El arte cura las heridas del Kurdist¨¢n sirio tras siete a?os de guerra
Un proyecto recolecta instrumentos musicales en Espa?a para llevarlos a las zonas devastadas
Un ni?o pastorea chivas bajo el sol ardiente frente a un puesto vig¨ªa, en un campo seco, austero, taca?o, a pocos kil¨®metros de la frontera iraqu¨ª-siria. La sensaci¨®n de indefensi¨®n crece proporcional a la distancia de Erbil, la ciudad que funciona como capital comercial de la regi¨®n y que representa un oasis ante tanta devastaci¨®n. La ruta 2 ¡ªla ¨²nica arteria directa que vincula con Mosul¡ª es angosta, parchada a discreci¨®n y est¨¢ flanqueada por una extensa trinchera. Gani se?ala hondonadas a la vera del camino y dice que sirvieron como escondites para las tropas, pero que tambi¨¦n eran puntos de avanzada en la guerra que se libr¨® pueblo a pueblo contra el Estado Isl¨¢mico. Gani es un m¨²sico kurdo que vive en Barcelona exiliado desde 1993; ¨¦l organiz¨® junto a la ONG M¨²sicos Sin Fronteras, con la colaboraci¨®n de ciudadanos de Euskadi una colecta de instrumentos musicales con el prop¨®sito de traerlos a las zonas devastadas por la guerra en Rojava, el Kurdist¨¢n sirio.
Gani est¨¢ convencido de que el arte no solo ayudar¨¢ a disminuir la ansiedad y la frustraci¨®n de personas refugiadas, sino que ser¨¢ parte fundamental de la reconstrucci¨®n cultural y emocional de todos ellos. Viene a buscar, tambi¨¦n, a los artistas de la resiliencia. El primer paso es reencontrarse con un viejo amigo que pasa sus d¨ªas en el campamento de refugiados de Gawelan.
Tras cruzar el r¨ªo Zab, la ruta se bifurca. Sesenta kil¨®metros a siniestra: Mosul. A la derecha, cortejado por puestos improvisados de sand¨ªas precoces, el camino que lleva al campamento que alberga a 13.000 personas. "En esta zona se libr¨® una de las batallas m¨¢s cruentas en la historia de la humanidad", dice Gani, "entre los persas de Dar¨ªo y los macedonios de Alejandro Magno".
Las cifras oficiales hablan de casi 12,5 millones de personas que huyeron de la guerra, la mayor¨ªa con destino incierto y a campamentos como el de Gawelan, que se transformaron a ritmo acelerado en ciudades precarias y fr¨¢giles. M¨¢s de ocho millones de personas desplazadas en el interior del pa¨ªs; m¨¢s de 500.000 muertos; cuatro de cada cinco que viven en situaci¨®n de pobreza; seis millones de ni?as y ni?os que necesitan asistencia humanitaria; casi dos millones que no asisten a la escuela; y tres millones de personas viven en zonas sitiadas y de dif¨ªcil acceso. Pero los n¨²meros no explican el dolor ni logran poner en relieve el sufrimiento.
Nos ilusiona la idea de que salgan escritores desde Kobane; sabemos cu¨¢nto bien pueden hacer en la sociedad
Desde la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) advierten de que las vulnerabilidades est¨¢n aumentando y "apenas se est¨¢ manteniendo el nivel de asistencia". El vac¨ªo de financiamiento amenaza a¨²n m¨¢s a los ya amenazados por tantas dificultades.
Pero no todos huyen a causa del terror directo: las variadas formas que cobra la violencia tambi¨¦n pueden aparecer desde lo econ¨®mico, con la escasez de alimentos y medicamentos, y bajo el peso de la desigualdad en su expresi¨®n m¨¢s grotesca. Por otro lado, la mayor¨ªa de personas ni siquiera tienen posibilidad de salir de Siria. Se mueven tanto como pueden para escapar apenas del conflicto.
Antes de continuar viaje hacia la frontera, Gani resume impresiones: "Un campo de refugiados es ¡ªdebe ser¡ª temporal; no es ¡ªjam¨¢s ser¨¢¡ª el hogar".
Las aspiraciones de los pueblos kurdos por la autodeterminaci¨®n resulta una utop¨ªa peligrosa para varios gobiernos ¡ªespecialmente el turco, iraqu¨ª y el sirio¡ª desde que las potencias mundiales decidieron dividirse el territorio e imponer l¨ªneas fronterizas a su antojo despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Las familias con alg¨²n miembro desaparecido se contabilizan por miles; en los ¨²ltimos a?os, luchando contra Estado Isl¨¢mico; en su momento, dentro de las maquinarias de los reg¨ªmenes.
En la frontera, la l¨®gica burocr¨¢tica sigue los canales habituales: es il¨®gica, irracional e incomprensible. Ya del otro lado, Gani se muestra animado. Sus palabras podr¨ªan ser el reflejo de cualquier exiliado: "Es una emoci¨®n enorme; me siento diferente aqu¨ª, me hace muy bien volver a mi tierra".
La m¨²sica afecta especialmente a las personas sensibles y a quienes sufren. A veces es mejor que un tratamiento m¨¦dico
Un a?o atr¨¢s no hubiera sido posible recorrer este mismo tramo sin ser prisioneros del Estado Isl¨¢mico. Pero a finales de 2017 liberaron la ciudad de Raqa (uno de los ¨²ltimos bastiones en la zona) y la presi¨®n cedi¨®. Ahora la ruta angosta que une Qamishlo con Kobane volvi¨® a ser transitada en ambos sentidos, y los camiones de crudo rozan los espejos retrovisores.
Se suceden checkpoints en manos de las fuerzas kurdas. Se distinguen f¨¢cilmente de cualquier otro ej¨¦rcito en Oriente Medio por la incorporaci¨®n de mujeres en sus filas, y por la indumentaria mixta de combate, que incluye un pa?uelo negro o verde, floreado, bell¨ªsimo.
En las casitas de adobe y en todos los controles hay baluartes Asayis, la fuerza kurda en Siria. Los soldados tienen peque?as banderas cosidas en el uniforme con el nombre de su milicia que se anuncia en tres idiomas y colores: negro para el ¨¢rabe, rojo para el kurdo y azul para el asirio. Aqu¨ª mismo flameaban los s¨ªmbolos del yihadismo radical.
Parwin: la guardiana de las palabras
"Esta es una de las pocas construcciones que qued¨® de pie", dice Parwin, profesora en literatura y trabajadora del Centro Cultural de Kobane. A?os atr¨¢s, el mismo edificio estuvo ocupado por el r¨¦gimen baazista, pero ten¨ªa poca actividad o permanec¨ªa vac¨ªo. Artistas kurdos lo recuperaron despu¨¦s de que la milicia lograra expulsar al Estado Isl¨¢mico, y hoy es un hormiguero de grandes y chicos que pasan por las aulas para aprender pintura, teatro, danza, instrumentos musicales tradicionales y cl¨¢sicos; hay un estudio de grabaci¨®n que funciona muy bien, armado con viejas consolas de sonido donadas; mientras que en otra planta brindan clases de comunicaci¨®n. "Hay un espacio para que la memoria y la palabra de nuestro pueblo no se pierda", dice Parwin hablando de la biblioteca.
"El 90% de la ciudad qued¨® en ruinas y quemaron todo lo que les pareci¨® haram (pecado) ¡ªrecuerda Parwin¡ª. Los yihadistas encend¨ªan fogatas enormes con instrumentos y libros porque dec¨ªan que eran fuentes del mal".
La biblioteca est¨¢ en la planta baja del Centro Cultural, a mano de cualquier interesado. En los estantes reclaman atenci¨®n lomos con t¨ªtulos en diferentes colores e idiomas. "Tras la liberaci¨®n, nos juntamos con amigos y comenzamos a rescatar libros. Al principio logramos conseguir unas 600 obras en kurdo. Fue una tarea dif¨ªcil porque la expresi¨®n de nuestro pueblo siempre fue censurada. Antes, el aprendizaje solo era en ¨¢rabe. El Baaz ¡ªpartido pol¨ªtico sirio al poder¡ª requisaba y prohib¨ªa cualquier manifestaci¨®n de la cultura kurda. Imag¨ªnese el trabajo que signific¨® restaurar, reunir y buscar para comprar m¨¢s de 12.000 ejemplares".
Desactivado el califato, se encienden decenas de nuevos conflictos que suenan con m¨¢s intensidad y titilan en rojo. Ante las ni?as y los ni?os se abren senderos cada vez m¨¢s definidos: la senda amplia del rencor, la venganza siempre inconclusa y el yihadismo; o el camino estrecho de la recuperaci¨®n que intentan abrir con el arte personas como Parwin, a trav¨¦s de los despojos y los restos lacerantes de la guerra. Impulsan la reconciliaci¨®n y la recuperaci¨®n emocional a pesar de tener recuerdos vivos del dolor, algunas en su aspecto m¨¢s provocador: a pocas cuadras del centro, en su versi¨®n de hormig¨®n, el muro que levant¨® el presidente turco.
De los 911 kil¨®metros de frontera con Siria, el muro ya cubre m¨¢s de dos tercios: aproximadamente 760 kil¨®metros de placas de cemento de tres metros de altura con alambres de p¨²as, una red de torres de vigilancia con artiller¨ªa, trincheras y/o terraplenes que lo rodean. Erdogan paga, adem¨¢s, soldados extra entrenados para reacci¨®n r¨¢pida. En 2015 el argumento para levantar el muro fue "frenar la inmigraci¨®n y el contrabando"; ahora, para la administraci¨®n en Ankara se trata de una cuesti¨®n de "seguridad nacional".
Con m¨²sica los ni?os podr¨¢n olvidar el sonido de explosiones y ataques; les dar¨¢ m¨¢s independencia y estabilidad
En Kobane, sin embargo, la poblaci¨®n se esfuerza por acomodarse a entornos fr¨¢giles: recientemente abri¨® un local de telas que tambi¨¦n vende pa?uelos de uso t¨ªpico en la milicia y camisetas de f¨²tbol europeo; una tienda modesta de celulares liberados, nuevos y usados; incluso un falso Starbucks.
Parwin, docente perseverante, cuida y mejora con empe?o la ¨²nica biblioteca de toda la zona, como una guardiana de las palabras. "Estamos promocionando la lectura en escuelas y centros educativos. Notamos mucho inter¨¦s por aprender. Nos ilusiona la idea de que salgan escritores desde Kobane; sabemos cu¨¢nto bien pueden hacer en la sociedad. Tener m¨¢s libros y apoyo nos permitir¨ªa incentivar, por ejemplo, que se escriba m¨¢s poes¨ªa en nuestro idioma".
Parwin organiz¨® y catalog¨® todas las obras de la biblioteca sola, por momentos a oscuras: Kobane, como otras ciudades liberadas del norte sirio, tiene escasas horas de suministro el¨¦ctrico por d¨ªa. A consecuencia del esfuerzo debi¨® operarse de la vista, pero se la ve radiante: "M¨¢s all¨¢ de las dificultades, seguimos luchando y cuidando nuestra cultura. Estamos recuperando nuestra voz. Y nuestras palabras ahora tienen lugar".
El retorno de los bohemios
Una definici¨®n incompleta y apurada describe a los bohemios como tipos desordenados, con vocaci¨®n de artista, despreocupados. Gani y Rashid, sin embargo, representan la ant¨ªtesis: son la versi¨®n de la bohemia intelectual, sensible; m¨²sicos comprometidos que buscan la belleza y la libertad a trav¨¦s del arte.
Ambos sufrieron censura y persecuci¨®n por parte del r¨¦gimen sirio. Rashid, incluso, recibi¨® amenazas previo a que los yihadistas establecieran el califato en la regi¨®n; pero hablan de las mezquitas y sus fieles sin ning¨²n rencor. "Empec¨¦ a vincularme con la m¨²sica all¨¢ por el 72", comenta Rashid. "Desde los alminares llamaban a rezar con melod¨ªas. Uno pod¨ªa ir, medir su voz y elegir un instrumento. El la¨²d es antiguo, se hizo conocido en los tiempos de Ziryab [poeta y m¨²sico, fundador del primer conservatorio del mundo isl¨¢mico]. Las melod¨ªas nacen con su ayuda. La mayor¨ªa de nuestros cantantes tradicionales vienen de escuelas religiosas".
Gani Mirzo creci¨® con sonidos de buzuqs y tambures: "Tambi¨¦n recuerdo melod¨ªas de un peque?o piano juguete que sonaba en mi infancia. Mi padre me llevaba con ¨¦l a escuchar cantantes famosos. A veces dorm¨ªa en sus brazos mientras escuchaba a cantantes kurdos. Eran noches de m¨²sica buena y mucho humo de tabaco. Aquellos cantos y la cultura de nuestro pueblo, de m¨²sicos como Nazir Mohammed, fueron de gran influencia en mi vida. En aquel entonces no ten¨ªa instrumentos y sufr¨ªa por eso. Hasta los 15 a?os, cuando me regalaron un la¨²d: fue el regalo que m¨¢s felicidad me dio en mi vida".
"Pocos d¨ªas antes de que entrara el Estado Isl¨¢mico, supimos que deb¨ªamos huir. Las explosiones eran cada vez m¨¢s cercanas. Fue el 15 de septiembre de 2014 ¡ªdice Rashid fumando tabaco negro¡ª. Llegamos a la frontera con Turqu¨ªa. Todo el mundo estaba all¨ª; la gente escap¨® con lo que pudo. Lo ¨²nico que llevamos nosotros fue una maleta con ropa, pero luego nos la robaron. Yo sal¨ª sin la¨²d porque solo quer¨ªamos huir y vivir. Una vez del otro lado, mir¨¦ hacia Kobane y dije: 'No temo si pierdo mis hojas en oto?o, porque todos los ¨¢rboles pierden sus hojas en oto?o; temo no florecer en primavera".
Rashid viste jogging, camiseta gris, y con su compa?era limpia el piso a baldazos. Como ya es habitual, no hay electricidad en Kobane, pero ellos bromean y saludan entre ocurrencias. Despu¨¦s de acomodarse los lentes, se sienta divertido: "?Sabes lo que me pas¨® el otro d¨ªa, Gani? Le pregunt¨¦ a mi compa?era si hab¨ªa visto mis gafas. Y me respondi¨®: 'Las tienes puestas'. Yo le digo: 'Pero no, querida, las otras: las que son para leer'. Y me dice: 'Tambi¨¦n, Rashid. Esas tambi¨¦n". Se r¨ªen.
Para los artistas, el humor hace tan bien al ¨¢nimo como la m¨²sica, que cura las heridas emocionales. "La m¨²sica afecta especialmente en las personas sensibles, y a quienes sufren. A veces es mejor que un tratamiento m¨¦dico, ¡ªcomenta Rashid¡ª. Nuestro pueblo en general es muy sensible. La m¨²sica es muy importante en su vida".
Rashid dice que el la¨²d no es como otros instrumentos: "Se han hecho estudios; cada mil¨ªmetro de su m¨¢stil es una melod¨ªa en la escala musical. Cuando uno toca el la¨²d, lo sujeta muy cerca de tu coraz¨®n. Sientes que lo tocas con tu coraz¨®n".
Los artistas coinciden en el deseo de que los m¨²sicos kurdos puedan aprender, estudiar y ampliar la cultura. Rashid dice que existe m¨²sica sobre la guerra, que tuvo un papel importante en su momento, pero que tiene que estar aislada de la pol¨ªtica. Gani coincide y agrega: "La m¨²sica es trascendental para el pueblo kurdo. A lo largo del tiempo, escritores, compositores y cantantes ayudaron para que no se pierda la memoria: siempre hubo falta de libros, pero gracias a cantos tradicionales se transmiti¨® la herencia cultural, un patrimonio que no debe olvidarse. Por d¨¦cadas existi¨® una pol¨ªtica arabizada, en contra de todo lo kurdo. Lo que estaba en kurdo se prohib¨ªa: libros, canciones, poes¨ªa, conferencias, presentaciones¡ cualquier cosa relacionada con el Kurdist¨¢n se proscrib¨ªa. Siria era una gran c¨¢rcel para m¨ª, no pod¨ªa avanzar ni crear lugar para el arte. Soy uno de muchos artistas y m¨²sicos que huyeron del pa¨ªs para encontrar una ventana de libertad y democracia". Gani sostiene el la¨²d, mira con anhelo hacia un futuro incierto y dice en tono nost¨¢lgico: "Espero que un d¨ªa puedan volver".
Renc-bar es una zona arrasada por la artiller¨ªa. A pocas cuadras se alza la muralla que mand¨® construir Erdogan. Los ni?os se acercan, miran curiosos a los m¨²sicos. Rashid habla con pausa y ternura. Dice que los que se beneficiaron con esta guerra disfrutan el ruido de las bombas y las balas; pero no los corazones buenos. Mira a los ni?os y repite: "Con m¨²sica podr¨¢n olvidar el sonido de explosiones y ataques; la m¨²sica les dar¨¢ m¨¢s independencia y estabilidad".
Al laudista le hubiese gustado much¨ªsimo tener un instituto de m¨²sica. "La m¨²sica es todo para m¨ª. La m¨²sica nace, no se fabrica. Y Kobane para m¨ª es m¨²sica. En algunos sitios, me ense?a melod¨ªas nuevas, como aqu¨ª. Mi m¨²sica es Kobane".
"Tenemos que apoyar a los artistas, ¡ªinterviene Gani¡ª. Esto har¨¢ que nuestra cultura avance. Ahora nos toca trabajar para que, desde las ra¨ªces tradicionales, nazca una cultura nueva en las cuatro partes del Kurdist¨¢n. Estamos ante una situaci¨®n dif¨ªcil, tras una guerra que ha dejado heridas a¨²n abiertas. Necesitamos tratar las lesiones emocionales de la ni?ez. Llamo a todos los artistas, intelectuales, a todos los kurdos para ayudar a los ni?os. Todos podemos hacer que la oscuridad que dej¨® el Estado Isl¨¢mico se aleje de nosotros y de nuestra tierra definitivamente. Tenemos que hacer que la sonrisa, la felicidad y los colores vuelvan a brillar".
Gani ejemplifica: habla del blues, del flamenco, de las manifestaciones culturales de diferentes pueblos del mundo sometidos al dolor y la violencia. Y dice convencido que, con el arte, los kurdos pueden curar. Habla con esperanza sobre los ni?os: "Sus dedos sobre los instrumentos se convertir¨¢n en b¨¢lsamo para curar las heridas".
De los la¨²des de Rashid y Gani brotan melod¨ªas que exorcizan la pena. Dos familias observan con cautela desde el umbral de una casa derruida. Los peque?os, m¨¢s osados, se acercan atra¨ªdos por la m¨²sica. Junto a los artistas, plantas aut¨®ctonas comienzan a florecer entre los escombros.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Guerra contra ISIS
- Kurdist¨¢n
- Guerra Siria
- Siria
- Primavera ¨¢rabe
- Guerra civil
- Estado Isl¨¢mico
- Conflicto Sun¨ªes y Chi¨ªes
- Terrorismo islamista
- Protestas sociales
- Revoluciones
- Oriente pr¨®ximo
- Malestar social
- Islam
- Yihadismo
- Conflictos pol¨ªticos
- Asia
- Grupos terroristas
- Guerra
- Terrorismo
- Religi¨®n
- Cultura
- Conflictos armados
- Problemas sociales
- Sociedad
- Planeta Futuro