?Qu¨¦ libro le dedicar¨ªas a una mujer presa?
Leer entre rejas puede ser un b¨¢lsamo. Lo demuestra la iniciativa A las olvidadas: algo m¨¢s que literatura para las mujeres presas
MAR?A LLEVA tres a?os en Espa?a, los tres en prisi¨®n. Tra¨ªa droga, as¨ª que el camino de esta joven caraque?a fue directo: del aeropuerto a la c¨¢rcel. Cumple condena en el centro penitenciario Madrid VII, en Estremera, donde todos los d¨ªas se levanta antes de que amanezca para ir a trabajar a la panader¨ªa. Una ma?ana reciente, despu¨¦s de preparar el pan y los bollos para todos los reclusos de este penal (unos 1.100, de los que solo un centenar son mujeres), y a¨²n con los pantalones blancos del uniforme de trabajo, se dirigi¨® a la actividad a la que estaba convocada junto al resto de internas.
Al llegar al sal¨®n de actos, unos 400 libros las aguardaban, todos dedicados. Un regalo para ellas. Mar¨ªa ¡ªque prefiere no dar sus apellidos ni los detalles de qu¨¦ sustancia tra¨ªa y c¨®mo la trasladaba¡ª elige cinco vol¨²menes y se sienta. Se pierde absorta en la pila de tomos que ha colocado sobre sus rodillas. Los hojea y los ojea. La micropoetisa Ajo recita: ¡°Fumo mucho para olvidarlo todo, y no consigo toser siquiera¡±. ¡°Viven por encima de nuestras pasividades¡±¡ El p¨²blico aplaude entusiasmado. Mar¨ªa tiene 25 a?os, pero parece de 18. Ni su rostro ani?ado ni su mirada vergonzosa la delatar¨ªan. Se describe como muy lectora: ¡°La lectura te quita tiempo de estar comi¨¦ndote la cabeza. He cogido este [Cuentos de buenas noches para ni?as rebeldes] porque tiene una dedicatoria hermos¨ªsima¡±. ?Para ni?as rebeldes? No responde, solo lanza una sonrisa entre t¨ªmida y p¨ªcara.
Las dedicatorias son lo fundamental de la iniciativa A las olvidadas, el motor gracias al cual todos esos libros llegaron a Estremera. En enero se recogieron casi mil para el m¨®dulo de madres de la c¨¢rcel de Aranjuez. Desde julio del a?o pasado, otros 400 vol¨²menes forman parte del m¨®dulo 13, el de mujeres, de la prisi¨®n de Soto del Real; y este mes est¨¢ prevista la visita al penal de Alcal¨¢-Meco. Lecturas de las que las reclusas disponen libremente y con las que establecen una relaci¨®n m¨¢s personal que la que mantienen con los libros de la biblioteca que han de devolver. Pero ?por qu¨¦ alguien se detiene un momento y escribe unas palabras para una mujer que no conoce y que adem¨¢s vive privada de libertad?
La idea la gest¨® la publicista Mar¨ªa Rufilanchas. ?vida lectora, un d¨ªa se vio pagando en una librer¨ªa una cantidad de vol¨²menes que casi no pod¨ªa cargar y pens¨® en alto: ¡°?Qu¨¦ hago con todos los que tengo en casa?¡±. La respuesta lleg¨® de otra clienta: ¡°D¨®nalos a la c¨¢rcel¡±. Rufilanchas recuerda que aquella se?ora le regal¨® la palabra ¡°c¨¢rcel¡±, algo en lo que nunca hab¨ªa pensado. ?Qui¨¦nes estaban all¨ª? ?Le¨ªan? ?Cu¨¢l era su situaci¨®n? Se dio cuenta de que la realidad de los presos es poco conocida. Invisible, m¨¢s bien. Y m¨¢s a¨²n la de las presas, una minor¨ªa que queda totalmente diluida: 2018 se cerr¨® con una poblaci¨®n penitenciaria de 50.729 internos en los 70 centros que dependen del Ministerio del Interior, 46.858 hombres y 3.871 mujeres. Ellas solo son el 7,7%. La mayor¨ªa de las internas cumplen condena en m¨®dulos de mujeres dentro de centros de hombres. No solo no se ve a las reclusas, tampoco se piensa en ellas. Invisibles y olvidadas.
Rufilanchas se acerc¨® a la realidad carcelaria femenina y puso en marcha A las olvidadas, una campa?a de recogida de libros para presas. Una iniciativa que persigue implicar a la sociedad. Cada volumen deb¨ªa ir dedicado. Hacer un ejercicio de reflexi¨®n y empat¨ªa. A trav¨¦s de su marca teta & teta, la publicista lanz¨® una campa?a en redes sociales, sobre todo en Instagram. Ha recogido m¨¢s de 2.000 libros, que han invadido su oficina en el centro de Madrid. Muchos ya est¨¢n con sus destinatarias, pero almacenan all¨ª los que viajar¨¢n a las pr¨®ximas prisiones que visiten. Ese es el punto donde los env¨ªan los donantes. Hay quien los lleva en persona, pero tambi¨¦n llegan por correo. La rutina de Ana Isabel Jauregui, la cartera de la zona, ha variado desde hace meses: el peso de su saca ha aumentado. ¡°Es m¨¢s agradable llevar libros que notificaciones o multas¡±, reflexiona.
Antes de partir hacia la c¨¢rcel, los libros y las dedicatorias quedan registrados y fotografiados. Esos documentos formar¨¢n parte de una publicaci¨®n que recopilar¨¢ todos esos escritos para las reclusas. Los ¨²nicos recursos con los que Rufilanchas ha contado han sido el tiempo y el trabajo de voluntarios y amigos, todos ellos espoleados por una pregunta: ?qu¨¦ le dir¨ªas a una mujer que est¨¢ en la c¨¢rcel?
Mar¨ªa cumple condena por pasar droga. Se declara muy lectora: ¡°La lectura te quita tiempo de estar comi¨¦ndote la cabeza¡±
¡°A ti que tienes este libro entre tus manos, soy una chica de 31 a?os. He tenido buena suerte en algunas ?cosas y mala en otras, como todos. Este libro cay¨® en mis manos, pura casualidad, puede que como en tu caso, y sin embargo me abri¨® los ojos en cosas que normalmente aprendes a base de palos (¡). Siempre que puedo lo recomiendo, sobre todo si te apetece ser m¨¢s feliz cada d¨ªa. Lola¡±.
Mar¨ªa ?ngeles Mu?oz Mar¨ªn, interna del m¨®dulo 10 de Estremera, lee esta dedicatoria escrita en El arte de no amargarse la vida, mientras asiente con la cabeza en cada palabra que pronuncia.
¡ªParece que tienes cosas en com¨²n con Lola, la chica que ha dedicado el libro.
¡ªS¨ª, eso me ha parecido. Tenemos la misma edad.
¡ª?A ti tambi¨¦n te ha dado muchos palos la vida?
¡ªS¨ª
¡ª?Por qu¨¦ est¨¢s aqu¨ª?
¡ªPor homicidio. Mi marido era maltratador, nos maltrataba a mi hija y a m¨ª.
Aprovecha para preguntar a un educador si le van a dar los permisos que ha solicitado. Ya ha pasado el ecuador de su condena, en octubre cumpli¨® cinco a?os y le quedan ¡°cuatro a?os y alg¨²n mes¡±, alega inconcreta. ¡°No es el momento¡±, le responde el funcionario.
Para ella siempre es momento de contar con detalle qu¨¦ ocurri¨® aquella noche: ¡°Mi marido me mand¨® a por coca¨ªna y le ped¨ª que vistiera a la ni?a para que bajara conmigo. Me dijo que no. A m¨ª no me gust¨®, me dio mala espina porque ¨¦l nunca se quer¨ªa quedar con ella, ?por qu¨¦ ese d¨ªa s¨ª? Le dije que sin mi hija no iba a ning¨²n sitio. Me dio un tortazo. Fui a la cocina para evitarle y preparar la cena¡±. A partir de ese momento, Mu?oz se recrea explicando c¨®mo le gustaba filetear el pollo, narra paso a paso cada trozo de muslo y pechuga que va cortando ¡ª¡°muy finito, muy finito¡±¡ª, hace el gesto con la mano. De repente, cambia el registro y en dos segundos zanja el relato: ¡°De pronto, vino con mucha fuerza hacia m¨ª¡±. Recrea la situaci¨®n reproduciendo los movimientos y protegi¨¦ndose la cara con el brazo. ¡°Al cubrirme, se le clav¨® el cuchillo. Le pinch¨® la vena cava inferior. Llam¨¦ a la polic¨ªa, a la ambulancia, colabor¨¦ en todo¡±. Acaba con un indefinido ¡°pero no¡±. As¨ª resume que no se pudo hacer nada por salvarle la vida. Al marcharse, Mar¨ªa ?ngeles recrimina a otra reclusa el hecho de que no quiera revelar su identidad: ¡°?Para reivindicar hay que mostrarse! ?No avergonzarse!¡±, grita.
Maite no se llama Maite. Tiene 55 a?os y dos hijos: uno, ingeniero de telecomunicaciones de 30 a?os y el otro, de 25, electricista. Hay gente de su c¨ªrculo que no sabe que ella est¨¢ en prisi¨®n. Cumple una condena por estafa inmobiliaria. ¡°Llevo tres a?os y medio, me quedan otros tres¡±. Ya disfruta de permisos, acaba de volver de uno y lleva las u?as arregladas, discretas, con una perfecta manicura francesa reci¨¦n hecha, y el pelo negro brillante, cortado a lo gar?on. Ha aprendido que en la c¨¢rcel puede acabar cualquiera. Agradece, hasta emocionarse, hablar con gente que viene de la calle. ¡°Esto no se conoce. Yo tampoco hab¨ªa pensado en la c¨¢rcel antes. Se tiene el concepto, como lo ten¨ªa yo, de que aqu¨ª hay personas que han matado, violado¡ Mala gente. Y no. No es gente mala. Son las circunstancias de la vida¡¡±.
Lo mismo defiende Mercedes Gallizo, que conoce perfectamente el sistema. Fue directora general de Instituciones Penitenciarias de 2004 a 2008 y despu¨¦s, hasta 2011, secretaria general. Ahora preside la Sociedad de Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios y de la Seguridad del Estado. En 2013 public¨® Penas y personas. 2.810 d¨ªas en las prisiones espa?olas. ¡°Quienes est¨¢n en prisi¨®n somos nosotros en otras circunstancias. Cuando alguien piensa en la c¨¢rcel no piensa en su hijo, que a lo mejor consume ciertas sustancias y trapichea con ellas. No se piensa en alguien pr¨®ximo. Y no, no son extraterrestres los que cometen delitos¡±.
Maite sujeta contra su pecho un ejemplar de Maus, la obra maestra en c¨®mic de Art Spiegelman sobre los nazis, los jud¨ªos y los campos de concentraci¨®n. Reconoce que no lee mucho. ¡°Desde que tengo televisi¨®n en la celda, menos; por eso he elegido un c¨®mic¡±. Un mundo de ratones, gatos y cerdos¡, quiz¨¢ encuentre alg¨²n paralelismo. Uno ya lo ten¨ªa hecho: ¡°Cuando salga quiero colaborar con alguna asociaci¨®n. Yo lo habr¨¦ pasado, pero otras se quedan. Esto no acaba, es como una funeraria¡±.
M¨¢s que una funeraria, la sala de estar del m¨®dulo 13 de Soto del Real parece la de una residencia de ancianos salvo por la edad de las personas que la habitan. La versi¨®n m¨¢s desoladora del dolce far niente. Varias decenas de mujeres esperando que pase el tiempo. Una cose, otras hacen ejercicios de clase, algunas beben refrescos comprados en el economato ¡ªno pueden usar dinero, pagan con una tarjeta de peculio con un m¨¢ximo de 100 euros semanales que ingresan de su sueldo si trabajan en prisi¨®n o los aporta la familia desde fuera¡ª.
¡°Le¨ª dos veces El color p¨²rpura, un libro donde hay mucho machismo. Me sent¨ª muy identificada¡± (Mar¨ªa ?ngeles)
En el aula del m¨®dulo hay una estanter¨ªa en la que se pueden encontrar algunos libros dedicados. La salmantina Mar¨ªa ?ngeles Berm¨²dez, de 38 a?os, busca El color p¨²rpura. ¡°Lo le¨ª dos veces. Es un libro donde hay mucho machismo. Me sent¨ª muy identificada. Estuve haciendo con do?a Lourdes el curso sobre violencia de g¨¦nero¡±. Se refiere a Lourdes Gil Pais¨¢n, la soci¨®loga de esta prisi¨®n.
El 75% de la poblaci¨®n penitenciaria femenina ha sufrido alg¨²n episodio de violencia machista. ¡°Muchas no lo saben, normalizan situaciones como el sometimiento, el callarse¡¡±, explica la soci¨®loga. ¡°Despu¨¦s de trabajar con ellas a trav¨¦s del programa Sermujer.eS, de prevenci¨®n de violencia contra las mujeres, alguna ha reconocido: ¡®Ya entiendo lo que me pasaba¡±. Ahora, adem¨¢s, disfrutan de autoras como Virginia Woolf y Chimamanda Ngozi Adichie, dos de las escritoras que m¨¢s se han repetido en las donaciones. Los libros de estas abanderadas de la lucha por los derechos de la mujer, Una habitaci¨®n propia, de Woolf, y Todos deber¨ªamos ser feministas, de la novelista y activista nigeriana, las dotar¨¢n de recursos para valorarse. ¡°Yo tengo mi espacio en mi celda, por suerte estoy sola, mi celda propia¡±, bromea Berm¨²dez, que presume de sus tapetes, de sus cortinas¡ ¡°Acondicion¨¦ la celda a mi gusto¡±.
Las reclusas de Soto del Real salen de sus celdas a las 8.00. Vuelven a las 14.00, despu¨¦s de comer. A las 16.45 retornan a las ¨¢reas comunes y sobre las 20.15, ya cenadas, regresan. Les quedan 12 horas por delante en unos 12 metros cuadrados. Mar¨ªa Teresa Pons sale deprisa de uno de los ba?os del patio. No puede llegar tarde al comedor, sonr¨ªe y se despide como una ni?a que corre en el recreo. Su historia dista de esa imagen: esta barcelonesa tiene 64 a?os y los tres ¨²ltimos los ha pasado en Soto del Real. A los 25 a?os sali¨® de Espa?a con su esposo, un empresario que quer¨ªa hacer dinero. Planearon volver en dos a?os, pero nunca ocurri¨®. Su marido s¨ª retorn¨® a Espa?a con su nueva familia. Ella se qued¨® con un hijo esquizofr¨¦nico y una vida entre Venezuela y Colombia. ¡°Regres¨¦ a principios de 2016, tra¨ªa una maleta y un perro me caz¨® en el aeropuerto. Jam¨¢s lo hab¨ªa hecho, pero me vi en la necesidad¡±, aprieta los labios, se averg¨¹enza del contenido de la maleta. ¡°Droga¡±, dice sin dar m¨¢s detalles.
¡°Viv¨ªa en Palomino, un pueblito en Colombia. Cocinaba y vend¨ªa comida. Me qued¨¦ con mi hijo, que se negaba a tomar la medicaci¨®n porque se sent¨ªa aletargado y ap¨¢tico. Engordaba much¨ªsimo. Tuvimos muchos problemas. Es ego¨ªsta sin saber que lo es. Me lleg¨® a agredir¡±. A mediados de enero consigui¨® ¡°el 86.4¡± (en jerga penitenciaria, un tercer grado con pulsera telem¨¢tica). Como no tiene una red familiar, una asociaci¨®n se ha hecho cargo de ella. En prisi¨®n formaba parte de la brigada de limpieza. Acab¨® la ESO. Quer¨ªa prepararse el acceso a la universidad, pero los libros eran muy caros. Insta A las olvidadas a que lleven libros de texto a las prisiones: ¡°Los de secundaria son gratuitos, pero otros no¡±. Ella disfruta de esta iniciativa leyendo todo lo que puede.
El caso de Mar¨ªa Teresa Pons resulta paradigm¨¢tico. A ella ¡ªconfiesa¡ª nunca se le hubiera ocurrido dedicar un libro a una presa. ¡°Cuando pasaba por una c¨¢rcel, me cruzaba de acera. Lo que hay dentro es desconocido, solo se ven los muros¡±. En aquel entonces no pod¨ªa ni imaginarlo: que un d¨ªa ella estar¨ªa dentro. Viviendo. Penando¡ y recibiendo libros dedicados.?
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