Homenaje en Montauban
S¨¢nchez rindi¨® tributo a un pensamiento demasiadas veces derrotado por un sectarismo que no cambia de prop¨®sito
El presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, visit¨® ayer en Montauban la tumba del ¨²ltimo jefe de Estado republicano, Manuel Aza?a, adem¨¢s de rendir tributo al poeta Antonio Machado en Collioure y a los espa?oles refugiados en el campo de Argel¨¨s. El homenaje se produce en un momento en el que la crispaci¨®n pol¨ªtica est¨¢ poniendo de nuevo en circulaci¨®n el mito de las dos Espa?as, supuestamente consolidadas a lo largo de los siglos e inevitablemente enfrentadas por razones que parecen escapar a la voluntad de los ciudadanos.
Sin embargo, las figuras a las que el presidente S¨¢nchez homenaje¨® ayer fueron perseguidas por sostener la creencia contraria: la guerra que los llev¨® a morir fuera de su patria no era entre dos Espa?as ancestrales e irreconciliables, sino entre dos bandos diferentes de la ¨²nica Espa?a que existe: el bando de quienes se mantuvieron firmes en su defensa de las instituciones y el de quienes las pisotearon en nombre de la naci¨®n o de la revoluci¨®n.
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Los generales irresponsablemente alzados contra un r¨¦gimen leg¨ªtimo dieron ocasi¨®n a que tambi¨¦n lo desbordaran desde dentro las fuerzas que solo lo consideraban una estaci¨®n de paso hacia la utop¨ªa de la sociedad sin clases, y ambas irresponsabilidades juntas acabaron por convertir Espa?a en teatro anticipado del conflicto mundial m¨¢s devastador que haya conocido la historia.
La Rep¨²blica espa?ola, o, por mejor decir, el pensamiento pol¨ªtico que la alumbr¨® y que inspir¨® a sus hombres y mujeres m¨¢s destacados, no es patrimonio de ninguna de esas dos Espa?as que solo existen como coartada de quienes aspiran a gobernarla distinguiendo entre buenos y malos ciudadanos, no entre programas mejores y peores. La idea de que la Constituci¨®n de 1978 es heredera del proyecto de la Rep¨²blica no es uno m¨¢s entre los esl¨®ganes que emponzo?an la vida p¨²blica en Espa?a, sino la expresi¨®n de unos conceptos y de una voluntad que nuevos sectarismos, en nada diferentes de los que la hicieron fracasar, se empe?an en ignorar.
La Constituci¨®n de 1978, como el r¨¦gimen republicano de 1931, son el resultado de pensar el Estado, no la naci¨®n, as¨ª como del inquebrantable compromiso de resolver los problemas del pa¨ªs mediante instituciones y procedimientos pactados, no mediante la exaltaci¨®n de los leales a una entelequia nacional y la condena de los traidores. El pensamiento pol¨ªtico que comparten la antigua Rep¨²blica y la actual Monarqu¨ªa parlamentaria no propone ninguna conllevancia entre naciones, y menos a¨²n, ninguna imposici¨®n de una sobre otra. Como resumi¨® Aza?a, el problema al que se enfrent¨® la Rep¨²blica, y con el que debe lidiar de nuevo el actual sistema pol¨ªtico, no es decidir qu¨¦ es o no es Espa?a, sino c¨®mo se organiza y c¨®mo se fortalece el Estado democr¨¢tico.
El presidente S¨¢nchez rindi¨® tributo ayer en Montauban y en los otros dos lugares que visit¨® a quienes el exilio libr¨® de perecer en una sangrienta Guerra Civil, pero tambi¨¦n a un pensamiento pol¨ªtico demasiadas veces derrotado a lo largo de la historia por un sectarismo que cambia de objeto, pero no de prop¨®sito. Es en ese pensamiento que es de todos, y que ha concedido a la ¨²nica Espa?a que existe los mejores periodos de libertad y de progreso, donde deber¨ªan encontrarse y reconocerse cuantos aspiran a representar a los ciudadanos, en lugar de convocarlos en bandos irreconciliables a fin de obtener los mezquinos beneficios de su enfrentamiento. El bando que acab¨® con la Rep¨²blica crey¨® haber desterrado ese pensamiento para siempre; en realidad, solo consigui¨® posponer el momento en que, como sucedi¨® en la Transici¨®n, otros espa?oles tomaran el testigo.
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