Estudiar cuando parec¨ªa que era tarde
Una escuela para mujeres adultas en Ecuador les ayuda a salir del analfabetismo y la falta de formaci¨®n
Entre los m¨¦ritos de la ecuatoriana Blanca Paucar est¨¢ haber aprendido las letras en su madurez. ¡°Yo era de las que pensaba que para qu¨¦ iba a aprender a leer y escribir. Siempre nos han puesto que el hombre es el que trabaja, el hombre es el que trae, y la mujer es la que no hace nada, la que pasa en la casa, entonces no debe aprender¡±, cuenta. Y confiesa que con las letras vino la seguridad de salir a la calle, tomar buses y buscar direcciones. ¡°Yo era de las personas que no ve¨ªa a los ojos de nadie, pensaba que iban a ver a trav¨¦s de mis ojos que no valgo nada¡±.
Detr¨¢s del voto de confianza que se da Blanca a s¨ª misma est¨¢ la Escuela de Mujeres de Frente. El proyecto educativo se empez¨® a gestar en la c¨¢rcel dpara mujeres de Quito, donde un grupo de feministas empez¨® a trabajar con las reclusas. La solicitud de una de una de ellas, que se hab¨ªa beneficiado de un indulto masivo concedido y no hallaba trabajo por la falta de un t¨ªtulo, empuj¨® la creaci¨®n de la escuela fuera de los muros de la prisi¨®n, en 2008.
Pascale Laso asumi¨® las primeras clases por su formaci¨®n pedag¨®gica. Al principio eran tres alumnas, pero tambi¨¦n llegaron los hijos y los nietos de las exreclusas, que tampoco hab¨ªan sido escolarizados mientras ellas estuvieron presas. Al cabo de un a?o y medio, las activistas entendieron que no pod¨ªan funcionar de manera informal y tuvieron que repensar el proyecto.
La escuela tal como funciona ahora se reabri¨® en 2011. Est¨¢ basada en los preceptos del pedagogo brasile?o Paulo Freire, que promueve un trabajo educativo con las clases dominadas para generar un cambio estructural de la sociedad. Cuatro profesoras se apuntaron al proyecto de educaci¨®n popular y la convocatoria atrajo a 22 mujeres. Para sorpresa del colectivo, las alumnas ya no eran ¨²nicamente las que hab¨ªan estado en prisi¨®n, sino asistentas del hogar, vendedoras ambulantes, trabajadoras sexuales, amas de casa...
Las clases estaban estructuradas por m¨®dulos y deb¨ªan completarse en un tiempo determinado, pero el nuevo traspi¨¦ fue que muchas de las nuevas estudiantes no pod¨ªan comprometerse con las cuatro horas de clases diarias y tuvieron que flexibilizar el horario para que cada una avanzara a su ritmo. ¡°A mi me conmov¨ªa sobre todo una lavandera que ten¨ªa una gran voluntad y deseo de terminar su estudio, pero solo pod¨ªa venir media hora o 40 minutos cada d¨ªa¡±, cuenta Pascale.
Algo que tampoco calcularon las gestoras del proyecto es que el aula, adem¨¢s de darles los conocimientos para que superen una prueba y consigan el anhelado t¨ªtulo, tambi¨¦n se transformar¨ªa en un lugar para que sus ocupantes hablaran de la violencia que viv¨ªan. Por alguna raz¨®n Gloria Armijos, que trabajaba en la c¨¢rcel y tambi¨¦n es parte del colectivo femenino, se convirti¨® en la confesora de muchas de ellas. ¡°Hay una mujer que se cas¨® cuando ten¨ªa 12 a?os y el marido 35. La tiene dominada y le pega con una correa. Ella me pregunta ¡®?qu¨¦ hago, t¨ªa Gloria?¡¯. No puedo darle una respuesta, pero lo que hacemos en la escuelita es como un empujoncito para que ellas miren de otra manera la vida, que pasen por encima de esa piedra con la que tropezaron, que la salten y sigan adelante¡±, dice.
¡°Yo era de las que pensaba que para qu¨¦ iba a aprender a leer y escribir. Siempre nos han puesto que el hombre es el que trabaja¡±
Pascale dice que su labor es acompa?arlas y respetar las decisiones que toman. ¡°T¨² no fuerzas las cosas que una mujer no est¨¢ lista para hacer, aunque a nosotros nos den ganas de ir y hacer un escrache al maltratador. Hemos tenido maridos que han venido aqu¨ª para asegurarse de que es una escuela de mujeres y otros que las encierran para que no vengan¡±.
Los ejercicios de matem¨¢ticas y de escritura que se practican en el aula tambi¨¦n les ayudan a darse cuenta de la violencia, la precariedad y la explotaci¨®n laboral que aguantan en sus vidas. Cuando una maltratada describe su barrio se da cuenta que se quiere mudar para olvidarse de "todos los malos recuerdos de su exesposo". Cuando una empleada dom¨¦stica calcula la cantidad de minutos que dedica a su labor concluye que en la casa de sus patrones trabaja un total de 330 minutos (es decir casi seis horas), por un sueldo de 200 d¨®lares al mes, y que en su vivienda trabaja otros 540 minutos (nueve horas), sin percibir sueldo alguno.
Todo esto se puede ver en unos folletines artesanales que sirven de material para otras estudiantes y que tambi¨¦n son vendidos bajo los t¨ªtulos La ciudad de las mujeres y Las mujeres y los n¨²meros para conseguir fondos propios. El proyecto se ha financiado con peque?os fondos de la cooperaci¨®n internacional, pero desde el ¨²ltimo a?o todo es autogesti¨®n. Llevan a cabo al menos una feria de ropa usada al mes que les deja unos 150 d¨®lares, lo que les permite costear los refrigerios y los materiales para el aula. Por eso Pascale insiste en que, si quieren apoyar la iniciativa, lo mejor es que les donen ropa en buen estado para poderla vender.
La Escuela de Mujeres de Frente ya ha logrado que 15 adultas terminen la primaria y un par de ellas est¨¢n a un a?o de terminar el bachillerato. Es un granito de arena, pero tambi¨¦n contribuye a erradicar el analfabetismo que Ecuador afecta m¨¢s a las mujeres (7,7% tasa de analfabetismo) que a los hombres (5,8%), seg¨²n los resultados del ¨²ltimo censo realizado en Ecuador en 2010.
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