El peligro de que nos gusten los gusanos
La creciente aceptaci¨®n de los insectos en lugares como Europa puede ser una oportunidad para los pa¨ªses en desarrollo que los consumen tradicionalmente, pero tambi¨¦n presenta riesgos
?Alguien pod¨ªa imaginar hamburguesas de larvas, grillos con cebolla o escorpiones con chocolate en las mesas europeas? "Cuando en 1996 empec¨¦ a hablar en Holanda sobre la posibilidad de comer insectos, preguntabas en una charla si alguien los hab¨ªa probado, y el silencio era absoluto", recuerda Arnold van Huis, catedr¨¢tico de Entomolog¨ªa de la Universidad Wageningen (Pa¨ªses Bajos). "Si hoy repito la pregunta en una conferencia, al menos la mitad levantan la mano. Eso da una muestra de c¨®mo ha cambiado la cosa".
Sin embargo, cocinar y comer bichos es un concepto que a¨²n genera revuelo en la mayor¨ªa de pa¨ªses de Europa. Como el levantado a ra¨ªz de que la cadena de supermercados Carrefour presentara la semana pasada en Espa?a una gama de productos basados en insectos. "El hecho de que Europa sea cada vez m¨¢s diversa culturalmente ayuda a que la gente tenga miras m¨¢s amplias y acepte probar comidas ex¨®ticas o poco tradicionales", apunta Patrick Durst, que trabaj¨® durante muchos a?os para la FAO (agencia de la ONU para la alimentaci¨®n y la agricultura). "Pero los insectos siguen siendo un tema m¨¢s complicado, por el asco que generan en muchos europeos, que los relacionan con la suciedad y las enfermedades", a?ade.
Algo as¨ª les ocurre a los padres de Luc¨ªa Due?as, Patricia Draghici y Ander M¨¦ndez, tres j¨®venes universitarios de Bilbao que se han lanzado a comercializar insectos cubiertos de chocolate bajo la marca Khao Thai. "Hay reacciones radicales: o querer probarlo al minuto cero, o ni acercarse. Mis padres, por ejemplo, me dijeron: 'Pero hijo, ?qu¨¦ haces?", cuenta M¨¦ndez. Pero Van Huis, coautor del libro de referencia sobre los insectos comestibles, replica que se pueden criar en ambientes perfectamente higi¨¦nicos y que, cumpliendo con las normativas europeas de inocuidad alimentaria, no representan ning¨²n peligro para la salud. "De hecho, y dado que est¨¢n mucho m¨¢s lejos biol¨®gicamente de los humanos que otros animales de granja, dir¨ªa que el riesgo de contagios o transmisi¨®n de enfermedades es mucho menor", apunta.
Prote¨ªnas sostenibles
El profesor Arnold van Huis recalca el valor medioambiental de incluir insectos en la dieta, una sugerencia que ya se destac¨® al publicarse el mencionado libro en 2013. Mientras el cambio clim¨¢tico toma posiciones en la agenda pol¨ªtica, las miradas se dirigen a la producci¨®n animal, en la que el sector de la ganader¨ªa es responsable del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el ser humano.
La cantidad de carbono emitida por el vacuno puede multiplicar por m¨¢s de 100 la del gusano de la harina, por ejemplo. Y a eso hay que sumar la necesidad de terreno que tienen los rumiantes cuando no se cr¨ªan de forma intensiva y que muchas veces lleva a talar bosques para hacerles espacio.
"La FAO estima que necesitaremos aumentar un 60% la producci¨®n de comida para 2050 por el aumento de la poblaci¨®n y la mayor demanda de prote¨ªnas animales", recuerda Patrick Durst. "Y para eso tenemos que explorar otras fuentes proteicas m¨¢s eficientes", agrega. Los insectos tambi¨¦n lo son en t¨¦rminos de consumo de agua y de comida. Se pueden alimentar de restos y desperdicios y producir un kilo de grillo requiere dos de alimento, mientras un kilo de vacuno exige hasta 25 de pienso o forraje.
Desde los j¨®venes estudiantes de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, que importan el producto ya terminado desde Tailandia, hasta los alemanes de Bug Foundation, que preparan hamburguesas con larvas del escarabajo de la cama (Alphitobitus diaperinus), los proyectos para explotar esta fuente de alimento brotan por Europa como una plaga de langostas, que tambi¨¦n se comen en muchos pa¨ªses de ?frica, Asia y Oriente Medio. "Son muy crujientes y sabrosas: muy ricas", asegura Van Huis. El hecho de sazonarlas adecuadamente y presentarlas de modo que no se identifique el bicho (en harinas, salsas o sopas, por ejemplo) ayuda a superar la repulsi¨®n inicial de muchos. "Un filete no es una vaca, y una tira de panceta no es un cerdo. No hay por qu¨¦ ver el insecto a la hora de comerlo", apunta Durst. Y todas estas iniciativas entomof¨¢gicas se esfuerzan, por supuesto, en destacar las propiedades alimenticias y medioambientales de sus productos.
"No es f¨¢cil generalizar, porque se han documentado casi 2.000 especies diferentes aptas para el consumo humano", comenta el investigador. "Y el valor nutricional var¨ªa mucho de una especie a otra, o incluso en funci¨®n del momento de la vida del insecto en que se coma, o c¨®mo se prepare. Pero podemos decir con seguridad que, en general, tienen un nivel de prote¨ªnas cercano al de la carne de vaca o pollo o del pescado, y altos contenidos de vitaminas, amino¨¢cidos y micronutrientes".
El acad¨¦mico holand¨¦s ensalza tambi¨¦n la facilidad de producci¨®n y cr¨ªa de la mayor¨ªa de las especies, dada su fecundidad, y opina que no hay riesgo de alterar los ecosistemas europeos si se toman unas m¨ªnimas precauciones en las granjas de bichos. Pero que se extienda su consumo por pa¨ªses ricos s¨ª entra?a un peligro para las comunidades de los Estados en desarrollo que llevan d¨¦cadas (o siglos) comi¨¦ndolos.
El problema no recae sobre los ejemplares que se pueden criar, como los que traen los emprendedores universitarios de Khao Thai, sino sobre aquellas especies que a¨²n no se ha logrado producir en cautividad y que deben recolectarse de la naturaleza. Como los gusanos de bamb¨², cuya demanda internacional ha crecido enormemente y, en consecuencia, su precio se est¨¢ disparando en lugares como Tailandia y alej¨¢ndose de los bolsillos de los tailandeses.
Es un efecto que ya sufrieron productos como la quinoa (un grano sudamericano hoy de moda en Occidente) o los hongos Cordyceps (de uso medicinal): el ¨¦xito comercial en los mercados m¨¢s pudientes pone el uso de un recurso o alimento tradicional fuera del alcance de los locales. "Si alg¨²n insecto se vuelve un producto gourmet en Occidente, los efectos en los recolectores locales ser¨¢n variados", sostiene Durst. "Por una parte, su valor o precio podr¨ªa sobrepasar lo que pueden pagar por ¨¦l. Pero, por otro, ese alto valor puede significar una nueva fuente de ingresos para ellos".
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