Alan Bean, el ¡°artista-explorador¡± del ¡®Apolo 12¡¯
El astronauta, recientemente fallecido, fue el cuarto ser humano en pisar la Luna y pintor a tiempo total desde que se retirara de la NASA en 1981
¡°Se lo digo frecuentemente a mucha gente: yo soy el tipo con m¨¢s suerte que hayan conocido; probablemente yo sea el tipo m¨¢s afortunado con el que hayas hablado nunca. He tenido m¨¢s suerte de la que deber¨ªa haber tenido en un centenar de vidas¡±. Estas palabras me las dijo Alan Bean, el piloto del m¨®dulo lunar del Apolo 12, cuarto ser humano en pisar la Luna y pintor a tiempo total desde que se retirara de la NASA en 1981. Alan Bean nos ha dejado este 26 de mayo. Se fue feliz, convencido de haber sido un hombre ¡°bendecido en la vida¡±.
Alan Bean ostenta el t¨ªtulo de ser el ¨²nico pintor que ha visitado otro mundo
Cuando conoces a un piloto de combate y piloto de pruebas de la Marina, piloto del m¨®dulo lunar en el Apolo 12 y comandante de la misi¨®n Skylab II (SL-3), no esperas descubrir a alguien con una dimensi¨®n humana y una vocaci¨®n art¨ªstica tan marcadas. Aunque su nombre no es el primero que se viene a la cabeza cuando se habla del programa Apolo, y tampoco lo es cuando se habla del mundo del arte, Alan Bean ostenta el t¨ªtulo de ser el ¨²nico pintor que ha visitado otro mundo.
Se consideraba un ¡°artista-explorador¡±, ¡°en ese orden¡±, me dijo. Ya asist¨ªa a clases de pintura mientras crec¨ªa como piloto y quiso entregarse a la pintura tras su paso por la NASA para, a trav¨¦s de sus lienzos, contar historias acerca de la gran aventura que fue Apolo, para reflejar escenas que en la Luna vivieron sus pioneros visitantes o para recrear realidades que ¨¦l y otros viajeros habr¨ªan deseado que hubieran tenido lugar, como cuando en Tracy¡¯s Boulder pint¨® en el polvo lunar acumulado sobre una roca el nombre de la hija de Gene Cernan que este no lleg¨® a delinear con sus dedos mientras trabajaba junto a esa roca en el Apolo 17 pues repar¨® en ello con arrepentimiento tras su regreso a la Tierra; o como cuando en The Fantasy incluy¨® a Dick Gordon en la Luna junto a ¨¦l y al comandante, Pete Conrad, a pesar de que Dick era el miembro de la tripulaci¨®n en el Apolo 12 que quedaba en ¨®rbita lunar sin descender al sat¨¦lite.
Tal vez, de alguna manera, fue por poseer una mentalidad un tanto m¨¢s marcada por su sensibilidad art¨ªstica que le cost¨® encontrar su lugar en la NASA, donde fue seleccionado astronauta en su segundo intento tras la frustraci¨®n de un primer rechazo que hiri¨® su autoestima y de cuya decepci¨®n se repuso reflexionando que ¨¦l segu¨ªa siendo en realidad la misma persona que, segura de sus facultades y aptitudes, se hab¨ªa presentado al proceso de selecci¨®n en la primera oportunidad, revertiendo as¨ª el sentimiento de infravaloraci¨®n propia en el que tantas veces se incurre tras el fracaso.
Fue Pete Conrad quien le ense?¨® a desenvolverse con eficacia en el nuevo entorno de la NASA al que Alan no acababa de adaptarse
Fue Pete Conrad quien le ense?¨® a desenvolverse con eficacia en el nuevo entorno de la NASA al que Alan no acababa de adaptarse. Era imposible que la figura de Pete Conrad no surgiera en alg¨²n momento durante una conversaci¨®n con Alan Bean. Era patente el profundo cari?o que siempre sinti¨® hacia ¨¦l, hacia su comandante y mejor amigo, a quien admiraba por su liderazgo, siempre integrador, y por su gran calidad humana.
Piloto
Nunca pudo agradecerle lo suficiente que Pete le dejara pilotar un rato el m¨®dulo lunar en el Apolo 12. En contra de lo que se pueda pensar, el piloto del m¨®dulo lunar hace las veces de un ingeniero de vuelo y no pilota esta nave, sino que lo hace el comandante de la misi¨®n; sin embargo, cuando volaban a bordo de la etapa de ascenso del m¨®dulo lunar al encuentro del m¨®dulo de mando y servicio que los esperaba en ¨®rbita alrededor de la Luna, Pete le dijo si quer¨ªa maniobrar la nave. Aquellas ser¨ªan maniobras no planeadas de cuya ejecuci¨®n se percatar¨ªan en el control de la misi¨®n en Houston, pero Pete hab¨ªa pensado en eso: lo har¨ªan detr¨¢s de la Luna, cuando su travesura no podr¨ªa ser observada desde tierra.
¡°Fue muy divertido¡±, me dijo. Maniobr¨® la nave de un lado a otro, jug¨® con su orientaci¨®n y, finalmente, la devolvi¨® a la condici¨®n que Houston esperaba ver cuando se hicieran visibles a la Tierra tras su aparici¨®n por el horizonte lunar, como si nada hubiera ocurrido. Alan Bean pregunt¨® a las tripulaciones Apolo posteriores si hab¨ªan hecho algo as¨ª, si el comandante hab¨ªa ofrecido a su segundo probar a pilotar la nave. Pero aquel episodio solo se dio en el Apolo 12, convirtiendo a Alan Bean en el ¨²nico piloto de un m¨®dulo lunar que lleg¨® a pilotar uno durante un vuelo.
Estaban entrenados para afrontar con ¨¦xito multitud de situaciones de emergencia, pero aquella situaci¨®n era una ¡°pesadilla¡± que superaba todo lo que hab¨ªan visto antes
El episodio constituy¨® para ¨¦l un momento feliz a resaltar en el Apolo 12, as¨ª como lo fue sentir el alivio que sigui¨® a los momentos de tensi¨®n que tuvieron lugar durante el lanzamiento, cuando en el segundo 37 de vuelo las alarmas y luces de emergencia empezaron a salpicar todo el panel de instrumentos en la cabina sin motivo aparente, todo ello en mitad de las intensas sacudidas y vibraciones propias de los bruscos dos primeros minutos y medio del lanzamiento de un Saturno V, ese gigante de 110 metros de altura y 3.000 toneladas por el que se dej¨® engullir y que Alan Bean dec¨ªa sentir como un ente vivo.
¡°No sent¨ª miedo¡±, me dijo, ¡°no tuve miedo de morir¡±. Ese pensamiento ni si quiera se le pas¨® por la cabeza. Pens¨® en lo que deb¨ªa hacer para tratar de resolver la situaci¨®n, pero la tripulaci¨®n se vio desprovista de recursos, eran m¨¢s alarmas y luces de las que los tres hubieran visto jam¨¢s en ning¨²n entrenamiento. Las anomal¨ªas se acumulaban con el transcurrir de los segundos; uno por uno, fueron perdiendo sistemas; todo se estaba viniendo abajo y tampoco desde tierra ten¨ªan respuesta para lo que estaba sucediendo. Estaban entrenados para afrontar con ¨¦xito multitud de situaciones de emergencia, pero aquella situaci¨®n era una ¡°pesadilla¡± que superaba todo lo que hab¨ªan visto antes.
El Apolo 12 logr¨® el objetivo m¨¢s relevante del vuelo: realizar el primer alunizaje de precisi¨®n
Alan Bean dec¨ªa que es un mito que los pilotos de pruebas siempre tomen decisiones de forma instant¨¢nea ya que un gran porcentaje de las decisiones que se tomen de forma apresurada ser¨¢n err¨®neas. Un buen piloto se tomar¨¢ el tiempo que pueda y que las circunstancias permitan antes de actuar en una crisis. A pesar de la situaci¨®n ca¨®tica, el Saturno V volaba adecuadamente. Eso era entonces lo importante, y lo que hab¨ªa que reconocer bajo la enorme presi¨®n y el caos del momento, algo que podr¨ªa confundir a quien no fuera un experimentado piloto de pruebas. Un minuto despu¨¦s de iniciada la crisis, desde Houston se les transmiti¨® finalmente lo que deb¨ªan hacer para resolver la situaci¨®n, que m¨¢s tarde se pudo saber que fue debida a que el Saturno V hab¨ªa sido alcanzado por dos rayos durante el primer minuto de su ascenso.
Sin televisi¨®n
La misi¨®n del Apolo 12 fue un ¨¦xito, y en ella se cumplieron todos los objetivos marcados, aunque no se dio sin una nota negativa que tuvo a Alan Bean como protagonista ya que fue por su causa que el mundo se qued¨® sin transmisi¨®n televisiva desde la Luna en el Apolo 12. Apunt¨® la c¨¢mara al Sol, y eso era suficiente para que la c¨¢mara que portaban a la Luna quedara inutilizada. Estaba seguro de que se lo hab¨ªan advertido, pero admit¨ªa que se le olvid¨®.
Aquello, sin embargo, no empa?¨® el hecho de que en el Apolo 12 se logr¨® el objetivo m¨¢s relevante del vuelo: realizar el primer alunizaje de precisi¨®n, gracias al que Pete y Alan pudieron posar el m¨®dulo lunar Intrepid en el Oc¨¦ano de las Tormentas a tan solo 164 metros de la sonda Surveyor III, enviada a la Luna en 1967, y situada en el cr¨¢ter central de un conjunto de cinco cr¨¢teres al que llamaban snowman por insinuar la figura de un mu?eco de nieve que era la referencia visual para Conrad durante el alunizaje. No pod¨ªa haber nombres m¨¢s evocadores para ser los ingredientes de una gran gesta. Cuando o¨ªas a Alan Bean hablar acerca del Intrepid, del Snowman y del Oc¨¦ano de las Tormentas, te sent¨ªas como un ni?o seducido por una historia digna del mejor libro de aventuras.
"Nunca me oir¨¢s quejarme de nada en mi vida¡±
La experiencia lunar le result¨® ¡°surrealista¡±, dif¨ªcil de racionalizar. Durante toda la vida, uno ve la Tierra bajo los pies y ve la Luna cuando alza la mirada al cielo, pero all¨ª arriba esa situaci¨®n cotidiana estaba invertida; y no solo eso, su vecino y amigo, Pete Conrad, estaba con ¨¦l en ese mundo desolado en el que durante un tiempo ellos dos fueron sus ¨²nicos habitantes, un mundo con el que tanto contrastaba aquel te?ido de azul y blanco del tama?o de una canica que ten¨ªan sobre sus cabezas, el mundo del que proven¨ªan y al que Alan Bean llam¨® a partir de entonces ¡°el Para¨ªso¡±.
As¨ª es como la Tierra se revel¨® para ¨¦l; as¨ª es como la sinti¨® al verla desde la Luna: ¡°el Para¨ªso terrenal es la Tierra entera, nuestro lugar en el Cosmos¡±. El profundo contraste entre el mundo gris con cielo negro, yermo y est¨¢tico que visit¨®, y los colores, el movimiento y la vida de la Tierra, transfigur¨® la conciencia del piloto del m¨®dulo lunar del Apolo 12. Aquella disparidad de naturalezas tan marcadamente opuestas de la que fue un testigo privilegiado cambi¨® su percepci¨®n del mundo del que proven¨ªa y de la humanidad a la que pertenec¨ªa.
Regreso
A su regreso de la Luna, en m¨¢s de una ocasi¨®n se pod¨ªa encontrar a Alan Bean en alg¨²n gran centro comercial degustando relajadamente un helado mientras se recreaba ¨²nicamente en el bullicio de la gente y disfrutaba de observar su constante tr¨¢nsito aleatorio, algo insustancial para el com¨²n de los mortales pero que ahora gozaba de un significado trascendente y profundo para una conciencia que se hab¨ªa expandido a una realidad m¨¢s amplia.
Nunca volvi¨® a quejarse de nada, ni de la gente ni del tr¨¢fico ni del tiempo¡, ¡°nunca me oir¨¢s quejarme de nada en mi vida¡±, me dijo. Le recuerdo absolutamente feliz, siempre cercano, siempre jovial, y me pregunto si, m¨¢s que por otras razones, no ser¨ªa sino por haber vivido las consecuencias de haber sentido trascender su conciencia que Alan Bean estuvo seguro de haber sido el tipo m¨¢s afortunado con quien yo hubiera hablado nunca, m¨¢s afortunado incluso de lo que pudiera haber sido en un centenar de vidas.
Eduardo Garc¨ªa Llama (@egarciallama) es f¨ªsico e ingeniero en operaciones espaciales en el Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston.
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