. Una buena parte de la sociedad portorrique?a hab¨ªa descubierto que ten¨ªa, en su propia casa, un instrumento vital. Incre¨ªblemente, algunas tiendas que la vend¨ªan casi agotaron su mercanc¨ªas almacenadas. Por su parte, la Fundaci¨®n Barea don¨® 600 bicicletas.
La onda expansiva del uso de las bicis continu¨®. La gente comenz¨® a prestarse las bicicletas para visitar a la familia, para comprar, para llevar el agua a quien la necesitaba, porque tambi¨¦n comenz¨® a escasear. ¡°Una bicicleta de carga pod¨ªa llevar hasta seis bolsas de alimentos para las familias¡±, cont¨® Ylenia en el VII Foro Mundial de la Bicicleta, realizado en Lima del 22 al 26 de febrero pasado.
En un ¨²ltimo mensaje desde San Juan, Ylenia cuenta que el fluido el¨¦ctrico se ha vuelto a ir en el norte de la isla. Seis meses despu¨¦s siguen los problemas. El n¨²mero de v¨ªctimas mortales, con el paso de los meses, lleg¨® al menos a 60.
En cuanto a Agust¨ªn, lo imagino metiendo pedal en Ciudad de M¨¦xico, que ya est¨¢ m¨¢s repuesto del sismo, pero que en cualquier momento podr¨ªa afrontar otra sacudida similar. Los tres, conversando al atardecer lime?o, montados cada uno sobre una bicicleta, concluimos en que este modesto veh¨ªculo es luminoso y providencial.
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