Sue?os dibujados
Una misiva anterior propici¨® la amistad con el maestro Oscar Grillo. Ahora, el escritor recuerda la bonita forja de aquella amistad en la distancia
YA S? QUE algunos no me creen cuando digo que todo surgi¨® de un sue?o que se me repiti¨® durante varias noches, uno en el que la historia de una novela que yo perge?aba por aquellos d¨ªas empez¨® a aparecer dibujada por vos. Pero as¨ª era la cosa, no hab¨ªa nada qu¨¦ hacer: mi imaginaci¨®n hab¨ªa sido tomada por tus formas y por tus colores, los personajes se retorc¨ªan y se deformaban con tus trazos. Tembl¨¦ de emoci¨®n y de asombro cada una de aquellas ma?anas, hasta que no pude hacer otra cosa que escribirte por Facebook, el ¨²nico contacto que ten¨ªa con vos: ¡°Estimado maestro Oscar Grillo, mi nombre es Guillermo Roz y soy escritor argentino residente en Madrid desde hace algunos a?os. Me animo a escribirle porque hace ya tiempo junto valor para contarle de una novela que tengo en la cabeza y que cada vez que la sue?o me aparece con dibujos suyos¡ Me encantar¨ªa poder hablar en alg¨²n momento con usted, entusiasmarlo con mi entusiasmo, o aunque sea para cont¨¢rselo a los amigos. Con afecto y admiraci¨®n, suyo, Guillermo¡±.
Compensaste mi atrevimiento pidi¨¦ndome el tel¨¦fono y llam¨¢ndome desde Londres, adonde emigraste hace m¨¢s de 40 a?os desde tu Buenos Aires querido. ¡°Qu¨¦ buena idea, querido, te agradezco mucho que hayas pensado en m¨ª, la idea que me cont¨¢s me parece fen¨®mena¡±. Tu humildad me desarm¨®. Aunque admiraba hasta el fanatismo tu obra gr¨¢fica, supon¨ªa que tu Palma de Oro de Cannes en equipo con Paul y Linda McCartney, tus experiencias en Monstruos S.A. de Pixar o tus ilustraciones de grandes del jazz en las p¨¢ginas de The New Yorker pod¨ªan haberte convertido en uno de esos fanfarrones de c¨®mic que representan el estereotipo del porte?o. ¡°Yo soy de Lan¨²s, mi pap¨¢ era boxeador, soy simplemente un laburante de la l¨ªnea¡±. Todo eso me dijiste, mezclando tu discurso con an¨¦cdotas de tu vida y con letras de tango. En un rato nos hicimos amigos de toda la vida, aunque yo fuera un proyecto de escritor de 40 y vos un consagrado de m¨¢s de 70. Finalmente ¡ªtodo est¨¢ escrito en alguna parte¡ª, la amistad nos decidi¨® a hacer realidad el libro aquel que yo so?¨¦ y vos empezaste a dibujar en la realidad.
En tu casa en Londres, que es un museo de ilustraciones dedicadas por los artistas m¨¢s geniales del mundo, mate mediante me explicaste que las alegr¨ªas m¨¢s profundas de la vida suceden por milagro, que dos artistas conectados, aunque nunca se fueran a ver cara a cara, son y ser¨¢n amigos, que el arte merece ser so?ado y que los sue?os merecen ser llamados un arte. Me lo explicaste sin despegar los ojos de tu cuaderno de grandes hojas blancas, en el que bosquej¨¢s esos monigotes entre tiernos y atroces que te salen de las manos, esos mundos poblados de bares con parejas imposibles, de pampas con indios c¨ªclopes, de Alicias en el pa¨ªs de las pesadillas. Y seguiste dibujando, y yo, sonriendo y escuch¨¢ndote.
Qu¨¦ grande el que invent¨® los sue?os. Qu¨¦ grande el que invent¨® la realidad.?
Guillermo Roz es escritor. Su ¨²ltima novela es Las gafas negras de Amparito Conejo (La Huerta Grande).
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