No, el m¨¦todo Montessori no es ¡°aprender jugando¡±
Ser¨ªa bueno que los expertos en esta pedagog¨ªa vuelvan a los textos originales de la autora
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En educaci¨®n, est¨¢ muy difundida la creencia de que el m¨¦todo Montessori consiste en ¡°aprender jugando¡±. Tanto se ha popularizado esa idea, que se puede leer, en la cuarta l¨ªnea de la entrada sobre la autora en Wikipedia, que Maria Montessori ¡°defend¨ªa que el juego es la principal actividad a trav¨¦s de la cual el ni?o lleva su vida durante los primeros a?os de edad.¡±
En 1911, un a?o antes de publicar su primer libro sobre su m¨¦todo, Montessori observ¨® que los alumnos de la Casa dei Bambini que hab¨ªan aprendido a reconocer las letras perd¨ªan inter¨¦s por completo en los juguetes; se dio cuenta de que los juguetes eran un refugio en ausencia de un mayor reto para ellos. Fue cuando sac¨® definitivamente los juguetes de sus aulas. Sobre la cuesti¨®n de la finalidad del juguete, Montessori dijo que los ni?os aprenden de los juguetes cuando los rompen, y que no lo hacen por rabia, sino por curiosidad, para ver ¡°lo que hay dentro¡±.
La pedagog¨ªa montessoriana es compleja, y todo esfuerzo para simplificar su propuesta sobremanera est¨¢ condenado al fracaso. Su autora escribi¨® 21 libros en diversos idiomas; los libros no fueron todos publicados en el idioma en el que fueron inicialmente escritos y las traducciones posteriores a menudo se hicieron partiendo de una segunda traducci¨®n. El estilo escrito de Montessori es metaf¨®rico, recargado, con alusiones a teor¨ªas a veces obsoletas y su propuesta es transmitida con un lenguaje a veces tortuoso. La autora salta de una idea a otra, trae an¨¦cdotas metaf¨®ricas complejas para convencer de sus ideas. No suele cerrar el bucle de sus argumentaciones de forma estructurada; el texto no fluye. Parece que intenta darnos de golpe todo lo que piensa sobre todas las cuestiones, sin orden o desarrollo argumental estructurado. Algunos comentaristas de sus obras caen en la hagiograf¨ªa y se niegan a ver los defectos de la autora o de su obra, lo que da a esa pedagog¨ªa aires m¨ªsticos casi como si de un culto se tratara; otros critican desde la ignorancia, sin molestarse en intentar entender a la autora.
Montessori tiene un tono autoritario, a veces incluso parece dogm¨¢tico; pide ortodoxia y no admite di¨¢logo. Un an¨¢lisis superficial lleva uno a preguntarse: ?Por qu¨¦ no da a sus maestros el mismo margen de espontaneidad que a sus alumnos? Su estilo a menudo recibe cr¨ªticas que llegan incluso a su persona, lo que distrae del an¨¢lisis honesto y riguroso del m¨¦rito intr¨ªnseco de su propuesta. Hay que entender que el papel de la ortodoxia y de la disciplina, en Montessori, no es inmovilismo o fe ciega en un bloque te¨®rico monol¨ªtico, sino prerrequisito para el movimiento con prop¨®sito, la creatividad y la espontaneidad ordenada a un fin. En un contexto educativo que plantea la creatividad, la imaginaci¨®n y el aprendizaje, desarraigados de los contenidos y del esfuerzo para adquirirlos, Montessori est¨¢ hoy m¨¢s vigente que nunca.
A menudo, sus m¨¢s fieles ap¨®stoles pueden, sin ser conscientes de ello, convertirse en los peores enemigos de su m¨¦todo. Eso ocurre cuando la leen parcialmente y no la entienden globalmente. Por ejemplo, en el pr¨®logo de la primera edici¨®n americana del primer libro de Montessori, Henry Holmes describe lo que considera una bondad del m¨¦todo: ¡°El alumno Montessori hace todo lo que quiere, mientras no hace da?o a otros¡±. Sabemos que esa descripci¨®n del m¨¦todo est¨¢ equivocada, porque el material Montessori es uno de los m¨¢s rigurosos y estructurados que existe en la etapa infantil. Solo hay una forma de utilizarlo y el sistema de control del error dise?ado para cada material no permite al ni?o hacer todo lo que le plazca. Los defensores de su m¨¦todo pueden tambi¨¦n desvirtualizarlo cuando proponen con buena fe fusionarlo con otros. En vida, Montessori lament¨® esas pr¨¢cticas entre los pedagogos de la Educaci¨®n Nueva. El intento de combinar dos m¨¦todos cuyas premisas son fundamentalmente incompatibles pone en evidencia la incapacidad de entender los motivos y las asunciones que caracterizan el esp¨ªritu que mueve a esos m¨¦todos. La preocupaci¨®n del eclecticismo educativo no puede ser m¨¢s vigente hoy, dada la fr¨ªvola tendencia a acumular las innovaciones educativas sin hacer el esfuerzo previo de entender el trasfondo de cada propuesta educativa y la incoherencia que puede haber entre ellas.
Quiz¨¢s esas explicaciones arrojen luz al hecho de que muchas de las personas que se proclaman expertos de la educaci¨®n montessoriana en el ¨¢mbito educativo no conocen a fondo sus obras. Quiz¨¢s esa sea la raz¨®n por la cual encontramos en muchos colegios autodenominados Montessori metodolog¨ªas o planteamientos (por ejemplo, estimulaci¨®n temprana, uso de la tecnolog¨ªa en la primera infancia, libertinaje escolar, exclusi¨®n de la dimensi¨®n espiritual, etc¨¦tera) que no est¨¢n en armon¨ªa con lo que ella defend¨ªa (la disciplina interior, el proceso de normalizaci¨®n, la dimensi¨®n espiritual, el t¨¦rmino medio en la cantidad de est¨ªmulos que responde a las caracter¨ªsticas de cada per¨ªodo sensitivo, la mente absorbente, etc¨¦tera).
M¨¢s all¨¢ del lenguaje t¨¦cnico, Montessori es una mujer con un sentido del humor fino; a menudo escribe con un tono de iron¨ªa que solo captan aquellos que conocen ese rasgo de su personalidad y que entienden bien el trasfondo de su m¨¦todo. Por ejemplo, algunos entienden como apoyo lo que en realidad era una cr¨ªtica que la autora formulaba a la idea de eliminar asignaturas para as¨ª aliviar a los alumnos de la fatiga. Montessori argumenta en contra de la reducci¨®n de la fatiga mediante la rebaja de las exigencias acad¨¦micas y a favor de un contenido curricular exigente. Para ella, la fatiga disminuye cuando el ni?o alcanza la concentraci¨®n y realiza actividades sensoriales y mentales que tienen un prop¨®sito, no cuando se vac¨ªa el aprendizaje de sus contenidos. Deplora el giro que tom¨® el movimiento de la Educaci¨®n Nueva del siglo XX del que se consider¨® precursora ignorada, y lo asocia con nada menos que ¡°una revoluci¨®n que aspira al desorden y a la ignorancia¡±. No es casualidad que Montessori est¨¢ ahora apareciendo en primera l¨ªnea de la actualidad pedag¨®gica.
Para comprender la educaci¨®n Montessori es preciso entender el trasfondo de sus principios, as¨ª como la relaci¨®n que esos principios guardan con el material. Por ejemplo, es importante entender el motivo por el que defiende que la disciplina es una condici¨®n previa a la libertad y da tanta importancia al trabajo individual y la responsabilidad personal. Es clave entender el trasfondo de las cr¨ªticas del sector de la escuela progresista y de la Educaci¨®n Nueva que calificaron su m¨¦todo de mec¨¢nico, formal, restrictivo, carente de oportunidades de juego creativo y de cooperaci¨®n, as¨ª como las respuestas que da a las cr¨ªticas que recibe del sector antimodernista que exist¨ªa en el clero de principios del siglo XX. Es necesario entender el motivo por el que rechaza la imaginaci¨®n productiva tan caracter¨ªstica del Romanticismo. Es importante entender el motivo por el que piensa que los juegos simb¨®licos llevan la confusi¨®n mental del ni?o a su culminaci¨®n; para ella, la necesidad de tener experiencias imaginativas en vez de reales es consecuencia de la pobreza sensorial. En sus escuelas, los ni?os no simulan servir la mesa con copas de pl¨¢stico, la sirven con copas de cristal; no simulan lavarse las manos, se las lavan de verdad y disfrutan haci¨¦ndolo. Todos los ¡°ejercicios de vida pr¨¢ctica¡± que hacen sus alumnos est¨¢n basados en la realidad, no en el juego simb¨®lico.
Pero entender la teor¨ªa tampoco ser¨ªa suficiente. Montessori insiste en que parte de la formaci¨®n en su m¨¦todo consiste en la observaci¨®n, durante horas, de la actividad espont¨¢nea de los ni?os en un entorno que se adecue a sus necesidades. El m¨¦todo se basa en la asunci¨®n de que los ni?os peque?os quieren trabajar y disfrutan haci¨¦ndolo, sin necesidad de castigos o de recompensas externas. Esas ideas chocan contra el prejuicio de aquellos que piensan que el ni?o es esencialmente vago, perezoso e incapaz de buscar retos que se ajusten a sus capacidades. Debido a una visi¨®n pesimista de la naturaleza del ni?o, algunas personas creen que eso no es posible.
Por otro lado, debido a la dependencia que tienen los ni?os hac¨ªa los dispositivos tecnol¨®gicos y a la dificultad que tendr¨¢n para desarrollar un locus de control interno, es posible que no tengamos hoy un entorno que nos permita f¨¢cilmente observarlo. Cuando los sentidos est¨¢n alborotados, estimulados por encima del umbral de la sensibilidad, el ni?o deja de sentir y dif¨ªcilmente prestar¨¢ atenci¨®n sostenida a los est¨ªmulos externos. Entonces su m¨¦todo se arriesga a convertirse en una utop¨ªa impracticable, pero no porque el m¨¦todo sea inoportuno, sino porque el entorno en el que se encuentra el ni?o de hoy hace imposible su ¡°normalizaci¨®n¡±. La ¡°normalizaci¨®n¡± es un t¨¦rmino aparentemente anacr¨®nico de la pedagog¨ªa montessoriana, pero sin explicarlo bien, es imposible pretender entender nada. Montessori explica que los ni?os pobres en sus aulas se interesaban antes que los ni?os de clase alta por el material, porque estos ¨²ltimos estaban saturados de objetos y juguetes que alborotan pasivamente sus sentidos. Hoy en d¨ªa, ni los ni?os desfavorecidos tienen ese privilegio, se lo hemos arrebatado cuando la ret¨®rica educativa dominante defendi¨® que la mejora educativa pasaba necesariamente por el cierre de la brecha digital.
Es cierto que Montessori repite a menudo que el ni?o aprende ¡°con menos esfuerzo¡±, pero en realidad no es que no haya esfuerzo; dejarse medir por la realidad siempre requiere esfuerzo. Cuando el ni?o est¨¢ absorbido o completamente concentrado trabajando, no es consciente del esfuerzo que est¨¢ poniendo en la tarea y ese esfuerzo se ve compensado por la satisfacci¨®n del gozo de aprender. El esfuerzo es, de alguna forma, placentero. Para Montessori, la actividad espont¨¢nea y la concentraci¨®n son los secretos para la resistencia a la fatiga y la disciplina interna es una condici¨®n previa al ejercicio de la libertad que permite al ni?o experimentar esa irresistible inclinaci¨®n para aprender.
En definitiva, ser¨ªa bueno que los autoproclamados expertos en la pedagog¨ªa montessoriana vuelvan a los textos originales de la autora. Todos podemos estar o no de acuerdo total o parcialmente con su propuesta, pero si pretendemos hablar en su nombre o en el de su m¨¦todo, m¨¢s nos vale hacerlo de forma responsable. Porque no se puede ¡°aprender¡± sobre Montessori ¡°jugando¡± a ser experto sobre ella.
*Catherine L¡¯Ecuyer es autora de Educar en el asombro y del blog www.catherinelecuyer.com
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