Por mucho que te pidan perd¨®n, solo valdr¨¢ si cumple estas condiciones
Fil¨®sofos y psic¨®logos identifican las ocasiones en las que pedir disculpas es un significante vac¨ªo de significado: un teatrillo
Hace m¨¢s de 20 a?os, un anuncio de telefon¨ªa m¨®vil escenificaba los cambios que supon¨ªa esta (entonces) nueva forma de comunicaci¨®n. Una de las frases que empleaba era: "Nunca ha sido tan f¨¢cil pedir perd¨®n". Mientras tanto, en la pantalla se mostraba a una persona escribiendo "lo siento" en un m¨®vil de primera generaci¨®n. El mensaje de fondo quedaba claro: la comunicaci¨®n pasaba a ser en ese momento sencilla, inmediata y sin la necesidad de la atenci¨®n sincronizada del receptor. Telegramas instant¨¢neos, pod¨ªamos haber dicho en el lustro terminal del siglo XX.
Hoy, mientras nos preparamos para arrancar la tercera d¨¦cada del siglo XXI, esa fantas¨ªa publicitaria es una realidad. Haz la prueba: busca "perd¨®n" en Twitter y ver¨¢s en un instante no cientos, sino miles, de tuits que incluyen esa palabra. Con una particularidad: rara vez el mensaje es para pedir genuinamente perd¨®n, sino para exigir a otro que lo pida.
La sociedad de la opini¨®n que est¨¢n construyendo las redes sociales es comparable a que todos nos pase¨¢ramos con un meg¨¢fono emitiendo juicios. La primera consecuencia ser¨ªa un ruido ensordecedor que dificultar¨ªa la conversaci¨®n; la segunda, que de las muchas opiniones emitidas m¨¢s de una generar¨ªa discrepancia, y de la discrepancia se pasar¨ªa a la ofensa ¡ªla sociedad de la opini¨®n tiende a ser una sociedad ofendida¡ª, y de la ofensa, a la demanda de una disculpa que, con frecuencia, se obtiene en base a la presi¨®n de grupo. ?Sigue existiendo el perd¨®n genuino? Y, en ¨²ltima instancia, ?qu¨¦ es el perd¨®n genuino?
El que pide perd¨®n y el perdonado deben compartir unos valores; nunca es un acto unilateral
"Perdonar es ante todo una promesa de olvido a cambio de una promesa de no reincidencia", explica el catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid Jos¨¦ Luis Villaca?as. En ese sentido, el acto de pedir perd¨®n nunca es unilateral, sino una especie de contrato que necesita de un espacio en com¨²n. Para que se pueda dar un perd¨®n genuino, los implicados deben compartir "consensos muy establecidos y valores que son superiores a los dos y en beneficio de los cuales se restablece el acuerdo", prosigue Villaca?as y a?ade otra condici¨®n: "Debe darse en situaciones en que la vinculaci¨®n entre los implicados sea ¨ªntima, ya que es un mecanismo social que solo funciona en un tejido muy denso de relaciones".
Esta mec¨¢nica choca con las exigencias de perd¨®n que lanzamos como sociedad hacia pol¨ªticos o individuos m¨¢s o menos conocidos que se ven insertos en una pol¨¦mica en las redes sociales. No hay que tener mucha memoria para traer a la mente a cargos p¨²blicos pidiendo disculpas o a colectivos presionando para que un c¨®mico pida perd¨®n por un sketch. Sin embargo, explica Villaca?as, la din¨¢mica del perd¨®n no funciona en estas circunstancias: "En los medios de comunicaci¨®n de masas no hay certeza de que las dos partes compartan valores superiores por los que se concede y se reclama perd¨®n, como tampoco hay certeza de que esa ofensa comporte sufrimiento. El perd¨®n no tiene ninguna posibilidad de ser funcional en relaciones de masas".
Ambas partes se deben considerar iguales: un pol¨ªtico no puede pedir perd¨®n sin dimitir
En lo que respecta a la pol¨ªtica, el "contrato" que mencionaba el catedr¨¢tico de Filosof¨ªa tampoco tiene posibilidad de regir. La raz¨®n es sencilla: si la condici¨®n para que un perd¨®n sea eficaz es que ambas partes se consideren iguales, un cargo electo no es un igual (tiene una posici¨®n de superioridad sobre los ciudadanos). En ese caso, la ¨²nica soluci¨®n es "el abandono de la posici¨®n pol¨ªtica del que viola el juego de confianza. No hay ninguna condici¨®n de perd¨®n excepto la dimisi¨®n. No puedes pedir perd¨®n desde la verticalidad". De lo contrario, concluye Villaca?as, "se convierte en un acto est¨¦ril y en un gesto completamente ritualizado".
No puede convertirse en un ritual m¨¢gico sin sentido
No obstante, en cuanto a las peticiones de perd¨®n p¨²blicas, es f¨¢cil tener en la retina el ceremonial del perd¨®n en Jap¨®n. Cada tanto surgen noticias de que alg¨²n empresario nip¨®n ha pedido perd¨®n en p¨²blico. En el pa¨ªs asi¨¢tico hay tres formas de pedir perd¨®n que lanzan mensajes diferentes. El eshaku es una reverencia breve para asumir un error; el keirei a?ade al mensaje anterior la voluntad de no repetirlo ¡ªcon una inclinaci¨®n de unos 30?¡ª; y el saikeirei es una reverencia profunda (45?) que se usa cuando el da?o causado es personal o cuantificable. La duraci¨®n y frecuencia de cada reverencia indican el grado de arrepentimiento de quien, de alguna forma, se humilla.
Pero incluso en una sociedad tan tradicionalista y diferente como la japonea, esa petici¨®n de perd¨®n se ha contaminado y convertido en un acto social para pasar p¨¢gina, dejando la contricci¨®n en segundo plano. Desde hace seis a?os existen empresas que proveen de lo que se podr¨ªa definir como pedidores de perd¨®n profesionales. Por precios asequibles ¡ªdesde 30 euros a m¨¢s de 200¡ª estas compa?¨ªas disponen de personas dispuestas a disculparse en nombre de otros en la forma ceremonial adecuada.
Lo que sucede es que el valor del perd¨®n no es igual en cada sociedad, ni siquiera en cada continente. Villaca?as sostiene la diferencia en la propia Europa, entre las sociedades de ra¨ªz cat¨®lica y las luteranas y calvinistas. Mientras en las primeras el perd¨®n sol¨ªa provenir de una instituci¨®n ¡ªel cl¨¦rigo¡ª y hoy se ha traspasado a la Justicia, en las segundas, las sociedades que han pasado por la Reforma, este lo otorga la comunidad [siempre que, como hemos dicho, se produzca entre iguales, tras una dimisi¨®n de un cargo llegado el caso].
"Cuando el perd¨®n se transfiere de la vida privada a la vida p¨²blica solo puede hacerse como un ritual, que en muchas ocasiones carece de sentido". Estas ceremonias son un conjunto de s¨ªmbolos y, "o bien se cree en su magia, o resulta inadecuado para una sociedad democr¨¢tica que no cree en ninguna magia".
Si no se piensa reparar el da?o y cambiar, solo se hace para sentirse bien
M¨¢s all¨¢ del marco te¨®rico y de su uso colectivo, existe un perd¨®n cotidiano, de t¨² a t¨², que forma parte de nuestro d¨ªa a d¨ªa, en el que tambi¨¦n se dan usos incorrectos: "Es un error esperar que la otra persona nos perdone en el momento en el que nos disculpamos", sostiene Cristina Mart¨ªnez, psic¨®loga colegiada y vicepresidenta de la Secci¨®n de Alternativas a la Resoluci¨®n de Conflictos del Colegio Oficial de Psicolog¨ªa de Catalu?a. Mart¨ªnez diferencia entre responsabilidad y culpa para concluir que "en el momento en el que una persona pide perd¨®n se est¨¢ responsabilizando de algo, as¨ª que no hablar de culpa facilita el restablecimiento de una relaci¨®n da?ada".
Es conveniente sumar los apuntes de Villaca?as y Mart¨ªnez. Si el perd¨®n tiene lugar entre iguales que tienen una conexi¨®n personal es evidente que tienen una relaci¨®n, del tipo que sea: afectiva, familiar o profesional. Y el perd¨®n es la herramienta necesaria no tanto para superar la situaci¨®n de conflicto sino para reparar el marco anterior al conflicto: el de la relaci¨®n que ha sido lastimada. Una relaci¨®n que Mart¨ªnez define como "de confianza" y que no puede recuperarse si el ofensor "sigue comport¨¢ndose igual".
"A veces el perd¨®n es muy banal porque no se es consciente de que se ha causado un da?o emocional". As¨ª, hay una pregunta anterior a cualquier petici¨®n de perd¨®n: "?Estoy dispuesto a reparar el da?o causado?". Si la respuesta a la pregunta anterior es un no, el perd¨®n carece de sentido. "Si me disculpo para sentirme bien se est¨¢ partiendo de una premisa err¨®nea. Las relaciones se basan en el reconocimiento del otro. Si no le escucho y atiendo a lo que demanda no es posible reparar esa relaci¨®n", reflexiona la psic¨®loga.
Es necesario comprender el hecho (la ofensa) de la misma forma, o al menos intentarlo
Precisamente el establecimiento del perd¨®n como un convencionalismo es un efecto, o tal vez defecto, producto de una sociedad muy individualizada. Seg¨²n Mart¨ªnez, aunque en una situaci¨®n de ofensa entre dos personas ¡ªun ofensor y un ofendido¡ª, la lectura tiende a ser diferente precisamente porque estamos realzados como individuos: "Interpretamos un mismo hecho de manera diferente en base a las experiencias previas que hemos tenido. Y eso nos lleva al conflicto y a veces a la p¨¦rdida de confianza". Y de esta manera, el protocolo del perd¨®n se rompe.
"En ocasiones alguien pide perd¨®n pero la otra persona interpreta que son solo palabras y que quien se disculpa quiere algo a cambio. Si no hay honestidad en el acto y no se asume una responsabilidad, resulta insuficiente para restablecer la confianza; y eso causa heridas emocionales, porque no hay un consenso sobre cu¨¢les son los valores comunes", apunta la experta. Dicho de otro modo: si dos personas no interpretan de igual modo un mismo hecho es m¨¢s dif¨ªcil que se pongan de acuerdo sobre las causas y consecuencias del mismo.
La empat¨ªa es fundamental para llegar a la comprensi¨®n
Las condiciones inexcusables para llevar a cabo el arte del perd¨®n son: igualdad entre ofensor y ofendido, intimidad entre ambos, valores comunes y superiores a la relaci¨®n que mantienen, sinceridad en la disculpa y voluntad de reparaci¨®n. Si pudieran resumirse en uno ser¨ªa empat¨ªa, que es lo fundamental para comprender al otro. Fuera de estas condiciones, pedir perd¨®n se convierte en un protocolo in¨²til, en un significante vac¨ªo de significado. En definitiva, en un teatrillo que escenifica el perd¨®n como un fin en s¨ª mismo y no como una herramienta para la relaci¨®n entre personas.
El perd¨®n verdadero sirve para poder centrarnos en las emociones positivas
Bajando un escal¨®n m¨¢s en el an¨¢lisis del acto del perd¨®n llegamos a lo concreto y cotidiano: a los conflictos familiares, a las rupturas, a los divorcios¡ En definitiva, a los momentos en los que ha habido una ofensa que necesita de ser perdonada. Marisol Ramoneda, psic¨®loga colegiada y mediadora, recuerda que este tipo de conflictos "son acontecimientos traum¨¢ticos" en los que el perd¨®n juega un papel importante en el futuro individual de los implicados.
Por ejemplo, en el caso de divorcio: "Es muy importante para pasar a otra etapa, porque es lo que permite romper la atadura del conflicto que te une a esa persona". Cuando en una relaci¨®n una emoci¨®n positiva es reemplazada por una emoci¨®n negativa no implica que la relaci¨®n haya desaparecido, sino que persiste en un marco emocional negativo. "Perdonar permite zanjar el tema y centrarte en las emociones positivas, en el fluir como persona y en conectar de nuevo con uno mismo", explica Ramoneda.
La importancia de lo que apunta la experta est¨¢ en que, en ocasiones, la causa detonante del conflicto no es la esencia profunda del mismo. Y pone como ejemplo los problemas familiares que pueden aparecer ante el reparto de una herencia, que "saca a la superficie conflictos escondidos" a trav¨¦s de un trauma, como es la muerte de un familiar. "Cuando se crea el clima adecuado para poder sacar a la luz ese conflicto y resolverlo a trav¨¦s del perd¨®n se puede conseguir mucho m¨¢s de lo que se consigue por otros medios. Porque la relaci¨®n renace de una manera nueva, y al fin puedes comprender al otro".
Como condici¨®n final, el catedr¨¢tico Jos¨¦ Luis Villaca?as concluye que el perd¨®n "tiene que ser excepcional, porque implica el rigor moral de no tolerar una ofensa indefinidamente". Todo lo que no sea eso, se convierte en una excusa para obtener una licencia para seguir ofendiendo. Porque siempre se podr¨¢ recurrir a un perd¨®n imperfecto y continuista, y eso solo conduce a un lugar: a lo imperdonable.
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