?Nos acercamos a la sexta extinci¨®n?
El tercer libro de la colecci¨®n 'El estado del planeta', de la FAO y El PA?S, se centra en los peligros de la p¨¦rdida de biodiversidad. El anterior se dedic¨® a los efectos del cambio clim¨¢tico
Unos cuantos titulares sacados al azar: La ONU alerta de que 150 especies se extinguen al d¨ªa por culpa del hombre (EL PA?S, 22 de mayo de 2007); Alerta sobre la p¨¦rdida del bamb¨² (BBC, 11 de mayo de 2004), Manglares del mundo est¨¢n en serio peligro, alerta la ONU (El Tiempo, 29 de septiembre de 2014); El cambio clim¨¢tico provoca la desaparici¨®n de un gran r¨ªo canadiense en solo cuatro d¨ªas (The Independent, 18 de abril de 2017); Kenia quema el mayor acopio de marfil para denunciar el destino de los elefantes (The Guardian, 30 de abril de 2016).
Alerta, amenaza, riesgo, peligro, desaparici¨®n¡ Son palabras comunes a pr¨¢cticamente la totalidad de los miles de noticias, informes, evaluaciones, estudios, conferencias, convenciones, cumbres de alt¨ªsimo nivel o acciones an¨®nimas en un mar remoto que se han llevado a cabo en la ¨²ltima d¨¦cada con una ¨²nica preocupaci¨®n: la p¨¦rdida acelerada de biodiversidad en todos los niveles, en todos los lugares.
Aun as¨ª conviene diferenciar entre biodiversidad silvestre (se refiere a todos los vegetales, animales, hongos, y otros organismos no domesticados que habitan un lugar sin haber sido introducidos por los seres humanos) y la biodiversidad en la agricultura y ganader¨ªa. En la agricultura, el ejemplo de los polinizadores es cada vez m¨¢s notorio: p¨¦rdidas de especies, muertes c¨ªclicas de millones de individuos (por ejemplo, las abejas) y consecuencias econ¨®micas y sociales crecientes. Simult¨¢neamente, preocupa a los cient¨ªficos el riesgo de la sexta extinci¨®n. Cuando uno escucha esto piensa en dinosaurios, tan lejana y definitiva parece la sentencia. Pero con la misma facilidad con la que usted ha consumido el d¨ªa de hoy, 150 especies se han extinguido.
Actualmente, la p¨¦rdida y degradaci¨®n del h¨¢bitat constituyen la principal amenaza para el 85% de todas las especies descritas en la Lista Roja; el comercio il¨ªcito y las especies invasoras son tambi¨¦n importantes factores de declive poblacional.
Quiz¨¢ parezcan pocas las especies analizadas, si tenemos en cuenta que la biodiversidad descrita alcanza los 1,78 millones de especies y la biodiversidad estimada alcanza casi los 9 millones, pero las continuas actualizaciones de la Lista, que categoriza las especies seg¨²n la gravedad de su situaci¨®n, demuestran que las ligazones entre especies, y los efectos que las desapariciones o disminuciones de unas tienen en otras, permiten una extrapolaci¨®n m¨¢s que preocupante.
As¨ª, han llegado a la conclusi¨®n de que se encuentran en serio peligro el 41?% de los anfibios, el 33?% de los corales, el 30?% de las con¨ªferas, el 25?% de los mam¨ªferos y el 13?% de las aves.
Dos ejemplos de actualizaciones recientes: en 2016 fueron reconocidas 700 especies de aves, y el 11% ya se hallaban amenazadas de extinci¨®n; en el mismo a?o, se descubri¨® un declive alarmante en la poblaci¨®n mundial de jirafas, que ha disminuido un 40% en los ¨²ltimos 30 a?os. ?Las causas? Desde la p¨¦rdida de h¨¢bitats a la caza ilegal, pasando por conflictos civiles.
?La sexta extinci¨®n?
La ¨²ltima de las cinco grandes extinciones que ha vivido la Tierra ocurri¨® hace 65 millones de a?os, en el Cret¨¢cico, cuando un meteorito impact¨® contra la superficie del planeta y sus consecuencias se llevaron consigo entre el 70 y 75% de las especies, entre ellas los dinosaurios. Las cuatro extinciones anteriores (causadas por meteoritos, supervolcanes o la explosi¨®n de una supernova) todav¨ªa fueron m¨¢s mort¨ªferas.
La pregunta que nos hacemos ahora es la siguiente: ?estamos ya inmersos en la sexta extinci¨®n? Hay datos que apuntan en esta direcci¨®n. Sobre todo el alt¨ªsimo ritmo de desaparici¨®n o disminuci¨®n de especies y el hecho de que las condiciones que las provocan no solo no se mitigan, sino que empeoran. Algo es seguro: si sucede esa sexta extinci¨®n, el culpable no ser¨¢ un meteorito, sino una de las especies que habitan el planeta: el Homo sapiens.
Son muy diversas las maneras en las que el hombre pone en riesgo su entorno. Algunas son acciones directas y simples como tirar una botella de pl¨¢stico al mar o cazar un animal protegido, otras m¨¢s elaboradas e indirectas como la urbanizaci¨®n, el uso de fuentes de energ¨ªa f¨®siles o las pr¨¢cticas agr¨ªcolas no sostenibles. Lo entrelazado de las especies en sus diversos ecosistemas provoca que no se pueda poner en riesgo la existencia de una sin que afecte a otra, y as¨ª sucesivamente, como si fuera el golpe de salida de una partida de billar.
Todos los caminos parecen llevar a esa temida gran extinci¨®n. Lo que sigue es un viaje por varios de esos caminos, alrededor del planeta, de peligro en peligro y de p¨¦rdida en p¨¦rdida. Una ruta que, en algunos casos, tiene doble direcci¨®n, pero en otros no.
?Puede quedarse ?frica sin elefantes?
A finales de abril de 2016, una pira funeraria como no se hab¨ªa visto jam¨¢s ti?¨® de negro el cielo del parque nacional de Nairobi, en Kenia. Lo que ard¨ªa eran 100 toneladas de marfil en forma de colmillos de elefantes, unos 6.000, m¨¢s esculturas del mismo material, y una cantidad considerable de cuernos de rinocerontes. Todo confiscado. Ard¨ªa un valor estimado de 100 millones de euros en el mercado negro, lo que caus¨® la preocupaci¨®n de que los furtivos quisieran ¡®reponer¡¯ el bot¨ªn con nuevas cazas. Ard¨ªa, en fin, una denuncia, la del presidente del pa¨ªs Uhuru Kenyatta: debido a la caza furtiva, los elefantes corren el riesgo de desaparecer.
¡°Kenia est¨¢ haciendo una declaraci¨®n¡±, dijo Kenyatta antes del fuego. ¡°Para nosotros, el marfil no tiene valor a no ser que est¨¦ en nuestros elefantes. Esta acci¨®n enviar¨¢ un mensaje absolutamente claro de que el negocio con marfil debe terminar y nuestros elefantes deben ser protegidos. Conf¨ªo en que el mundo se una a nosotros para acabar con el horrible sufrimiento de nuestras manadas y salve a los elefantes para las futuras generaciones¡±.
En marzo de 2017, la asociaci¨®n protectora del parque nacional de Tsavo, tambi¨¦n en Kenia, hac¨ªa p¨²blica la muerte del elefante Satao II. Satao II, llamado as¨ª en recuerdo de otro ejemplar similar asesinado y mutilado en 2014, era considerado el mayor elefante vivo de ?frica. De 50 a?os de edad, su caracter¨ªstica principal era lo que llaman ¡®supercolmillos¡¯, por los que era admirado y, claro, deseado por los furtivos. 51 y 50,5 kilogramos de marfil que, afortunadamente, no cayeron en manos de los contrabandistas ya que el cad¨¢ver del paquidermo, asesinado con flechas envenenadas, fue encontrado antes por los guardas del parque Tsavo. Seg¨²n el Servicio de Vida Silvestre (KWS, por sus siglas en ingl¨¦s), solo quedan 25 elefantes de colmillos gigantes, 15 de ellos en Kenia.
Cada a?o, los cazadores matan 30.000 elefantes por sus colmillos. En la ¨²ltima d¨¦cada, seg¨²n cifras que aporta la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN), la poblaci¨®n de elefantes ha descendido en 111.000 ejemplares, con un resultado final de unos 415.000 elefantes vivos. A principios del siglo pasado, esta especie contaba entre tres y cinco millones.
Las poblaciones de elefantes del ?frica Occidental son por lo general peque?as y fragmentadas y se encuentran aisladas. Se observa la desaparici¨®n de 12 poblaciones desde 2006, en Costa de Marfil, Ghana, Guinea-Bissau, Sierra Leona, Togo, Guinea y Nigeria. La poblaci¨®n de elefantes del Complejo Transfronterizo WAP, a caballo de la frontera entre Ben¨ªn, Burkina Faso y N¨ªger, sigue siendo el basti¨®n principal de las poblaciones de la especie en el ?frica occidental.
Junto con el rinoceronte, el leopardo, el le¨®n y el b¨²falo, el elefante forma parte del grupo conocido como Big Five, los animales m¨¢s dif¨ªciles de cazar. Lo que, como vemos, no parece ser un obst¨¢culo sino m¨¢s bien un incentivo para el hombre. El caso es que al resto de este grupo no le va mucho mejor que a los elefantes. Rinocerontes y leones, por ejemplo, descienden tambi¨¦n a una alta velocidad y se calcula su poblaci¨®n en 25.000 por cada una de ambas especies.
El peligro del comercio ilegal de animales salvajes fue puesto de relieve por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) con motivo de la celebraci¨®n del ¨²ltimo D¨ªa Mundial del Medio Ambiente, en 2016.
?Por qu¨¦ los manglares son tan importantes?
Vamos ahora hasta las islas del Sudeste asi¨¢tico, cerca del mar, en los manglares de Malasia. La situaci¨®n en 2006, hace m¨¢s de diez a?os, era esta: un informe del PNUMA alertaba de que el calentamiento global acabar¨ªa destruyendo m¨¢s de la mitad de los manglares de algunas islas del Pac¨ªfico, llegando incluso a eliminar lugares de cr¨ªa mar¨ªtima.
Los manglares, ¨¢reas que no todo el mundo conoce o al menos no por su nombre, son lugares de gran importancia para la reproducci¨®n de los peces y la filtraci¨®n de la contaminaci¨®n costera, adem¨¢s de una fuente de recursos para las comunidades locales. Por ejemplo, el 75% de las gambas que se recogen en la regi¨®n de Queensland (Australia) provienen de sus manglares. En Malasia, proporcionan a la industria pesquera unas ganancias de 100 millones de d¨®lares anuales.
Otro servicio de los manglares es la protecci¨®n proporcionada a las islas en casos de desbordamientos por tormentas, ya que los manglares reducen la energ¨ªa desprendida por las olas en un 75%. Su papel fue crucial para mitigar, por ejemplo, los da?os causados por el tsunami de 2004 en algunas zonas del ?ndico.
Pero, desde 2006, el calentamiento global ha empeorado, as¨ª que los manglares han empeorado tambi¨¦n. El PNUMA volvi¨® a alertar de la situaci¨®n en septiembre de 2014, con el informe The importance of mangroves to people. A call to action. ¡°Los manglares se destruyen a un ritmo entre tres y cinco veces m¨¢s r¨¢pido que la media de la deforestaci¨®n global, con un coste econ¨®mico anual que llega hasta los 42.000 millones de d¨®lares¡±, dijo Damon Stanwell-Smith, el entonces Director del programa marino del Centro Mundial de Vigilancia de la Conservaci¨®n (CMVC) del PNUMA.
La destrucci¨®n de los manglares, otra vez, tiene dos v¨ªctimas: los propios manglares y las especies que dependen de ellos (las especies residentes o aquellas que los visitan de manera ocasional pero trascendental, como muchos peces para reproducirse); sin olvidarnos, como dec¨ªa Stanwell-Smith, del coste econ¨®mico y de la p¨¦rdida de recursos para los habitantes de esas zonas. Por si fuera poco, se pierde un activo important¨ªsimo en la lucha contra el cambio clim¨¢tico, ya que los manglares pueden llegar a almacenar hasta 1.000 toneladas de di¨®xido de carbono por hect¨¢rea.
Los manglares cubren 152.000 kil¨®metros cuadrados en 123 pa¨ªses y m¨¢s de 100 millones de seres humanos viven a menos de 10 kil¨®metros de alguno de ellos. El informe del PNUMA de 2014 precisaba la importancia de estos ecosistemas para la reproducci¨®n de un gran n¨²mero de peces que sirven para el consumo humano.
Aqu¨ª no solo es cuesti¨®n del cambio clim¨¢tico, pues la acci¨®n directa del hombre sobre los manglares, convirti¨¦ndolos en tierras agr¨ªcolas, expandiendo ciudades vecinas o transformando los entornos para actividades tur¨ªsticas, est¨¢ agravando la situaci¨®n. Igual que con la contaminaci¨®n y la profusi¨®n de residuos (que muchas veces no es directa sobre los manglares, pero retorna de los mares).
Un coral blanco es un coral muerto
Ahora nos trasladamos a Australia, donde el blanqueo de corales en la Gran Barrera de Coral empeora. El mayor sistema coralino del mundo, situado al noroeste del pa¨ªs, comput¨® en 2016 su segundo a?o consecutivo de blanqueo masivo de corales. El blanqueo significa la muerte de esos corales, en concreto dos tercios de los que ocupan los 700 kil¨®metros de la franja al norte de Port Douglas, la localizaci¨®n m¨¢s perjudicada dentro de la extensi¨®n de 2.600 km de la Gran Barrera. En total, un 22% de los corales han muerto. Pero la situaci¨®n no es nueva. Desde 1990, debido al progresivo calentamiento del agua del mar y el aumento en su acidez por la mayor presencia de CO2 en la atm¨®sfera, el ecosistema ¨²nico de la Gran Barrera (400 tipos de coral, 1.500 especies de peces y 4.000 variedades de moluscos) sufre un deterioro progresivo que motiv¨® que la Unesco lo declarara en 2015 ¡°ecosistema en peligro¡± .
Aunque el coral es una especie que puede recuperarse de la disminuci¨®n de color, el proceso podr¨ªa tardar d¨¦cadas y hay serias dudas de que, en las condiciones atmosf¨¦ricas actuales, eso pueda llegar a ocurrir, ya que solo una bajada en la temperatura del agua har¨ªa que las algas que los pigmentan volvieran a los corales. En caso contrario, los corales morir¨ªan definitivamente. Y los arrecifes cobijan a cerca de un cuarto de la poblaci¨®n mundial de peces.
Sin abejas no hay vida
Atravesamos el oc¨¦ano Atl¨¢ntico hasta Europa occidental donde, en 2016, la atenci¨®n gir¨® s¨²bitamente hacia las abejas y unos titulares que repet¨ªan una frase parecida a esta: ¡°Si las abejas desaparecieran, la vida en la Tierra ser¨ªa casi imposible¡±.
Quiz¨¢ sorprenda a muchos esta afirmaci¨®n, que puede sonar exagerada. Pero lean esto: las abejas polinizan 70 de los aproximadamente 100 cultivos que alimentan al 90% del planeta. Si desaparecieran, podr¨ªamos perder todas las plantas polinizadas, despu¨¦s todos los animales que se alimentan de esas plantas, y as¨ª m¨¢s y m¨¢s arriba en la cadena alimentaria. Hasta el hombre.
Bien, pues el hecho es que estamos perdiendo abejas. No s¨®lo las abejas mel¨ªferas, que son las m¨¢s conocidas por el p¨²blico general por ser las fabricantes de la miel. Tambi¨¦n las abejas silvestres, cuya contribuci¨®n a la producci¨®n de alimentos es de un valor incalculable.
La Plataforma Intergubernamental Cient¨ªfico-Normativa sobre Diversidad Biol¨®gica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en ingl¨¦s) alert¨® en febrero de 2016 del declive de abejas ¨Cy mariposas¨C en cuanto a abundancia y diversidad en muchas regiones del noroeste europeo y en Norteam¨¦rica, sobre todo, y en el resto del mundo en casos de menor gravedad. Las causas: p¨¦rdida de h¨¢bitat, pesticidas24, poluci¨®n, especies invasoras y cambio clim¨¢tico.
Datos de la IPBES, auspiciada por la ONU, informan de que el 9% de las especies de abejas est¨¢n en riesgo de extinci¨®n en Europa, y que un 37% de estas especies est¨¢ perdiendo poblaci¨®n. En algunas regiones de Europa, seg¨²n la IPBES, hasta un 40% de las especies de abejas estar¨ªan amenazadas. Y, con ellas, la totalidad de la fruta y casi todos los vegetales de esas regiones.
Un estudio de la revista Science coordinado por la FAO explicaba lo siguiente en 2016: comparadas 344 parcelas agr¨ªcolas en ?frica, Asia y Am¨¦rica Latina, se concluy¨® que los rendimientos de esas tierras eran notablemente m¨¢s bajos en aquellas que hab¨ªan atra¨ªdo a un menor n¨²mero de abejas durante la ¨¦poca de floraci¨®n. Esto basta para explicar su importancia.
Pero, ?qu¨¦ est¨¢ sucediendo alrededor de las abejas? Por un lado los terrenos de cultivo dependientes de la polinizaci¨®n han aumentado, pero no la poblaci¨®n de abejas, que en consecuencia no puede atender esas tierras. Los cultivos de esas tierras, por tanto, pueden resultar improductivos. Adem¨¢s, el cambio clim¨¢tico provoca un aumento de las temperaturas que dificultar¨¢ la propia vida de las abejas. Tambi¨¦n, debido a las consecuencias del cambio clim¨¢tico, hay flores en algunas partes del mundo que est¨¢n cambiando las ¨¦pocas en las que se abren, y las abejas no est¨¢n all¨ª.
Y, por otro lado, en algunos lugares se est¨¢ descubriendo que las abejas portan hasta 30 tipos de pesticidas en su cuerpo cuando regresan a sus colmenas. Y, por tanto, en esos lugares, la poblaci¨®n de abejas est¨¢ disminuyendo seriamente. Las dos ¨²ltimas afirmaciones est¨¢n ligadas.
Los plaguicidas neurot¨®xicos, utilizados en muchos cultivos, parecen estar detr¨¢s de la disminuci¨®n (un 44% menos en los Estados Unidos en 2016) o desaparici¨®n (en algunas regiones de China, por ejemplo) de estos polinizadores. La regulaci¨®n de estos pesticidas es un tema a debate ahora mismo en Europa, donde el 84% de los cultivos y el 80% de las flores silvestres dependen de la polinizaci¨®n.
De no tomarse medidas contra los pesticidas (un informe presentado al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en marzo de 2017 negaba el ¡®mito¡¯ de que fueran necesarios), las abejas corren grave riesgo para su propia salud (enfermedades, dificultades para la reproducci¨®n) y todo el sistema alimentario estar¨ªa pr¨¢cticamente en riesgo.
Empez¨¢bamos repitiendo las palabras ¡°alerta¡±, ¡°amenaza¡± o ¡°peligro¡± y lo terminamos con ¡°si no se toman medidas al respecto¡±. La palabra que completa el juego es, claramente, ¡°extinci¨®n¡±. ?La sexta extinci¨®n? Desde luego estamos viviendo una bastante generalizada, seg¨²n la especie una m¨¢s r¨¢pida y otra m¨¢s lenta, pero el ritmo de extinci¨®n de especies es m¨¢s alto y preocupante de lo normal, tanto por cantidad como por calidad. Y, lo que es peor, las condiciones que han provocado esta aceleraci¨®n empeoran a su vez, lo que motiva las perspectivas alarmistas.
?Queda tiempo? ?Se puede hacer algo? Lo veremos en los siguientes cap¨ªtulos de este libro.?
Este texto es un extracto de uno de los art¨ªculos incluidos en el tercer libro de la colecci¨®n El estado del planeta, editada conjuntamente por la FAO y EL PA?S. Cada domingo se puede conseguir en quioscos y, adem¨¢s, por correo electr¨®nico y aqu¨ª en El Pa¨ªs.
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