Tras el ¨¦xodo, la ira del cielo
El temido monz¨®n lleg¨® a Cox?s Bazar, enclave del mayor campo de refugiados en Banglad¨¦s, donde viven 900.000 rohingya. Una trabajadora humanitaria en el lugar describe las consecuencias
Siempre me han gustado las tormentas de verano de Madrid: cuando hace calor, algo de lluvia ayuda a disminuir la sensaci¨®n t¨¦rmica tan agobiante. En Cox?s Bazar, Banglad¨¦s, me sobrecogen. Desde que comenz¨® la ¨¦poca del monz¨®n, los trabajadores humanitarios vivimos en vilo pendiente de lo que ocurre en uno de los mayores campos de refugiados del mundo, con m¨¢s de 900.000 personas.
La primera vez que escuch¨¦ la palabra rohingya tuve que acudir a Internet para ampliar mi conocimiento sobre esta etnia originaria de Myanmar. Recuerdo perfectamente verme enfrascada en una lectura conmovedora sobre su pasado, su situaci¨®n irregular en el pa¨ªs y los atroces motivos que llevaron a familias enteras a caminar durante d¨ªas hasta llegar a Banglad¨¦s en busca de refugio. Su llegada fue masiva e irregular, instal¨¢ndose en una zona monta?osa de Cox¡¯s Bazar donde se produjo una gran deforestaci¨®n para poder levantar el improvisado asentamiento, eliminando en gran medida la protecci¨®n de la naturaleza frente al monz¨®n.
Durante los meses previos a las lluvias, los trabajadores humanitarios nos estuvimos preparando: trabajos de mantenimiento y construcci¨®n de sistemas de drenaje, reforzamiento de las casas, reubicaci¨®n de familias a zonas seguras, sistemas de alerta temprana o difusi¨®n de informaci¨®n sobre c¨®mo protegerse de las lluvias y posibles ciclones, etc. M¨¢s de 20.000 personas ten¨ªan su casa en una zona inundable o bajo riesgo de deslizamiento. Esta comunidad estaba por vivir una pesadilla dentro de otra.
De un d¨ªa para otro, tras las primeras fuertes lluvias, el desierto se transform¨® en una Venecia natural
De un d¨ªa para otro, tras las primeras lluvias fuertes, el desierto se transform¨® en una Venecia natural, dejando pozos, letrinas, tiendas e incluso casas bajo el agua y el barro. Aquello para lo que nos hab¨ªamos estado preparando, hab¨ªa llegado.
Los miembros del equipo de Oxfam Interm¨®n salimos en direcci¨®n al campo con el amanecer, sin saber muy bien con qu¨¦ nos vamos a encontrar. Nuestra misi¨®n es evaluar los da?os y distribuir equipos de emergencia a las familias afectadas: comida, productos de higiene y tabletas purificadoras de agua. Estos materiales son indispensables para impedir que el estado de la salud p¨²blica en el campo se deteriore m¨¢s a¨²n, y as¨ª evitar posibles brotes de enfermedades relacionadas con el agua.
Ahora caminamos por r¨ªos que antes eran caminos y entre casas donde el agua llega hasta las rodillas. Hay escasez de agua y alimentos, y algunas familias han perdido todas sus pertenencias. Pero lejos de la desmotivaci¨®n y desesperanza, la comunidad rohingya demuestra la resiliencia y fuerza que los caracteriza. Al mal tiempo, buena cara. ?Que el pozo no funciona? Pues recojo el agua de lluvia, la filtro con el pa?uelo y le a?ado una tableta purificadora de agua. ?Que mi casa est¨¢ en riesgo o se ha destruido, y mi familia y yo no tenemos d¨®nde resguardarnos? Hablo con mis vecinos y construimos un habit¨¢culo extra en su hogar, como si fuera un adosado. La capacidad que tiene el ser humano de sobrevivir es, sencillamente, fascinante.
Hace m¨¢s de una semana que no llueve (que no llueve 400 mil¨ªmetros en un d¨ªa, quiero decir). Esto ha dado un respiro a las familias para arreglar lo destrozado tras las ¨²ltimas lluvias y preparase para las siguientes. A¨²n quedan dos meses para que la ¨¦poca de monz¨®n (y posteriormente de ciclones) se termine. Mientras tanto, seguir¨¦ mirando la predicci¨®n del tiempo cada d¨ªa, y sobrecogi¨¦ndome cuando diga: "Ma?ana llueve".
Alma Migens es responsable de salud p¨²blica de Oxfam Interm¨®n en la respuesta para los refugiados rohingya en Banglad¨¦s.
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