El mayor triunfo
Aunque no he practicado jam¨¢s alpinismo, adoro las monta?as. En los relatos sobre esta actividad, hay algo que supone una gran proeza: saber rendirse.
HACE UN PAR de semanas asist¨ª a la preciosa conferencia que dio mi amiga Chus Lago en la Biblioteca Nacional. Chus (Vigo, 1964) fue la tercera mujer en el mundo (y la primera espa?ola) que subi¨® al Everest sin ox¨ªgeno. Esta tremenda gallega ha protagonizado otras aventuras prodigiosas, la m¨¢s espeluznante una traves¨ªa en solitario de la Ant¨¢rtida, en 2009, arrastrando un trineo de 107 kilos de peso. Camin¨® durante 59 d¨ªas por ese infierno helado y fue la primera persona de nuestro pa¨ªs que lo hizo, aunque tres a?os m¨¢s tarde se le diera mucho m¨¢s bombo al segundo compatriota que lo consigui¨®, un var¨®n, de quien se dijo enf¨¢ticamente que era ¡°el primer espa?ol¡± que llegaba al Polo Sur. A Chus siempre le ha perseguido esa peque?a mala suerte medi¨¢tica, como si el reconocimiento debido a sus deslumbrantes ¨¦xitos se le resistiera un poco, pese a ser una de las escaladoras y exploradoras m¨¢s fuertes y m¨¢s t¨¦cnicas de Espa?a. Adem¨¢s escribe maravillosamente y ha publicado varios libros y, por si fuera poco, es concejala de Medio Ambiente en Vigo. Ahora est¨¢ montando una nueva traves¨ªa del Polo Sur con otras dos mujeres, el primer equipo femenino espa?ol en intentarlo, y anda a la b¨²squeda de patrocinadores. En la vida de Lago, en fin, parecen caber diez existencias.
Adoro las monta?as y, aunque no he hecho jam¨¢s alpinismo, he le¨ªdo muchos libros sobre esta actividad extrema, algunos tan fascinantes como Mal de altura, de Jon Krakauer. En esos libros y en los de la propia Chus, y en el trepidante relato de mi amiga en la Biblioteca Nacional, hay algo que siempre me ha impactado y que considero una gran proeza. Me refiero al dificil¨ªsimo logro de saber rendirse.
Antes de llegar al momento del asalto final de una gran cumbre subyace un esfuerzo descomunal. Hay que prepararse f¨ªsica y mentalmente
Me explico. Antes de llegar al momento del asalto final de una gran cumbre, pongamos el Everest, el pico m¨¢s alto del mundo (8.848 metros), subyace un esfuerzo descomunal. Hay que prepararse f¨ªsica y mentalmente, encontrar patrocinadores, organizar la expedici¨®n, llegar a la monta?a y empezar la penosa aclimataci¨®n y la subida. Son a?os de trabajo, a?os de apasionada entrega que luego deben resolverse quiz¨¢ en una ¨²nica ventana climatol¨®gica de un pu?ado de horas. Y all¨ª van los alpinistas, reventados f¨ªsicamente, arrastr¨¢ndose con enormes sufrimientos m¨¢s all¨¢ de la zona de la muerte, esa frontera de los 7.500 metros de altura a partir de la cual ya no hay suficiente ox¨ªgeno para que el ser humano pueda aclimatarse. Lo que significa que cada minuto que est¨¦s ah¨ª arriba te est¨¢ matando. Y en esa agon¨ªa del ¨²ltimo esfuerzo, con la raz¨®n nublada por la asfixia, el alpinista puede ver la cima justamente ah¨ª, al alcance de la mano, quiz¨¢ a 60 metros. Pero, a menudo, esa ¨ªnfima distancia es imposible de cubrir. El cuerpo est¨¢ exhausto, se tardar¨ªa demasiado. Es el momento de la verdad, un instante tan duro que es el origen de una buena parte de los accidentes fatales. Hay que saber rendirse y volverse, y muchos no son capaces de hacerlo.
Chus se ha vuelto varias veces. A unas decenas de metros de la cima en el Cho-Oyu en 1995; a unos centenares de la del Everest en su segunda expedici¨®n, en 1998. Es una renuncia desoladora y heroica. ¡°Cuanto m¨¢s trabajas en una monta?a m¨¢s te cuesta abandonarla¡±, dice Chus. ¡°Cada vez hay m¨¢s de ti sobre ella, huellas, nuevos caminos, enigmas resueltos, miedos superados, tanto esfuerzo. Te dices, pero si estoy ah¨ª, s¨®lo me faltan unos metros de nada¡ Pero esos metros significan la muerte¡±. Entonces abandonas: ¡°El camino de vuelta sin cima es doblemente duro, es la cosa m¨¢s desalentadora, requiere toda tu voluntad, atenci¨®n, motivaci¨®n. Est¨¢s exhausto, sin gloria, y tienes que pelear por mantenerte alerta, por no sentarte en el suelo para no volver a levantarte nunca m¨¢s¡±. Seis meses m¨¢s tarde, en mayo de 1999, Chus Lago coron¨® el Everest, tras tres expediciones y siete a?os de esfuerzos. Todo un ¨¦xito. Y, sin embargo, yo lo que m¨¢s admiro de ella, y de todos los alpinistas que lo han hecho, es la entereza y el valor supremo de rendirse. La verdadera gloria est¨¢ en la f¨¦rrea voluntad con la que escogen seguir vivos, aunque para ello tengan que asumir el dolor del fracaso. Es una hermosa ense?anza: a veces el mayor triunfo es la derrota.?
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