Arzak en su salsa
Medio siglo en los fogones se dice pronto, pero a Juan Mari Arzak se le ha pasado pitando. A sus 76 a?os, al cocinero que abri¨® la puerta a la modernidad gastron¨®mica espa?ola desde la Nueva Cocina Vasca le ha llegado el momento del relevo. ?Seguro? Su hija Elena, elegida en 2012 mejor cocinera del mundo, oficia de facto al frente del eterno tres estrellas del Alto de Miracruz. Pero el patriarca sigue en la brecha. EPS comparte dos d¨ªas con el patriarca de la cocina espa?ola en sus mercados, bares y rincones favoritos de San Sebasti¨¢n.?
ES UNA SOLEADA ma?ana cualquiera en Donosti, aunque aqu¨ª soleada y cualquiera es mucho decir. En una esquina de la calle de Aldamar, Juan Mari Arzak Arratibel (San Sebasti¨¢n, 1942) mastica un higo mientras va saludando a los que pasan. ¡°?Hola, guapo!¡±, le lanza a uno. ¡°?Cu¨¢nto tiempo, ?d¨®nde te metes?!¡±, casi le increpa a otro. ¡°?Ole, ?qu¨¦ pasa?!¡±. Alguien le saluda desde un coche. Marisabel, Kontxita y Esperanza, las kasheras del mercado de La Bretxa, ya le solicitan desde detr¨¢s de sus monta?as de lechugas, tomates, cebolletas y quesos de Idiaz¨¢bal. Un turista ruso ¡ªcocinero, sostiene¡ª le pide un selfie. Luego le toma el relevo una estudiante de gastronom¨ªa japonesa. Nada m¨¢s irse encantada con su foto en el m¨®vil, la sustituye un se?or turco. Son d¨ªas de festival de cine en San Sebasti¨¢n y, por tanto, la habitual explosi¨®n de celebritiesen la ciudad, pero ser¨ªa muy dif¨ªcil para alguna de las estrellas que pululan por aqu¨ª levantar m¨¢s revuelo que este cocinero si entrara en un bar de la Parte Vieja. M¨¢s que un ciudadano e incluso m¨¢s que un ciudadano ilustre, estamos, como se ver¨¢ a lo largo del d¨ªa, ante un t¨®tem. Pero al final ¨¦l vuelve a lo que importa: ¡°Jod¨¦ qu¨¦ rico est¨¢ este higo¡±.
No es casualidad. Esa gimnasia gustativa en plena calle, en el puesto de su amigo y proveedor de hongos y frutas Aitor Lasa, simboliza su obsesi¨®n por algo precioso. Es ese algo que est¨¢ en el principio y en el fin ¡ªo deber¨ªa estar¡ª de toda gran creaci¨®n gastron¨®mica, ya surja en las cazuelas de un chigre o en los fogones de un tres estrellas. Se llama ¡°el producto¡±. Y da lo mismo que hablemos de una partida de ostras Am¨¦lie que de este higo de Aitor Lasa que Arzak se zampa en la calle. ¡°El producto, el producto, el producto¡ y luego todo lo dem¨¢s, sin ¨¦l no hay nada¡±, zanja el patriarca de la alta cocina espa?ola en el preciso momento hist¨®rico en que empiezan a no estar muy claros los contornos entre una buena materia prima cocinada con t¨¦cnicas de vanguardia y una t¨¦cnica de vanguardia que utiliza como pretexto una buena materia prima (o mediana, o incluso mediocre). Solo un detalle: algunos de los proveedores de la casa Arzak lo son desde hace 30 a?os.
Este peri¨®dico public¨® all¨¢ por 2010 una entrevista en la que, bajo el t¨ªtulo Morir¨¢ con el delantal puesto, y en el transcurso de una noche barcelonesa generosamente regada de vinos y licores, Arzak se revolvi¨® en su asiento cuando se le pregunt¨® si estaba afrontando ya la recta final en su trayectoria: ¡°?Yo no tengo fecha de caducidad!¡±, dijo entonces medio cabreado, y lo mismo sigue repitiendo hoy. Y es cierto que, a sus 76 a?os y reci¨¦n superado un duro proceso de neumon¨ªa que lo tuvo 10 d¨ªas postrado en la cama de un hospital, el hijo de la cocinera y tabernera donostiarra Paquita Arratibel ¡ªun aspirante a aparejador que acab¨® convertido en chef planetario contra el deseo de su madre¡ª sigue yendo cada d¨ªa al restaurante del Alto de Miracruz de San Sebasti¨¢n, Alto de Vinagres para los de casa.
All¨ª, una actividad febril en cocina, sala y bodega (casi 40 a?os lleva el sumiller Mariano Rodr¨ªguez ?pilotando los vinos en Arzak, casi 4.000 referencias, unas 90.000 botellas); una incansable labor de investigaci¨®n en el laboratorio de sabores a cargo de los ?proteicos Igor Zalakain y Xabier Guti¨¦rrez, y la gesti¨®n de las listas de espera (una media de tres meses) conforman el lenguaje cotidiano de la casa. La dupla formada por Juan Mari y su hija Elena, en la pr¨¢ctica al frente de la nave ya de manera efectiva desde hace un tiempo, pero bajo la constante y escrutadora mirada del padre, trabaja para seguir defendiendo el reto de los retos: mantener intactas las tres estrellas Michelin que campean en la vieja casona de Arzak-Enea de forma ininterrumpida desde hace 30 a?os. El tercer macaron lleg¨® en 1989 y desde entonces permanece inalterable, as¨ª que 2019 ser¨¢ un a?o de celebraci¨®n chez Arzak. Solo algunos de los m¨¢s grandes de la alta gastronom¨ªa mundial figuran en ese club: Bocuse (el restaurante del recientemente fallecido Paul Bocuse es el campe¨®n de campeones en la longevidad Michelin: tres estrellas desde hace 54 a?os), Troisgros, Gu¨¦?rard, Pic, L¡¯Ambroisie, Waterside Inn¡ ¡°Pero no hay que pensar en las estrellas¡±, subraya Arzak, ¡°y si un d¨ªa nos quitan una, pues nada, a seguir¡±.
¡°Somos un t¨¢ndem, nos llevamos muy bien, cada uno a nuestro estilo, pero mi aita seguir¨ªa siendo mi jefe aunque solo viniera un minuto al d¨ªa al restaurante, y adem¨¢s a m¨ª me viene muy bien que ¨¦l pruebe los platos y diga que si esto s¨ª o que si esto no¡±, explica Elena Arzak, coronada en 2012 como mejor cocinera del mundo por la prestigiosa lista Restaurant. Lo que bien pudiera llamarse ¡°sofisticaci¨®n de la sencillez¡± o ¡°lo complejo es simple¡± restalla en preparaciones como pich¨®n simb¨®lico, bogavante con telar de puerro y pl¨¢tano o escombro de cacao, algunos de los platos en el men¨² degustaci¨®n de esta temporada. No era el caso en viejas presentaciones de otras temporadas, cuando el cocinero decidi¨® ponerse a jugar con efectos especiales varios, como aquellas luminiscencias aparatosas que surg¨ªan de la vajilla en platos como Tras los pasos del corzo, carne de controversia entre los fieles de Arzak. Juan Mari y Elena Arzak y su guardia pretoriana de colaboradores dan vida cada a?o a unas 50 recetas nuevas. Algunas de ellas tardan seis meses en llegar a la carta tras un dur¨ªsimo proceso de prueba/error, correcci¨®n, debate, mejora y remate. Los destinatarios: parejas de aspecto potentado, estrellas del deporte y del espect¨¢culo, hombres de negocios, grupos de amigos y amigas con jersey en los hombros y zapatillas de deporte, familias donostiarras o for¨¢neas habituales del lugar y clientes de capacidad adquisitiva media o media-baja que ahorran durante el a?o para darse un homenaje componen la heterog¨¦nea clientela de Arzak. Este ¨²ltimo g¨¦nero es el que m¨¢s llena de orgullo al chef del Alto de Vinagres: ¡°Creo que esa variedad en la clientela de un tres estrellas solo pasa en San Sebasti¨¢n¡±, asegura. La ciudad, por cierto, cuenta con un total de 17 estrellas Michelin en un radio de 25 kil¨®metros: la mayor densidad de michelines en el mundo, solo por detr¨¢s de la japonesa Kioto y muy por delante de Par¨ªs o Lyon.
¡°Est¨¢ siendo un a?o malo porque no ha llovido mucho. Ahora, como llueva un poco, va a haber hongo para parar un tren¡±, comenta Juan Mari Arzak mientras contempla unas espectaculares gibelurdi?as en el tenderete callejero de Aitor Lasa. ¡°A m¨ª la seta que m¨¢s me gusta es la gibelurdi?a, por el sabor, la textura¡ Y a la plancha, ?eh? En cambio el hongo, el boletus, me gusta en revuelto, con mucho huevo y poco hongo, unos buenos huevos de caser¨ªo, ?buah! ?Y las xixas de primavera, jo¨¦ las xixas!¡±. ¡°No, hombre, no, el boletus a la plancha tambi¨¦n, aita¡±, le replica su hija Elena. La otra, Marta, no podr¨¢ tomar parte en la diatriba: se encuentra, como todos los d¨ªas, en el Museo Guggenheim de Bilbao, donde trabaja desde hace a?os en el ¨¢rea de educaci¨®n. Ambas son hijas de Juan Mari Arzak y de Maite Espina, su exmujer y antigua jefa de sala del restaurante.
Parejas de potentados, cuadrillas de amigos en deportivas y familias habituales se mezclan entre la clientela del restaurante Arzak
¡°Querido es un rato, ?eh?, muy dicharachero, y cabez¨®n tambi¨¦n es. Eso ya te digo yo. A tope. Una persona muy respetada, fiel a sus principios, alguien que all¨ª donde hay producto bueno va. Nunca ha perdido el norte, y a la hija le ha ense?ado lo mismo. Siempre pensando¡±. Ese es el retrato que Aitor Lasa hace de su amigo y cliente desde hace 22 a?os. Arzak cruza la carretera por el medio: los coches tendr¨¢n que esperar, y esperan. Dirige sus pasos hacia una pintura sobre el muro de piedra: representa a Andresa, la m¨¢s popular vendedora de anchoas que dio nunca el mercado de Donostia, un personaje tan entra?able como cascarrabias que qued¨® inmortalizado aqu¨ª por suscripci¨®n popular: ¡°Ella ven¨ªa todos los d¨ªas, se pon¨ªa aqu¨ª, cog¨ªa un banquito y unas cuantas anchoas y le dec¨ªas: ¡®Andresa, venga, medio kilo¡¯. Qu¨¦ maja era. Yo la conoc¨ªa desde que nac¨ª. ?Ten¨ªa una mala leche! Conmigo no, ?eh? A m¨ª me quer¨ªa un huevo¡±, recuerda el cocinero, que ya se ha puesto a hablar con una se?ora fresca y lozana como las lechugas que exhiben los puestos de La Bretxa. Esperanza lleva a?os despachando aqu¨ª los mejores quesos de Idiazabal, Roncal, Iparralde¡ ¡°A ver, dame a probar, pero cuidado que yo soy del Idiazabal pero del ahumado, ?eh?¡±, le recuerda el chef. Y se entabla este di¨¢logo, tan de la tierra.
¡ªEste es uno de los grandes tesoros que tenemos en el Pa¨ªs Vasco, ?no?
¡ªAqu¨ª todo tenemos tesoros, chico [Esperanza].
¡ªEs verdad, ?eh? [Arzak].
¡ª?Hasta Juan Mari! [Periodista].
¡ª?Uuuuh, Juan Mari, no s¨¦, no s¨¦! [Esperanza].
¡ª?Y no tienes del otro, del que me diste el otro d¨ªa? [Arzak].
¡ª?No, chico, si tendr¨ªa ya te dar¨ªa! [Esperanza].
En ese momento llegan unos j¨®venes rusos que se quedan embelesados al reconocer a Juan Mari Arzak. Son cocineros. Uno de ellos me pregunta directamente ¡°si ese se?or de ah¨ª de verdad es Arzak¡±. ¡°?Podemos hacernos un selfie?¡±, dice con cara de ni?o. ¡°?S¨ª, hombre, s¨ª!¡±, contesta su ¨ªdolo. Se hacen varios y se marchan encantados. Enseguida les toma el relevo una chica japonesa, estudiante de gastronom¨ªa. Que dejar¨¢ paso a un turista turco. Estamos, recu¨¦rdese, en un d¨ªa entre semana de finales de septiembre. Pero as¨ª es ahora mismo San Sebasti¨¢n: una min¨²scula Babel tur¨ªstica en cualquier ¨¦poca del a?o.
¡°Est¨¢ volviendo el besugo, porque est¨¢n limpiando el cantil del Cant¨¢brico y se est¨¢ quedando como la patena. Quitan la mierda con una especie de ca?ones y la tiran lejos, lejos, con unas tuber¨ªas. As¨ª que hay m¨¢s merluza de anzuelo que nunca y ya te digo: vuelve el besugo, poco a poco, pero vuelve¡±, explica el cocinero delante de los lenguados enormes, los salmonetes ros¨¢ceos y las estilizadas langostas del mercado de pescado de San Sebasti¨¢n. ¡°El salmonete, la merluza y el chipir¨®n en su tinta son debilidades m¨ªas¡±, confesar¨¢ Juan Mari Arzak delante de la familia Sarriegui, uno de sus puestos predilectos. ¡°Este es tercera generaci¨®n de Sarrieguis, ?eh?¡±, avisa, y le dice al encargado: ¡°?Cuidao, que ya sabes que dicen que la tercera generaci¨®n suele ser la que jode el negocio!¡± [risas].
La pr¨®xima meta volante en este periplo donostiarra de un d¨ªa junto al inventor del legendario pudin de kabrarroka (1971) es ni m¨¢s ni menos que un templo. Un templo de la gastronom¨ªa en miniatura. La barra del bar Ganbara, en pleno coraz¨®n de lo viejo ¡ªla denominaci¨®n que los donostiarras han dado siempre al casco antiguo de su ciudad¡ª, est¨¢, como siempre, repleta por partida doble: de comida y de gente. Antes de que su propietaria, Amaia Ortuzar, se persone a la hora de la cita, Juan Mari Arzak ya se ha colado en la cocina y dentro de la barra. En un curioso ejercicio de inversi¨®n de t¨¦rminos, se pone a probar pintxo va pintxo viene desde el lugar desde el que estos suelen ser servidos. Relampaguean los flases en el bar. Los turistas no se pueden creer que ah¨ª est¨¢: uno de los gur¨²s (el t¨¦rmino le horripila) de la alta gastronom¨ªa mundial poni¨¦ndose ciego a picar. Juan Mari Arzak acompa?a el picoteo con cerveza 0,0%. Adi¨®s al adorado txakoli: lleva m¨¢s de dos a?os sin beber alcohol. Llega la patrona. Se sientan a la mesa. Arzak se ajusta las siderales gafas Issey Miyake que se compr¨® en Londres y ataca la tartaleta de txangurro. Empieza la conversaci¨®n.
¡ªDonde mejores pintxos hay de todo el mundo, y no es porque yo sea donostiarra, es en San Sebasti¨¢n. La creatividad es impresionante. Pero a la gente le gusta hablar, hablar y hablar, y a algunos les encanta repetir eso de que ¡®esto ya no es como antes¡¯, que si todo es moderno, que si el pintxo tradicional ha muerto y tal y cual. ?Jod¨¦, pero si eso se dec¨ªa ya hace 30 a?os! [Arzak].
¡ª?F¨ªjate si en Donosti habr¨¢ gustado lo de comer que cuando casi no exist¨ªan los bares la gente se tuvo que inventar las sociedades gastron¨®micas, que son de mil ochocientos y pico. Y all¨ª se pusieron a hacer su cocina, lo que les gustaba [Amaia Ortuzar].
¡ª?F¨ªjate que las kokotxas son de 1912! [Arzak].
¡ªComida de pescadores, era, ya sabes, ?no? [A. O.].
¡ªClaro. Las kokotxas no las vend¨ªa el patr¨®n del barco pesquero. Las vend¨ªan los mismos pescadores. Las cog¨ªan, se las llevaban a casa y hac¨ªan ellos el negociete. Dicen que uno de una sociedad le llev¨® las kokotxas a la Reina y que le encantaron, y ah¨ª empez¨® todo¡ [Arzak].
¡ªOye, Juan Mari, aqu¨ª se grab¨® el v¨ªdeo m¨ªtico aquel en el que Ferran Adri¨¤ y t¨² discut¨ªs sobre si las anchoas est¨¢n m¨¢s ricas del d¨ªa o del d¨ªa despu¨¦s. ?Hemos llegado a alguna conclusi¨®n? [Periodista].
¡ª?Del d¨ªa siempre, co?o! [Arzak].
¡ªDel d¨ªa, del d¨ªa. ?Y esa conclusi¨®n es as¨ª s¨ª o s¨ª! [A. O.].
¡ªPues Adri¨¤ dec¨ªa lo contrario¡ [Periodista].
¡ªA ver, lo que pasa es que en Madrid no pueden comer anchoas del d¨ªa, porque les llegan por la tarde. Y se comen ya al d¨ªa siguiente. La anchoa no tiene que viajar. La anchoa, del d¨ªa. Ni color. [Arzak].
¡ªPero si Adri¨¤ no estaba en Madrid, estaba en Girona, y ahora en Barcelona¡ [Periodista].
¡ªHala, vamos a comer, ?trae un poco m¨¢s de chipir¨®n! [Arzak].
Al otro lado del tel¨¦fono retumba la voz ¨¢spera y barroca del aludido. Ferran Adri¨¤ est¨¢ convencido de una cosa: ¡°Juan Mari Arzak ser¨¢ de los pocos cocineros que acabar¨¢n en los libros de Historia. No de historia de la cocina, ?eh?, de Historia. Y todo lo dem¨¢s que se pueda decir es secundario¡±. El cocinero que asombr¨® al mundo desde Cala Montjoi atribuye a Arzak y a su colega Pedro Subijana parte de su ¨¦xito: ¡°Ellos fueron fundamentales en el hecho de que la cocina tecnoemocional pudiera existir. En aquella ¨¦poca, 1994, Arzak ten¨ªa el poder para haber hecho muy dif¨ªcil que ese tipo de cocina existiera. Quiero decir que ¨¦l ten¨ªa el poder para haber dicho en aquel momento: ¡®Eso de elBulli es una mierda¡¯. As¨ª que profesionalmente nunca le estar¨¦ lo suficientemente agradecido. Y personalmente, pues somos hermanos¡±.
De hecho, la primera vez que Juan Mari Arzak comi¨® en elBulli dijo: ¡°No he entendido nada¡±. M¨¢s tarde, cuando volvi¨®, dijo: ¡°Ferran Adri¨¤ es un genio¡±. Y dej¨® claro que ¨¦l quer¨ªa estar ah¨ª, pisando los territorios de la cocina tecnoemocional, molecular o como prefiera llamarse. Y sigue. ¡°Y cuando cerr¨¦ elBulli, me dijo: ¡®Eres un cabr¨®n¡¯. Porque para ¨¦l yo era un faro¡±.
Otra de las personas que mejor conocieron al hombre que cambi¨® el curso de la gastronom¨ªa en Espa?a es el cr¨ªtico, ya retirado, Rafael Garc¨ªa Santos. ?l tom¨® parte, junto a un pu?ado de cocineros, en aquella salida de las cavernas experimentada por la cocina espa?ola a partir de mediados de los setenta. Lo recuerda as¨ª: ¡°Durante 25 a?os mi relaci¨®n con Juan Mari fue muy buena, pero desde hace tiempo es muy mala, porque un d¨ªa le baj¨¦ la calificaci¨®n en mi gu¨ªa y¡, as¨ª que no dir¨¦ nada que pueda suponer una cr¨ªtica hacia ¨¦l, ahora que est¨¢ en la fase final de su carrera. Pero s¨ª dir¨¦ que ¨¦l es el introductor de la alta cocina moderna en Espa?a, un pa¨ªs que hasta entonces estaba completamente atrasado, donde no hab¨ªa ninguna cultura gastron¨®mica ni ning¨²n poder econ¨®mico para crearla. ?l y Subijana, en unas jornadas que Club de Gourmets organiz¨® en Madrid en 1976 y a las que acudi¨® Paul Bocuse, supieron captar la nueva filosof¨ªa que se estaba desarrollando en Francia con la nouvelle cuisine, y crearon la Nueva Cocina Vasca, que era parecido, pero con ingredientes y materias primas del Pa¨ªs Vasco. Juan Mari tuvo el m¨¦rito de defender la modernidad y gan¨® aquel debate porque la convirti¨® en una ideolog¨ªa dominante¡±.
Son las seis de la tarde y el cocinero pasea por el puerto pesquero de San Sebasti¨¢n, de donde parad¨®jica y desgraciadamente casi han desaparecido los barcos de pesca, aquellos entra?ables cascarones de madera y colores vivos, azul, rojo, verde¡ ¡°?La hostia qu¨¦ bonito es mi pueblo!¡±, suspira Arzak. Poco despu¨¦s, en el Peine del viento, entre el rumor de las olas y los hierros retorcidos de Chillida, posar¨¢ paciente para las fotos y para el v¨ªdeo. No tan paciente. ¡°?Oye, dos fotos m¨¢s y ya, ?eh, t¨²?!¡±, le espeta al fot¨®grafo. Y se presta al juego de las definiciones. ¡°Juan Mari, Donostia¡±: ¡°La mejor ciudad del mundo¡±. ¡°Juan Mari, producto¡±: ¡°Ajo y perejil, sin eso no hay nada en cocina¡±. ¡°Juan Mari, juerga¡±: ¡°La que hac¨ªa¡¡±. Y de ah¨ª al Resaca. Al bar con vistas a La Concha de su amigo I?aki, ese barero que pone tanto esmero en hacer los pintxos que cuando coges uno casi le molesta. Una instituci¨®n en la ciudad. Otra cerveza sin alcohol. Una melanc¨®lica mirada a la bah¨ªa. Juan Mari Arzak est¨¢ cansado.
Al d¨ªa siguiente, en Eguzki-Alai, su casa, est¨¢ sentado debajo de un enorme magnolio. Se levanta y va a la huerta: ¡°?Huele qu¨¦ tomates!¡±. Se sienta en la cocina, cerca de su colecci¨®n de juguetes antiguos. La casa est¨¢ repleta de libros de cocina, mu?ecos, recuerdos, premios, diplomas, dibujos dedicados, cachivaches. Y una buena colecci¨®n de arte contempor¨¢neo: Sonia Delaunay, Chillida, T¨¤pies, Manolo Vald¨¦s, Andr¨¦s Nagel, Mariscal, grabados de Kandinsky, de Lichtenstein¡
Juan Mari Arzak se considera ¡°un anarco que hace siempre lo que le da la gana pero sin ofender¡±.
¡ª?Pag¨® peajes por eso?
¡ªHombre, alguno se paga, ya sabes.
¡ªPor ejemplo, ?c¨®mo recuerda aquella acusaci¨®n, en un editorial del diario El Mundo, donde se les llamaba a usted y a otros ¡°cocineros del terror¡± por haber pagado supuestamente el impuesto revolucionario a ETA?
¡ªEso fue muy injusto, lo pas¨¦ muy mal. Dej¨¦moslo.
¡ª?A qu¨¦ se suele referir usted cuando habla de ¡°las ra¨ªces de la cocina¡±?
¡ªA que hay cocineros en los que no se ve la profundidad del ADN. T¨², aunque hagas un plato muy creativo, tiene que notarse que est¨¢s ah¨ª t¨², notarse tu ADN. En un restaurante no puede pasar como en una discoteca. En cualquier discoteca del mundo puede estar cantando Beyonc¨¦ o un rapero [Arzak adora el rap y el hip-hop], y t¨² no tener ni idea de d¨®nde est¨¢s. Por la comida tienes que saber que est¨¢s en un sitio distinto. Nosotros a menudo usamos a clientes asiduos como conejillos de Indias, les colamos platos que a¨²n no est¨¢n escritos. Y suelen decir dos cosas. Si les gusta: ¡°Est¨¢ muy rico¡±. Si no les gusta: ¡°Est¨¢ distinto¡±. Ah¨ª se enciende la luz roja. Tienes que tener el gusto de tu cultura.
¡ª?C¨®mo se encuentra Juan Mari Arzak?
¡ªTodo lo bien que puede estar alguien de 76 a?os.
¡ªAl final va a ser verdad aquello de ¡°el tiempo pasa, nos vamos haciendo viejos¡±.
¡ªA m¨ª me vas a contar.
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