El duende y la flecha
Sin la capacidad de abstracci¨®n que nos proponen los experimentos mentales, el poeta y el cient¨ªfico, tanto el uno como el otro, se encontrar¨ªan perdidos
El poeta William Blake nos invit¨® a ver el mundo en un grano de arena. De igual forma y tiempo antes, Lucrecio conseguir¨ªa la aproximaci¨®n m¨¢s literaria del universo en un extenso poema. Con fervor misionero, en De Rerum Natura, Lucrecio difunde el mensaje de infinitud de Epicuro, que no era poeta, sino un fil¨®sofo hedonista que se comportaba como poeta, sobre todo cuando se trataba de cuestionar el tama?o del universo.
Para Lucrecio, en la infinidad del vac¨ªo y del tiempo, existen infinitos mundos que aparecen y desaparecen
En De Rerum Natura, tras invocar a la diosa Venus, el poeta romano Lucrecio nos habla de la creaci¨®n y transformaci¨®n de los ¨¢tomos como part¨ªculas compactas, eternas e indivisibles, siendo los cuerpos y el vac¨ªo las ¨²nicas sustancias reales. Para Lucrecio, en la infinidad del vac¨ªo y del tiempo, existen infinitos mundos que aparecen y desaparecen, siendo as¨ª que el mundo que vemos es uno de los infinitos mundos que se extienden en el espacio infinito y en el tiempo infinito. Nada hay que ponga l¨ªmites al todo, escribe Lucrecio y para demostrarlo, propone el siguiente experimento mental que el fil¨®sofo brit¨¢nico Martin Cohen destaca en uno de sus escritos. Ah¨ª va:
Se trata de una flecha fugitiva que, tirada con gran fuerza, nos lleva a considerar dos opciones. La primera de ellas es que la flecha vuele ligera por llegar al blanco o tal vez, siguiendo la segunda opci¨®n, que la flecha sea impedida por alg¨²n estorbo que no la deje seguir adelante.
En cualquiera de las opciones, nos dice Lucrecio, se deben quitar los l¨ªmites al todo: ¡°Porque bien sea obst¨¢culo el que impida y estorbe que la flecha llegue al blanco o bien le pase, aqu¨ª no se da extremo¡±. Lo que viene a ser que, si la flecha no puede atravesar el l¨ªmite y la impida alg¨²n estorbo, ese estorbo no es l¨ªmite del espacio, sino una parte de ¨¦l. Adem¨¢s, dice Lucrecio, que si la naturaleza hubiera puesto l¨ªmites al todo, la materia con su mismo peso ¡°se juntara en los sitios m¨¢s profundos.¡± Ambas opciones propuestas por Lucrecio nos llevan a considerar que el universo es infinito, que carece de fin.
Federico Garc¨ªa Lorca nos asegur¨® que el duende ¡°rechaza toda la dulce geometr¨ªa aprendida¡±
Esto lo escribi¨® Lucrecio en el primer siglo antes de nuestra era. Luego llegar¨ªa Isaac Newton a afirmar la infinitud del universo pero lejos de la raz¨®n cient¨ªfica, Newton lo afirm¨® para no limitar el poder de Dios pues, de ser el universo finito, el poder de Dios se ver¨ªa reducido. Al d¨ªa de hoy, la visi¨®n moderna del universo nos propone otra paradoja desde el momento que nos obliga a pensar en un universo que bien podr¨ªa ser finito pero sin bordes; finito e ilimitado. Esto, dicho as¨ª, resulta contradictorio pero como dir¨ªa Einstein para poner soluci¨®n a tal experimento mental, el espacio no tiene por qu¨¦ obedecer a las leyes geom¨¦tricas trazadas por Euclides.
Llegados aqu¨ª, podemos identificar la visi¨®n universal de un cient¨ªfico como Einstein con la visi¨®n c¨®smica de otro poeta, tan citado como poco le¨ªdo; me refiero a Federico Garc¨ªa Lorca cuando, en su Teor¨ªa del duende flamenco, nos asegur¨® que el duende ¡°rechaza toda la dulce geometr¨ªa aprendida¡±. Materializando algo tan aparentemente abstracto como es el duende, Lorca nos arrastra hasta el terreno cient¨ªfico y una vez all¨ª, nos envuelve en el cucurucho de la figura literaria para invitarnos a un viaje por el espacio; un delirio que nos llevar¨¢ hasta el principio de la creaci¨®n del universo con el que se identifica la g¨¦nesis del arte. Siguiendo con Lorca y su Teor¨ªa del duende flamenco, los sonidos negros del cantaor Manuel Torre vienen a identificarse con el origen del mundo, con el principio de la expansi¨®n c¨®smica que nos trajo hasta aqu¨ª cuando de la "nada" surgi¨® toda la materia.
Sin la capacidad de abstracci¨®n que nos proponen los experimentos mentales, el poeta y el cient¨ªfico, tanto el uno como el otro, se encontrar¨ªan perdidos y el cante de Manuel Torre no ser¨ªa m¨¢s que el sonido gutural de un hombre, as¨ª como el binomio de Newton- que tan bello le resultaba a Pessoa que lo llegar¨ªa a comparar con la belleza de la Venus de Milo- no pasar¨ªa de ser una simple expresi¨®n algebraica.
De igual manera, no ser¨ªamos capaces de abarcar el infinito con la palma de nuestra mano, ni contemplar el mundo en un grano de arena como nos propuso Willian Blake, al igual que tampoco ser¨ªa posible seguir el rumbo trazado por la flecha que en su d¨ªa cant¨® Lucrecio. Ni abrir la puerta que se?al¨® Einstein, entre la luz y la materia.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
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