Agujas que se clavan y no duelen
Un grupo de mujeres dona sus antiguas m¨¢quinas de coser, que les sirvieron para salir adelante tras la Guerra Civil, para que albinas de Mozambique puedan contar su historia y ganen su autonom¨ªa
Unas 50 m¨¢quinas de coser regaladas por mujeres del Centro Municipal de Mayores Blasco de Garay de Madrid han viajado hasta el sur de Mozambique gracias al proyecto M¨¢quinas para coser la esperanza, para ayudar a la poblaci¨®n albina del pa¨ªs africano. Cosiendo pueden dignificar sus vidas marcadas por la m¨²ltiple discriminaci¨®n de ser mujeres, negras con piel blanca, en un continente donde los albinos no tienen derecho ni a una existencia m¨ªsera.
La vieja Singer a pedales cedida por Elvira Tapia fue el regalo navide?o de su abuela, tambi¨¦n llamada Elvira, aquellas felices fiestas de 1930. ¡°Le toc¨® la loter¨ªa y compr¨® dos m¨¢quinas, una de coser para mi madre y otra de escribir para mi t¨ªa¡±. La Guerra las dej¨® viudas casi en la luna de miel, y gracias a esos aparatos ruidosos y cantarines, salieron adelante. ¡°Mi madre, Juana, fue modista. Mi t¨ªa Carmen trasnochaba pasando a m¨¢quina los apuntes de los universitarios de la ¨¦poca¡±.
Elvira vive todav¨ªa en la casa donde su madre la trajo al mundo hace 82 a?os, en el madrile?o barrio de Arg¨¹elles, muy cerca del Centro Municipal de Mayores Blasco de Garay que Marcelo, su marido, frecuenta cada d¨ªa. Ella solo acude cuando necesita un repasito del pod¨®logo; fue mimando sus pies como supo del proyecto y enseguida se puso manos a la obra encantada de colaborar con un grupo de potentes mujeres: Mercedes Fuentes, coordinadora de los Centros de Mayores del distrito de Chamber¨ª, las t¨¦cnicas de animaci¨®n Alma Ganduz, Mar¨ªa Sacrist¨¢n y Luc¨ªa Segura, y Ana Cristina Herreros, narradora, escritora y responsable de la editorial Las Malas Compa?¨ªas, que ultima la edici¨®n de un libro titulado Cuentos del Conejo y otros cuentos de la poblaci¨®n albina de Mozambique, historias tradicionales relatadas por albinos y albinas de Maputo y alrededores.
¡°Recogiendo cuentos conocimos a Susana, una albina con c¨¢ncer de piel que tambi¨¦n hab¨ªa perdido las orejas. Ella y su familia, como casi siempre numerosa, viven gracias a lo poco que consigue vendiendo carb¨®n vegetal. Susana es extremadamente pobre, pero guarda un patrimonio excepcional en la memoria; sabe muchos cuentos, y con esa generosidad de los humildes nos los regal¨® para nuestro libro¡±, explica Ana Cristina Herreros, compa?era de ronda por los domicilios de esas m¨¢quinas de coser que formaron parte del mobiliario dom¨¦stico del siglo pasado. Tras una jubilaci¨®n que parec¨ªa definitiva, emigran ahora al continente africano para comienzan una nueva vida y mejorar tantas otras.
¡°En ?frica son los hombres quienes cosen de manera profesional. Estas m¨¢quinas de coser proporcionar¨¢n a las mujeres alg¨²n ingreso y cierta independencia¡±, explican las art¨ªfices del milagro. ¡°Ya est¨¢n cosiendo piezas sencillas con esas maravillosas telas de colores llamadas capulanas. Ropa, mochilas y libros de tela con sus cuentos tradicionales que venderemos en Madrid para ayudar a la poblaci¨®n albina. Necesitan muchos cuidados m¨¦dicos y adoptar rutinas tan sencillas como el uso de cremas de protecci¨®n solar. Tambi¨¦n mandamos materiales de costura, un maniqu¨ª, un telar¡ en un contenedor subvencionado por la ONG ?frica Directo¡±. Herreros viaj¨® en verano hasta esos centros para verlas coser. Hace unos d¨ªas que, curiosas, emocionadas y, sobre todo satisfechas al comprobar que sus regalos llegaron a buen puerto, el grupo de mujeres madrile?as, contempla los retratos del fot¨®grafo Kike Carbajal y las escenas rodadas en v¨ªdeo por Ernesto Casta?¨®n, otros c¨®mplices activos de este plan.
Una maquina de coser, en aquellos tiempos, era una fuente de oportunidades para las mujeres Natalia Roscales
Natalia Roscales es una mujer que no parece conformarse con lo justo. Coqueta y guapa, no aparenta los a?os que, sin embargo, se niega a confesar que tiene. En su trayectoria vital acumula un sinf¨ªn de trabajos emprendidos por ella misma, cuatro maridos (su primer matrimonio, con 17 a?os, le dur¨® de oto?o a Navidades), un hijo, una vocaci¨®n de actriz que ahora deja correr interpretando mon¨®logos contra la violencia de g¨¦nero, y una vieja m¨¢quina de coser comprada por su madre, que permaneci¨® escondida toda la Guerra Civil a la orilla del r¨ªo Deva en la localidad c¨¢ntabra de La Hermida. ¡°All¨ª la enterr¨® mi madre y la recuper¨® cuando acab¨® la Guerra¡±, cuenta Natalia, confesando que la sastrer¨ªa nunca fue lo suyo. ¡°Una maquina de coser, en aquellos tiempos, era una fuente de oportunidades para las mujeres¡±, asegura salvando, con su certera teor¨ªa, distancias que van m¨¢s all¨¢ de los 9.000 kil¨®metros que separan Maputo de Madrid. Puntadas de libertad tambi¨¦n para las albinas. La historia se repite.
En el momento de la visita a las hermanas Carmen y Mar¨ªa Luisa Mart¨ªn Puerta, 82 y 87 a?os respectivamente, su luminoso hogar pegado a la Glorieta de Cuatro Caminos ya recibe un sol de mediod¨ªa. Significa que ha llegado la hora del aperitivo y la casualidad quiere que brinden con un caldo llamado Vi?a Albina. Enseguida llama la atenci¨®n la foto de su madre. Clotilde. Suya era una de las m¨¢quinas donadas. ¡°La compr¨® hace m¨¢s de cien a?os ya de segunda mano, y funciona perfectamente. Ella nunca cosi¨®, pero antiguamente era frecuente tener en casa una m¨¢quina de coser¡±, explican una de las hermanas. De las dos, la modista profesional ha sido Carmen. ¡°Me dediqu¨¦ a la alta costura, dirig¨ª mi propio taller y trabaj¨¦ muchos a?os con el difunto dise?ador Manuel Pi?a¡±.
Parece que hay soniquetes nuevos en el mapa ac¨²stico de Matola y Boane, localidades cercanas a Maputo, y en T3, un barrio de la capital. Es el traqueteo de esos pedales met¨¢licos que suenan a esperanza. Agujas que se clavan y no duelen. Puntadas para hilvanar un futuro mejor.
Amnist¨ªa Internacional calcula en 30.000 el n¨²mero de albinos en Mozambique. Una de cada 1.400 personas padece esta alteraci¨®n que les afecta a la visi¨®n y la epidermis. El c¨¢ncer de piel reduce su esperanza de vida a menos de 40 a?os. Su existencia transcurre entre la discriminaci¨®n de creerles esp¨ªritus malditos cuando est¨¢n vivos, y traficar con sus restos como talismanes, una vez muertos. Seg¨²n Naciones Unidas, por un juego completo de huesos de albino, se pueden pagar hasta 60.000 euros.
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