Cruce de caminos
La bandera se ha quedado peque?a para ofrecer soluciones pr¨¢cticas a los retos que tenemos enfrente; igual que el sistema de Naciones Unidas o la Uni¨®n Europea
Hay gente que piensa que el cambio clim¨¢tico es el principal reto al que se enfrenta la humanidad. Otros que, en realidad, es el aumento r¨¦cord del gasto militar, vigorizando rivalidades que cre¨ªamos olvidadas y disponiendo otras. Un nutrido grupo de economistas advierte de que el exceso de deuda es ya una bomba de relojer¨ªa. La desigualdad y la pobreza afecta a cada vez m¨¢s personas, descolg¨¢ndose de las tendencias positivas que hab¨ªan marcado las ¨²ltimas d¨¦cadas. En la calle, el aumento de la inmigraci¨®n recupera el cap¨ªtulo nunca borrado de la xenofobia y el odio.
De forma individual o combinada, esos temas determinan ya el mundo que vamos dejando a las pr¨®ximas generaciones. Todos son importantes y, sin embargo, ninguno es el crucial. El crucial es el tiempo que dedicamos a echarnos las manos a la cabeza, sin comprender que ninguno de esos grandes retos tiene soluci¨®n bajo la batuta de la pol¨ªtica nacional. Esto lo sabemos y, sin embargo, seguimos sin entenderlo. Seguimos sin entender lo que es la responsabilidad colectiva, aunque solo sea como instrumento de prevenci¨®n de males mayores. Y, lo que es peor, hay una parte de la poblaci¨®n que est¨¢ dispuesta a darle la espalda a la raz¨®n y a la memoria, y lanzarse a los brazos de los mitos y las banderas, para avivar a¨²n m¨¢s el fuego de la estupidez colectiva.
De ruido de fondo se escuchan los picos y las palas que van desmantelando las premisas de la globalizaci¨®n tal y como la hemos conocido: integraci¨®n econ¨®mica bajo un paraguas de seguridad colectiva promovido por las principales naciones occidentales. Con ello entramos en una fase cuya base conceptual es mucho m¨¢s compleja que la que algunos de los ¨¢vidos narradores de la globalizaci¨®n inicialmente presentaron. Ni el mundo es tan plano como asegur¨® Friedman, ni asistimos al final de la historia de Fukuyama. Lo que s¨ª sabemos es que se nos escapa de las manos la oportunidad de gestionar la globalizaci¨®n de una forma m¨¢s eficaz.
?De verdad hay tanta gente que todav¨ªa cree que la mala salud de los oc¨¦anos, el desplazamiento masivo de personas o la lucha contra los para¨ªsos fiscales se arreglar¨¢ con ONGs y unos cuantos ministerios?
Se nos escapa lo que ya sab¨ªamos, que el efecto Amazon, cuya naturaleza siempre tender¨¢ hacia una expansi¨®n supranacional, debe compensarse con instrumentos que fomenten la dignidad humana, respeten los l¨ªmites del planeta y consoliden formas de di¨¢logo para gestionar los excesos de esa fuerza expansiva.
Y as¨ª nos encontramos en una situaci¨®n parad¨®jica. Mientras se extiende la lista de temas cuya naturaleza exige soluciones compartidas (como los mencionados al principio de este art¨ªculo), se van imponiendo agendas renacionalizadoras, cada vez m¨¢s reactivas y temerosas, como si por arte de magia el terru?o albergase la soluci¨®n de los problemas del mundo. El culto hegem¨®nico a ese globalismo endiosado de The Economist y el Foro Mundial de Davos, se va reemplazando con la glorificaci¨®n de la boina en Facebook. El supuesto remedio que ya est¨¢ produciendo m¨¢s enfermedad. La enfermedad que va deprimiendo la ¨²nica soluci¨®n viable de las relaciones internacionales de hoy y de ma?ana: nuevas f¨®rmulas que sean capaces de conciliar un mundo de estados con retos y riesgos colectivos.
Es crucial el tiempo que dedicamos a echarnos las manos a la cabeza, sin comprender que ninguno de esos grandes retos tiene soluci¨®n bajo la batuta de la pol¨ªtica nacional. Seguimos sin entender lo que es la responsabilidad colectiva
En ese cruce de caminos nos encontramos. Yo no dejar¨¦ de decirlo: la bandera se ha quedado peque?a para ofrecer soluciones pr¨¢cticas a los retos que tenemos enfrente; igual que el sistema de Naciones Unidas o la misma Uni¨®n Europea en su estado actual. Desafortunadamente, la fuerza de las voces que apelan a una vuelta al pasado juega al alza y escasean otras que apuesten por avanzar en la construcci¨®n de espacios de trabajo conjunto, renovadores y mucho mejor desarrollados, en los que puedan coexistir intereses individuales y colectivos bajo formas mixtas de gesti¨®n, y prioricen un pragmatismo radical en la b¨²squeda de soluciones a problemas compartidos. Llegados a este punto siempre me pregunto lo mismo, ?de verdad hay tanta gente que todav¨ªa cree que la mala salud de los oc¨¦anos, el desplazamiento masivo de personas o la lucha contra los para¨ªsos fiscales se arreglar¨¢ con ONGs y unos cuantos ministerios?
No se trata de venderse a un internacionalismo est¨¦ril, sino de darnos cuenta de que hay una agenda global que nos incumbe a todos y en la que, desafortunadamente, la distribuci¨®n actual de poder, recursos y responsabilidades produce tanta fragmentaci¨®n que m¨¢s que ayudar, limita y entorpece.
Sigue habiendo un mundo en construcci¨®n, de b¨²squeda de soluciones m¨¢s eficaces a desaf¨ªos de corto y largo plazo, afianzando alianzas cada vez m¨¢s s¨®lidas y duraderas, igual que lo fue el di¨¢logo social en su momento, y no podemos dejar que se debilite. En mi opini¨®n ese es uno de los mayores dilemas ¨¦ticos de nuestro tiempo. De no hacerlo, mucho me temo que, como en el inicio del poema Cruce de caminos de WH Auden, marcharemos cada vez m¨¢s distantes, fabricando poco a poco otro gran fiasco hist¨®rico; ¡°the friends who met and embraced here are gone, each to his own mistake¡± (los amigos que se conocieron y abrazaron aqu¨ª se han ido, cada uno hacia su propio error).
Carlos Buhigas Schubert es el fundador de Col-lab.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.