Trabajadores ecuatorianos explotados como hace 200 a?os
Los jornaleros de una empresa japonesa que exporta una fibra vegetal a Europa viven hacinados, sin servicios b¨¢sicos ni derechos laborales
Parece una escena m¨¢s propia del siglo XIX, pero est¨¢ ocurriendo en pleno 2019. Adentrarse en las plantaciones de la empresa japonesa Furukawa, en la costa ecuatoriana, es como caer en una m¨¢quina del tiempo. Como si de una novela de Garc¨ªa M¨¢rquez se tratara, mujeres, hombres y ni?os viven y trabajan en condiciones inhumanas dentro de las haciendas, dedicadas a la extracci¨®n de fibra de abac¨¢. Esta preciada materia, tambi¨¦n conocida como c¨¢?amo de Manila y utilizada para fabricar art¨ªculos tan dispares como bolsas de t¨¦, redes de pesca o piezas de autom¨®viles, se exporta a Europa, Norteam¨¦rica y Asia desde Ecuador. Aun a costa de la explotaci¨®n brutal de los trabajadores, en su mayor¨ªa afrodescendientes.
Wilfrido Le¨®n tiene 53 a?os y lleva m¨¢s de media vida trabajando para Furukawa. A pesar de que apenas puede caminar, contin¨²a extrayendo el abac¨¢ para dar de comer y pagar la educaci¨®n de sus dos hijas. Gana unos 10 d¨®lares al d¨ªa a costa de empeorar su salud. Su jornal, como el del resto de empleados, depende de la cantidad de fibra que pueda extraer. Le¨®n sufri¨® un accidente en la pierna izquierda en 1986 mientras maniobraba con una m¨¢quina de la plantaci¨®n. Furukawa se desentendi¨® y para cuando pudo reunir el dinero para ir al hospital ya era tarde. Su pierna nunca se san¨®: un enorme bulto divide su torcida tibia en dos. Pero la necesidad le oblig¨® a seguir laborando. Hasta que hace dos a?os la misma m¨¢quina se trag¨® su pierna derecha, provoc¨¢ndole una lesi¨®n de la que todav¨ªa no ha podido recuperarse.
¡°La empresa me dio cinco d¨®lares y me dijo que fuera a curarme¡±, revela con indignaci¨®n, en referencia a su m¨¢s reciente percance. ¡°?Qu¨¦ voy a hacer yo con cinco d¨®lares? Me cuesta harta plata y soy pobre. Mis pap¨¢s ya murieron. No tengo nada¡±, lamenta Le¨®n, que pag¨® la operaci¨®n de su primer accidente gracias a que su familia vendi¨® una vaca y sus antiguos compa?eros de la liga de f¨²tbol barrial hicieron una colecta.
Furukawa Plantaciones C. A. del Ecuador, nombre completo de la compa?¨ªa, no reconoce como sus empleados a Wilfrido ni al resto de trabajadores que extraen el abac¨¢. No tienen contrato. Ni seguridad social. Ni vacaciones. Ni pagas extraordinarias. Ni reciben una parte de los beneficios anuales de la empresa, como establece la ley ecuatoriana. Por no tener, no tienen ni instrumentos de trabajo: la entidad les cobra por el uso de machetes, guantes o botas, art¨ªculos indispensables para realizar su labor.
Hacinados y sin servicios b¨¢sicos
Los jornaleros residen en el interior de las plantaciones, en unos campamentos cercados que Furukawa cierra bajo candado por las noches y los fines de semana, limitando su movilidad. Las viviendas que habitan, visiblemente deterioradas, fueron construidas por la compa?¨ªa hace m¨¢s de medio siglo. En apenas unos metros cuadrados conviven familias enteras sin acceso a luz el¨¦ctrica, agua corriente o retretes. Para cocinar y lavarse obtienen el agua de un pozo.
¡°El ba?o es un hueco, solo un hueco, nada m¨¢s. As¨ª vivimos aqu¨ª¡±, se queja una mujer de avanzada edad que prefiere no revelar su nombre. ¡°En un cuartito vivo yo, mi marido y dos de mis hijas con sus dos ni?os. Como siete ah¨ª¡±, explica esta abuela que trabaja como tendalera, el ¨²ltimo eslab¨®n de la faena en la hacienda, que consiste en tender la fibra de abac¨¢ para que se seque antes de que los camiones de la entidad se la lleven hacia el puerto de Guayaquil, desde donde se env¨ªa a pa¨ªses como Espa?a, Reino Unido o Jap¨®n.
Cuando una m¨¢quina se trag¨® la pierna derecha de Wilfrido Le¨®n, la empresa le dio cinco d¨®lares y le dijo que fuera a curarse
Con un patrimonio neto que supera los 15 millones de d¨®lares, Furukawa es la principal exportadora de abac¨¢ en Ecuador, pa¨ªs que a su vez ocupa la segunda posici¨®n mundial en la producci¨®n de esta materia tras Filipinas. Esta corporaci¨®n, que posee 23 haciendas en las provincias de Santo Domingo de los Ts¨¢chilas, Los R¨ªos y Esmeraldas, alcanz¨® en 2017 unos ingresos de 8,4 millones de d¨®lares en exportaciones y un beneficio bruto de 1,2 millones. La compa?¨ªa se ha negado sistem¨¢ticamente a reconocer los derechos de sus trabajadores, contraviniendo el Convenio 110 sobre plantaciones de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo.
¡°Existe un encubrimiento de la relaci¨®n laboral. La empresa alquila la tierra a una persona que se encarga de administrar el campamento y a ella le compra la fibra cada ocho d¨ªas, sin interactuar con el resto del personal¡±, expone Francisco Hurtado, adjunto de la Defensor¨ªa del Pueblo. ¡°De todas formas, es evidente que existe una relaci¨®n laboral directa: para entrar a estos espacios hay una puerta que Furukawa abre y cierra, se lleva la fibra, paga al arrendatario, da dinero para que estos campamentos subsistan¡±, declara este joven abogado que prepara junto a otras instituciones una acci¨®n judicial contra la firma nipona.
EL PAIS ha contactado con Furukawa Plantaciones C. A. del Ecuador para conocer su versi¨®n, pero la entidad no ha accedido a hacer comentarios.
¡°Todo lo que ganamos es para comer¡±
Las haciendas de Furukawa est¨¢n divididas en varias parcelas y cada una de ellas cuenta con un arrendatario diferente. Uno de ellos es ?ngel S¨¢nchez, encargado del campamento Hilda 1, en el kil¨®metro 40 de la carretera que une las ciudades de Santo Domingo y Quevedo. Ataviado con ropa deportiva, chanclas y un machete en su mano derecha, S¨¢nchez cuenta que empez¨® a faenar a los 10 a?os, poco despu¨¦s de que su familia llegara a los terrenos de la compa?¨ªa.
¡°La mayor¨ªa de los que estamos aqu¨ª nos hemos criado trabajando¡±, manifiesta este hombre procedente de la provincia costera de Manab¨ª que se encarga de pagar a los jornaleros con el dinero que Furukawa le abona por la fibra extra¨ªda semanalmente. A los 13 a?os, S¨¢nchez ya operaba la m¨¢quina, esa misma que destroz¨® las piernas a Wilfrido Le¨®n. Se trata de la labor m¨¢s peligrosa del proceso de extracci¨®n del abac¨¢, compuesto por la tumba de la planta, el deshoje, la separaci¨®n de la fibra o tucseo, el acarreo en burro, el deshilachado en la m¨¢quina y el secado.
Furukawa no reconoce como sus empleados a los trabajadores que extraen el abac¨¢
S¨¢nchez, que a lo largo de su vida ha realizado todos los trabajos ligados al abac¨¢, protesta por el trato que recibe de Furukawa. ¡°Si yo arriendo la tierra, deber¨ªa poder vender la fibra a quien m¨¢s me convenga o, al menos, la empresa deber¨ªa pagarme un precio justo¡±, asevera con rostro firme. No obstante, la entidad asi¨¢tica le retribuye la tonelada de abac¨¢ con 640 d¨®lares y m¨¢s tarde la vende a sus compradores internacionales por una cantidad promedio de 2.245 (2017), seg¨²n sus estados financieros archivados en la Superintendencia de Compa?¨ªas.
¡°Todo lo que ganamos es para comer, al final del mes no nos queda nada¡±, afirma Delia S¨¢nchez, dedicada a tender la fibra junto a sus hijas adolescentes, que le ayudan cuando salen de la escuela. Se alimentan de la comida que compran en una tienda cercana y de la fauna silvestre que cazan sus familiares. ¡°Furukawa solo se acerca aqu¨ª para llevarse el producto, nunca nos pregunta si necesitamos algo. Aqu¨ª vivimos como animales, no hay derechos para nosotros¡±, acusa.
Los lazos internacionales de Furukawa
La firma se estableci¨® en Ecuador en 1963, cuando el empresario japon¨¦s Yoshizo Furukawa introdujo en el pa¨ªs sudamericano la semilla de abac¨¢, originaria de Filipinas. En la actualidad, cuenta con 2.174 hect¨¢reas dedicadas al cultivo de la fibra y con otras 285 destinadas a palma aceitera. Furukawa Plantaciones C. A. del Ecuador es propiedad de la matriz tokiota FPC Marketing Co. Ltd., una sociedad que ha mantenido proyectos de desarrollo en Filipinas junto a la Agencia de Cooperaci¨®n Internacional del Jap¨®n.
Furukawa exporta una parte de su producci¨®n a la Uni¨®n Europea. Dos de sus principales compradores en esta regi¨®n son la espa?ola Celulosa de Levante (Celesa) y la brit¨¢nica Ahlstrom Chirnside, subsidiaria de la transnacional sueca Ahlstrom-Munksj?.
El abac¨¢, considerado como una ¡°fibra del futuro¡± por la FAO, se usa mayoritariamente para fabricar papeles especiales. Una de sus primeras aplicaciones fue para elaborar los conocidos sobres de manila. Hoy en d¨ªa, muchas corporaciones importadoras de abac¨¢ lo utilizan para crear papeles resistentes, como es el caso de Ahlstrom. Parad¨®jicamente, esta compa?¨ªa cuenta con un c¨®digo de conducta destinado a sus proveedores para as¨ª ¡°respetar los m¨¢s altos est¨¢ndares de derechos humanos en sus operaciones¡±.
Por su parte, la sociedad tarraconense Celesa, autodenominada como ¡°l¨ªder mundial en la producci¨®n de pulpas especiales¡±, transforma la fibra extra¨ªda en Ecuador en pulpa, una materia que m¨¢s tarde puede aplicarse para industrias tan dispares como la tabacalera, electr¨®nica, cosm¨¦tica, alimentaria, automotriz o, incluso, para producir billetes como los yenes japoneses.
Las exportaciones de Furukawa a la Uni¨®n Europea son especialmente relevantes debido a que en 2016 Ecuador firm¨® un acuerdo comercial con el bloque comunitario. Este tratado incluye en su T¨ªtulo IX un apartado sobre el respeto de los derechos laborales y ambientales. Seg¨²n David Su¨¢rez, de la ONG Centro de Derechos Econ¨®micos y Sociales (CDES), Furukawa est¨¢ violando este convenio al no reconocer la relaci¨®n laboral con su personal y, por tanto, deber¨ªa ser sancionada.
Los jornaleros residen en unos campamentos cercados que Furukawa cierra bajo candado, limitando su movilidad
¡°La empresa ni siquiera utiliza un mecanismo moderno de tercerizaci¨®n, sino una forma precaria de externalizar sus responsabilidades en una pol¨¦mica figura que es el arrendatario, todo para aumentar sus ganancias¡±, alega el activista. Adem¨¢s, ¡°al mantener a los trabajadores encerrados dentro de las haciendas, pr¨¢cticamente se est¨¢n remozando formas de trabajo forzoso. Porque el limitar su circulaci¨®n, bajo cualquier pretexto, constituye un delito¡±, sostiene Su¨¢rez, quien tambi¨¦n denuncia el trabajo infantil existente en las plantaciones.
?Esclavitud moderna en Ecuador?
Estas circunstancias han llevado a algunos empleados y exempleados de Furukawa a organizarse para luchar contra lo que consideran una situaci¨®n de esclavitud moderna. Susana Qui?¨®nez, afrodescendiente que trabaj¨® durante 16 a?os para la entidad asi¨¢tica, asegura que Furukawa les hace trabajar ¡°como esclavos¡±. ¡°Imag¨ªnese, una persona tiene que entra a las siete de la ma?ana para sacar un poquito m¨¢s de plata y sale a las cinco de la tarde, algunos trabajan hasta de noche. Y si no se entrega la producci¨®n que ellos quieren, nos acusan de robarles¡±, reclama esta en¨¦rgica mujer de 58 a?os tras asistir a una asamblea de afectados en la comunidad de San Ignacio, muy cerca de las haciendas.
Qui?¨®nez dej¨® de faenar para Furukawa en 2003 y desde entonces ha mantenido una batalla legal para obligar a la compa?¨ªa a pagarle su liquidaci¨®n. Sin embargo, considera que la influencia ejercida por la entidad en las instancias judiciales locales fue suficiente para que esta ganara el litigio. ¡°Cuando nosotros reclamamos nuestros derechos, Furukawa nos sac¨® con bombas y polic¨ªas, haciendo disparos para atemorizarnos. Pero como es una empresa tan poderosa en dinero, no pudimos hacer absolutamente nada¡±, asegura.
Ante esta situaci¨®n de indefensi¨®n, los jornaleros claman ahora por el cierre de la corporaci¨®n. Exigen que el Gobierno ecuatoriano ponga fin a las actividades de Furukawa y que esta les repare con una indemnizaci¨®n por los derechos que les neg¨® durante sus a?os como empleados.
Recostado sobre un banco frente a la puerta del local donde se celebra la asamblea, Wilfrido Le¨®n muestra con indignaci¨®n el estado en el que han quedado sus piernas tras los accidentes que sufri¨® mientras operaba la m¨¢quina de Furukawa. ¡°La empresa tiene que cerrarse. Ahora siguen sacando el producto, burl¨¢ndose de nosotros. Queremos que nos den lo que nos pertenece, lo que nos han quitado durante todo este tiempo¡±, reivindica justo antes de volver a la reuni¨®n, donde los trabajadores han decidido continuar con su lucha.
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