Reformas para empeorar

El contagio que las ideas de Vox est¨¢n teniendo en otros partidos de la derecha ha producido escasa alarma social en algunos de los poderes f¨¢cticos que hace poco expresaban su preocupaci¨®n por el nacimiento del movimiento de los indignados y el crecimiento de un partido como Podemos. En el mejor de los casos se han manifestado mediante el silencio. En otros ambientes, habitualmente dicharacheros, tampoco se han centrado las cr¨ªticas en el acuerdo entre la derecha y la extrema derecha para investir a un hombre del PP presidente a la Junta de Andaluc¨ªa en el hecho de que muchas de sus medidas son un verdadero dislate neoliberal en materia econ¨®mica, sino tan solo en los peligros que tiene para la lucha contra la violencia machista (que hay que compartir).

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Por ejemplo, la quinta medida dice: ¡°Impulsar una reforma fiscal que contemple la bonificaci¨®n al 99% del impuesto de sucesiones y donaciones; la bajada del tramo auton¨®mico del impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas (?IRPF) y del tramo auton¨®mico del impuesto sobre el patrimonio, equipar¨¢ndolos a los tipos de la escala nacional, y revertir la subida del impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jur¨ªdicos documentados¡±. Abordar una reforma fiscal en estos t¨¦rminos ampulosos implica olvidar cu¨¢les son los verdaderos problemas impositivos: la insuficiencia del sistema para atender las necesidades p¨²blicas de los ciudadanos, su regresividad (un ?sistema tributario resulta progresivo cuando, siendo iguales las dem¨¢s circunstancias, las personas con rentas m¨¢s elevadas contribuyen en mayor proporci¨®n que las personas con menos rentas) y la ausencia de nuevas realidades (por ejemplo, el cambio clim¨¢tico y los grav¨¢menes ambientales). Una propuesta como la que viene en el acuerdo Vox-PP desprestigia la idea de reforma fiscal.

Adem¨¢s, conviene recordar que no existen las reformas paretianas, aquellas que benefician a todo el mundo, que en todas ellas hay ganadores y perdedores. Si se eliminan o se pal¨ªan los impuestos a unas capas sociales, los tendr¨¢n que pagar otras, so pena de reducir las partidas que se pagan, por ejemplo, del Estado de bienestar.

La propuesta que hacen Vox y el PP incide en una corriente que desde los a?os ochenta del siglo pasado ha reducido la capacidad fiscal y redistributiva del Estado: primero se bajan los tipos del impuesto sobre la renta y dem¨¢s impuestos directos; despu¨¦s se desplaza la carga tributaria desde los impuestos del capital hacia los impuestos del trabajo; por ¨²ltimo, se reduce o incluso se elimina la imposici¨®n patrimonial y el impuesto de sucesiones. Como las necesidades p¨²blicas siguen existiendo, se sustituye parte de los impuestos (que se pagan seg¨²n la capacidad de cada uno, y no se devuelven) por deuda p¨²blica (que pagan todos los ciudadanos y hay que devolver, con intereses, a quien presta el dinero: el sistema financiero).

Los impuestos son un buen indicador del estado de la democracia. La calidad de la misma aumenta en la medida en que los ciudadanos sean m¨¢s iguales. La presencia de un sistema tributario progresivo que ayude a reducir las desigualdades de renta y de riqueza puede verse como un instrumento que contribuye a mejorar la calidad democr¨¢tica, y tambi¨¦n como reflejo de la misma.

Si a propuestas como la de Vox y el PP se les denomina ¡°reforma fiscal¡±, se banaliza el propio concepto de reforma (como se le banaliza confundi¨¦ndolas con recortes), algunas de las cuales (la fiscal, la del mercado de trabajo, la de las pensiones, la energ¨¦tica) son esenciales para el futuro inmediato de nuestro pa¨ªs.