La democracia en peligro
Bajo la formalidad de un modelo pol¨ªtico con elecciones peri¨®dicas, asistimos a la degradaci¨®n paulatina de la democracia, lo que no solo puede limitar nuestra libertad sino perjudicar nuestra convivencia
Tal vez si todos fu¨¦semos m¨¢s conscientes de la fragilidad de la democracia, del enorme sacrificio que ha costado alcanzarla y de la facilidad con la que puede perderse si no la cuidamos, con hechos, no con palabras, encontrar¨ªamos m¨¢s entusiasmo para defenderla frente a los oportunistas y demagogos que se aprovechan de un sistema pol¨ªtico basado en la tolerancia, incluso para quienes lo usan en su beneficio personal, lo adulteran groseramente o tratan de destruirlo.
Por eso resulta tan aleccionadora la lectura de Democracy and Dictatorship in Europe, de Sheri Berman, donde se explica el doloroso y largu¨ªsimo tr¨¢nsito que Europa tuvo que atravesar para superar siglos de absolutismo, autoritarismo y radicalismo hasta llegar a un sistema mayoritario de convivencia pac¨ªfica y democr¨¢tica, con desequilibrios y limitaciones, pero con leyes destinadas a proteger la libertad individual, crear Estados robustos que amparan a los m¨¢s d¨¦biles y favorecer el progreso de la forma m¨¢s igualitaria posible.
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Hasta despu¨¦s de la II Guerra Mundial, hace poco m¨¢s de 70 a?os, la democracia era todav¨ªa una opci¨®n minoritaria en Europa frente al predominio de las soluciones radicales, el nacionalismo, el fascismo y el comunismo. Espa?a, Portugal y Grecia a¨²n tardaron tres d¨¦cadas m¨¢s en sumarse a esa corriente. Los pa¨ªses bajo el control de la Uni¨®n Sovi¨¦tica tuvieron que esperar hasta los ¨²ltimos a?os del siglo XX.
Es edificante, como digo, el trabajo de Berman, pero es al mismo tiempo alarmante comprobar en qu¨¦ brev¨ªsimo periodo de tiempo han vuelto a florecer los s¨ªntomas del horror totalitario que cre¨ªamos haber dejado atr¨¢s. Con qu¨¦ rapidez han resurgido las soluciones extremistas, las que dicen acudir al rescate del ¡°pueblo¡±, de ¡°la gente¡± o de ¡°la naci¨®n¡± frente a las injusticias del capitalismo o el asedio de culturas o tradiciones extranjeras. Incluso los enormes logros de la socialdemocracia europea, con su grandioso esfuerzo por humanizar la econom¨ªa de mercado, son ahora ignorados o minusvalorados por los nuevos socialistas que prefieren competir por las supuestas esencias ideol¨®gicas de la izquierda y que han acabado por perder la raz¨®n b¨¢sica de su existencia.
Resurgen soluciones extremistas que dicen acudir al rescate del ¡°pueblo¡±, de ¡°la gente¡± o de ¡°la naci¨®n¡±
La confluencia en el nuevo siglo de la crisis econ¨®mica y la revoluci¨®n tecnol¨®gica fren¨® el ciclo de prosperidad que siempre estuvo unido al auge de la democracia liberal, e inmediatamente regresaron los viejos demonios, seguramente agazapados en el fondo de la condici¨®n humana: el miedo, el sectarismo, el fanatismo y el nacionalismo. ¡°En la medida en que este orden declin¨® y reaparecieron muchos de los problemas que deb¨ªa resolver ¡ªlos conflictos y divisiones econ¨®micas y sociales, la fabricaci¨®n de enemigos externos y el extremismo¡ª, volvieron a aparecer voces en la izquierda y en la derecha que cuestionan la viabilidad, incluso la deseabilidad, de la democracia liberal¡±, afirma Sheri Berman. Un sistema pol¨ªtico como el de China ya no despierta ninguna clase de resistencia ni en la derecha ni en la izquierda. Buena parte de la derecha no ve con malos ojos los modelos de Hungr¨ªa y Polonia, especialmente su pol¨ªtica frente a la emigraci¨®n. Hasta hace bien poco, cierta izquierda mostraba simpat¨ªas con Venezuela o prefer¨ªa mirar para otro lado. Y el estilo autoritario de Putin tiene adeptos por igual en la derecha, por su nacionalismo y firmeza, y en la izquierda, que no pierde el instinto de mostrar afecto para quienquiera que se oponga a Estados Unidos y a la Europa liberal.
?Es reversible esta tendencia? ?Caminamos hacia el precipicio del totalitarismo o vivimos turbulencias a las que la democracia ser¨¢ capaz de sobreponerse? Quiz¨¢ sea conveniente anotar que la crisis de la democracia liberal no tiene por qu¨¦ desembocar en un sistema plenamente totalitario o antidemocr¨¢tico. Lo que la realidad nos va mostrando apunta m¨¢s bien al surgimiento de modelos no liberales y semidemocr¨¢ticos bajo la formalidad de una democracia con elecciones peri¨®dicas. Asistimos, m¨¢s que a un dr¨¢stico cambio de sistema, a la degradaci¨®n paulatina de la democracia, lo que no solo puede limitar nuestra libertad sino perjudicar gravemente nuestra convivencia.
El nacionalismo radical catal¨¢n ha hecho retroceder al conjunto del pa¨ªs y da?ado su imagen internacional
Evitar esa degradaci¨®n es una responsabilidad de todos. En una democracia los ciudadanos tienen derechos y obligaciones. Uno de los primeros es el de exigir a los gobernantes responsabilidades por el uso del poder. Entre las ¨²ltimas est¨¢ la de respetar las ideas que no se comparten, especialmente las que no se comparten, y respetarlas significa no responder a ellas con insultos y descalificaciones. ¡°Democracia¡±, recuerda Berman, ¡°no es meramente un sistema pol¨ªtico que elige a sus l¨ªderes de una forma particular, es tambi¨¦n un sistema pol¨ªtico cuyos gobernantes y ciudadanos act¨²an de una forma particular. Las democracias difieren de las dictaduras no solo en la forma en que eligen a sus l¨ªderes, sino en la forma en que tratan a sus ciudadanos y en que sus ciudadanos se tratan entre ellos¡±.
Por supuesto, Estados Unidos sigue siendo un sistema democr¨¢tico, pero su democracia se degrada cuando su presidente ataca la libertad de prensa o hace mofa de sus rivales pol¨ªticos. Nada ha degradado m¨¢s la democracia en Espa?a que el surgimiento de un nacionalismo radical en Catalu?a que, como en el caso de Trump, otro nacionalista, ha menoscabado el valor de la verdad, ha ignorado la funci¨®n cr¨ªtica de los medios de comunicaci¨®n, ha dividido a la sociedad, ha menospreciado a sus adversarios, ha se?alado enemigos externos y se ha burlado de la justicia y de las leyes. El presidente de esa comunidad aut¨®noma espa?ola dec¨ªa recientemente que la voluntad de ¡°la gente¡± est¨¢ por encima de las leyes. ¡°Un fascista dice la gente y quiere decir alguna gente, la que a ¨¦l le conviene en ese momento¡±, recuerda Timothy Snyder en su ¨²ltimo libro, The Road to Unfreedom.
En el caso espa?ol, adem¨¢s, el nacionalismo radical catal¨¢n ha hecho retroceder al conjunto del pa¨ªs, ha da?ado gravemente su imagen internacional, ha estresado al l¨ªmite el sistema, ha hundido al Partido Popular, ha dividido ¡ªy quiz¨¢ tambi¨¦n hundido¡ª al Partido Socialista y, como ¨²ltimo y gran logro, ha resucitado al nacionalismo radical espa?ol que hab¨ªa sido derrotado hace 40 a?os por una sociedad, por fin, integradora, moderada, reformista y moderna. No se defiende la democracia blanqueando a ninguno de estos nacionalismos con acuerdos pol¨ªticos, sino desvelando su verdadera naturaleza e impidiendo sus prop¨®sitos.
En cada pa¨ªs el retroceso democr¨¢tico adquiere rostros distintos, por lo general, acorde con su tradici¨®n y su historia. La de Espa?a ha flaqueado siempre por el lado de las divisiones territoriales. Tambi¨¦n por el de un concepto monopolizador del poder en la derecha y el de una gran confusi¨®n en la izquierda sobre la creaci¨®n de un proyecto nacional. Ah¨ª est¨¢n los puntos d¨¦biles de la democracia espa?ola y ah¨ª es donde surgen nuestros Brexits.
En contra de lo que podr¨ªa pensarse hasta hace poco, no se ha quedado Espa?a al margen del proceso casi universal de degradaci¨®n democr¨¢tica. Simplemente ha llevado otro ritmo, ha sido diferente. Algunos han querido pensar que solo ahora, con la aparici¨®n de un partido de extrema derecha xen¨®fobo en el ¨¢mbito del nacionalismo espa?ol, Espa?a se suma a la plaga de esta d¨¦cada. Pero lo cierto es que el contagio lleg¨® mucho antes. Es en el campo del nacionalismo catal¨¢n donde se produjo el terremoto que ha llevado a nuestra democracia a la peor crisis de su historia. Todo lo dem¨¢s y lo que quede por venir es consecuencia de ese desastre.
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