Tres quarks para un bautizo
El f¨ªsico norteamericano Murray Gell-Mann, inspirado por la lectura de Joyce, dio nombre de pila a las part¨ªculas constituyentes de la materia visible
Con la novela Finnegans Wake, el escritor dublin¨¦s James Joyce acabar¨ªa conjugando la referencia literaria con un modelo cient¨ªfico de la materia. De esta manera, una novela tan herm¨¦tica como sugerente pas¨® a ser instrumento de ayuda cient¨ªfica. El f¨ªsico Murray Gell-Mann se servir¨¢ de ella para bautizar las part¨ªculas constituyentes de la materia visible con el nombre de quarks.
La novela de James Joyce est¨¢ plagada de dificultades y su lectura se hace inc¨®moda, todo hay que decirlo. En el Finnegans se manejan los temas de la redenci¨®n y de la culpa llevados hasta el l¨ªmite, alcanzando los ¨²ltimos fuegos de la vanguardia literaria. Joyce lo consigue generando un lenguaje secreto que, como tal, tiene su correspondencia en un c¨®digo interno cargado de s¨ªmbolos, onomatopeyas y viejas palabras de nuevos significados.
Con esto, Joyce nos da a entender que los significados elementales de las palabras, al final, no son tan elementales como en un principio aparentan, sino que traen otros significados que hasta entonces hab¨ªan permanecido ocultos. Con la lectura del Finnegans se hacen visibles. Porque la ¨²ltima novela de Joyce es lo m¨¢s parecido a mostrar el rev¨¦s de un tapiz tejido con part¨ªculas sugerentes; un tapiz no apto para todas las miradas.
Hay quien dice que el Finnegans es la continuidad del Ulises pero por la noche. Es posible, pues, los del gremio de cr¨ªticos, incluyendo Harold Bloom, han estado de acuerdo en que Finnegans Wake comienza donde Ulises acaba. Todo indica que Joyce escribi¨® ambas novelas para mantener ocupadas a generaciones de estudiosos de su obra. No hay d¨ªa en el que no se descubra un significado nuevo.
Como ejemplo, sirva uno de los trabajos m¨¢s completos que lleva por t¨ªtulo A Skeleton Key to Finnegans Wake y donde el mit¨®grafo Joseph Campbell nos se?ala que hay un n¨²mero que se repite continuamente en la novela. Se trata del 1132. Buscando el sentido de esta cifra, Campbell recuerda que en el Ulises aparece la ley de la ca¨ªda de los cuerpos representada en n¨²mero: 32 pies por segundo, como una obsesi¨®n del personaje Leopold Bloom.
De esta manera, los n¨²meros llevan a Campbell a asociar ¡°ca¨ªda¡± con ¡°pecado¡±. Siguiendo este hilo, Campbell llegar¨ªa al cap¨ªtulo 11, vers¨ªculo 32 de la Biblia en el que se habla de la misericordia de Dios con los desobedientes. Pero como la coherencia s¨®lo se consigue tratando las contradicciones, dejemos a Campbell y a la Biblia y volvamos a la f¨ªsica y, en particular, al neologismo para el nuevo modelo cient¨ªfico de la materia ideado por el f¨ªsico norteamericano Murray Gell-Mann y por el cual fue reconocido con el Nobel en el a?o 1969.
Lo que hizo Gell-Mann fue identificar la estructura ¨ªntima de la materia con la estructura subyacente del lenguaje en la novela de Joyce y, todo esto, lo fue ideando Gell-Mann a partir de un esquema de clasificaci¨®n que segu¨ªa el modelo utilizado en la tabla peri¨®dica a la hora de clasificar los elementos qu¨ªmicos. Para entendernos, Murray Gell-Mann registr¨® los hadrones (part¨ªculas subat¨®micas) en dos grupos. Pero como los elementos que formaban los hadrones necesitaban un nombre de pila para completarse, Gell-Mann los bautiz¨® con uno tan sonoro como significativo y que fue encontrado en una frase sin sentido del Finnegans: ¡°Three quarks for Muster Mark!¡± (?Tres quarks para Muster Mark!).
Con dicha frase, el f¨ªsico norteamericano no s¨®lo bautiz¨® las tres part¨ªculas que buscaban nombre, sino que tambi¨¦n rompi¨® el molde a la hora de bautizar los descubrimientos cient¨ªficos con palabras carentes de ra¨ªz griega. En este caso, la palabra quark tiene ra¨ªz animal, de gaviota, para ser exactos. Viene a ser la onomatopeya que se identifica con el grito de estas aves. Quark. Quark. Algo parecido aclar¨® Murray Gell-Mann cuando algunas personas identificaron el t¨¦rmino quark con la cuajada alemana.
En fin, que la lectura de Joyce y la posterior aplicaci¨®n a su descubrimiento para denominar los quarks, no s¨®lo demuestra la afici¨®n del f¨ªsico Murray Gell-Mann a la literatura. Tambi¨¦n demuestra que, en realidad, los ¨¢tomos son textos escritos en un idioma que s¨®lo los grandes iniciados saben leer.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.