?Podr¨ªa ser el hidr¨®geno el futuro de la movilidad?

WOLFSBURGO, ALEMANIA, MAYO de 2018. Un muchacho rubio, de ojos azules y no m¨¢s de 12 a?os, est¨¢ sentado en su monopat¨ªn en una parada de autob¨²s. Me detengo un momento mientras ajusto el asiento de nuestro extra?o coche azul para familiarizarme con los controles. El motor sigue en marcha, sin el m¨¢s m¨ªnimo ruido. El chico no deja de mirar. Hacia una sociedad del hidr¨®geno, dicen las palabras impresas en el lateral del veh¨ªculo. Unos segundos despu¨¦s, arranca con suavidad el trayecto hasta Hamburgo. Dejamos detr¨¢s la peque?a ciudad germana de la Baja Sajonia donde reina un gigante automovil¨ªstico, Volkswagen, que se ha visto sacudido por el esc¨¢ndalo mundial de la falsificaci¨®n de emisiones de modelos di¨¦sel. La pregunta es si este coche el¨¦ctrico que solo devora hidr¨®geno y produce agua como residuo ser¨¢ una realidad para ese chaval que mira desde la parada del autob¨²s cuando cumpla 40 a?os.

Hay una certeza: si en tres decenios todos los coches funcionasen aqu¨ª de esa forma, ese muchacho ya adulto disfrutar¨ªa de un aire mucho m¨¢s limpio que el que inhalaron sus padres y abuelos. Un ambiente libre de part¨ªcu?las de alquitr¨¢n y ¨®xidos de azufre y de nitr¨®geno que ahora escupen los tubos de todos los coches (y que acaban en el interior de nuestros pulmones). Hasta medio mill¨®n de muertes prematuras anuales es el precio que hoy pagan los europeos por respirar el aire de la ciudad.

El Pa¨ªs Semanal ha venido a Alemania, invitado por Toyota, para atisbar si ese futuro es posible. Conduciremos durante m¨¢s de 720 kil¨®metros desde Hannover hasta el Parlamento dan¨¦s al volante de un Mirai, que funciona con pilas de hidr¨®geno. Al tercer d¨ªa, nos deslizamos con suavidad recorriendo el camino desde Grasten, ya en Dinamarca, hasta Kolding, a lo largo de una campi?a verd¨ªsima con ocasionales manchas boscosas. A primera hora de la ma?ana, el cielo dan¨¦s es de una luminosidad sorprendente y de un azul intenso.

La concepci¨®n de una sociedad del futuro electrificada alrededor del hidr¨®geno contiene una historia sobre lo que pudo ser y no fue, una sorpresa dentro de otra, como las matrioshkas o mu?ecas rusas. En octubre de 1842, William Robert Grove, juez y cient¨ªfico gal¨¦s, envi¨® una breve carta al famoso f¨ªsico Michael Faraday, de la Royal Institution en Londres, acerca de una nueva bater¨ªa que hab¨ªa inventado. Aunque de construcci¨®n sofisticada, su simpleza resultaba extraordinaria. Mezclaba hidr¨®geno por un lado y ox¨ªgeno por el otro para producir agua¡­ y electricidad.

Durante las d¨¦cadas siguientes, los visionarios ?victorianos imaginaron un futuro plagado de maravillas gracias a la electricidad: serv¨ªa para estimular las co?sechas y acabar con el hambre, ganar guerras, construir diligencias el¨¦ctricas sin caballos, barcos con motores el¨¦ctricos e incluso artefactos voladores. Desgraciadamente, Grove invent¨® la pila de hidr¨®geno demasiado pronto. Y qued¨® como una ocurrencia dentro de un caj¨®n. ¡°Aparte del tel¨¦grafo, la electricidad resultaba una curiosidad ex¨®tica en ese momento¡±, dice Iwan Rhys Morus, historiador de la Universidad de Aberystwyth, en Reino Unido. Nadie podr¨ªa imaginar entonces que, con la invenci¨®n de los generadores el¨¦ctricos a comienzos de 1870, la electricidad empezar¨ªa a ser vista como una fuente de energ¨ªa a escala industrial. Pero el hidr¨®geno qued¨® en el olvido, dejando paso a las m¨¢quinas de vapor, el carb¨®n y el petr¨®leo. ¡°La mayor¨ªa de los victorianos pensaban que el carb¨®n era barato y abundante, y aunque se dieron cuenta de que no era inagotable, no se preocuparon de buscar alternativas. El mismo Grove cre¨ªa que preocuparse por las necesidades energ¨¦ticas de las futuras generaciones era una p¨¦rdida de tiempo¡±.

Las pilas de hidr¨®geno bajo el asiento del veh¨ªculo que conduzco funcionan con el mismo principio que descubri¨® aquel juez gal¨¦s. El coche absorbe el ox¨ªgeno del aire a trav¨¦s del frontal superior y, junto con el hidr¨®geno de los dos tanques debajo de los asientos traseros, alimenta las pilas que env¨ªan corriente al motor. Bajo los pies, el hidr¨®geno, gas primordial del universo, el m¨¢s ligero y abundante, el primer elemento de la tabla peri¨®dica que se cre¨® 380.000 a?os despu¨¦s del Big Bang, el mismo que se quema en el interior del Sol a millones de grados e ilumina las estrellas, brinda electricidad e impulso con una presi¨®n suave del acelerador.

?C¨®mo podr¨ªamos imaginar la sociedad del siglo XX en el caso de que alguien poderoso como Thomas Edison hubiera apostado por la pila de Grove para producir electricidad? Iwan Rhys describe un paisaje urbano de grandes torres que almacenan el gas, obtenido a partir de las minas de carb¨®n. El hidr¨®geno discurrir¨ªa en tuber¨ªas que llegar¨ªan hasta los hogares brit¨¢nicos, alimentando los hornos de las casas y proporcionando corriente a m¨¢quinas que lavar¨ªan ropa y limpiar¨ªan las alfombras y los muebles. Y por supuesto, permitir¨ªan tener luz.

Pero la realidad es bien distinta. Hoy somos adictos a los combustibles f¨®siles y nuestra dependencia lo empapa todo. No podemos mover el dedo me?ique sin devolver a la atm¨®sfera el di¨®xido de carbono que una vez form¨® parte de los organismos vivos que se convirtieron en petr¨®leo, carb¨®n y gas natural en las entra?as de la Tierra. Desde hace m¨¢s de 150 a?os, no hemos hecho sino quemar y quemar esta energ¨ªa empaquetada. Detenerse es inconcebible, la par¨¢lisis social total. El planeta se calienta gradualmente. Los cultivos est¨¢n amenazados por el deshielo marino y la intrusi¨®n de agua salada. Y ese mismo gas se disuelve en los oc¨¦anos, haci¨¦ndolos m¨¢s ¨¢cidos. Los corales mueren y se blanquean en todo el planeta, arruinando la pesca local. Todo el mundo est¨¢ de acuerdo: hay que hacer algo. ?Existe una segunda oportunidad con el hidr¨®geno? ?Podemos rebobinar la historia, desengancharnos del petr¨®leo, descarbonizar la sociedad, o ya es demasiado tarde?

Esta historia con suspense prosigue mientras avanza el trayecto hasta Copenhague. Hay signos esperanzadores en este paisaje plano que se abre al cruzar los puentes que sortean el mar hacia la capital danesa. Los molinos de viento, que no se dejan de ver a ambos lados de la carretera desde Hannover, lanzan una pista que va m¨¢s all¨¢ de lo visual. El ordenador de a bordo avisa: quedan tan solo 25 kil¨®metros de autonom¨ªa. Afortunadamente, la ruta est¨¢ calculada y llegamos a la capital danesa con margen de sobra para recargar. Dinamarca cuenta ya con 10 estaciones de servicio que suministran hidr¨®geno (ESH). El primer d¨ªa del viaje, al llegar a Wolfsburgo, comprobamos que el surtidor es como otro cualquiera. En cuatro minutos se rellena el dep¨®sito del coche con cuatro kilos de hidr¨®geno comprimido, en teor¨ªa suficientes como para cubrir unos 400 kil¨®metros y con un coste por kil¨®metro algo inferior a la gasolina.

Alemania dispone ya de 45 ESH. Con la adecuada planificaci¨®n, es posible circular por este pa¨ªs sin quedarse seco. Gracias a una inversi¨®n de 350 millones de euros, el gigante alem¨¢n planea instalar 400 surtidores. Y aspira a convertirse en la potencia europea del hidr¨®geno. ?Pero se reduce la cuesti¨®n a instalar un n¨²mero suficiente de surtidores? Las bicicletas se amontonan frente al Parlamento dan¨¦s, donde hay otras visitas concertadas. En este viaje medioambiental habremos gastado entre ocho o nueve kilos de hidr¨®geno sin emitir ni un solo gramo de carbono. Pero se trata de una verdad a medias.

Segundo d¨ªa. Sede central en Hamburgo de Shell, una de las petroleras m¨¢s poderosas del mundo. Sus directivos hablan de las bondades del hidr¨®geno. Es para quedarse perplejo. En 1975, el gigante estadounidense Kodak monopolizaba el mercado para fabricar y vender pel¨ªculas y papel fotogr¨¢fico. Uno de sus ingenieros que acababa de entrar present¨® a los ejecutivos una rudimentaria c¨¢mara digital cuyas im¨¢genes grabadas en una cinta magnetof¨®nica pod¨ªan verse en un televisor. Como era de esperar, los ejecutivos arquearon las pesta?as. La patente acab¨® en un caj¨®n.

El sensor digital inventado en el seno de Kodak ha estado a punto de exterminar a Kodak, que entr¨® en suspensi¨®n de pagos hace seis a?os. Hoy es una sombra de lo que fue. As¨ª que cuando se habla aqu¨ª sobre el hidr¨®geno, la idea de una compa?¨ªa yendo contra s¨ª misma parece suicida. Pero Shell es un tibur¨®n con mucho olfato ¡ªy es de los realmente grandes por facturaci¨®n mundial¡ª. Ha olido la presa, y eso puede ser una gran noticia. Incluso para los ecologistas. ¡°El futuro esconde un gran mercado¡±, confiesa con absoluto convencimiento Frank Belmer, el coordinador de operaciones de hidr¨®geno que Shell tiene para la Uni¨®n Europea. ¡°La gente desea movilidad. Todo el mundo quiere conducir un coche. Pero tenemos que vigilar las emisiones de di¨®xido de carbono con m¨¢s celo, para cumplir el Acuerdo de Par¨ªs. Hay mucho espacio para los coches de hidr¨®geno. Pueden reducir las emisiones a casi cero¡±. Belmer sugiere atender a la evoluci¨®n del motor di¨¦sel. El consumo de este combustible ya es la mitad de lo que se despachaba hace 20 a?os. El di¨¦sel est¨¢ condenado, asegura.

¡°Todo el mundo quiere conducir un coche, pero hay que cumplir con el Acuerdo de Par¨ªs¡±

?Cu¨¢l es la fuente del hidr¨®geno que alimenta a estos coches? El gas natural, responde el experto. Al extraer el hidr¨®geno, se libera di¨®xido de carbono. Las petroleras como Shell contienen gigantescas reservas de este gas. Y aunque en nuestro viaje no emitimos ni un gramo de carbono, s¨ª dejamos una huella previa en la atm¨®sfera. La noticia positiva es que, si todo el parque m¨®vil europeo funcionara con este tipo de hidr¨®geno, las emisiones de carbono se reducir¨ªan dr¨¢sticamente en un 45%. Shell presenta un panorama futuro, en colaboraci¨®n con el reputado Instituto Wuppertal para el Clima, Medio Ambiente y Energ¨ªa, con unas cifras irresistibles. En 2050, 113 millones de coches de pilas de combustible podr¨ªan evitar 200 millones de toneladas de emisiones de CO2.

¡°?Pero es el hidr¨®geno que ahora usamos completamente verde? No¡±, admite Thomas Bystry, director de operaciones de hidr¨®geno de Shell. ¡°No podemos hacer lo que ahora est¨¢ haciendo Jap¨®n. Primero debemos animar a la gente a que utilice el hidr¨®geno. Y despu¨¦s tenemos que lograr que ese hidr¨®geno sea verde¡±. Ah¨ª est¨¢ el debate, asegura este directivo. Centrar todos los esfuerzos en conseguir un hidr¨®geno que sea 100% ecol¨®gico al principio, o crear primero el mercado.

?Y qu¨¦ hace Jap¨®n? Es un pa¨ªs peque?o, de escasos recursos energ¨¦ticos. Tiene que comprarlo todo, hidr¨®geno de Argentina, Australia y Siberia. El doctor Katsuhiko Hirose, del departamento de ingenier¨ªa de planificaci¨®n tecnol¨®gica y medioambiental de Toyota en Aichi, explica la visi¨®n japonesa: ¡°Cuando hablas de la sociedad del hidr¨®geno, parece que se trata de un concepto acad¨¦mico, algo muy distante. Pero tenemos que hacer algo ahora, no esperar 10 a?os. Hay que apretar el acelerador en esta transici¨®n energ¨¦tica. Si queremos una sociedad de futuro sostenible, necesitamos usar cada vez m¨¢s las energ¨ªas renovables. No queda otra opci¨®n. En realidad, la sociedad del hidr¨®geno ?descarbonizada se basa en las renovables¡±.

Jap¨®n cuenta con un centenar de ESH. La descarbonizaci¨®n del futuro dentro de 20 o 30 a?os no solo depender¨¢ de que haya m¨¢s surtidores. Hay una balanza que equilibrar. A un lado, los molinos de viento y las placas solares. Al otro, las implacables reglas de los tiburones del mercado de la energ¨ªa. La ecuaci¨®n debe resolverse con armon¨ªa. A la red de estaciones para suministrar a los autom¨®viles se les unir¨¢n centrales para producir hidr¨®geno. En la tercera fase vendr¨¢ el Proyecto Jidai (en japon¨¦s, nueva era), el hidr¨®geno verde. Y ser¨¢ rentable. ¡°La descarbonizaci¨®n no significa solo un alivio para el entorno. Crea empleo, moviliza la econom¨ªa. Ahora es algo m¨¢s real en Jap¨®n que en ning¨²n otro lugar¡±, asegura el doctor Katsuhiko Hirose.

Los interrogantes se van despejando en el Parlamento dan¨¦s. En una sala, varios expertos empiezan a hablar de la electr¨®lisis que se aprend¨ªa en las primeras clases de qu¨ªmica. Se trata de la reacci¨®n m¨¢s sencilla: aplicar electricidad al agua para separar sus componentes y ?robarle el hidr¨®geno. La reacci¨®n inversa a la de la pila de hidr¨®geno. Agua como combustible. Exactamente lo que predijo Julio Verne en su magn¨ªfica novela La isla misteriosa. Lars Jakobsen, de la compa?¨ªa noruega NEL, est¨¢ convencido de que la electr¨®lisis a escala industrial va a cambiar de golpe el panorama energ¨¦tico, en el momento en el que la electricidad provenga de una fuente renovable. Este tipo de electr¨®lisis va a reescribir este futuro. ¡°Es nuestra visi¨®n. Solo nos fijamos en las energ¨ªas renovables. Y solo nos interesa el hidr¨®geno verde, no el que se produce a partir del gas natural, que tiene una huella de carbono¡±.

Noruega es una potencia petrol¨ªfera, y aqu¨ª reside la paradoja. Debe una gran parte de su prosperidad a las abundantes reservas de petr¨®leo que extrae del mar del Norte. Los cient¨ªficos de NEL crearon en 1927 la primera estaci¨®n electrol¨ªtica, y en los a?os cincuenta construyeron la que result¨® entonces la mayor del mundo, un complejo que consume 135 megavatios a la hora y produce en ese tiempo 30.000 metros c¨²bicos de hidr¨®geno. Tan solo el 5% de la producci¨®n de hidr¨®geno en el mundo se logra partiendo el agua con electricidad. Pero no es suficiente. Hay que subir un escal¨®n m¨¢s.

¡°El problema principal del hidr¨®geno que no es verde es que es bastante barato, ya que se trata de un subproducto. Si quieres que sea verde, debes recurrir a la electr¨®lisis y a las energ¨ªas renovables. Para eso necesitamos escala, veh¨ªculos, autobuses y camiones. Ser¨¢ la soluci¨®n para abaratar los precios del hidr¨®geno. Es una visi¨®n que tenemos al alcance de la mano¡±, asegura Lars Jakobsen. La visi¨®n de la sociedad del hidr¨®geno descansa sobre algo que todos conocemos. El viento que sentimos en la cara y la luz solar que nos broncea, como fuentes exclusivas de electricidad, y el agua l¨ªquida. Sumemos a estos ingredientes la tecnolog¨ªa electrol¨ªtica ¡ªpartir el agua¡ª y las pilas de combustible que usan el hidr¨®geno para producir una corriente el¨¦ctrica, algo que ya se sab¨ªa hacer desde hace m¨¢s de un siglo. Y la maldici¨®n se rompe: la descarbonizaci¨®n gradual de la sociedad humana se hace posible. Al igual que los peque?os mam¨ªferos que supieron esconderse a los pies de los dinosaurios cuando estos dominaban el mundo, el hidr¨®geno siempre estuvo ah¨ª; incluso en la ¨¦poca de esplendor del petr¨®leo desde la revoluci¨®n industrial. Y puede que haya llegado su oportunidad.

El transporte escupe casi una tercera parte de las emisiones de CO2. El primer d¨ªa de nuestro viaje, en Hannover, una visita a la sede de Alstom permiti¨® conocer a uno de los mayores fabricantes de trenes en Alemania. Hace seis a?os, dice su director, J?rg Nikutta, los competidores se re¨ªan ante los planes de la compa?¨ªa para desarrollar un ferrocarril de hidr¨®geno. Ahora los modelos de Alstom son los primeros en entrar en servicio en Alemania. Recorrer¨¢n 96 kil¨®metros cubriendo la l¨ªnea f¨¦rrea entre Cuxhaven y Buxtehude, al norte del pa¨ªs.

Los vagones llevan los dep¨®sitos del gas en el techo. ¡°Hay muchas posibilidades de producir el hidr¨®geno de forma ecol¨®gica, y una de ellas son los molinos de viento¡±, prosigue J?rg Nikkuta. Durante las dos terceras partes de su tiempo, estos molinos producen una electricidad que no se emplea. Podemos conectar a estos molinos un dispositivo electrolizador que produzca hidr¨®geno en cantidades suficientes como para rellenar los tanques de los trenes¡±. La energ¨ªa no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y almacenar la el¨¦ctrica resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil que transportarla. Los mercados tienen que adaptarse a las leyes f¨ªsicas y no al rev¨¦s. Pero el hidr¨®geno puede cambiar las reglas de juego.

El fabricante de trenes Alstom acaba de poner en marcha en Alemania modelos de hidr¨®geno

Por otra parte, los cr¨ªticos de las energ¨ªas renovables argumentan: ?qu¨¦ ocurre si tenemos mayor urgencia de electricidad en un d¨ªa nublado o sin viento? Una opci¨®n consiste en apilar centenares de bater¨ªas el¨¦ctricas para cargarlas con la electricidad sobrante en los d¨ªas buenos con menor demanda. Pero las bater¨ªas son caras, se descargan y pierden capacidad con el tiempo. ?Soluci¨®n? Usar la electricidad que sobra o se desecha para romper el agua y extraer hidr¨®geno. El hidr¨®geno es un gas que se puede almacenar y transportar con todas las facilidades. ¡°Con un solo molino convencional y de peque?o tama?o, de tan solo dos megavatios, podemos producir energ¨ªa para cinco trenes que circulen durante todo un d¨ªa¡±, dice J?rg Nikkuta. ¡°Es una manera f¨¢cil de producir hidr¨®geno verde¡±.

En el futuro que se plantea dentro de 20 o 30 a?os, los molinos de viento y las granjas de placas solares, conectados a electrolizadores, partir¨¢n el agua y producir¨¢n hidr¨®geno limpio sin m¨¢cula de carbono. El gas se almacenar¨¢ en grandes esferas, o en dep¨®sitos durante meses para convertirse despu¨¦s en electricidad; o se distribuir¨¢ mediante tuber¨ªas a los hogares para proporcionar luz o calefacci¨®n, o todo eso a la vez. Alimentar¨¢ las pilas de combustible de los motores de los trenes de transporte de hidr¨®geno o los de grandes camiones que llevan los tanques del preciado gas a las estaciones de servicio.

¡°El hidr¨®geno y la electricidad son dos vectores que se llevan bien, uno puede intercambiarse por el otro y viceversa¡±, recalca Javier Brey, presidente de la ?Asociaci¨®n Espa?ola del Hidr¨®geno. Brey est¨¢ convencido de que el hidr¨®geno verde servir¨¢ para descarbonizar el transporte. Anheuser-Busch, la mayor industria productora de cerveza del mundo, cuya sede est¨¢ en San Luis (Estados Unidos), ha encargado a la firma Nikola 800 camiones de hidr¨®geno para reemplazar su actual flota hacia 2025. Que uno de los mayores fabricantes de cerveza haya apostado por el hidr¨®geno es una se?al significativa. Pero quedan asignaturas pendientes.

En nuestro segundo d¨ªa de viaje, en Hamburgo, donde tiene lugar la mayor feria anual de la aviaci¨®n, el ruido de los aviones se colaba a trav¨¦s de las imponentes cristaleras del Centro de Investigaci¨®n Aeron¨¢utica Aplicada (ZAL, por sus siglas en alem¨¢n). La huella de carbono de la aviaci¨®n en todo el mundo supone un 2% del total. Hacia 2050 se proyecta un aumento de entre el 300% y el 700%. En el ZAL se desarrollan proyectos para construir drones y avionetas de hidr¨®geno.

¡°Tenemos ya lista la tecnolog¨ªa para construir un avi¨®n de pasajeros de hidr¨®geno de cuatro asientos, y no har¨ªa falta inventar nada nuevo¡±, dice Florian Becker, investigador del Instituto de Ingenier¨ªa Termodin¨¢mica del Centro Aeroespacial Alem¨¢n. ¡°Concebir un taxi-aeronave para nueve pasajeros ser¨ªa posible en unos 10 a?os. Un avi¨®n de 40 pasajeros y con una autonom¨ªa de 2.000 kil¨®metros ser¨ªa factible como producto en unos 15 a?os¡±.

El primer globo tripulado rellenado con hidr¨®geno sobrevol¨® Par¨ªs en 1783. Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis, con el cient¨ªfico Wernher von Braun a la cabeza, lanzaron los cohetes V1 y V2 impulsados con hidr¨®geno l¨ªquido que mataron a m¨¢s de 7.000 brit¨¢nicos. ¡°La Operaci¨®n Paperclip, llevada a cabo por Estados Unidos al terminar la guerra, consist¨ªa en localizar a cient¨ªficos alemanes de renombre y ofrecerles la oportunidad de continuar su carrera en EE UU, proporcion¨¢ndoles un pasaporte americano¡±, explica Javier Brey. ¡°As¨ª que tenemos a Von Braun, a?os despu¨¦s, saludando al presidente estado?unidense. Ya estaba resuelto c¨®mo poner un cohete en ¨®rbita, pero necesitaban electricidad y agua para los futuros astronautas mientras investigaban a principios de los a?os sesenta. As¨ª que los norteamericanos rescataron del caj¨®n la vieja idea del juez Grove y usaron pilas de combustible para producir energ¨ªa el¨¦ctrica y agua a bordo a partir del hidr¨®geno y el ox¨ªgeno del combustible para el propulsor del cohete¡±.

La famosa expresi¨®n ¡°Houston, tenemos un problema¡± de los astronautas del Apollo 13 cuando contactaron con el centro de control est¨¢ incompleta. La expresi¨®n literal fue: ¡°De acuerdo, Houston, hemos tenido un problema aqu¨ª¡±. ?Cu¨¢l? Seg¨²n explica Javier Brey, el ox¨ªgeno del dep¨®sito no llegaba a la pila de combustible, por lo que los astronautas se quedaban sin energ¨ªa el¨¦ctrica. ¡°Pero la pila de combustible no fue el problema, sino parte de la soluci¨®n¡±, dice Brey, ya que derivaron parte del ox¨ªgeno destinado a la respiraci¨®n para que volviera a funcionar.

¡°Concebir un taxi-aeronave de hidr¨®geno para nueve pasajeros ser¨ªa posible en 10 a?os¡±

La conquista espacial habr¨ªa sido impensable sin el hidr¨®geno. Pero los intereses pol¨ªticos y econ¨®micos para traer esta conquista a tierra son formidables. Basta echar una ojeada a la factura que Espa?a pag¨® en 2017 para importar petr¨®leo: 21.700 millones de euros. La Plataforma Tecnol¨®gica Espa?ola del Hidr¨®geno y de las Pilas de Combustible calcula en 800.000 los puestos de trabajo que estar¨ªan ligados al hidr¨®geno en 2030, pero es notable el desinter¨¦s por la cuesti¨®n de los sucesivos Gobiernos espa?oles. Espa?a es un desierto con seis estaciones (dos en Sevilla y una en Puertollano, Zaragoza, Huesca y Albacete), al contrario que Alemania, China, Jap¨®n, Estados Unidos, Canad¨¢, Dinamarca y Noruega, entre otros pa¨ªses. Aun as¨ª, podr¨ªa haber un cambio de rumbo: Espa?a se ha adherido recientemente a un plan no vinculante junto con 25 pa¨ªses europeos para apostar por el hidr¨®geno.

Pese al desinter¨¦s pol¨ªtico, hay buena investigaci¨®n espa?ola, afirma Brey. ¡°Contamos con empresas que desarrollan sistemas de electr¨®lisis, de almacenamiento de hidr¨®geno, de dispensado, de pilas de combustible¡­ Y centros de investigaci¨®n que exportan su trabajo a un sinf¨ªn de pa¨ªses¡­ Espa?a est¨¢ preparada para ?desempe?ar un papel fundamental en la econom¨ªa del hidr¨®geno¡±. Una prueba de ello fue el motor desarrollado por el Instituto Nacional de T¨¦cnica Aeroespacial (INTA) para un Volkswagen Santana en 2006.

El elemento m¨¢s abundante del universo confiere el control del futuro energ¨¦tico. A Vincent Dewaersegger, el portavoz de Toyota en Europa que ha estado presente a lo largo de esta aventura energ¨¦tica, le gusta comparar el hidr¨®geno con el queso y la electricidad con la leche. ¡°Los granjeros producen leche, pero es algo que dura poco tiempo y obtienen poco beneficio al venderla. Pero si la transforman en queso, pueden almacenarla y venderla m¨¢s cara. Puedes almacenar la energ¨ªa durante mucho m¨¢s tiempo, con un valor econ¨®mico alto a largo plazo, en vez del producto en s¨ª¡±.?