El fracaso de Europa
La presentaci¨®n de las migraciones exclusivamente como un "problema" y nunca como una oportunidad s¨®lo ha servido para sacar a la extrema derecha de sus cavernas
En las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, pa¨ªses del sur de Europa como Espa?a, Italia o Grecia han asistido a un constante incremento en la llegada de migrantes africanos por v¨ªa mar¨ªtima irregular. Cada cierto tiempo, medios de comunicaci¨®n y stablishment se aferran a alg¨²n incidente concreto o a un repunte de las cifras para hablar de crisis migratoria, dando a entender que estamos ante un fen¨®meno coyuntural, delimitado en el tiempo y posible de modificar con la consabida receta de control y externalizaci¨®n de fronteras, cooperaci¨®n con los pa¨ªses de origen y aplicaci¨®n cada vez m¨¢s restrictiva de la legislaci¨®n de asilo y refugio y los procedimientos de expulsi¨®n y devoluci¨®n. Tras cada naufragio, el relato pol¨ªtico, incluso el que emana desde el mismo coraz¨®n de la Uni¨®n Europea, apunta a la ¡°culpa de las mafias¡± en un vano y poco cre¨ªble intento de echar balones fuera.
El caso es que estos planteamientos se estrellan una y otra vez contra la realidad porque desprecian y hacen o¨ªdos sordos, con un euroombliguismo dif¨ªcil de digerir m¨¢s all¨¢ del espacio Schengen, a los verdaderos protagonistas del fen¨®meno. Las pol¨ªticas dise?adas para ¡°contener¡± los flujos migratorios no funcionan.?La presentaci¨®n de los hechos exclusivamente como un ¡°problema¡± y nunca como una oportunidad s¨®lo ha servido para sacar a la extrema derecha de sus cavernas y que hoy campe a sus anchas y se extienda por el continente. La represi¨®n fronteriza s¨®lo est¨¢ provocando m¨¢s muertes y sufrimiento, con unos niveles de violencia estructural injustificables en la Europa del siglo XXI. Y, por ¨²ltimo, el desprecio al derecho de asilo y al esp¨ªritu de una UE de acogida, del que Idomeni, Lampedusa o las vallas de Ceuta y Melilla son s¨®lo unos pocos ejemplos, ha hecho aflorar nuestras verg¨¹enzas en demasiadas ocasiones.
Err¨®neamente, ?frica es percibida como una foto fija de miseria, hambre y sufrimiento, sujeto pasivo de todos los males. Esto no es cierto. El continente que tenemos al sur est¨¢ en plena ebullici¨®n. Los cambios demogr¨¢ficos, pol¨ªticos, sociales, culturales y religiosos se suceden en todos sus rincones. Para bien o para mal. Y las razones de la pulsi¨®n migratoria de muchos de sus j¨®venes son igual de complejas y cambiantes. Tienen que ver con el cambio clim¨¢tico, ahora mientras hablamos cinco millones de personas en el Sahel sufren un nuevo episodio de su eterna crisis alimentaria que se reproduce cada verano porque ya no llueve, con el fracaso de sus estados a la hora de dar respuesta a sus necesidades m¨¢s b¨¢sicas, con el nuevo rostro del colonialismo m¨¢s burdo y artero, con la corrupci¨®n de sus ¨¦lites, con el conflicto por los recursos, el auge del yihadismo, la penetraci¨®n cultural de Occidente, con el fracaso del modelo educativo y la frustraci¨®n de las expectativas, con la construcci¨®n de nuevos mitos y referentes. En fin, tiene que ver con la vida.
Nuestro mundo es global y hoy se divide entre quienes ya se han dado cuenta de ello y quienes se resisten a entenderlo
Recordar¨¢n la epidemia de ¨¦bola de hace cuatro a?os. Como corresponsal en ?frica me toc¨® cubrirla para medios espa?oles. Recuerdo que la primera reacci¨®n del mundo, primaria, instintiva, pre?ada de ignorancia, fue cerrar fronteras, cancelar vuelos, aplicar severos controles en frontera en la idea, un tanto infantil, de que si cerr¨¢bamos los ojos, el monstruo iba a desaparecer por la ma?ana. Pero no fue as¨ª. La gente, pese a todo, va y viene. Meses m¨¢s tarde, los primeros casos aparecieron en EEUU e incluso en Espa?a y, ah¨ª s¨ª, la Organizaci¨®n Mundial de la Salud tuvo que elevar el nivel de alerta mundial. Aquel error de c¨¢lculo de 2014 cost¨® muchas vidas. No sigamos cometi¨¦ndolo. Nuestro mundo es global y hoy se divide entre quienes ya se han dado cuenta de ello y quienes se resisten a entenderlo.
Las migraciones del Sur nos pueden traer cosas muy positivas, desde el necesario rejuvenecimiento de nuestra poblaci¨®n hasta miradas y maneras de ser y hacer de las que tenemos mucho que aprender
La arquitectura de nuestro sistema de convivencia tiene uno de sus pilares en el reconocimiento de derechos como manera de proteger a los m¨¢s vulnerables. Europa ya no se puede seguir permitiendo mirar hacia otro lado, son ya demasiados cad¨¢veres. A diferencia del ¨¦bola, las migraciones del Sur nos pueden traer cosas muy positivas, desde el necesario rejuvenecimiento de nuestra poblaci¨®n hasta miradas y maneras de ser y hacer de las que tenemos mucho que aprender. Si algo he interiorizado estos a?os en ?frica es que el grado de civilizaci¨®n de los pueblos no deber¨ªa medirse por sus avances tecnol¨®gicos sino por la manera en que tratamos al otro, al diferente, al que llega de fuera y nos necesita. En ese sentido habr¨¢ que espabilar porque estamos quedando muy abajo en el ranking civilizatorio.
Texto pronunciado este mi¨¦rcoles en el Parlamento Europeo durante el encuentro Dirigiendo los principales desaf¨ªos en la cooperaci¨®n Euromediterr¨¢nea: Una agenda progresista.
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