Las mil y una vidas que Abla trajo al mundo
Esta es la historia de una matrona siria que lleva cinco a?os ayudando a dar a luz a las refugiadas del campo de Domiz, al norte de Irak, en condiciones dif¨ªciles. Dos miembros de M¨¦dicos sin Fronteras recogen sus palabras
A Abla Ali le invadi¨® un fuerte sentimiento de desesperaci¨®n cuando comprob¨® la situaci¨®n en la que se encontraba aquella mujer. La parturienta intentaba tumbarse en el suelo de la tienda de campa?a, gritando de dolor y presa de fuertes calambres. Llevaba horas tratando de dar a luz en casa, sin contar con asistencia alguna, pero el hombro del beb¨¦ se hab¨ªa atascado y las cosas se hab¨ªan complicado sobremanera. Tem¨ªa por la vida de su hijo y por la suya propia y las pocas esperanzas que le quedaban radicaban en lo que Abla, aquella mujer de la que le hab¨ªan hablado, fuera capaz de hacer por ella. Sin embargo, aquel era un caso complicado incluso para esta matrona, que no ten¨ªa equipo m¨¦dico ni apoyo adicional; lo ¨²nico con lo que pod¨ªa contar era con sus experimentadas manos. Juntas, tras muchos esfuerzos, lograron traer un beb¨¦ sano al mundo. Aquello ocurri¨® en 2013. Por aquel entonces, Abla apenas llevaba unos meses en el campo de refugiados Domiz, en el norte de Irak. Esta es su historia.
"En 2007 me gradu¨¦ como matrona en la Universidad de Damasco y luego trabaj¨¦ en hospitales privados. Cuando la guerra se intensific¨® en la ciudad, se produjeron varios bombardeos cerca de mi casa. La vivienda de un vecino fue bombardeada y se desplom¨®, matando a todos los que estaban dentro. Mis padres, mi hermano mayor, mi hermanita y yo tuvimos que huir. Logramos llegar hasta aqu¨ª; al Kurdist¨¢n (en Irak). ?Somos afortunados por estar vivos!
Cuando entramos al campo de refugiados de Domiz, su aspecto daba miedo. Mojado, fr¨ªo y con barro por todas partes. No hab¨ªa petr¨®leo para hacer funcionar los calefactores. O al menos no lo suficiente. Pens¨¦: 'Dios, nuestro hogar era hermoso y ahora estamos aqu¨ª, viviendo en tiendas'.
Mi hermana llor¨® durante todo el primer mes. Ella quer¨ªa regresar a nuestro hogar, incluso si eso significaba morir en Damasco. Afortunadamente, la gente dentro del campo comenz¨® a trabajar, abri¨® tiendas, comerciaba, cultivaba y empez¨® a construir viviendas. Las ONG ayudaron, pero realmente fue el duro trabajo de los refugiados lo que marc¨® la diferencia. Ten¨ªan esperanza y eso hizo que nuestra situaci¨®n dentro del campo mejorase.
Permanec¨ª sin trabajo durante cuatro meses antes de empezar a ayudar a las mujeres del campo a dar a luz en las tiendas. Ellas me llamaban o ven¨ªan a mi tienda a parir. Durante aquel periodo, asist¨ªa el alumbramiento de dos o tres beb¨¦s por d¨ªa. La verdad es que los partos en casa atemorizan. Est¨¢s t¨² sola con la paciente y el beb¨¦. Tu reputaci¨®n est¨¢ en juego. Toda la responsabilidad recae sobre tus hombros. Sent¨ªa la presi¨®n de tener que hacer mi trabajo a la perfecci¨®n. Lo m¨¢s aterrador para m¨ª eran las complicaciones durante y despu¨¦s del nacimiento. No pod¨ªa descansar hasta ver a la madre y al ni?o con buena salud.
Las ONG ayudaron, pero realmente fue el duro trabajo de los refugiados lo que marc¨® la diferencia. Ten¨ªan esperanza y eso hizo que nuestra situaci¨®n dentro del campo mejorase
En aquel momento, las miles de personas refugiadas en el campo solo dispon¨ªan de una peque?a cl¨ªnica de atenci¨®n m¨¦dica b¨¢sica. No contaban con servicio de maternidad. Cuando M¨¦dicos Sin Fronteras instal¨® su cl¨ªnica, fue una alegr¨ªa para todos. Los servicios eran de alta calidad y gratuitos. Para m¨ª, la llegada de MSF supuso un alivio enorme, adem¨¢s de una oportunidad, porque cuando trabajas sola en contacto directo con la comunidad debes estar constantemente de guardia. Mi tel¨¦fono estaba disponible las 24 horas, los 7 d¨ªas de la semana. Fue una ¨¦poca estresante y agotadora. As¨ª que solicit¨¦ trabajo en la nueva cl¨ªnica de maternidad y a los pocos d¨ªas fui contratada.
Me encant¨® formar parte del equipo de MSF. Trabaj¨¢bamos siempre siguiendo unos protocolos muy serios. La organizaci¨®n estaba muy comprometida con las reglas y los principios del humanitarismo. Y nosotros tambi¨¦n. Lo mejor de ser matrona es la gratitud de las madres. Cuando voy caminando por el campo, me paran y le dicen a sus hijos: 'Mira, esta es Abla. Ella ayud¨® a traerte al mundo. Es una buena matrona'.
En 2014, me cas¨¦. Antes de llegar aqu¨ª, mi esposo era profesor en Siria. Hoy tenemos dos hijas hermosas: Yasa, de tres a?os y Shana, de uno y medio. Ambas nacieron en la cl¨ªnica en la cl¨ªnica que instal¨® MSF en el campo. Mi madre se ocupa de ellas mientras yo estoy trabajando pero no voy a negar que vivir con ni?os en un campo es todo un desaf¨ªo. No hay nada que hacer para ellos, ning¨²n lugar donde llevarlos. Incluso para pasear por el parque hay que salir fuera del campo.
MSF acab¨® hace unos meses su labor aqu¨ª y ahora el hospital del campo est¨¢ gestionado por el Departamento de Salud. Realmente me gustar¨ªa volver a trabajar con ellos, si alguna vez tuviera la oportunidad. Me propusieron varias ofertas de trabajo para irme a Siria, pero no puedo borrar todo lo que he construido aqu¨ª. Es dif¨ªcil dejarlo todo y regresar a mi pa¨ªs, especialmente ahora que tengo ni?as peque?as. Debo pensar primero en mis ni?as. Pero, en general, soy ambiciosa y muy optimista sobre mi futuro. Creo que la vida me dar¨¢ mucho. Solo necesito que mis ni?as crezcan un poco m¨¢s".
Maternidad en los campos
En 2013, M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) lanz¨® el proyecto de salud sexual y reproductiva en el campo de refugiados de Domiz. Inicialmente ofrec¨ªa revisiones para mujeres antes y despu¨¦s del parto y servicios de planificaci¨®n familiar. En 2014, el proyecto se ampli¨® a una unidad de maternidad completa con una sala de partos abierta las 24 horas, triaje y consultas ginecol¨®gicas. En los m¨¢s de cuatro a?os que permaneci¨® abierto el proyecto, el personal m¨¦dico de MSF ha asistido m¨¢s de 3.400 partos y ha realizado m¨¢s de 27.400 consultas ginecol¨®gicas. La organizaci¨®n complet¨® su proyecto en el campo de refugiados de Domiz en noviembre de 2017 y entreg¨® la unidad de maternidad a la Direcci¨®n de Salud de Dohuk, la ciudad m¨¢s pr¨®xima al campo.
Ahmed Kaka y Sacha Myers son miembros de MSF. Las fotos son de Sacha Myers.
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